- ¿Es grande, eh? - Preguntó un anciano a su nieta de 6 años que llevaba en brazos.
- Claro, es un trasantlántico. - Respondió la niña-
- Cierto.
Poco a poco se acercaron tres lujosos coches de la época, pitaron unas cuantas veces para avisar a la gente de que llegaban y se apartaran. La niña se giró por inercia al oír los pitidos. Uno de los chofers de su respectivo coche bajó de su asiento y abrió la puerta para ayudar y permitir la salida de un hermoso joven rubio y ojos azules elegantemente vestido con un traje blanco y corbata negra. El joven observó sin mucha ilusión aquel barco. Seguidamente del mismo coche bajó otro joven, éste era pocos años mayor que el rubio, era pelirrojo de hermosos ojos aquamarina.
- No entiendo por qué de tanto alboroto. - Se giró hacia el pelirrojo. - No parece más grande que el Mauretania.
- Sé indiferente con lo que quieras Naruto, pero no con el Titanic. Es 30metros más largo que el Mauretania. - Informó. - Y más lujoso.
Del mismo coche bajó una hermosa mujer de ojos azules y largo cabello rojo recogido en un complicado peinado bajo el sombrero.
- Resulta difícil impresionar a su hijo.
- Así que este es el barco al que le dicen "insumergible" - Dijo Kushina con una sonrisa en la cara.
- Y es insumergible, ni Dios podría hundirlo.
- Señor. - Llamó uno de los tripulantes al pelirrojo.
- Qué.
- Deben facturar su equipaje en la terminal principal. Acompáñeme. Les conduciré.
- Estoy seguro de que usted lo solucionará. - Dijo entregándole un fajo de billetes al tripulante. - Vaya con mi mayordomo.
- Bien señor, será un placer, le confíe en mí para cualquier cosa. - Elogió al que le había sobornado
- Venga aquí mozo. - Dijo un castaño arrastrando al tripulante. Al parecer, era el mayordomo del aquamarina. - Llevamos los baules que están en este automóvil. - Comenzó a señalarselos. - Los doce de aquí, y la caja fuerte, todo ha de ir a la suite 52, 54 y 56.
El pelirrojo sacó un reloj de bolsillo plateado y contempló la hora, al poco lo cerró y volvió a guardarlo.
- Señores, subamos a bordo. Vamos.
Las personas que se quedaban en tierra mandaban besos a sus familiares.
- ¿Llevan mi abrigo? - Cuestionó Naruto.
- Sí señor.
Los tripulantes comenzaron a revisar la salud dental de los pasajeros de tercera clase y una revisión en la cabeza en búsqueda de piojos. Aunque fueran los más pobres, serían los primeros en viajar en el Titanic y tenía que estar todo perfectamente cuidado. El rubio, el pelirrojo y la pelirroja subieron elegantemente por la pasarela.
- Era el buque de los sueños para los demás pasajeros, para mí, era un barco de esclavos que me llevaba encadenado de regreso a América. Exteriormente, era todo lo que un joven bien educado debía ser, pero, mi interior, gritaba en rebeldía...
En un bar de Southampton había cuatro hombres jugando a las cartas, más concretamente al póker.
- Sasuke, eres idiota, has apostado todo lo que tenemos. - Dijo un joven de ojos negros y pelo del mismo color recogido en una coleta baja y un mechón de pelo a cada lado de su cara.
Un azabache de gran parecido al anterior, excepto que éste era pocos años más joven y el pelo lo tenía corto y la parte de atrás levantada hacia arriba se acercó al otro. - Itachi, cuando no tienes nada, no tienes nada que perder. - Dijo soltando el humo lentamente.
- Idiota, no puedo creer que te jugaras nuestros pasajes. - Dijo uno de los otros dos hombres restantes en otro idioma.
- ¿Y bien? - Preguntó Sasuke.
El extranjero dejó una carta bocabajo en la mesa y la intercambió con una de las de Sasuke. Seguidamente, Sasuke dejó una de las cartas en un montón y cogió una de otro montón. En juego había un reloj de bolsillo, una navaja, varias monedas y dos pasajes de tercera clase para el Titanic.
- Bien, llegó el momento. La vida de alguien está a punto de cambiar. - Dijo el azabache menor tirando el cigarrillo. - Itachi. - Itachi mostró sus cartas. - Miente. - Dijo Sasuke.
- Miente. - Confirmo Itachi.
- ¿Olag? nada. ¿Sven? - El tal Sven mostró sus cartas. - Uff, dos parejas, lo siento Itachi.
- ¿Qué lo siento? Has perdido todo lo que teníam...
- Lo siento. - Interrumpió Sasuke. - Porque no volverás a ver a tu madre en mucho tiempo. Nos vamos a América. Tengo un full amigos. Hahaha. - Comenzó a recoger todos los objetos ganados cuando una mano en el cuello de la camisa lo detuvo. Olag preparó su puño para dar un golpe, pero el golpe no fue dirigido a Sasuke, sino a Sven, que del inesperado impacto cayó al suelo. Por lo cual la gente comenzó a reír. - Démonos prisa.
- Me voy a América. - Dijo entusiasmado Itachi.
- No amigo, el Titanic va a América, zarpa dentro de 5 minutos.
Sasuke e Itachi se miraron entre sí cogieron todo lo que habían ganado y salieron corriendo para llegar al Titanic.
- Viajaremos en un barco lujoso. - Gritó Sasuke mientras corría por las calles. - Como los auténticos peces gorods. Somos de la realeza ragazzo mio.
- Te lo dije, hoy es el día. Siempre he sabido que iría a América para hacerme millonario.
- Retiren la pasarela. - Ordenó un oficial.
- Esperen, esperen. - Sasuke e Itachi pasaron empujando a los oficiales. - Somos pasajeros.
Sasuke mostró sus pasajes a otro tripulante.
- ¿Han pasado por la cola de la inspección?
- Claro. Además, no tenemos piojos, somos americanos. Los dos.
- Bien, embarquen.
Pasaron corriendo y esquivando a los pasajeros de tercera clase por los distintos pasillos que llevaban a los camarotes.
- Somos los más afortunados del mundo. ¿Lo sabías? - Dijo el azabache menor.
Los pasajeros estaban todos reunidos alrededor de los barrotes despidiéndose de la gente. Los azabaches se acercaron también a los barrotes y comenzaron a despedirse, al final Itachi pregunto...
- ¿Conoces a alguien?
- No, pero da igual. ¡Adios, os hechare de menos!
Las hélices se pusieron en marcha y el barco zarpó. En tierra había varios fotógrafos para inmortalizar aquel momento. Las despedidas continuaron durante un rato más hasta que al final ya no se veía el puerto.
Sasuke e Itachi comenzaron a buscar su camarote, que se encontraba en la parte más baja del Titanic. En el trayecto esquivaron a varios niños, hombres y mujeres que también buscaban sus respectivos camarotes.
- Oh, es aquí. - El ojinegro abrió el camarote. - Hola, ¿qué tal están? Soy Sasuke. Encantado. - Itachi y Sasuke dejaron sus pertenencias en sus respectivas camas. - Sasuke Uchiha, encantado de conocerle. - Sasuke le tendió la mano y el otro gustoso aceptó el apretón. - Es un placer. - Y le dio una palmada en el hombro. - ¿Quién te ha dicho que te toca la litera superior, Itachi? - Dijo en un tono de broma.
- ¿Dónde está Sven? - Dijo en otro idioma el hombre al que anteriormente se había presentado Sasuke.
- Esta es su cubierta de paseo particular, señor. - Explicó un botones al pelirrojo.
El pelirrojo se había cambiado de ropa a una más cómoda pero no por eso dejaba de ser elegante, llevaba un pantalón de color beige y una camisa blanca por dentro del pantalón. Estaba paseándose por la cubierta para poder observar cada detalle mejor, en su mano derecha llevaba una copa y en la izquierda una botella de champagne sin abrir.
- ¿Necesita alguna cosa, más?
- Hm. - Con ese sonido y un gesto de mano le hizo entender que no.
- Con su permiso.
En un camarote de primera clase se encontraba Naruto decorándo un poco lo que sería su habitación durante los próximos días.
- ¿Es éste? - Pregunto una criada entregándole un cuadro.
- No, recuerdo que había muchas caras. - Siguió buscando un poco más el rubio. - Oh, es éste. - Cogió un enorme lienzo del cuadro Las señoritas de Avignon.
- ¿Los coloco todos señor?
- Sí. Irá bien un poco de colorido.
- Eso póngalo allí, en ese armario armario. - Ordenó el mayordomo del pelirrojo a un botones que traía el equipaje. El mayordomo tenía el pelo castaño y respondía al nombre de Kankuro.
- Dios, otra vez esos cuadros pintados con el dedo. - Soltó sin más el pelirrojo al entrar al camarote. - Menuda forma de tirar el dinero. - Bebió un poco de champagne que tenía en la copa anterior.
- La diferencia entre el gusto de Gaara del arte y el mío es que yo sí lo tengo. Son fascinantes. - Dijo el ojiazul observándo Las señoritas de Avignon y Retrato de Ambroise Vollard. - Es como estar dentro de un sueño, hay una verdad pero no hay lógica.
- ¿Cómo se llama el artista? - Preguntó la criada.
- Algo como... Picasso.
- Algo como Picasso, nunca será nadie. Nunca, créeme. Al menos han sido baratos.
- Ah, esa caja al dormitorio. - Volvió a ordenar Kankuro.
- En Chelburgo, subió a bordo una mujer llamada Tsunade, la historia la bautizaría como la insumergible Tsunade.
- No iba a quedarme esperando todo el día. Tenga, no sé si podrá con todo. - Dijo Tsunade, una mujer rubia peinada con dos coletas y ojos color almendra pasándole varias maletas a un botones.
- Su marido había encontrado oro en alguna parte del oeste, era lo que mi madre solía llamar nuevo rico. Al atardecer del día siguiente zarpábamos hacia el oeste desde la costa de Irlanda, sólo el océano Atlántico se extendía sobre nosotros.
Uno de los tripulantes de más alto cargo estaba en la parte superior del barco viendo el mar que se expandía ante ellos, tenía el pelo plateado y de punta ligeramente peinado hacia la izquierda, su ojo derecho era negro y el izquierdo rojo, y éste último era surcado por una cicatriz, su nariz, boca y barbilla eran cubiertas por una fina máscara azul marino. El capitán de largo cabello largo blanco atado en una coleta blanca y dos mechones a los lados de su cara se acercó por su espalda, más el peliplata no notó su presencia hasta que apoyó sus manos en la barandilla.
- Proa a alta mar señor Hatake, que todos vean como navega.
- Sí capitán. - El peliplata se dio la vuelta y comenzó a caminar hacía la cabina para hacer cumplir las órdenes de su capitán. - Avance a toda máquina señor Woody.
- Sí señor. - El mencionado se acercó a un aparato que mandaba desde la cabina del timón a la sala de las calderas la velocidad a la que debía ir el Titanic, en este caso, la velocidad era la máxima.
Un tripulante que trabajaba en la sala de las válvulas éste tenía el pelo color azul oscuro y barba, su nombre era Sarutobi Asuma. - Avance a toda máquina. - Gritó al ver las órdenes procedentes de la cabina.
Los trabajadores corrían por las pasarelas para ir a sus respectivas válvulas y dar la energía necesaria.
En la sala de calderas echaban una mayor cantidad de carbón para compaginar la energía de las válvulas.
Lentamente, las hélices en la parte posterior del barco comenzaron a aumentar su velocidad, y cada vez más rápido.
Los azabaches corrieron hasta llegar a la proa, aunque esto no dejaba de lado el hecho de que no pararan de gritar y alegrarse por su suerte, o quizás por la maestría de Sasuke jugando al Póker. Una vez que llegaron se asomaron sacando más de la mitad de su cuerpo por la barandilla, observando el océano por el que navegaban, por el que nadaban varios delfines.
- Son preciosos, mira lo que hacen. - Señaló Sasuke a los delfines.
- 21 nudos capitán. - Informó el Hatake volviendo al lado del capitán junto con otro tripulante que le llevaba una taza de café al mayor.
- Seguid así muchachos. - Animaba Asuma en esta vez en la sala de calderas observando como se realizaba el trabajo allí abajo.
Sasuke se sujetó a una de las cuerdas que iba a parar a la punta de la proa y de un saltó se subió a un par de barras de la barandilla. - Soy el rey del mundo. - Gritó Sasuke.
- Yuhuuuuuu. - Se pusieron a gritar esta vez al unísono los dos azabaches.
Los azabaches y el capitán Jiraiya miraban desde diferentes sitios el inmenso océano que se plantaba ante ellos. Había varias diferencias entre los primeros y el último. Diferentes sueños y ambiciones. Distintas formas de pensar. Diferentes clases sociales. Pero una misma cosa en común. Un mismo destino. América. Nueva York.
Otra cosa muy diferente, era que todos llegaran sanos y salvos a puerto.