La valse d’Sasuke
Capítulo I:
"La Flèche"
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La familia de Sasuke Uchiha era pequeña y neurótica.
Mikoto Uchiha, la madre y la que nunca dejaba un cabello asomarse por su rostro. Amaba el orden, las velas aromáticas y guardaba un resentimiento tan grande a los gatos callejeros como el miedo que sentía de ver las cucarachas sobre la mesa.
Fugaku Uchiha, el padre y el que limpiaba sus uñas con ahínco. Amaba su colección de juguete de coches antiguos, las personas que respetaban los turnos y odiaba el repiqueteo de las uñas sobre cualquier superficie.
Itachi Uchiha, el hermano mayor y el que siempre detenía una melodía cuando iba por la mitad sólo para volverla a escuchar. Se amaba a sí mismo más que a cualquier otra cosa y odiaba a todo aquél que no estuviera de acuerdo con su belleza.
A los seis años y a unos días de haber comenzado el año escolar, los padres de Sasuke decidieron ir a inscribirlo, pero cuando Fugaku ya estaba a punto de firmar los papeles con su pluma favorita, un niño cayó por las escaleras rompiéndose el brazo y la pierna. Mikoto, tras haber gritado por tres minutos sin parar, alegó que por ningún motivo dejaría a Sasuke en un lugar tan peligroso como la escuela. Por eso que se educó en casa.
A los ocho años Sasuke le preguntó a su padre si podía ir a jugar con el hijo del vecino. …ste le dijo que no, porque no permitiría que su hijo se juntara con “ese pequeño salvaje” que había roto uno de los adornos del jardín con su pelota.
A los diez, encontró el cuento de Rapunzel escondido en la biblioteca de su hermano mayor. Le dio un par de leídas y resolvió que la historia de aquella muchacha de largos cabellos dorados atrapada en un castillo, era parecida a la suya, sólo que le costaba un poco imaginar los rostros de sus padres en el cuerpo de un fiero dragón que escupe fuego.
A los doces años, Sasuke se cuestionó seriamente si era un Uchiha. Se comparó con sus padres y su hermano y se dio cuenta de que compartían los mismos rasgos: ojos, cabello, piel, hasta algunos gestos. Si eran tan parecidos, ¿Por qué sentía que no encajaba en su familia?
A los catorce, les pidió a sus padres un instrumento musical por su cumpleaños. Ellos se negaron y le dijeron que ser músico era una pérdida de tiempo, que mejor estudiar para que fuera una persona de bien y no un vago vestido como hippie que toca en la puerta de la Iglesia.
A los dieciséis años, Sasuke tomó una decisión: Ni bien cumpliera los dieciocho se iría de casa.
Refugiado en su imaginación y aislado de su familia, Sasuke desarrolló gustos por las cosas sencillas, como asomarse a la ventana de su habitación para observar el ritmo de las personas que transitaban su calle, salir al jardín de su casa en días de lluvia sin un paraguas para sentir las gotas de agua chocando directamente sobre su piel o untarle mayonesa a un tomate entero y sin pelar.
A los dieciocho y con las maletas en la puerta de su casa, se despidió de su padre, de su madre y de su hermano, todos hechos un mar de lágrimas y cuando puso un pie fuera de su jardín, Sasuke se sintió un hombre libre.
Con el dinero que le habían dado sus padres alquiló un cuarto intencionalmente lejos de su casa, consiguió trabajo como mesero en un café y digamos que, por primera vez en su vida, se sintió pleno. Había descubierto nuevos gustos, además. La playa se volvió su lugar favorito, sin lugar a dudas y cada vez que tenía un descanso en el trabajo, iba a dejar que la brisa marina chocara suavemente en su rostro, a caminar descalzo por la orilla sintiendo la espuma del agua colarse entre sus dedos y a hundir sus pies en la arena.
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La vida de Sasuke Uchiha continua tan tranquila y solitaria como lo ha sido durante dieciocho años. Aún viviendo rodeado de gente, no puede comunicarse con ellos porque simplemente no sabe cómo. Así, deja que todos piensen que es mudo.
Pero todo cambió vertiginosamente cuando un día sábado decide pararse en medio de la calle a observar a las personas calladas y apáticas como las recuerda… y lo ve. Y no sabe qué le ha llamado más la atención, si su cabello rubio extrañamente desordenado, sus grandes ojos azules o las simpáticas marquitas adornando sus mejillas. No lo sabe ahora y no lo sabrá jamás, porque lo único que siente en esos momentos es que su corazón ha comenzado a latir muy fuerte.
El flechazo.
Y lo observa detenidamente parado en una esquina, seguramente esperando un taxi. Pero el muchacho de las marquitas, comienza a moverse algo incómodo, seguramente ha sentido su mirada, por eso voltea. Sasuke no sabe qué hacer, se ha puesto nervioso y sólo atina a encoger sus hombros y sonreír suavemente, esperando que el muchacho lo mire raro y se vaya como lo hacen todos los demás.
Sin embargo ocurre algo, algo extraño y fuera de lo común. El muchacho no lo mira raro y tampoco se va, sólo se encoge de hombros y le devuelve la sonrisa, luego alza una mano y la mueve en señal de saludo.
Sasuke se tensa aún más y no pudiendo controlarse sale corriendo en dirección contraria, con el corazón latiéndole tan fuerte que amenaza con salírsele del pecho. Pero está feliz, tan feliz, que lo único que quiere ahora es volver a verlo aunque sea de lejos.
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