Capítulo 2: Confesiones
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Se despertó precipitadamente de su cama. Sebastian no estaba. Habían pasado exactamente dos semanas, de aquel pequeño encuentro con el demonio. Aquella vez, donde había probado aquellos expertos y suaves labios. Tan dulces, como un pecado, pensó. Dejó caer sin fuerzas su cabeza sobre la almohada. Faltaban exactamente dos horas para que Sebastian lo despertara. El reloj de pie, con números romanos marcaba las seis en punto. Se dio vuelta, para volver a caer en los brazos de Morfeo, pero el fuerte gruñido que su estómago soltó, no le permitió conciliar el sueño.
Tenía hambre. Y su mayordomo no vendría con su desayuno, hasta al menos las nueve de la mañana. No le quedó otro remedio que bajar a la cocina y prepararse un bocadillo.
Bajó de su cama y se puso las pantuflas. Caminó pesadamente hasta el pasillo mientras se tallaba los ojos. Bajó las escaleras cuidadosamente, pero, por desgracia, como sus 5 sentidos no estaban de su lado, se tragó un escalón y tropezó. A punto de caer al piso, unos fuertes y largos brazos rodearon su cuerpecito. Miró al dueño de las extremidades, y se sonrojó un poco por la vergüenza.
-Se…Sebastian-Alcanzó a pronunciar entre sus rosados labios.- ¿Qué haces despierto a esta hora?-
-Eso es lo que yo debería preguntar…-Lo miró a los ojos, mientras apoyaba su dedo índice en la punta de la nariz del conde.-…Boochan-
-Bueno…, tenía hambre, y no ibas a traerme el desayuno hasta las nueve-Respondió el más pequeño, mientras intentaba bajar de los brazos de su mayordomo.
-Entonces le llevaré el desayuno ahora Boochan-En un pestañeo del conde, Sebastian ya lo había llevado a su habitación. Lo depositó sobre la cama, arropándolo con las finas sábanas de seda.
-En un segundo le traeré el desayuno-Hizo una reverencia, dispuesto a retirarse.
-Gracias-El menor le dedicó una dulce sonrisa, que fue correspondida por el demonio.
Una vez le trajo el desayuno, Sebastian, no podía parar de mirar tiernamente, como su Boochan comía. Se veía adorable. No pudo resistir la tentación cuando el pequeño conde dejó un poco de crema en la comisura de sus labios. Se acercó hasta donde el menor estaba, y acercó su rostro a apenas centímetros del rostro del Phantomhive.
Lo miró, como mira depredador a su presa, y atrapo sus labios con los propios. El beso fue bastante más largo y apasionado, que el que habían tenido en su primer encuentro. Una vez que el acto culminó, el menor reclamo una respuesta del mayor.
-Sebastian-Exclamó el conde, sorprendido por lo que su mayordomo había echo.- ¿Por qué me besaste?-
El demonio le dedico una socarrona sonrisa, y le contestó-Porque, últimamente, siento que lo veo como más que mi amo.-Hizo una pequeña pausa, respiro profundo, y continuó-me siento celoso de los lazos que lo unen a su prometida. Algo se mueve en mi interior cuando lo veo sonreír. Siento deseos de poseerlo cuando lo baño, y muchas cosas más, que antes no sentía por usted.-Le dio un tierno beso en la mejilla, y le susurró al oído.-Pensé que era imposible…-Besó su otra mejilla.-Que creaturas tan horribles como nosotros, pudiéramos sentir algo así.-Lo miró a los ojos, por su parte Ciel, solo se sonrojo, y lo miró para que continuara.-Te amo Ciel Phantomhive.-Le besó el ojo del sello.
Como respuesta, el niño solo escondió su rostro en el pecho del mayor, y susurró bajito…-Yo también te amo Sebastian- El mayordomo sonrió y le levanto el rostro.-Míreme a los ojos, y repítamelo Boochan- Casi ordenó el mayor mientras le besaba la frente. Definitivamente se había hecho adicto a esa piel de porcelana.
El niño lo miró a los ojos, tal y como su mayordomo se lo había pedido, y le dijo:-Te amo Sebastian Michaelins-
Y así se besaron por largo rato, ya que ambos se habían hecho adictos a la piel del otro.
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