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El Regalo de Cumpleaño Perfecto por Mary-chan6277

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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji no me perteneces (por desgracia) el resto de la historia es original ^^

1
—Sebastian-kun, luces encantador como siempre.
—Gracias, Elizabeth-san. Usted también se ve preciosa hoy— el mayordomo de ojos carmesíes le sonrío a mi prometida de manera amable- he preparado la cena, en seguida pueden pasar al comedor para servirse- agregó, inclinándose y haciendo un gesto con la mano para que siguiéramos al comedor.

Ese era el primer día en que viviríamos juntos, como pareja, luego de habernos casado esa misma mañana. Aun me preguntaba cómo había accedido hacerlo, cuando al final no podría complacerla porque simplemente no sentía ni un poco de amor por ella. Al menos no el amor que ella deseaba. En cambio... esos ojos del color de las llamas del infierno me estaban volviendo loco. Y esa sonrisa, vamos, me pregunto como un demonio puede parecer tan inofensivo, y atrayente. Atrayente especialmente.

Comimos en silencio, y las únicas palabras que fueron pronunciadas a la hora de la cena fueron unos elogios al chef rubio, y otras cuantas felicitaciones a Sebastian. Elizabeth, y en general todos, siempre estaban encantados con él. Incluso yo.

A pesar de haber dejado atrás al niño de doce años, para dar paso al joven de 20, mi mayordomo aun se hacía cargo de cosas tan triviales como vestirme, o ayudarme a lavar mi cabello, y hasta hace poco le pedí que permaneciera a mi lado hasta el momento en que me quedara dormido, pero ahora con una esposa acostada a mi lado en la cama sería imposible seguir con algo como aquello. Sebastian nunca se quejó, pero era claro que ella si lo haría.

2
La convivencia con Elizabeth, o Lizzy, como gustaba que la llamara, era realmente complicada para mi persona. Ella no era precisamente símbolo de madurez, y tampoco era que la esperara cuando acepté casarme, pero que convirtiera mi mansión en una de sus casas de muñecas, era definitivamente demasiado, sin contar que siempre se empeñaba en hacerme sonreír, sacando a flote temas que no quería escuchar, y lo peor, había hecho que me separara de Sebastian.

Había soportado todo de la mejor manera. Había escuchado sus reclamos sobre mi falta de atención con ella, y que ese perro enorme del patio no debía estar en el jardín...
Pero esa era la mañana de mi cumple años, y no ´quería saber que tendría que soportar. Mi cumpleaños. Una fecha... ¿fatal?, ¿feliz?, ¿demoniaca? simplemente no quería recordarlo. No quería ver de nuevo a mi madre recostada a mi lado estrechándome en un abrazo, no quería ver a mi padre llenándome de regalos; no quería ver la casa lamida por las llamas, siendo destruida, y dejándome solo; no quería ver los rostros cubiertos por antifaces que me otorgaron la marca de la bestia. Simplemente no quería recordar...
Pero Elizabeth se había empeñado. Me había avisado que junto a Sebastian habían organizado una pequeña fiesta, y que no podría negarme a asistir.

—Listo. Se ve estupendo. Elizabeth-san tiene un buen gusto.—dijo Sebastian mientras terminaba de anudar el listón de terciopelo en torno de mi cuello. Me encantaba cuando lo hacía, incluso sentía su tibia respiración sobre mi rostro. Se incorporó. —A propósito, olvidé preguntarle, ¿Qué le apetecería de regalo?—sus ojos carmesíes me miraron curiosos ante la respuesta, y una dulce sonrisa se dibujo sobre sus labios. Ya no lo podía soportar, además, el pregunto qué era lo que quería.

—Desearía...— me levanté de la cama y di un paso hacia delante, hasta quedar a escasos centímetros de Sebastian, y lo atraje usando su corbata negra que siempre llevaba intacta sobre la camisa blanca, quedando ahora a escasos centímetros— desearía...— le besé. Jamás imaginé que sería capaz de hacerlo, pero fue un momento estupendo. Sus labios eran tan suaves y sedosos, y mil veces más dulces y exquisitos que los de mi esposa.

Me aparté luego de algunos segundos en busca de aire. Sebastián no había correspondido al beso, pero tampoco se había negado a recibir mis caricias. Lo arrastré hasta la cama, me deje caer sobre el colchón, haciendo que el quedara sobre mi. En ese momento le volví a besar, aun sin soltarle la corbata, temeroso de que fuera a escapar en cualquier momento.

—Que demuestre así sus emociones no es digno de usted— susurró en mi oído—¿qué significa todo esto?, ¿amor, o debilidad?- pausó un momento— ¿o ambas?, el amor sugiere una debilidad para los frágiles humanos, ¿no es cierto?— me miró fijamente. A pesar de que sus palabras eran hirientes, no podía evitar perderme en el profundo color de su mirada, y sentir como mí pulso se aceleraba bajo el roce de sus guantes sobre mis mejillas en una tierna y furtiva caricia que no esperé, y la respiración se me entrecortaba cuando me tentaba con sus labios sin tocar los míos.—¿Y qué hay de Elizabeth-sama?, ¿no debería estar ella en mi lugar?
—Yo... no la amo.
—¿Eso qué significa, Bocchan? no comprendo. ¿Que siente por mi?— ya no aguantaba más que sus labios rozaran los míos mientras susurraba con un sensual tono, y aprovechando que debía darle una humillante respuesta que aumentaría su ego demoniaco, preferí sellarlo todo con un beso. Este fue más demandante por mi parte, y esta vez Sebastian parecía estar correspondiendo.

A eso beso le siguió otro, y otro. Mis dedos se deslizaron abajo para desabotonar los botones del traje de mi mayordomo. El primer botón, el segundo, el tercero...

—¡Ciel!, ¿porqué tardas...?—la puerta se abrió de par en par.
—Disculpe, Elizabeth-san. El Joven Amo bajará enseguida, ya está listo.
—Pero qué dices? El listón esta desatado, el sombrero está tirado en la cama, y... ¿por qué respiras de esa manera...?, ¿estás bien?... y ¿qué le paso a tus labios?— Sebastián se río por lo bajo, y volvió a acomodarse la corbata, y los botones del traje. Se había movido lo suficientemente rápido como para que Elizabeth no se diera cuenta de nada. Incluso yo no me di cuenta en qué momento dejo de estar sobre mí.
—No se preocupe, lo arreglaré enseguida.— ¿como era capaz de mantener la calma, cuando yo a penas y era capaz de respirar teniéndolo tan cerca luego de lo ocurrido?
—Tú también tienes los labios hinchados, Sebastian. —apuntó Elizabeth mirándolo fijamente.
—¿En serio?— posó sus manos enguantadas sobre la parte afectada— creo que tendremos que hacer algo al respecto, ¿no lo cree joven amo?— me dedico una sonrisa que guardaba algún significado oculto que me ilusionó con un regalo de cumple años muy deseable.

La velada fue… aburrida, y extremadamente larga.
Elizabeth había decorado la casa con globos, y serpentinas. Había disfrazado a Mayline, Bard y Finny. Y junto con Sebastian –esto me lo confesó ella misma- había preparado un pastel de tres pisos con crema de color rosa, un letrero en letra cursiva decía x10;feliz cumple añosx11;.
Me cantaron, bailamos, me dieron regalos.
La verdad, yo solo ansiaba uno.
Miraba de manera furtiva a Sebastian, deseando tenerlo entre mis brazos de nuevo… o más bien, estar entre los suyos, no sé muy bien si sabría dirigir la situación siendo tan inexperto en esos temas.
En cambio, él era perfecto en todo lo que hacía.

3
Esa noche la rutina se repitió como siempre. Me desvistió y estaba dispuesto a meterme dentro del camisón del pijama, pero me quejé, por supuesto.
—Tú aun no me has dado mi regalo— puse mala cara, hasta creo que hice un puchero infantil de niño caprichoso. No me importó. Si así iba a conseguir lo que quería, valdría la pena ser caprichoso e infantil.
—Con la señorita Elizabeth- san creo que será un poco difícil, ¿no le parece, joven amo?
—¡No me importa!— era cierto. En esos momentos en lo que menos estaba pensando era en Elizabeth. Le atraje hacia a mi usando de nuevo su corbata, y le bese lenta y deliciosamente, disfrutando del contacto: de sus tersos labios, de su lengua experta, y de la demoniaca pasión y lujuria que me transmitía.
—¿Está seguro de esto, Bocchan?— preguntó al separarnos, quitando el parche de mi ojo derecho de manera tentativa.
—Muy seguro.— fue mi respuesta. La suya fue una sonrisa.

Y ahí estaba yo. Desnudo, bajo Sebastian, y entregándome completamente a mis deseos.
Observé como Sebastian se quitaba los guantes con los dientes, dejando al descubierto sus manos de dedos largos y finos y perfectos. Me beso de nuevo, esta vez de una manera más salvaje y apasionada que antes, y no pude hacer otra cosa que tratar de ahogar mis gemidos en su boca. Sus labios recorrieron mi mejilla, delinearon la línea de mi barbilla, y bajaron por mi cuello en donde unos pequeños mordiscos provocaron que jadeara y gimiera. A Sebastian le gustaba eso, lo sabía, así que volvió a morderme, y seguir con su recorrido de besos.
Una de sus manos recorrió mi pierna, y acaricio mi muslo de una manera sensual, mientras que sus labios capturaban uno de mis pezones y lo lamía y apretaba entre sus dientes.
Sus manos estaban volviéndome loco. En algún momento había cerrado los ojos perdido en el placer, sin dejar de gemir un solo momento. Y cuando pensé que no podía estar más excitado de lo que estaba, Sebastian se metió mi miembro a la boca, y lo empezó a lamer lascivamente.
—Sebastian…nnn— enredé mis manos en su cabello negro como plumas de cuervo, dándole ritmo más acelerado, sentía que ya no podía más—Voy a…— me corrí dentro de su boca, y él se lamio los labios complacido.
—Sabe delicioso, Bocchan— susurró en mi oído, mordiendo mi lóbulo, haciendo que me pusiera duro de nuevo. Sebastian lo notó en seguida, y se río.
—Desvístete tu también— le exigí antes de que continuara— yo también quiero verte. —no pude evitar sonrojarme por esa orden, pero disfrute mientras observaba como Sebastian hacía un estriptis privado solo para mí.
Su cuerpo, como era de esperarse, era perfecto. Unos pectorales, y abdominales bien delineados, y esa “v” que se marca en todos los hombres que están en forma. Era realmente sensual, y me relamí los labios.
—Te quiero dentro de mí… — eso fue un susurro solamente, pero Sebastian lo capto. Volvió a besarme, y uno de sus dedos bajó hasta mi entrada, acariciándola lentamente, luego, lo introdujo por completo.
—Esto va a doler, Joven amo… además, es su primera vez.
—Sé cariñoso conmigo— ronronee como un gato, volviéndolo atraer hacia a mí, volviéndolo a besar, uniendo nuestras lenguas en una deliciosa danza. Otro dedo se introdujo en mi interior. Sebastián hizo movimientos de tijera y circulares dentro de mí. Me estaba doliendo, claro, pero luego de un rato me acostumbré a la sensación, hasta se volvió placentera, e imaginar el miembro de Sebastian ahí dentro me hizo excitar aun más –si es que eso era posible-.
Al cabo de un poco más de preparación, mi mayordomo me penetro lentamente, mientras una oleada de placer y dolor me inundó. Esperó a que me acostumbrara a la intromisión, y enseguida empezaron las embestidas.
Al principio eran lentas y delicadas, pero a medida que nuestros cuerpos lo iban necesitando, el ritmo iba aumentando. Enredé mis piernas en su cintura, y mis caderas empezaron a marcar también el ritmo junto a las suyas.
Gemía, jadeaba y escondía mi cabeza en su cuello con el fin de acallar mis gritos. Todos mis intentos de silenciarme fueron en vano. En esos momentos me sentía feliz, complacido, hasta pervertido por estar en esta situación con mi mayordomo. Sentía que lo amaba, ya no tenía por qué engañarme y negarlo por más tiempo, estaba perdidamente enamorado de él, y siempre lo había estado. En ese momento, era como si el mundo hubiese desaparecido, y solo estuviéramos él, yo y esa cama.
Una de las manos de Sebastian se cerró de nuevo entorno a mi erecto miembro, y lo acarició a ritmo con sus estocadas. Ya no quedaba mucho tiempo, y segundos después, sentí como un líquido cálido llegaba en mi interior de manera deliciosa, mientras que el mismo líquido blanco manchaba la mano de Sebastian y nuestros vientres.
Sebastian salió cuidadosamente de mi interior, cuidando de no hacerme daño, y se lamió los dedos.
—No hagas eso— le dije apartándole la mano de la boca— harás que me excite de nuevo— él se rio sinceramente divertido. —Quédate conmigo esta noche— Sebastian apagó las velas en el candelabro sobre mi mesita de noche y yo hice que se recostara a mi lado, y me acurruqué en su pecho para que no se escapara a ninguna parte.
No tenía ni idea cuanto tiempo había pasado, pero la luna brillaba llena en el cielo, y su luz se colaba por entre la ventana, haciendo brillar los ojos felinos de Sebastian. Esos ojos que me gustaban tanto.
—¿Te digo algo?— me incorporé para mirarlo directo a los ojos carmesíes. No sabía que estaba haciendo, pero necesitaba decírselo.
—Claro, Bocc-
—Primero, preferiría que me dijeras Ciel— ¿para qué cortesías? Después de eso, creo que ya no eran necesarias— y segundo, te amo— se lo dije sin más. En mi vida pensé amar a alguien, después de todo lo ocurrido, y todo el rencor que encerraba mi corazón, el sentimiento x10;amorx11; nunca figuró dentro de mis planes… pero ahora sonreía. Le sonreía a él, porque le amaba.
—Qué hermoso te ves cuando sonríes— me revolvió el cabello cariñosamente, y luego me acarició las mejillas que ardían en ese momento— creo que yo también te amo, Ciel. Aunque me parece ridículo que yo me allá dejado atrapar por las debilidades humanas— sonrió, y me beso.
Eso era lo único que necesitaba escuchar: que también me amaba.
Notas finales: haha... espero halla sido de su agrado, todas las opiniones serán bien recividas!! y... gracias por leer!! :)

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