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Sacerdote sin fe por chibiichigo

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Notas del fanfic:

La obra Harry Potter es propiedad intelectual de J.K. Rowling y yo no hago esto con fines de lucro.

Notas del capitulo: Saludos. Esto apareció por culpa de los poemas de Nicanor Parra... si no les gusta cúlpenlo a él.

Sacerdote sin fe

 

En ocasiones se veía a sí mismo con sorna. La situación se tornaba verdaderamente ridícula en ocasiones y él era tratado como aquel apóstol que había llegado para pregonar la paz; como si lo que había pasado se tratase de su culpa.

A veces, y sólo en esas raras ocasiones en que contemplaba a la Luna en el silencio de la torre, se preguntaba cómo habría sido su vida de no haber sido asesinados sus padres. Seguramente Neville sería el portador de la cicatriz que él ostentaba, tratado como un ídolo digno de consagración y considerado “el niño que vivió”. Sí. Con toda seguridad, de no haber sido por aquel día, por aquel traidor que había corrido a delatar el paradero de sus padres, algún otro sería el sacerdote de una fe que no compartía.

Para él, había sido un mero accidente; nada digno de bulla. La muerte de sus padres y su extraña supervivencia no había sido nada más que el derivado de una causalidad terrible o de alguna cadena de eventos desafortunados. Él no era especial, su cicatriz sí lo era.

El azabache sabía que, de no haber ocurrido aquello con él, pudo haberse tratado del hijo de los Longbottom o de Luna Lovegood; posiblemente de Oliver Wood o de su entrañable amigo Ron. No era más que el encargado de pregonar una cicatriz que mostraba el fallo del otro (a quien, a su año y medio de existencia no conocía ni le inspiraba miedo). Era sólo el elemento de bulla, de alharaca dentro de las festividades por el final de la guerra, pero él no era importante. Sólo había sido un error de otro lo que le había convertido en aquel sacerdote sin fe… En tal caso deberían haberle otorgado el reconocimiento a su madre, que había dado su vida por proteger la suya. Pero no, su madre no exhibía cicatrices.

No había nadie que le reconociera, ni que hablara de sus triunfos y logros. Todo se lo achacaban a aquel rastro de magia negra que poseía en la frente; a aquel rasgo que tanto le gustaba de sí antes de entrar en un mundo donde sólo eso importaba. Se limitaba a ser “el niño que vivió”, casi San Potter, pero nadie se atrevía a ver detrás de aquello. Dentro de Harry no había individuo, sólo símbolos y recuerdos de devastaciones.

Claro, para todos excepto para tres personas: Hermione Granger, Ron Weasley y…

 –Pensé que no llegarías –habló al escuchar unos pasos apagados detenerse detrás de él. Sabía quién era, por eso no quería dar la cara; no habría podido soportar ver su tristeza reflejada en aquella mirada gris.

–Por poco y no lo hago. No vale la pena recorrer el castillo sólo para verte a ti– devolvió con socarronería su interlocutor, cruzado de brazos en una esquina.

 –Ni cuando no tienes a tus dos gorilas cuidando de ti te das cuenta de tu lugar – dirigió su cabeza hacia el espacio donde se encontraba el de mechones dorados – No das más que pena, Malfoy – pronunció el nombre suavemente, casi sibilante.

- ¿Y tú dónde dejaste a los dos buenos-para-nada que te lamen los pies?- se acercó poco a poco el rubio, evidenciando involuntariamente los centímetros por los que sobrepasaba a Potter. La sonrisa arrogante y la pose de altanería parecían no dejar jamás a Draco.

Silencio.

Harry sintió cómo el Slytherin, haciendo honor a la casa a la que pertenecía, se deslizaba con gracia y llegaba a su lóbulo. Se estremeció un poco al sentir el vaho y la concupiscencia del otro. Se quedó de piedra cuando Draco, comenzó a lamer y a morder un poco ese excedente de carne en la parte baja de su oreja.

– Así ya no pareces tan rejego, ¿verdad? – comentó lascivo el rubio. Harry permanecía estoico, sintiendo aquella escena como algo sacado de una dimensión paralela. Estaba decidido a no dejarse llevar por las burdas provocaciones del otro – Contesta, Potter… Sé que te gusta –

Sentía el rápido palpitar de su corazón martillando su cabeza. Estaba llegando al punto crítico donde ceder se volvía la única opción tangible, pero se rehusaba a acceder. Por mucho que sus mejillas subieran de tono o que las fibras de todo su cuerpo se excitaran ante el contacto con el cuerpo del otro, con su olor a cítricos… No. Se defendería de aquel decidido abuso por parte de Malfoy.

 – ¿Me extrañaste? – cuestionó de nuevo el otro, con más potencia.

–No; no existe motivo para hacerlo. Tan sólo eres una arisca y arrogante serpiente – el ébano intentó recomponerse, mientras las manos escurridizas del otro bajaban a pasos agigantados y apresaban su miembro.

–Esto me  dice que mientes – se jactó el otro, buscando desesperadamente la boca del más pequeño. La atrapó, cual araña con alguna de sus presas, e introdujo su lengua en la húmeda cavidad. Para Draco Malfoy, no existía un placer más morboso que Harry Potter, y éste lo sabía con más precisión que el mismo rubio.

Conocía a Malfoy lo suficiente como para percatarse de que aquellos momentos, tan eróticos y sádicos al mismo tiempo, eran como una droga. Lo mismo que para él, poseer el cuerpo de aquel que se suponía fuese un enemigo representaba una liberación espiritual. Para el dorado era la prueba de que podía desafiar a su padre siempre que quisiera, y para el moreno era el único momento donde su cicatriz no tenía importancia.  El momento donde dejaba de ser San Potter para convertirse en Harry, o en cualquier otro ser presa de una pasión bestial por un cuerpo ajeno.

Poco a poco, tanto las prendas como las caretas que ambos adoptaban se fueron desprendiendo de la pareja. Los miedos y temores; los deseos de demostrarse mejor que aquel que había dirigido toda tu vida a su conveniencia, todo se quedaba fuera de la ecuación de dos hombres desnudos en cuerpo y alma. Los besos y las caricias borraban, casi cada noche, las preocupaciones y la carga interna de la pareja. Un deseo tan profundo, aunque no siempre lujurioso, se dibujaba como un suave velo entre ambos.

Eso no era amor, Harry sabía que no. Ambos se utilizaban como una vía de escape…

Cada estocada le parecía más y más excitante. Los cuerpos con el rocío de sudor, acompasándose en un solo ritmo y haciendo una especie de juramento silencioso. Aquel era su secreto; lo único que tenía que apartar del conocimiento de sus amigos y del mundo que sólo se interesaba por su cicatriz.

Cada embestida, más poderosa que la anterior, deseosa por llegar hasta el fondo de su ya amoratado cuerpo, le recordaba que había algo más dentro de él. Algo vibrante y deseoso de ser descubierto, que no causara estremecimiento general al mirarse… Reservado sólo para aquellas noches donde la luna reflejaba la necesidad de esos seres llenos de lujuria. Aquellas noches donde el placer adormecía todo lo demás de su cuerpo.

Sólo Malfoy podía hacerlo gritar de placer, hacerlo olvidarse de que fuera era sólo el niño que vivió.

Sí. Con Draco, aunque procuraba que éste no se enterase, podía sentirse vivo de nuevo. Extático. Eran aquellos momentos, donde la realidad y la ficción se deshacían de esa pequeña línea divisoria, donde se percataba de que no era sólo el sacerdote falto de fe que era adorado por las ovejas mansas. No, era algo más que una cicatriz y un producto de la causalidad… Todavía no sabía qué, pero de momento todo iba bien.  

 

 

 

Notas finales: ¿Un review?

Kissus,
c.

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