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Mi Querido Esposo Ciel por Mary-chan6277

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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen y blah blah blah ustedes saben... (seguramente si fueran mios hubiera asesinado a Elizabeth y a Angela-sama ¬¬, y la serie hubiera sido un Hard-yaoi xD)

Notas del capitulo: Espero les guste... esto quedó algo extraño xD (como siempre hahaha)

...la historia esta escrita como un diario, el diario de "Lizzy" (la odio ¬¬) por eso las fechas

Ah!! hoy 26 de diciembre cumple Jared Leto (30 Seconds to Mars) así q ¡Feliz cumpleaños! ;)
Jueves 24 de Junio
Había logrado lo que más había añorado en la vida desde siempre, casarme con mi amado Ciel. Pero ahora que vivo con él, que soy su esposa, no soy capaz de sentirme feliz. Siento un vacío en el pecho cada vez que lo miro, cada vez que intento acariciarle o besarle y el solo me rechaza cortésmente diciendo que x10;no es el momentox11;. Ciel estaba todo el tiempo interesado en su trabajo, en cumplir las tareas para la reina, y pasaba más tiempo con Sebastian que con migo… y ahí estaba otro problema: el mayordomo líder de la mansión.
Sebastian nunca me había desagradado –hasta ahora. Siempre era cortés, educado, y eficiente. Cocinaba los postres más deliciosos, hacía tareas casi increíbles, y estaba al lado de mi esposo todo el tiempo, ayudándolo, complaciéndolo, y protegiéndolo.
—Son buenos amigos, han pasado por muchas cosas juntos, señorita Elizabeth-sama— me había dicho Bard, el cocinero pirómano, con una sonrisa. Solo amigos. Pero por alguna razón no podía dejar de sentirme celosa de Sebastian, el perfecto, porque sentía que cada vez que Ciel y él se miraban compartían un vínculo mucho más estrecho que el que yo compartía con él, siendo nosotros marido y mujer.
Como la situación no dejaba de preocuparme, decidí que apenas llegara Ciel de su última misión, lo llevaría a una cita romántica a las aguas termales del centro vacacional que el mismo había construido hacía algún tiempo. Le diría que Sebastian no podía ir, y así, sería la excusa perfecta para tener toda la atención sobre mí. ¡Perfecto!

Sábado 27 de Junio
—Ciel, amor, ¿Qué tal si vamos a las aguas termales? Hace mucho tiempo que no estamos juntos— le dije, tratando de abrazarlo y besarle, pero como siempre me apartó delicadamente. Ciel suspiró, y dirigió su ojo azul al mayordomo de ojos rojos que le dedicó una sonrisa, y luego se río entre dientes.
—Si me permite, bocchan, creo que la señorita tiene razón. Debería ir a relajarse un poco— Ciel le dirigió una mirada asesina a Sebastian que no supe descifrar, a lo que el mayordomo se río más, y salió de la estancia luego de anunciarnos que la cena estaría lista pronto.
—¿Entonces Ciel?— pregunté esperanzada de que su respuesta fuese afirmativa.
—Ok, vamos a ir. Le diré a Sebastian que arregle todo— me pareció que en el fondo del tono amable y cariñoso que usó estaba escondida la indignación. —Ya vuelvo, voy a ir a la cocina— y desapareció por la puerta. No importaba, ya había conseguido lo que quería.

Domingo 28
En realidad, aunque era mi propio esposo el dueño de ese centro vacacional, jamás había estado allí antes. Era un lugar hermoso, amplio, y el olor a la humedad del agua caliente lo inundaba todo. Ciel me dirigió a la habitación privada que había reservado para nosotros para que estuviésemos tranquilos, sin tener que lidiar con la multitud que llegaba siempre a pasar unos relajantes días en esos aposentos.
A pesar de que había insistido en que era una salida solo para los dos, Ciel se negó a dejar a su mayordomo.
—Puedes ir a relajarte tu también, Sebastian— le dijo mirándolo con esa expresión que siempre ponía al verlo a él— pero no te diviertas tanto— le advirtió con gesto severo, diciéndole algo entre líneas, que una vez más no pude comprender.
—Yes, my lord— hizo una reverencia, sonrío a Ciel, y luego se fue de la habitación dejándonos a los dos solos.

Me cambié rápidamente y me metí en el agua caliente. Era realmente deliciosa, y tenía la temperatura perfecta. Esperé unos minutos hasta que Ciel apareció, con un traje de baño azul oscuro, casi negro, y su pecho blanco y perfecto expuesto ante mi vista. No pude evitar recorrerle con la mirada un buen rato, hasta que se metió en el agua y se sentó junto a mí, extendiendo los brazos al borde de la piscina, y echando la cabeza hacia atrás.
Yo no podía dejar de observarle. Era simplemente perfecto… o casi.
—Ciel, ¿Qué te paso aquí?— me acerqué para examinar su cuello. Sobre la piel lechosa y tersa sobresalía una marca purpúrea, y no era la única, abajo en su pecho había otro par de marcas, y en una de sus piernas, en su muslo, había otra. —Ciel, respóndeme— esas marcas no tenían buena pinta, ¿otra mujer, acaso?, ¿me estaba engañando mi esposo?
—Yo…— estaba nervioso. Lo sabía porque nunca solía dudar lo que iba a decir. Se sonrojo, y cerró los ojos. —Fue… fue Pluto… jugando un día con migo… —se río— tu sabes la fuerza que tiene ese perro, pero es adorable. —y volvió a reír. Pero esa respuesta no me convenció del todo, ¡claro que no me convencería! ¿me creía estúpida?
—Me mientes Ciel. ¡Estás viendo a otra mujer!— me puse a sollozar. Mi esposo había encontrado a otra que le complacía mejor que yo, ¡pero si él jamás dejaba que yo le complaciese!
—Por favor Lizzy. No tengo el tiempo para eso— dijo serio— tengo muchas cosas que hacer, y cuando no estoy contigo en la mansión, estoy resolviendo problemas con… Sebastian— se llevó una mano al cuello en donde tenía la marca, y la acarició levemente con la yema de los dedos, mientras sus mejillas volvían a llenarse de sangre.
Hubo un momento de silencio.
—Tú quieres mucho a Sebastian, ¿verdad?— la pregunta le sorprendió un poco a Ciel, que me miró atentamente antes de responder:
—Pues, es un mayordomo excelente, ese el aprecio que le tengo.
—Si te es tan indiferente, ¿cómo es que salió junto a ti en la foto que tomó con la Cámara de Talbot?
—¿Cómo sabes eso?
—Finny me mostró la foto, y también me explico el mecanismo de la cámara. —Se mantuvo en silencio— ¡en su lugar debía ir yo!
—Esa foto fue tomada hace muchísimo tiempo, Lizzy, tenía doce años en ese entonces… las cosas han cambiado.
—Si dices la verdad, deberías mirarme a los ojos— le espeté. Ciel pareció molesto ante mis acusaciones, y se retiró de la habitación.

Después de unos minutos en la soledad, acompañada por el humo de la tina, me arrepentí de haberle reclamado tantas cosas estúpidas. Prácticamente le estaba diciendo que Sebastian era su amante, y eso era algo imposible… ¿o no?
Fui a buscarle.
Recorrí todo el lugar, el restaurante, las piscinas públicas, la sección de recreación donde pensé que estaría jugando ajedrez. No estaba en ningún lado.
Ciel le había asignado a Sebastian una habitación en el ala norte del hotel, al otro extremo de la nuestra, pensé que sería buena idea ir a verle haber si sabía algo de mi esposo.
No sabía exactamente cuál era la habitación, pero estaba segura de que algo me lo indicaría cuando llegase. Así fue, escuché voces:

—Así que eso fue lo que pasó.
—Hasta me reclamó lo de la cámara de Talbot, no debí haberme descuidado aquella noche.— era la voz de Ciel. Pegué el oído en la puerta intentando escuchar mejor lo que decían.
—Pero ha pasado el tiempo desde que tomé esa foto, ¿no es así Ciel?— ¿Cómo se atrevía a llamarle por su nombre? Y ¿porqué Ciel no se hacía respetar?— El niño que solía soñar con migo ha quedado atrás.
—Estúpido— rieron juntos— era un niño, por favor, en mi mente no había cabida para el tipo de cosas que hacemos ahora— agregó una risita— además, si soñaba contigo era solamente con castos besitos.
—¿Cómo este?— hubo una pausa. Imaginaba lo peor. ¿Qué demonios estaba pasando ahí dentro?
—Eso no es precisamente casto, Sebastian.
—Y esto
—Hmmm… no hagas eso.
—Pero si yo se que te encanta. — y de nuevo Ciel volvió a gemir, despacito, pero lo suficientemente fuerte como para que llegara hasta mis oídos.

Necesitaba saber que estaba pasando ahí dentro. Necesita saberlo, así que necesitaba entrar. Pensé: obviamente no podía abrir la puerta, además que debía de estar con seguro, así que debía encontrar otra entrada. Observé a mí alrededor. Había una escalera metálica y… ¡una vía de ventilación!
Rápidamente acomodé la escalera, y me introduje en el estrecho pasillo de color plateado.
¡Lo que hace una mujer celosa!.
Siguiendo la voz de Ciel llegué hasta la habitación indicada. Era un lugar estrecho, pero desde una rendija tenía plena vista de casi toda la estancia en donde se encontraba amo y sirviente.

—Sebastian— gimió Ciel el nombre del mayordomo mientras este le besaba el cuello desnudo, y mordía aquí y acá haciendo suspirar a Ciel. Su trayecto de besos bajó por su pecho, succionó una de sus tetillas, y luego se entretuvo llenando de besitos el vientre de mi esposo, haciendo que Ciel se retorciera sobre las sábanas, al parecer su piel era realmente sensible.
Sebastian volvió a hacer posesión de los labios de Ciel, que le rodeó el cuello con los brazos, trayéndole más cerca. Mientras no se separaban el mayordomo se hacía cargo del resto de las prendas de Ciel, tomando su hombría en su mano, y acariciándola de arriba abajo, haciendo que mi esposo no dejara de gemir.

Las lágrimas recorrían mi rostro, y estaba paralizada. Quería irme. Quería regresar por donde había entrado, y salir de esa pesadilla que veía, pero no podía moverme. Me había tapado los ojos con las manos para no tener que soportarlo más, pero las fuerzas fueron languideciendo, y mis brazos cayeron débiles sobre mi regazo.

Sebastian se lamía los labios lascivamente. Por las comisuras de sus labios escurría un pequeño hilillo de un líquido blancuzco.
—Sigue— le dijo Ciel sonrojado, mientras lo atraía para poder besarle de nuevo. Las manos de mi conde se deslizaban por la camisa de Sebastian y empezaban a desabotonarla torpemente por la desesperación de más placer que experimentaba. El mayordomo se rió un poco, y le ayudó con la tarea de desnudarse.
Cuando estuvo hecho, ahora fue Ciel el que se dedico a llenar de besos y caricias el cuerpo de Sebastian. Me sentía celosa, indignada, y asustada. Ciel jamás haría eso por mí, jamás me miraría de esa forma feroz con la que miraba a Sebastian, diciéndole sin palabras que deseaba que fuera suyo. Jamás me besaría con tanto fervor, con tanta pasión, y con tanto amor…
Después de unos momentos, Sebastian decidió que era demasiado y recostó a Ciel sobre la cama de nuevo. Depositando un pequeño beso en la comisura de sus labios, y ofreciéndole tres dedos que Ciel lamió ávidamente. Luego, esos dedos lubricados bajaron a un lugar prohibido, según creía yo, y profanaron esa pequeña entradita. Ciel sollozó un poco, pero luego empezaba a mover las caderas. Sebastian retiró sus largos y finos dedos, y los reemplazó con su enorme y erecto miembro. Ciel gimió de placer, entrecerró los ojos, y se abrazó al cuello de Sebastian de nuevo, intentando acallar sus gritos y suspiros sobre la piel del mayor. Enroscó las piernas alrededor de la cintura del mayordomo, para hacer que las penetraciones fuesen más profundas.
Los dos cuerpos se movían al compás en una siniestra danza que yo no comprendía. Esto no estaba bien. A pesar de que Ciel estuviese disfrutando de la manera en que parecía disfrutarlo, no estaba bien.
Sebastian siempre me había parecido peligroso. Había algo en sus felinos ojos que no acababa de agradarme, y menos me gustaba la forma en que se miraban él y mi esposo. Había un vínculo, ¡si que lo había! Si Ciel había reemplazado nuestra luna de miel en Tokio por una noche en la mansión con Sebastian. ¡Todo era inaceptable!

Con un último grito de sus nombres, todo llegó a su fin, y la habitación quedó sumida en el silencio. Sebastian se recostó junto a Ciel, y este buscó el calor de su cuerpo recostándose sobre su pecho, y cerrando los ojos con una sonrisa dibujada en el rostro. Yo jamás había visto esa sonrisa.
—Te amo, ¿sabías?— le dijo a Sebastian besando el borde de su barbilla, y luego su cuello tiernamente. La pasión había sido totalmente consumida para darle paso al romance y al cariño.
—Yo también… aunque no debería.—y deposito un suave beso sobre los cabellos de Ciel. Luego de eso, mi esposo se quedó dormido sobre ese pecho bien formado, mientras el mayordomo le acariciaba suavemente el cabello, la espalda, y el brazo.

Ya no tenía nada que hacer ahí. Salí despacio del estrecho conducto metálico, y me dirigí a nuestra habitación donde me tumbé sobre la cama, y me quedé completamente dormida mientras lloraba.

Viernes 3 de Julio
Intenté que las cosas siguieran como siempre, confiando estúpidamente en que el me amaba a mí, y que buscaba otro tipo de cosas en el mayordomo, así que no le dije nada.
La vida continuó.
Regresamos a la mansión, y la rutina volvió a ser la misma. Observaba con atención a Sebastian y a Ciel. El primero seguía siendo cortés y educado, y le decía Bocchan al amo, mientras el segundo le ordenaba, y era frío a cada momento. Claro que de vez en cuando se dirigían una mirada de esas que decían mudamente cosas prohibidas.
Intenté ser paciente y no enloquecer. Pero esa máscara de x10;todo-sigue-como-siemprex11; se quedó atrás cuando abrí la puerta del despacho de Ciel sin tocar antes, y los vi besándose: Ciel sentado en la silla de su escritorio, con la corbata de Sebastian en la mano, atrayéndolo hacia sí.

—Lizzy— dijo sorprendido cuando me vio parada en el marco de la puerta, con los ojos llenos de lágrimas. Sebastian apenas y me dirigió una mirada, mientras se acomodaba la corbata que siempre llevaba tan bien puesta. —Yo…
—De ahí venían las marcas sobre tu cuello, tu pecho y demás, ¿verdad?— intente contenerme, pero me derrumbé. No pude más, y empecé a llorar con toda las fuerzas del mundo. Ciel parecía preocupado, aunque el mayordomo me miraba ahora con esa expresión vacía y distante.
—No quería que te enterarás así, lo siento.—dijo bajando la cabeza— ¿Podemos hablar? —me acerqué al escritorio, secándome las lágrimas con un pañuelo. Sebastian hizo una reverencia con sus modales practicados y se fue.
—Entonces sí es la persona más importante para ti.
—Lo siento…
—¿Lo es?, ¿Le amas?
—Sí, demasiado— respondió enseguida, sin dudarlo un segundo, y eso me dolió como si estuvieran clavando delgados alfileres en mi corazón.
—Entonces creo que ya no tengo nada que hacer aquí— y me dispuse a partir.
—Lizzy…
—No te preocupes, tu secreto está en buenas manos— le aseguré— aunque me duele muchísimo que no me ames a mí, y que para mí no sonrías con la soltura y honestidad que lo haces para él. (Supongo que Sebastian debe amar tu sonrisa… )—Ciel se sonrojó de inmediato ante ese comentario— a pesar de todo eso, me alegra que seas feliz, así que me voy, y no le diré a nadie jamás.
Notas finales: mwhahaha hice sufrir a Elizabeth :D no entiendo como es que no se daba cuenta que Ciel y Sebastian siempre se han amado.
Odio a esa niñita ¬¬
*suspiro*
Como sea... espero les haya gustado, gracias por llegar hasta éste punto y haber leído mi historia!! :D
Los reviews son bien recibbidos como siempre ;)

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