Capítulo II ¡Un vampiro en Hogwarts!
Edward abrió los ojos. Estaba dentro de un andén. El famoso andén 9 ¾ del cual Alice le había comentado.
Vio un gran ferrocarril que no tenía pasajeros. Eso le pareció extraño. Más decidió subir y probar suerte.
Después de todo, lo que más amaba estaba bajo tierra y lo que en la tierra yace, no podemos recuperarlo… del todo.
Se subió y buscó un vagón donde sentarse. Ni había que buscar tanto si estaba vacío de principio a fin.
-Pero bueno… ¿nadie más viaja en esta época del año?- pensó y miró la ventana aquel paisaje de tanta brillantez.
Menos mal que no había ningún humano cerca. El brillo de su cuerpo ya podía encandilar a cualquiera.
Pasaron algunas horas y el sol se estaba ocultando… el tren se detuvo.
En la estación, un gran hombre, le esperaba.
-¿Quién eres?- pregunta Edward al gigante.
-Soy Hagrid, he venido a recogerte por órdenes de Dumbledore- contesta el gigante, sacando un bicho de su gran barba.
-¿Dumbledore?... creo que he oído ese nombre en alguna parte.
-Alice debió decirte- dice Hagrid.
-Tal vez- dijo y se quedó pasmado- “no puedo leerle por completo lo que piensa”
-Vamos, que se está haciendo tarde- Hagrid de pone en marcha y Edward le alcanza con rapidez.
Caminan un gran trecho y llegan al famoso colegio de magia y hechicería… Hogwarts.
El gran edificio, algo lúgubre sorprendió al recién llegado. Entraron por la puerta principal y ésta se cerró al instante, sola.
-Vamos al Gran Comedor- dice el gigante retomando el camino al gran salón, siendo seguido de cerca por el vampiro.
En el Gran Comedor, estaban los profesores y los alumnos, cenando con tranquilidad.
De pronto, las puertas que permanecían cerradas, se abrieron de par en par.
La gigante figura de Hagrid y la pequeña pero no menos importante, presencia de un Adonis en persona.
Faltó poco para que las chicas cayeran desmayadas ante tal perfección hecha ser humano. Se quedaron embelesadas y hasta babeando sobre sus platos. …l era… sencillamente… perfecto.
Un cabello cobrizo y algo rebelde. Ojos dorados que cambiaban de color. Una tez tan pálida que parecía forjada por un escultor. Ni que mencionar su vestuario. Aunque sencillo le venía a la medida. Unos pantalones de tela negros, algo ajustados. Una camiseta verde botella con una chaqueta negra sin abrochar.
Dumbledore ve que su invitado había llegado, y se levantó de su puesto, hacia el sector de avisos Express.
-Silencio a todos- de una sola llamada todos voltearon a ver al Director.
-¿Quién será ese… hombre?- preguntó Hermione, no saliendo libre del hechizo del vampiro.
-¿Qué te pasa Herm?- preguntó el pelirrojo tratando de evitar un coma de fantasía en su amiga.
-Ya se le va a pasar- dice Harry y fija su vista en ese chico que le parecía demasiado “atractivo”
De la mesa enemiga, un príncipe de las serpientes estaba a punto de lanzarle cualquier hechizo al niño-que-vivió por dejarse encantar por un “extraño”. Más que mal, estaban saliendo, aunque sea a escondidas, él tiene exclusividad. O eso pensaba…
-…l es un nuevo estudiante que se incorporará a nuestra escuela- dice el director- pero no irá a ninguna de las casas, ya que no lo necesita.
Las chicas sobre todo querían lanzarse por la ventana.
¿Cómo era posible que no fuera estar semejante hombre en clases?
-…l es un alumno especial y su residencia también lo será.
Edward no entendía mucho, aunque en sus adentros, se reía de los pensamientos que lograba captar.
-Su nombre es Edward Cullen- dice Dumbledore, volviendo a su asiento de “cena”.
Edward se queda mirando todos los rostros que estaba sobre él. Sin embargo, de todas las mentes que podía leer, había una que no tenía acceso… y era ese chico de lentes para nada elegantes.
Se acercó con paso firme hacia Harry.
-¿Puedo quedarme aquí?- pregunta mirando a su alrededor las expresiones de frustraciones femeninas y unas que otras masculinas.
-Cla…claro- dice el moreno, haciéndose a un lado para que el vampiro se sentara.
-¿De dónde eres?- pregunta la castaña.
-De Forks.
-¿Forks?- preguntan varias al unísono.
-Es un pueblo que queda algo lejos- dice Edward viendo la abundante comida que había a su alrededor.
-¿Quieres cenar algo…?- pregunta Ginny.
-¡Ginny!- exclama Ron algo enojado.
-No, muchas gracias- responde Edward- ya… cené.
-¿Un jugo entonces?...- Hermione le extiende un vaso metálico.
-“Sólo si fuese sangre…”- muchas gracias, pero no.
El silencio se hizo abrumador. La mirada asesina de Draco se hizo insoportable. Hasta era congelante.
La cena había terminado sin que nadie saliera muerto. Pero Harry si que estaba muerto… de deseo…
Draco, en su enorme afán de retenerlo como su propiedad absoluta, lo poseía de la manera más lujuriosa y salvaje que podía. Así nadie podría decir que Harry Potter estaba disponible.
Mientras que Edward entraba a su nueva habitación. Sin cama. Sólo algunos muebles de decoración. Puso la maleta en el suelo, en un rincón. Se sentó en el sillón rojo escarlata y vio una copa metálica que contenía… sangre.
Una nota sobre la mesa… “cortesía de la casa”.
Edward la bebió y su sed se apaciguó en segundos.
Un vampiro estaba en Hogwarts y no sólo eso estaba sucediendo…
Harry al regresar a su habitación, después de que Draco le dejase salir de la cama, se sorprendió al ver que en su velador, había un frasco negro que tenía un extraño líquido.
-Ron y sus extrañas ocurrencias- murmuró.
Después de contemplar bastante el frasco, una sed voraz se apoderó de su garganta… y sin pensarlo dos veces sacó la tapa de madera y bebió todo el líquido, que ardió como una llamarada.
Por unos segundos se quedó sin aire en los pulmones y luego, sólo la oscuridad le vino a abrazar.
Continuará…
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