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Heridas por starsdust

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Notas del fanfic:

Ambientado en la época de Saint Seiya Episodio G, más específicamente luego de que Aiolia va a arreglar su armadura con Mu en el tomo 5... o 4... lo olvidé. La base de lo que pasa en este fic es de hecho cosas que pasaron en Episodio G, incluyendo la situación de Alde visitando a Mu y cuidándolo. Aunque no sean una pareja popular me parecen super lindos, no entiendo por qué la gente no los quiere! XD Además que Alde es el mejor amigo de Mu... u_u Bueno, qué se le va a hacer XD

Saint Seiya Episodio G propiedad de Kurumada Masami y Megumu Okada.

Mu despertó sintiendo un cosmos familiar y amigable cerca de él. No necesitaba abrir los ojos para saber quién estaba allí, pero sus recuerdos eran confusos. Intentó reconstruir el rompecabezas en que se habían convertido sus memorias recientes, pero lo halló extrañamente dificultoso. Decidió esperar a que todo se acomodara en su mente sin forzarlo y luego de unos momentos entreabrió los ojos para encontrarse con la mirada de Aldebarán, que estaba teñida por un velo de preocupación.


―¿Aldebarán? ¿Qué… qué ocurre? ―fue lo primero que se le cruzó por la cabeza. Entonces recordó. Aiolia había traído su armadura para ser reparada. Pero un enemigo había aparecido, y él era el único que estaba en condiciones de hacerse cargo. Había salido mal parado de la batalla. Ni siquiera recordaba cómo había llegado a aquella cama.


―Será mejor que no te muevas… debes descansar ―dijo Aldebarán, con una expresión amable. Mu reparó entonces en sus propias heridas, que habían sido cuidadosamente tratadas. Evidentemente su amigo se había hecho cargo de todo. Una sensación de calidez lo envolvió. Sabía que podía confiar en él, pero al mismo tiempo le preocupaba haberlo involucrado en aquello.


―Perdóname, Aldebarán… debo de haberte causado molestias ―susurró.


―¿De qué hablas? Al contrario… estaba preocupado por ti. A pesar de estar muy malherido, reparaste la armadura de Aiolia…


Aldebarán continuó explicando con detalle lo que había ocurrido, y cómo Aiolia se había marchado luego de aquello, cuán agradecido estaba, cuán esplendorosa había sido la lucha, cuán limitado creía el poder del león dorado en comparación al de Mu.


Mu asentía sutilmente, balbuceando cada tanto una respuesta donde lo creía adecuado. En general gustaba del silencio, pero la voz de Aldebarán le provocaba siempre una sensación de tibieza muy agradable. Cada vez que lo visitaba en aquel recinto solitario, Mu sentía que su mundo se completaba. Aquel hombre era quizás la única cosa que extrañaba del santuario.


―¿Aldebarán? ―dijo Mu incorporándose, una vez que el taurino se hubo callado.


―Cuidado… no estás en condiciones de… ―comenzó a decir el otro, pero se encontró con que Mu ya estaba frente a él, y lo interrumpía posando sus labios sobre los suyos. Aldebarán respondió a ese beso dulce apretando con suavidad al ariano entre sus brazos. Habiendo curado sus heridas era bien consciente de su estado, y sentía como si cualquier movimiento equivocado pudiera romperlo como cristal.


Mu, en cambio, deseaba que Aldebarán lo tomara con firmeza, como tantas veces antes. Su cuerpo se sentía fláccido, y deseaba que se llenara de la intensa sensación que sólo Aldebarán sabía provocarle. Pero esta vez debió conformarse con el abrazo dulce del taurino.


―¿Te quedarás? ―preguntó Mu en voz baja.


―Claro que sí ―respondió Aldebarán―. Me quedaré hasta que mejores. Además tengo que arreglar este lugar, la batalla dejó sus secuelas. Ya ni siquiera parece una casa.


―Perdóname por hacerte pasar por esto… ―dijo Mu, aunque una sonrisa se colaba en sus labios.


―Esto es lo que quiero, Mu… es lo que me hace feliz. Lo que deseo.


Mu había recibido ese tipo de respuestas antes, pero nunca había tenido el coraje de hacer la pregunta que siempre tenía en la punta de la lengua. Estaba seguro de cuál sería la respuesta, pero aún así esta vez las palabras se le escaparon.


―¿Y si te pidiera que te quedaras aquí conmigo y no volvieras al santuario?


Hubo un silencio. Mu lamentó haber hecho la pregunta, pero ya era demasiado tarde. La mirada de Aldebarán se había vuelto triste.


―Lo haría. Lo haría si no fuera porque mi presencia allí es necesaria.


―Entiendo. Fue una pregunta tonta ―dijo Mu dándose la vuelta. No quería que Aldebarán viera las lágrimas que habían comenzado a rodar por sus mejillas.


―¿Por qué no vuelves tú conmigo? Al santuario ―preguntó el taurino, abrazando a su compañero desde atrás y plantando un beso sobre su suave cabello.


―No puedo… también tengo mis obligaciones aquí. Tengo demasiadas armaduras por reparar. No puedo.


Excusas. Aquella era la misma excusa que daba siempre. La misma mentira. ¿Cómo podría decirle la verdad? Hacía un largo tiempo que Mu podía sentir un cosmos oscuro que rodeaba al santuario. Desde la desaparición de Géminis el patriarca no era el mismo. Iba más allá de una sensación. Lo había comprobado en carne propia. No quería volver a aquel lugar, ni volver a estar frente a aquella persona. No podría soportar pasar por lo mismo una vez más.


Aún podía recordar la vez en que había sido llamado ante el patriarca, quien había empezado por preguntarle acerca de sus sospechas para luego tomar su cuerpo sin permiso, haciendo uso de su poder superior para dominarlo completamente. Los recuerdos se habían vuelto confusos, pero Mu recordaba con claridad el dolor y la vergüenza. Sabía que ese no era su maestro. Sabía que no podía volver a aquel lugar.


oOo


Durante los días siguientes, Aldebarán comenzó a reparar las roturas consecuencia de la batalla. Pero aún más que por las reparaciones se preocupaba por la evolución de Mu, que no podía evitar regocijarse con las atenciones de Aldebarán, a pesar de todo. Adoraba dormir apoyado contra su pecho firme cada noche, y despertar envuelto en sus brazos.


Por eso, cuando llegó una carta desde el santuario dirigida a su compañero, Mu la guardó para sí, meditando sobre qué hacer. Tenía un presentimiento ominoso acerca del futuro. Sentía que el mundo se llenaba rápidamente de oscuridad, y que llegaría el momento de actuar. Sabía que esa carta requería los servicios de Aldebarán sin siquiera necesitar abrirla. Una voz dentro de sí le decía que estaba siendo egoísta. No quería que Aldebarán estuviera en peligro, ¿pero no eran ellos acaso quienes debían proteger el mundo?


Cuando por fin entregó la carta a Aldebarán, éste se decidió a ponerse en marcha luego de que Mu le asegurara que estaría bien. Mu repitió lánguidamente sus advertencias antes de dejarlo partir.


―Una sombra cae sobre el santuario. Debes tener cuidado.


―Justamente por eso debo ir… Es mi deber. No puede esperar, envíame de vuelta.


―Pero temo que en este estado no pueda enviarte sano y salvo… No quiero que estés en peligro.


―Mu, no tienes que preocuparte. Confío en ti. Te pido que me envíes ahora, el tiempo apremia.


Aldebarán se dio la vuelta. No quería ver a Mu y sentir la necesidad de quedarse atrás. Siempre era difícil partir, pero esta vez más que nunca. Al contrario que Mu, Aldebarán no era un ser solitario, pero al estar con el santo de Aries tenía la sensación de que esa era toda la compañía que necesitaba. Esta vez fue él quien sintió unos brazos delicados que lo envolvían desde atrás.


No vayas.


―Haré lo que pueda ―susurró Mu.


Quédate.


―De todas formas, volveré a ti ―dijo Aldebarán.


Como siempre.


FIN

Notas finales:

Lo siguiente lo tomé del manga Saint Seiya G:

- Aiolia va a Jamir a reparar su armadura
- Aparece un enemigo y Mu pelea contra él
- Mu repara la armadura de Aiolia, Aiolia se va
- Alde se queda para cuidar a Mu y reparar su casa
- Mu recibe una carta del santuario
- Aldebarán le pide a Mu que vuelva con él al santuario y Mu le dice que no
- Mi le pide a Aldebarán que se quede

Sí, todo eso pasa, yo solamente llené los huecos!! XD Estos dos son tan lindos, lástima que no sean populares.

Julio 2009.


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