De alguna manera
Por chibiichigo
Suspiro de nuevo, como tantas veces lo he hecho desde que estoy sentado en este tejado, meditando.
Pienso en muchas cosas a la vez, tantas que incluso me impido a mí mismo seguir adelante. ¿Cuándo es que todo cambió en mi vida? Eso es algo que no recuerdo y que quizás nunca llegue a comprender. Una de esas cosas que sólo pasó, sin explicaciones y sin motivos que sólo se debe dejar ser.
No, eso sería iluso. Sé que hubo un motivo para tan drástico cambio, como en todas las cosas que rigen esta vida de cirqueros idiotas, pero no lo quise ver en su momento y preferí ignorarle mientras crecía inevitablemente dentro de mi pecho. Así, cuando menos me di cuenta ya había ocurrido todo. Por ello lo sentí tan rápido… Sí, en definitiva fue por ello.
Pero, incluso con eso decidido, no puedo comprender cómo una pelea tan bestial tuvo repercusiones de esta magnitud. No tiene sentido… ¿Cómo de buscar reivindicarme frente a mí mismo cada día, terminé con aquella idea infantil de buscarle, de querer ser como él? Quizás fue por su sonrisa. Aquella mueca cansada que me dedicó con torpeza mientras yacía en el suelo, tan cansado que hasta respirar le costaba sufrimiento, iba cargada de una energía tan poderosa que ni el mismo chakra del demonio que llevo en mi interior pudo rebatirle. Era paz, armonía; buenos deseos bañados en sinceridad. Justo en aquel momento pude ver que él no me veía como su enemigo, sino como su igual en un mundo donde todos son sólo espejos rotos.
Sí. De ahí en más todo fue discretamente más extraño en mi vida; no buscaba con tal vehemencia la muerte de todo aquel que deseara equipararse conmigo tan desesperadamente (aunque en honor a la verdad sigo, y seguiré buscándola por no saber hacer otra cosa). Ya no me sentía tan yo como antes, pero en parte era un cambio agradable pues me permitía dejar descansar mi alma de toda la algidez a la que la tenía acostumbrada. Pero… No soy tan necio como para pensar que eso fue todo. No, para nada.
Si rememoro, como muchas veces he hecho, la batalla donde nos medimos realmente como éramos, puedo encontrar – no sin esfuerzos, dado lo turbio de ese momento – el otro factor de mi cambio. De aquellos estoy más que seguro porque, inclusive en los escasos momentos de sueño que tengo, puedo apreciar ese color zafiro… esa mirada radiante.
Sí, en definitiva la mirada de Naruto, de aquel que fue condenado desde el nacimiento a vivir lo mismo que yo, fue tan serena y tan reconfortante que consiguió cambiar un poco mi paradigma. Primero pensé que era simplemente estúpido por querer ayudar a las personas que tanto mal le habían hecho, pero después… Después pude sentir cómo en mi corazón crecían los celos porque él había podido ser más feliz que yo dentro de su propia adversidad. Él había podido sobreponerse a sí mismo, a su pasado, mientras que yo seguía combatiendo para traerlo a mi presente.
Y lo peor fue que, meses después, seguía pensando en sus ojos todo el tiempo, día y noche; obnubilado por aquel hombre que había logrado cambiar todo dentro de mí, incluso sin que yo lo supiera. Naruto se convirtió en una especie de obsesión amigable para mí, pero cada vez se introducía más en mis pensamientos y mis acciones, impidiéndome volver a la normalidad que había llevado antes de ir a Konoha: mi normalidad. Cavilaba tanto que incluso me volví más taciturno y reservado de lo que ya era, buscando todo el tiempo la respuesta a la interrogante que se apoderaba de mí, y conforme más lo hacía, más se clavaba en mí ese impredecible ninja.
Bien decía su líder de equipo que Uzumaki Naruto era: El ninja número uno en sorprender a la gente. Qué adecuado apelativo…
Uno de esos hechos irrefutables en la vida es que cuando más piensas en alguien, más te empiezas a preocupar por él. Más te importa, para bien o para mal. Y yo me encontré preguntándome a mí mismo si podía algún día ser tan bueno como el ninja de la Hoja… tan frustrantemente humano. Me di cuenta que quería ser mejor para él, no para medirme sino para poder reflejarme en sus ojos… Aquellos ojos que, de alguna manera, habían obrado un cambio inesperado en una persona que no sabía que podía cambiar.
Buscaba ser parte de esos orbes zafiro que promulgaban a los cuatro vientos su candidez; poderme reflejar en ellos significaba obtener todo lo que siempre había deseado. Porque Naruto hacía que mi corazón latiera de una manera que no esperaba hiciera nunca, al tiempo que se insertaba más y más en mis meditaciones nocturnas, quitándome en ocasiones el escaso sueño, yo quería con vehemencia reflejarme en sus ojos. Era algo menesteroso para mí; mi manera de reivindicar mi existir.
Y cada día sigo buscándolo, preocupado de no ser suficientemente bueno para ser parte de su mirada y de su corazón. Intentando encontrar un motivo que me haga ser merecedor de tu agrado, de poderme llamar tu igual. Porque tú me demostraste, incluso sin saberlo, que todavía puedo interesarme por alguien más… Me hiciste ver que tal vez te aprecio más que a cualquier otro; que quizás te quiero. Pero todavía no lo sé bien…
Suspiro de nuevo, como tantas veces lo he hecho desde que estoy sentado en este tejado, meditando.