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Color Verdadero por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Asmita y Defteros se han encontrado en la India y planean encontrarse en la noche. ¿Qué es lo que le mostrará Asmita?
El calor, la sequedad. Tengo sed… Hay cosas que se difuminan en mi mente… arde, quema… el aire asfixia mis pulmones… te escucho, te reconozco…. Defteros… te pierdo, me alejo, te olvido…

Capitulo 2: Inspiración Caótica

Aquella noche fría no podría olvidarla. Me mostraste la mayor de las maravillas y me permitiste disfrutar de uno de los mejores tesoros culinarios… Tus…

Cuando llegué a aquel galpón abandonado, esperaba verte, ensimismado en ese danzar mítico con el que te encontré la primera vez. Sin embargo, para mi desilusión a quien encontré fue a una joven mujer, hermosa, no puedo dudarlo. De cabello tan claro que parecían hilos de plata, ojos que asemejaban el gris denso de la niebla, con una profundidad tal que paralizaba a quien lo viera, pero una calidez que competiría con las aguas termales. Está cubierta con largas túnicas de color celeste y turquesa y su sonrisa era lo único que decoraba su rostro inmaculado. Tal parece que ese lugar era donde se congregaban los ángeles perdidos del cielo…

-Es una sorpresa conseguir a alguien tan apuesto en este lugar… -murmuro la joven con una sonrisa afable, lejos de notarse algún indicio de lujuria en ella -. ¿Vienes buscando algo?

-Estoy esperando a una persona.

-¿Al joven Asmita por casualidad?

-¿Lo conoce?

-Sí, incluso, él viene aquí por mí.

Observo a la mujer y no lo niego, creo que hasta yo mismo vendría aquí por ella. Aún así, solo pensar que aquel hombre estuviera interesado en ella me creo una profunda decepción.

La mujer camina hacía unas cajas, donde deja algunos botes de pintura y un nuevo lienzo, antes de detenerse sobre el último que había pintado Asmita noches atrás. Aún estaba allí, con su pintura seca, incompleta y algo sucia por el polvo.

-Ese chico es simplemente impresionante… -susurro ella con sus ojos brillando encandilados por la belleza de la obra -. Lástima que nunca termina sus pinturas…

-¿Nunca las termina?

-Sí… no sé porqué, pero dice que si no lo acaba en el momento, nunca puede finalizarlo. Dice que no logra ver qué fue lo que hizo y entonces, la deja así… Este paisaje es idílico, se parece al retrato de Dante sobre los campos de Eliseos… Sólo los escogidos por los dioses pueden entrar en él…

Me quedo en silencio, observando la hermosa pintura de nuevo… Parecía atrapar entre sus colores, sus formas… la línea entre un color y el otro era difícil de definir… y por lo que vi, pinta mayormente con sus dedos y manos, solo usa el pincel para leves trazos… Es intrigante la forma en que logra hacer semejante obra con solo sus dedos… Es excitante verlo tan entregado haciendo solo eso… solo presionar sus finas yemas en el áspero lienzo.

-Dime muchacho… ¿Cuál es tu nombre? –Inquirió intrigada la doncella.

-Soy Defteros…

-Bien Defteros, ya tengo que retirarme. Si lo ves llegar, dile que aquí le he dejado más pintura y lienzo para que “traiga el cielo a la tierra”. Sé que entenderá… -sonrió con ternura -… voy a reunirme atrás con mis compañeros para practicar. Mi sueño es mostrar que también podemos hacer hermosa música. –Entonces esta mujer es parte de aquel grupo de músicos… -. Al principio era pésima, pero luego de conocerlo a él… creo que no hay nada imposible… es como quien dice, las cosas se pueden sentir a través del corazón.

Con ello, y luego de un leve ademan, la mujer de cabellos claros desapareció en la inmensidad de la oscuridad del galpón. A lo lejos, escuche luego cuando el grupo empezó a tocar su música, que trataban de emular, aún lejanamente, las grandes obras de una orquesta europea. Las cosas se pueden sentir a través del corazón… Recuerdo cuando Asmita dijo esa frase que le provoco un golpe por parte de ese hombre: “Ciegos son aquellos que no ven con el corazón… ”. Sin detenerlo, tuve que devolver la mirada a ese cuadro… ¿Es eso lo que hay en su corazón? ¿Pienso manchar eso con mis sucias manos?

-Defteros… -Su voz, idílica, melodiosa, agradable a mis oídos han pronunciado mi nombre… -. Entonces al final si viniste… -Debería huir, debería alejarme antes de terminar de manchar tan preciosa presencia, antes de blasfemar su pureza con mis manos, su santidad con mis labios, profanarla con mi cuerpo… -. Pensé que no vendrías.

Trague grueso. Saque fuerzas de donde desconocía y voltee para verlo. Su cabello caía sin forma sobre su cuerpo cubierto por una túnica amarillenta. Una dulce sonrisa… ¿Como era capaz de desarmarme con solo eso? Dime Asmita, ¿Me permitirías deshonrar tus santos terrenos?

-¿La señorita Seraphina estuvo aquí?

-¿Seraphina? –pregunte dudoso, con mi corazón acelerado, con mis ansias desbocándose, con mi conciencia impidiéndolo.

-Sí, por el olor de su fragancia a cerezos supongo que sí estuvo aquí –dices con relajo, acercándote a la caja donde esa mujer había dejado los implementos de pinturas. No te acerques tanto… No, más bien, yo soy quien debería huir de aquí -. ¿La conociste?

-Si…

-Es una mujer llena de virtudes… un ángel… Gracias a ella puedo pintar… antes lo hacía con barro.

-¿Barro? –Murmure asombrado, por sus palabras, por su belleza teñida de rayos de luna – ¿Pintabas con barro?

-Con lo que tenía en mano… con agua, con harina, con arroz… con lo que sea… si no lo hago siento que moriría de pena.

Tomas el lienzo y lo extiendes en el suelo, con cuidado, verificando que no haya pliegues en su superficie. Luego, escoges cada bote de pintura y los posicionas a tu alrededor, enjugando primeramente el pincel de naranja y luego simplemente quedarte estático, con la madera de su mango entre tus labios, y palpando con tus manos el tapiz.

-Ahora, te mostraré algo interesante…-Le escuche decir, mientras tomaba con su mano derecha el pincel y aplicó el primer brochazo -. ¿Escuchas esa música? Ella es la que me inspira… suelo inspirarme de todo… cualquier sonido rítmico es capaz de hacerlo…

“¿Ritmo?” -Pensé-“Esa música tiene de todo menos ritmo” –Sonreí –“Eres extraño…”

-Puedes escucharla… con el corazón, lo que ellos expresan… - “No dejas de asombrarme”-. La música simplemente me embriaga… -Otro trazo en el lienzo, no tiene aparente forma pero me seduce ver el minucioso proceso que toma desde que enjugas el pincel hasta que lo presionas sobre la superficie -. Me tienta a seguirle el ritmo, con mis dedos… con mis manos… con mi cuerpo… -Otra vez, empiezas a mecer tu cabeza a un ritmo inexistente, un ritmo que no se alcanza a escuchar, un ritmo sensual…-. Y cuando me dejo guiar, simplemente sale…-Me siento frente a ti, te observo recostado sobre el lienzo, te estudio… -. No sé cómo llamarlo. ¿Será locura? ¿Será inspiración?

Lo sé… lo entendí desde el momento que diste el primer brochazo a la tela que tienes a tu merced. No hablabas conmigo… estabas en un monologo interno mientras te dejabas llevar por eso, a terreno insospechados, a límites infundados, muy lejos de mí… No estabas allí, no estabas en ese lugar… No te encontrabas pudriéndote en este pueblo… Volabas, volabas muy lejos, tan alto que no podría alcanzarte, tan rápido que no podía seguirte… Pero eso, eso era suficiente para capturarme… solo eso…

Los trazos erráticos de tus dedos sobre el lienzo se empezaron a mover a un ritmo apasionado. Enjugabas cada dedo con una tonalidad distinta, y luego los juntabas en un movimiento provocativo, antes de estudiar con tu otra mano la superficie que sería victima de tu arrebato artístico. Tu cabello dorado caía sin vergüenza entre tu espalda, hombros y cuello, tintándose con los pigmentos que ibas dejando sobre tus líneas… Las huellas de tus caricias en esa piel de tela… La marca de tus deseos sobre ella… Quiero sentirlo…. Quiero sentirte…

Sin prisa y sin pausa, pronto el lienzo adquiría forma. Me parecía ver un cielo que emulaba el más hermoso de los atardeceres y nubes… nubes de ángeles que se formaban en un lienzo en el cielo. ¿Qué veías? Tus parpados temblaban cerrados, las gotas de tu sudor firmaban tu individualidad en aquel extracto de tela que era la dulce fuente de tu lujuria. La tomabas, te acercabas a ella, la poseías con cada paso de tus manos, la sometías con tus dedos en cálidas caricias que dejaban marcado un surco de color que se difuminaba… Ella respondía, los colores tomaban forma como si fuera otra piel bañada de sudor… bañada de sudor que luego tú atraías a tu nariz y respiraba con ingenuo placer… Cuando necesitabas aplicar presión, tu cuerpo se movía en todo un solo movimiento. Te hincabas sobre ella, presionabas, te estirabas y aplastabas como si fuese sobre otro cuerpo… Me excitabas… El sudor que caía de tu piel, mordiendo tus labios seductoramente como si ahogaras gemidos, mientras te incorporabas y mecías tu cabeza seductoramente, buscabas aire, exhalabas, regresabas a ella… ¿Qué sientes al tocarla?

La pintura parecía responder a tus caricias, ceder ante el fuerte agarre de tus manos delgadas… el crujir de sus colores fusionándose a tus designios lo atestiguaban y tú te placías… te excitabas con eso. Veía velas emerger del cielo, veía tus manos detenerse, minuciosamente en tallar la madera de un barco en las alturas. Te recostaste a ella, sin preocuparte que el color empañara el tono dorado de tus hebras, solo desviviéndote en enseñarle a ella que era lo que querías, que buscabas, que ansiabas… Eres hermoso… eres extraño… Te deseo… Te anhelo… Me instigas… Me devoras con tu movimiento insano de cuello, de caderas cuando te reincorporas, de tus hombros, de tus manos… Me enloquece ver esa abertura de tela que me permitía ver algo más de tu cuello y más allá…

Gemí inconscientemente. Tapé mis labios apenados, esperando a lo mejor un reclamo que nunca llegó. …l estaba demasiado concentrado en su faena, como para prestar atención a mi presencia, que solo era un testigo de su arrebato. Era difícil… apenas y podía controlar a mi cuerpo que lo llamaba… lo conocía… mi piel ardía de deseos por ser ese lienzo, por tenerlo asimismo, recostado sobre mí, estudiándome con sus manos, mostrándome ese rostro de placer enjaulado, solo por mí, solo en mí… Mis labios estaban sedientos de él, sedientos buscando enjugarse con el néctar del sudor que bañaba a su frente. Mi lengua ansiosa de secar los torrentes salados a través de su piel, para luego, hacérselos probar en un profundo beso que lo dejara al colapso. Quería desnudarlo… Quería descubrir los senderos impuros que su sudor recurría debajo de su túnica… Cuanto placer habría atrapado detrás de ella… cuan cálida sería su cueva… cuan firme y dulce su cincel… cuan espesa y caliente su esencia…

Me encrespé. Te has detenido en seco, con tu cabeza caía hacía atrás, sentado, arrodillado sobre la pintura… Me has desconectado de mis pensamientos, de mi mirada que ya dibujaba caminos indecorosos en ti, de mis labios que ya se enjugaban pensando en tu dulzura. Subes tus manos, llena de colores, haces como si rezaras a algún lugar y luego… de improvisto, te reclinas de nuevo en la pintura con tus dos manos sobre ella. Ese movimiento… como si estuvieras preparándote para recibir las últimas estocadas de un encuentro bestial…como si esperaras solo la corriente del orgasmo que esta por sacudirte… subes tu rostro, muestra dolor, muestra placer, muestra desesperación, fuego, gozo, lujuria… Tus manos se separan, poco a poco se alejan de sí y tu cuerpo, sinuosamente se acerca al lienzo. Tus manos regresan, vuelves a subir, a resurgir como si fuera el oleaje entre las piedras y tu rostro sigue erguido, como si te declaras como su dueño. Una sonrisa, una sonrisa de placer se dibujo en tus finos labios… Me declaro vencido… me rindo a ti…Te deseo…

Tus cabellos están lleno de colores distintos. Estas hecho un desastre. Tus túnicas solo es un desbarajuste de tonalidades varias que se mezclan y en la comisura de tus labios, una mancha naranja enjuga tu piel. Te ves demasiado sensual, desaliñado, como si estuvieras haciendo el amor, como si te golpearan con las más fuertes arremetidas y lo disfrutaras. No deberías presentarte así ante nadie… Tu rostro fino, tu virilidad tan atrapante… porque no, no puedo verte como un jovencito… ni siquiera confundir tus finos trazos con el de una mujer… eres un hombre, cautivante, atrayente, seductor. Tu pecho, tu ancha espalda, tus brazos, tus pies lo demuestran… tu olor… tu apetito…

Escucho que el grupo se ha detenido… Tal parece que ya terminaron de ensayar. Ahora que entro en cuenta, ni se cuanto tiempo ha pasado… Volteo para seguirte observando, pero también te has estancado. Te escucho respirar forzosamente… tus mejillas sonrojadas, tu respiración entrecortada… Cómo si ya el placer hubiera estallado en ti y solo quedaba el éxtasis.

-¿Asmita? –te llamé un tanto extrañado del silencio que nos había inundado

-Defteros… ¿aún estas aquí? –un dulce sonrisa, una expresión llena de ternura

-Por supuesto… me dijiste que me mostrarías algo asombroso… debía verlo completo

Me desconciertas… ¿cómo se supone que debo ver esa expresión? ¿Cómo debería entender ese rostro? ¿Qué intentas decirme?

-Ven… -me extiendes tu mano. Mi cuerpo responde con un escalofrío. Me acerque inseguro, temiendo hacer algo indebido y luego me detengo a tu lado, siguiendo el correr de tu cabellera salpicada de colores. Debía recoger ese cabello, así que tomé mi franela, rompiendo un poco de la tela hasta conseguir una tira medianamente larga. Me acerco a tu espalda y trato con mis gruesas manos, ásperas, rústicas, tomar la sedosa textura de tu cabello dorado -. Cuando la música acaba, no puedo pintar más… pero quiero que me digas que hice.

Me detengo primero recogiendo tu cabello, que al tomarlo entre mis manos producen corriente eléctrica en mi piel, una sensación de estática que sacude los poros de mis brazos, electrifican el vello de mi piel… me seducen… En un momento, echas tu cabeza hacia atrás, con expresión expectante. Me cautivas.

-¿Defteros?… –Tu voz, tu aliento embriagado de canela y vainilla, tu rostro sudado, bañado de una brillante capa de caramelo… ese punto naranja que ensucia tu piel…

Extiendo mi mano, me detengo. Te observo, me esperas. Ahogo mi respiración, te ladeas. Te toco, te exaltas. Me espero, te sonríes. Me paralizo…

-… tu corazón late muy rápido. –¿Planeas matarme? Me has asustado, ¿te das cuenta de lo que pasa en mi cuerpo? Si lo sabes, ¿Por qué no huyes? ¿Por qué no me alejas?

-¿Cómo sabes? –es lo único que logro pronunciar agitado

-Porque lo escucho… tu respirar también esta acelerado… ¿Algo te asusta? –preguntaste con expresión intrigante, buscando leerme a través de algo místico.

-¿No te doy miedo?

-¿Debería temer?

No… No me muestres esa sonrisa prepotente, ese gesto petulante… no me incites.

-Quizás… ¿Qué si solo busco herirte?

Volteas, te pones frente a mí. Tu rostro y tu expresión me retan, me desafían… ¿Quién te crees? Deberías correr por tu santidad. Deja ir tu orgullo, no me mires como si pudieras defenderte de mí, de mis deseos, de mis ansias que se desbordan con cada gesto que haces.

Siento que me examinas, siento que estudias cada uno de mis gestos con tus sentidos. No sé qué hacer ante esto… no sé qué hacer ante ti.

-¿Cómo podrías herirme? –Das un paso, me obligas a retroceder -¿Quitarme el pan? Ya lo han hecho –Otro más, me acorralas -¿Golpearme? Ya lo he soportado – Te me acercas, me detengo, dispuesto a enfrentarte –¿Me tomaras a la fuerza? –Me ahogo –Ya no hay nada que tomar en mí – Me estremezco-Entonces, ¿qué más podrías hacer?

Murmuro algo entre dientes. Solo tengo una respuesta, una respuesta que me cuesta pronunciar… una que me grita mi pecho, que me ordena mi cerebro pero evito articular mordiendo mis labios…

Te observo pensando en todo lo que me has dicho… ¿Es por eso que dices que te han arrancado las alas? ¿Quién fue capaz de ultrajarte? ¿Y por qué siento rabia con eso? Yo hace unos minutos te había tomado con mis ojos, llene mi mente de concupiscencias deseándote, poseyendo te en mi cabeza, oyéndote gemir en mis deseos… ¿Y ahora me molesto? Yo soy un igual a ellos… No te merezco…

-Si quieres herirme tendrías que quitarme las pinturas, y para que eso suceda tendrías que arrancarme los dos brazos, las dos piernas, la lengua, la nariz… no, la vida misma. Y aún así, más bien me harías un gran favor.

-Basta Asmita…

-Como ves, no tienes forma de lastimarme.

-¡Detente Asmita! – levanté la voz abrumado

-Por eso no te temo. Ni a ti, ni a nadie. Si la muerte viene, hasta a ella la aceptaría.

No necesitas que nadie te defienda… ese orgullo, esa prepotencia insana es capaz de hacerlo por ti. Es capaz de hacerte ver como un ser a quien sin importar que le hagan no pueden lastimar. Impenetrable… Inalcanzable…

Te separas de mí y caminas tranquilamente hacia el sitio donde estabas sentado, moviendo tu cabello amarrado por mí. Yo… yo no sé qué hacer ahora. Me has atado.

-¿No me dirás que fue lo que hice? –preguntaste, luego de un incomodo minuto de silencio en el galpón

-Tú debes saber qué hiciste, es tu creación.

-Tal vez, pero quiero oírlo de ti.

Me acerqué, algo confundido y me senté a tu lado, manteniendo una distancia para que tú no pudieras escuchar el latir acelerado de mi pecho, el nerviosismo que cubren mis piernas. Levanto la vista y quedo sin aire… Demasiado impresionante…

Un barco, un barco de oro y plata que surge los cielos de un atardecer, donde las nubes están adornadas de ángeles, millares de ángeles… Es una estructura hermosa, un barco adornado con la figura de una diosa… un barco liderado por un ser de enormes alas que traslucían los colores de la luz… tan radiante como el sol…

-Es magnífico… un barco de oro que navega en nubes de ángeles, protegido por una diosa, liderado por un querubín…

-¿Ah sí? Entonces, ¿es ese barco el que pelea entre el fuego? ¿Dónde se pueden escuchar gritos de angustia y dolor, alaridos? ¿Respirar el olor a carne quemada?

-¿Eso veías?

-Entre tantas cosas… También podía oír los pensamientos del líder, que buscaba proteger incluso a sus enemigos. El clamor que llegaba a los brazos de su diosa, la agonía, el desespero y la esperanza.

-Tú… ¿no ves la imagen?

-¿Cómo si soy ciego? –Dijiste calmadamente, encogiéndote de hombros como si fuera tan normal –Te dije, que te mostraría algo increíble –agregaste con una sonrisa orgullosa

-Me has sorprendido…

Silencio… otra vez se ha sentado a nuestro lado el silencio… Te has quedado quieto, complacido, orgulloso de tu obra a pesar de no verla… a pesar de no conocerla… Entonces al final, ese lienzo es como un cuerpo totalmente ajeno a quien te desvives por explorar. Con eso, solo me incitas más a este deseo reprimido, a las palabras que no pude decir cuando hiciste esa pregunta… Aunque, ya me siento rendido a ti. No es solo deseo, no es solo esta hambre animal de tu cuerpo… Es, además, anhelos de protegerte de esos que se han atrevido a tocarte y maltratarte. Deseos de acobijarte, de enseñarte que puedes levantar nuevas alas. De ser ese querubín que te protege aunque mis alas estén sucias y mis manos malditas…

-Asmita… ¿Y si me enamoro? ¿Eso no podría lastimarte?

Subiste el rostro, asombrado ante mis preguntas para luego dibujarme una expresión de curiosidad.

-¿Cómo podrías lastimarme el que te enamoraras de mí?

Me acerco. El viento que susurra entre los ventanales del galpón canta una extraña melodía. El olor a canela y vainilla me embriagan. Tengo tu total atención.

-Quizás, te enamorarías de mí y eso te lastimaría… -murmuro muy bajo, casi en un jadeo, para obligarte a acercarte. Caes en mi trampa.

-¿Cómo podría lastimarme el enamorarme de ti? –Preguntas de nuevo, haciéndome sentir con tu expresión que has caído a propósito o que al final, soy yo quien estoy cayendo en tu trampa –Me intriga tu respuesta.

Estiro mi mano, limpio la mancha de pintura en tu mejilla. Te observó. Tú esperas, quieto, inmóvil… no sé qué esperas… o más bien, temo que esperes algo distinto a lo que quiero hacer.

-Dicen que el amor duele… -Siento tu rostro cerca, tu respirar agitar mis poros, tu expectativa tentarme -… si te enseño que es el amor, podría lastimarte.

-¿Lo conoces? –Inquiriste de nuevo, dispuesto a doblegarme- ¿Conoces al amor?

-No… por eso me arriesgo a ser lastimado también…

Otra vez el silencio, pero en este momento, más que un compañero incomodo, es más bien el que orquesta nuestro acercamiento. Mi mano esta en tu mejilla. Enjugas tus labios con tu lengua, me provocas y cedo… Elimino distancia… te huelo… decido… atiendes.

-¡Asmita! –Un grito en la calle que corta el idílico momento, justo cuando ya sentía el aire que exhalaba tus labios en mi nariz. -¡Maldita sea Asmita!

-Debo irme…

-¿Vendrás mañana?

-No lo sé

-Dí que vendrás mañana…

El grito del mayor afuera, la tensión de su rostro, mis esperanzas, todo estaba en ese mismo momento agolpando nuestros sentidos. Dime que puedo esperarte mañana… dime y me quedaré hasta mañana… Era lo único que pensaba.

-Búscame en la esquina de esta tarde.

-Hecho.

-Te esperare entonces… debo irme…

Sin más que decir, sin lo que yo quería tomar, sin poderte saborear… tuve que dejarte ir como quien observa cómo se escurre el agua entre sus dedos, desparramándose en la arena sedienta que la toma sin freno. Aún así… la esperanza misma me sostuvo esa noche… esa noche donde sentí que más que el fuego de mi cuerpo, una llama incesante se encendió en mi corazón… Un hilo de sangre que nos ataría eternamente…

Asmita… ya estoy atado a ti.
Notas finales: Espero que les guste, en el próximo la adrenalina subira, les prometo algo muy erotico xD

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