En el camino me detuve a comprar un pequeño regalo para Marui, algo que lo animara. Unos cuantos dulces y pastelillos, me mostrarían esa sonrisa que esperaba recibir.
-¡dense prisa, no estaré toda la tarde haciendo tiempo, terminen de guardar las pelotas!
Era el sub capitán, Sanada Genichirou, que al parecer no se encontraba de un buen ánimo. Me acerque un poco más a las canchas, y pude notar como una cabellera cereza se movía por sus alrededores.
-¡¡Marui-kun!! ¡Eres tú!- pensé, sin querer, en voz alta obligando al aludido y a sus compañeros a mirar hacia mi posición. Ya no podía hacer nada, si estaba tan decidido a encontrarme con Marui-kun, algunos riesgos debía correr.
-no corresponde que estés aquí…-oí decir a Sanada, mejor dicho, fue lo único que oí de él. Toda mi atención estaba puesta en Marui.
Corrí hacia él y lo abrase por la espalda, una mala idea por cierto, en un dos por tres me encontré abrazando al suelo.
-¡oye, quien te crees para abrazarme!
-hola, Marui-kun, soy Jiroh el chico que atendiste en la cafetería ¿recuerdas?...el de Hyotei.
-¿Jiroh?...mm…no, no te recuerdo- sentí un pequeño dolor en mi interior.
-¿no me recuerdas? Creí que ese día me habías reconocido…
-¿de dónde?- con las manos en la cintura me observó de pies a cabeza- no te me haces familiar.
La pequeña molestia que sentía hace unos momentos crecía poco a poco, pero no me daría por vencido, estaba seguro que con lo que iba a decir refrescaría su memoria.
-no importa pero, tal vez recuerdes cuando nos vimos por primera vez- le sonreí seguro de mis palabras- fue cuando estábamos en primer año, nuestros equipos se enfrentaron y entre esos partidos jugué contra ti ¿lo recuerdas ahora?
Una sonrisa se dibujo en su rostro, pero no era el tipo de las que esperaba, reflejaba algo de altanería e insolencia; traté de no prestarle mucha atención y esperar ansioso sus palabras.
-¿puedes repetir, lo que me acabas de decir?- infló un globo con su goma de mascar.
-que en ese partido nos conocimos…ahora, vina a saludarte. Ni te imaginas la emoción que me dio verte en aquella cafetería, estaba muy feliz de encontrarte… deseaba decirte que desde que te conocí te he admirado por tu forma de jugar al tenis, me encantaría llegar a jugar como tú lo haces ¡eres asombroso! ¡Y últimamente, has llamado mucho mi atención!- mi corazón volvía acelerarse, a medida que me acercaba a él- ¿podrías permitirme tener un partido contigo, Marui-kun?
-antes del juego, dime ¿Quién ganó ese partido?
-tú, Marui-kun…
-¿entonces? ¿Para qué quieres jugar conmigo? Si ya sabes en que va a terminar.
Su mirada me tenía confuso-aun si perdiera, sería feliz por jugar con Marui-kun. Aprendería del mejor, y quizás llegue a ser tan bueno como tú.
De súbito, soltó unas pequeñas risitas. Esta vez, él comenzó a acercarse a mi- lo siento, pero eso no pasará, jamás llagaras a ser tan bueno como yo, pero es lindo que sepas soñar.
Uno de sus compañeros se acerco a nosotros- sempai, creo que es suficiente…
-no, Kirihara, lo que él necesita es que lo pongan en su lugar. No es necesario que me admires tanto, para querer ser como yo. Y ahora que me refrescas la memoria ¿no eres tu el que usa algunas de mis técnicas en su juego? ¿Crees que eso es admira a alguien?
Mi pecho dolía fuerte, me encontraba cabizbajo; no sabía cómo ocultar mi rostro, siendo que este estaba rojo de vergüenza y empapado de lágrimas. No podía creer que todo este tiempo estuve idolatrando a la persona equivocada, o peor aún, casi lo amé.
Respiré hondo mientras alzaba mi cabeza, pero sin mirarlo, no quería hacerlo. Sentía amargura; una frustración horrible, no solo por él, sino también por mí. Yo lo quería y, de un momento otro, con simples palabras todo ese cariño se esfumó.
-c-creo que… es mejor irme- se me dificultaba hablar a causa del llanto, me esforcé por aclara mi garganta. Necesitaba salir de ahí pronto, no podría soportarlo por mucho tiempo, quería desaparecer; pero antes que todo, debía poner fin a esta pesadilla-…solo quiero que me hagas un favor antes de irme- busque en mi mochila la bolsa de pastelillos que había comprado antes de llegar al Rikkai- ¿podrías entregarle esto al Bunta Marui que yo conocí?- y antes de que lo tomara de mi mano, la deje caer- gracias, y hasta nunca Marui-kun.
Salí con prisa de ese lugar, corrí sin detenerme, no sabía a dónde mis pies me guiaban, nada me interesaba. Debía escapara de aquella estúpida fantasía, que alguna vez pareció tan real.
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