Ilusa
"Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto"
Los tenues tonos grisáceos que el cielo lluvioso ofrecía ese día jueves, podían reflejarse claramente en los charcos de agua que iba cruzando sin cuidado; al tiempo que las gotas de lluvia que comenzaban a caer, resbalaban por mis mejillas desteñidas, confundiéndose con el líquido salado que brotaba de mis verdes ojos, irritados de tanto llorar.
Ya era tarde, era cuestión de minutos para oscurecer. No tenía un lugar fijo a donde ir, pero supuse que un enmohecido y lánguido bar de no muy buena reputación podría servir para curar el corazón roto después de un rompimiento amoroso.
Sin ser consciente del tiempo que pasaba, únicamente me sacaba de la nada el sonido del reloj y los murmullos de la gente que estaba a mí alrededor, hasta que algo logró llamar mi atención.
Cruzando la puerta pude distinguir una silueta masculina, bastante delineada y perfecta, atractiva a quien pasara por allí. Inmediatamente adiviné el oficio de aquel chico de finas facciones y arrogante belleza. No era más que el oficio que goza de fama mundial y es considerado el más longevo de todos. De seguro venía de cumplir su deber como cada noche.
Se acomodó el cabello de tono azulado en punta y a cada paso, dejaba huella en el rústico piso de aquel oscuro bar.
- ¿Tienen algo para la nariz? - preguntó a unos centímetros de mí, en la barra del bar, obviamente no se dirigió a mi persona, ni mucho menos, pero lo hacía con bastante naturalidad.
¿Para qué negarlo? Me había atraído física y sexualmente, aunado a mi estado emocional en esos momentos no pronosticaba un buen resultado de tal mezcla.
- ¿Podría servirte mi pañuelo? - le dije a modo de respuesta, logrando que pusiera la atención de sus sediciosos y profundos ojos negros sobre mí.
- No creo que eso me pueda mantener despierto por ocho horas mas; pero si me das algo que pueda lograr el efecto; puedes quedarte esta noche con mi ropa - me contestó de una manera por demás sensual, lo que causó que se re abrasaran las mejillas.
- No podría encontrar lo que pides ahora - le contesté inmediatamente, antes de que notara el enrojecimiento de mi piel, aunque de ello juraría que ya se había percatado.
- Entonces, con cien dólares podríamos llegar a un acuerdo - Lógicamente no se andaba con rodeos, dejó claro su precio. Alquilaba orgasmos y placeres fingidos por esa cantidad, quizá lo hacía mínimo dos veces por noche, una cantidad monetaria nada despreciable, lo suficiente para subsistir decentemente suponiendo que trabajara cinco días de la semana.
- Vamos - le dijo decidida - Mi departamento esta a la vuelta de la equina literalmente; espero que tengas disponible toda la noche, porque no te dejaré salir hasta que lo hagas junto con la luz del sol - aspirando su masculina y embriagante aroma le susurré coquetamente al oído, cosa que no causó mucho efecto en el, mi autoestima descendió bastante ante tal gesto de indiferencia.
Sinceramente no quería contratar su pasión ni la compañía carnal que ese bello hombre podía darme, sino más bien, deseaba un poco de sensibilidad masculina, para ver si lograba curar las heridas que tenía en mi corazón roto a causa de otro hombre bastante diferente a el. Por increíble que parezca, no lo quería solo para desordenar las sábanas de mi cama.
- Disculpa, tu nombre...-
- Sasuke - cortó de inmediato - no suelo dar mi nombre, pero contigo haré una excepción. - Finalizó con ese tono neutro en su voz grave, me sentí alagada por el privilegio. Un hermoso nombre bastante adecuado para ese playboy citadino.
- Sakura - le di como respuesta el mío, mientras introducía con torpeza la lleva que abriría la puerta de mi departamento, ahora de soltera.
Entramos y pasamos directo a mi habitación y tenía una curiosidad que quizá con el podría despejarla.
- ¿Puedes tener sexo sin placer? - fui imprudente, pero el tampoco tenía tiento en sus palabras y gestos.
- Hay ocasiones. Suelo correr con mejor suerte cuando el cliente es un hombre - me dijo sin vacilar y sin ningún rastro de vergüenza.
- Entiendo - hablé cohibida - Cada quien sus gustos. -
Me lanzó una mirada de aprobación y nos sentamos sobre la cama, me besó con ternura, no es que realmente él lo sintiera, quizá la experiencia le había enseñado las distintas maneras de besar, comprendía lo que yo necesitaba y no dudó en dármelo.
- Mis cien -
Era un demonio enfundado en un cuerpo de ángel, primero me dio a probar el sabor de sus labios porque estaba seguro que me embriagaría con ellos, después ordenó su paga para asegurar que no le haría una mala jugada. Bastante inteligente y astuto.
Busqué en mi bolso y no los encontré, mascullé algunas maldiciones entre dientes, pero tras meditar un momento recordé que los había dejado mal acomodados sobre mi tocador. Fue de inmediato por ellos, volví a la habitación dispuesta a pagar por esa noche y lo descubrí mirando directamente una fotografía que estaba sobre el buró.
- Si es tu ex el del buró, no hay trato - Me dijo sereno, señalando la imagen enmarcada en un cuadro de plástico y relieves artificiales, donde aparecía mi amado rubio con su sonrisa contagiosa y sus destellantes ojos azules.
- ¿Lo conoces? - Mas por curiosidad que por necesidad le pregunté muy confusa.
- Fue por mi por quien te dejo...ilusa -
Mi corazón se detuvo, la vida quería jugarme una mal pasada, bastantes sufrimientos ese día como para no culpar al destino. Quedé sola esa noche, teniéndole lástima a mi misma, quizá el amor no se hizo para mí, pero mientras ese tal Sasuke en quien pensé encontrar consuelo no ose hacer sufrir a mí Naruto no tengo por que oponerme a su relación, si el es feliz creo que yo también lo soy.
Tomó su chaqueta azul y salió tan fácil como llegó, dejando el dinero obre el mismo buró. Al tiempo lo vi de nuevo, era de día, según de lo que me enteré había cambiado de trabajo, al cabo de unos minutos vi a Naruto llegar junto a él, lo abrazó como nunca lo hizo conmigo, no notaron mi presencia, me limité a sonreír con sinceridad para seguir mi camino, destino a una cafetería donde me contraría con mi mas que amiga Ino.
Tal vez si pueda encontrar el amor, y no precisamente tiene que ser entre los brazos de un hombre donde pueda hallarlo.