LA CARICIA DEL VIENTO
Como una hoja mecida por el viento, atrapado en una corriente, guiada por odios, recuerdos, venganzas, culpas, desilusiones.
Observas a tu alrededor: las olas golpean las rocas en las que estas de pie, deseas adentrarte en ellas, acabar con tu fatídica existencia, las tonalidades del cielo no hace más que aumentar la angustia y tristeza que terminan de quebrar tu destrozado corazón, que lo hacen cenizas consumidas por el fuego de una meta, del dulce que odias y que nunca llego, a cambio el peso de una realidad que imaginaste y no creíste, de la que te burlaste y ahora se restriega evidenciándote. Carcajeándose de tu ingenuidad.
Te molesta imaginártelos reír, correr con una sonrisa, gritar y mostrar al mundo que ellos si son felices. Que su miserable existencia esta llena de alegres momentos, de los cuales tú, tiene más que efímeras memorias, que ahora no son mas que un espejismo de una vida que no existe.
Te fastidia su vida, tu vida; cuestionas el por que ellos si están a lado de sus seres amados, mientras que a ti te los arrebataron. Lo que deseas en este momento, no puede ser, ya no existe, tú lo acabaste.
Nunca entendiste el significado de arrepentimiento, hasta que lo oíste, hasta que el enmascarado te obligo a escuchar, la tan afamada verdad, la que todos desean y que no imaginabas de tales magnitudes, la que era tan inverosímil y real como el viento que acaricia tu pálido rostro y mueve tu nocturno cabello; como el amor que se profesaron y que aun palpita en ti.
Sabías tu objetivo, y lo que harías para alcanzarlo. Sin importarte lo que dejabas atrás, el calor de una amistad que apenas iniciaba, la sabiduría y confianza de un maestro que se identificaba e intentaba ayudarte, el amor que nacía de una radiante sonrisa, capaz de iluminarte con mayor intensidad que los rayos solares.
Recuerdos golpean tu mente, los que nunca te abandonan, los que han hecho que sobrevivas pese a la soledad, la dura realidad, que cual huracán se llevó el motivo de vida que desde un principió fijaste, más bien te impusieron. Le impusieron.
Arrugas el gesto, y por más que quieres evitarlo las lágrimas nacen de tus ojos, resbalándose por tus coloradas mejillas, la tristeza y el dolor se dibuja en tus hermosas facciones.
Sientes el calor y ardor como si aun tuvieras sus dedos rozando tu piel, como si el golpe acabara de efectuarse, jurarías que el hilo de sangre aún resbala la por tu nariz, goteando por tu barbilla; la rabia, el desazón son inexplicables ¿Cómo existen en tal cantidad dentro de ti?
Cierras los ojos y lo ves, en tu mente se reproduce, cuando te cargaba, te sonreía, te ayudaba, desobedecía las indicaciones maternas con tal de complacerte, los golpecitos en la frente y sus palabras: “Lo siento Sasuke, la próxima vez”, el nudo en tu garganta se hace intolerable, doloroso, punzante.
Tu cuerpo tiene leves espasmos, la respiración se dificulta; su sonrisa y sus últimas palabras suspiradas: “Lo siento Sasuke, ya no habrá una próxima vez”. Ni el ver a todo tu maldito clan muerto, o el cadáver de tus padres resulta tan lastimoso como esa frase y el caer del cuerpo de quien siempre amaste y admiraste.
Quien te viera sentiría su corazón fragmentarse, la empatía producida conmovería y dañaría hasta a el más insensible. Pero no, le das la espalda a tus acompañantes y tomas una decisión.
No importa nada, sacrificaras lo que sea necesario, si tu vida era más importante que la aldea para él, igual tú sientes lo mismo, su vida es más importante que una aldea ignorante que disfruta de algo inmerecido.
Y como ella: la vida de quien te protegió y sacrifico por ti ya no existe, por la crueldad de unos asquerosos ancianos que no tienen calidad humana y fueron capaces de mandar a un niño a matar a su clan. Bien ellos sabrían lo que era ver su aldea destruida.
Decisión tomada, el cambio en el nombre del grupo, con un único y claro objetivo: matar y destruir sin mirar a quien se ponga en su camino.
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