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Earthquake por zeldenciel shuichi

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Notas del fanfic:

Este fanfic empecé a escribirlo hace poco, inspirada en el terremoto de Haití; pero también tomé mucho de mi experiencia personal tras el terremoto en mi país. Aquí pretendo mostrar las distintas situaciones que sigan a un cataclismo de este tipo, intentando plasmar distintas reacciones.

 

Disclaimer: Gravitation y sus personajes son de Murakami-sama, yo sólo los tomé para tratar de ilustrar la "dura realidad".

Notas del capitulo:

Espero que disfruten este capítulo, que como ya dije llevaba tiempo escrito y no me decidía a subirlo esperando poder terminarlo, pero en vista de lo sucedido, creí que era la oportunidad para hacerlo.

Earthquake: Cuando la tierra se mueve

 

 

            Japón, uno de los países más sísmicos del mundo debido a su ubicación en el Cinturón de Fuego del Pacífico, ha sido víctima, en los últimos meses, de cientos de mini temblores que mantienen a la población en un constante estado de alerta, a la espera del inevitable gran sismo.

 

      Bajo este contexto, la pareja homosexual más famosa de Japón, se encontraba en el departamento que compartían, viendo el noticiero de la mañana:

 

      —Un sismo de baja intensidad, se registró a las 4 horas y 17 minutos de esta madrugada, siendo el quinto sismo de mediana frecuencia que se ha detectado esta semana en el distrito de Tokio. Las autoridades llaman a la calman y descartan un posible enjambre sísmico, aunque existe la posibilidad de que éstos sigan ocurriendo. Esta mañana, diversos sismólogos y geólogos… —Hablaba la periodista del noticiero, mientras el muchacho pelirrosa miraba el televisor, abrazado a un cojín, sentado al lado de un hombre mayor que él, quien fumaba despreocupadamente sin prestar atención alguna al noticiario.

 

      —¡Qué horrible, Yuki!— exclamó asustado y medio sorprendido, aferrándose aún más al cojín—. ¡Y yo que le tengo tanto miedo a los temblores!— lloriqueó a la vez que se le saltaban las lágrimas, recordando lo mal que lo había pasado esa semana producto de los reiterados sismos—. ¿Te imaginas si hubiera un terremoto de magnitud 15 y el edificio se derrumbe y, morimos aplastados y, que después venga un tsunami que haga desaparecer a Japón? ¡Qué terrible futuro nos espera, Yuki! ¡No quiero morir tan joven!— continuó llorando exageradamente, exasperando a cierto rubio sentado a su lado, quien ya tenía una pequeña y palpitante venita en la frente sumado a un “leve” dolor de cabeza. Cerró sus ojos con molestia y con su mano libre frotó una de sus sienes. ¡qué molesto y bullicioso era ese crío!—. ¡¡¡ Yuki, vamos a morir!!!

 

      —¡¡CÁLLATE, ENANO!!—vociferó enojado, haciéndolo callar al instante—. Para que sepas, criajo descerebrado, no existen los terremotos magnitud 15. El más fuerte del mundo fue de 9.5 en la Escala de Richter y, este edificio no se va derrumbar por un par de temblores diminutos porque es antisísmico. Ahora, cierra el pico y estate quieto, antes de que me explote la cabeza por tu culpa. —Furioso, aplastó el cigarro en el cenicero y se dispuso a ir hacia su preciado y tranquilo estudio con el claro objetivo de terminar su novela, pero una pequeña manito agarró la manga de su camisa y le impidió continuar con su camino.

 

      —De verdad, tengo miedo…— habló bajito con la voz compungida—. No me gustan los temblores…Los odio…—Sus perlas violetas se llenaron de lágrimas y unas cuantas rodaron por sus mejillas hasta caer sobre el cojín. Su rubio acompañante le miró compresivo y, asimismo, acarició con ternura los sedosos cabellos rosados de su amante como diciéndole que no estaba solo.

 

      —Tranquilo, Baka, no pasará nada— dijo calmadamente, revolviendo los cabellos del menor—. Y si llegara a pasar… Yo estaré ahí para cuidarte. —Sonrió levemente para tranquilizar a su joven amante, quien le miró con los ojos brillantes, desbordando felicidad ¡Por fin había derribado la muralla de hielo que envolvía el corazón de su Yuki!

 

      —¿Lo juras?— preguntó con estrellitas en los ojos.

 

      —Lo juro— contestó apresuradamente para que el chico le dejara ir, aunque en lo más profundo de su ser, deseaba poder cumplir esa promesa.

 

 

            Ahora que lo pensaba bien, ¿qué harían ante un terremoto o un tsunami?

 

En su corta vida, nunca había sido víctima de esos fenómenos naturales y, ciertamente, tampoco deseaba serlo, pero toda la población estaba entrando en pánico y él también. ¿Cómo era posible que las autoridades catalogaran de “normal” la intensa actividad sísmica de los últimos días? No es que le tuviera miedo a los temblores, ni nada parecido, pero se sentía inquieto por Shuichi al sólo recordar la noche anterior, cuando el temblor más fuerte de la semana se hizo sentir. El pelirrosa se había puesto a llorar y estuvo a punto de salir arrancando. Por suerte, estaba a su lado para sujetarlo y tranquilizarlo, evitando así que corriera hacia la salida. Sólo deseaba estar ahí también, cuando sobreviniera el gran sismo que la gente esperaba con temor.

 

Una vez que Yuki se encerró en su estudio, el pequeño pelirrosa se quedó mirando la tele, esperando la llamada de Hiro, su amigo incondicional que lo había invitado a su casa para celebrar su cumpleaños. Ni siquiera haría el intento de invitar a Yuki, es más, ni siquiera le había avisado sobre la celebración. “¡Rayos!”, se maldijo, “No le avisé a Yuki que iría al cumpleaños de Hiro. ¿Qué haré?”.

 

            Mientras pensaba en cómo avisarle a su amante del cumpleaños, el teléfono llevaba varios minutos sonando insistentemente y, como Shuichi se hallaba tan sumido en sus pensamientos, no lo había escuchado, hasta que el grito de Yuki, exigiéndole que contestara pronto o sino dormiría en la calle, le hizo volver a la tierra.

 

            Corrió hasta el teléfono y contestó:

 

      —¿Hola?— preguntó acercando el auricular a su oreja.

 

      —Hola, Shu— se escuchó la voz de Hiro al otro lado del teléfono.

 

      —¡Hiro! Estaba esperando que me llamaras— exclamó emocionado y con los ojitos brillosos.

 

      —¿Y bien? ¿A qué hora vienes? Necesito que vengas a ayudarme con algunas cosas

 

      —OK, no hay problema. Después del almuerzo estaré allá. Pero tengo un problema pequeñito— le dijo angustiado.

 

      —¿No le avisaste a Yuki-san que celebraría mi cumpleaños?

 

      —¿Cómo lo adivinaste, Hiro? ¿Eres un brujo?— preguntó sorprendido

 

      —Mmm… Lo intuí, más bien, creo que me lo esperaba.

 

      —No quiero que se enoje conmigo por dejarlo solo el fin de semana.

 

      —Shuichi, no quiero que tengas problemas con Yuki por mi culpa, pero no me puedes dejar solo en mi cumpleaños— se quejó.

 

      —Lo sé, ya veré qué hago con Yuki. Nos vemos luego

 

      —OK, nos vemos.

 

 

            Shuichi colgó el aparato, suspirando con cansancio, para luego meterse a la cocina e “intentar” cocinar.

 

Así, con el paso de las horas y después de estar apunto de quemar la cocina en su intento por hacer el almuerzo, Shuichi se encontraba afuera de la casa, arrodillado frente a la puerta, mientras le suplicaba a su rubio que le dejara entrar. Si tan sólo hubiese sabido prender el horno, la comida no se habría quemado y con ello, tampoco la cocina. Rió bajito al recordar cómo la habitación se llenó de un espeso humo negro y se activó el sistema “antifuego” de la cocina, quedando todo el lugar empapado, incluso él. Pero su sonrisa se borró cuando recordó la expresión de enojo de Yuki, quien lo sacó a patadas de la casa, negándose completamente a perdonarle.

 

            Sus húmedas mechas rosadas se le pegaban en el rostro y, sus ojitos violetas se llenaban de lágrimas. ¿Por qué era tan inútil? Se maldijo otra vez, por haber destruido la cocina y por no avisarle a Yuki de su salida. Ni siquiera había alcanzado a sacar su celular…

 

            Perdió la noción de cuánto tiempo estuvo frente a la puerta esperando a que Yuki, tal vez se arrepintiera por haberlo sacado, aunque sabía que eso no sucedería jamás de los jamases. Suspiró restregándose los ojos para secarse las lágrimas. Se sentía tan miserable, que pensaba que ni siquiera era digno de estar con una persona tan perfecta como el rubio.

            Se levantó rápidamente al recordar que le había prometido a su amigo que iría a ayudarle, así que decidió salir de ahí y esperar a que a Yuki se le quitara el enojo, mientras él pasaba sus penas celebrando con su amigo de la infancia.

 

      No supo en qué estado ni cómo llegó a la casa del pelirrojo, sólo notó la expresión de tristeza y preocupación con la que le recibió su amigo.

 

 

      —¿Te peleaste con Yuki-san?— preguntó preocupado, indicándole que se sentara. Shuichi respondió quedamente, mordiéndose el labio inferior para no ponerse a llorar—. ¿Fue muy feo?

 

      —No… Sólo… intenté hacer el almuerzo… y… se quemó el horno… y Yuki se enojó… y me echó a patadas…—sollozó suspirando entre cada oración que formaba.

 

      —Baka… ¿Cómo quieres que no se enoje si casi quemaste la casa?— preguntó revolviendo juguetonamente los cabellos rosados.

 

      —Hiro…— le miró con los ojos llorosos, pidiéndole que tratara de compadecerse de él.

 

      —¡¿Qué voy hacer contigo?! —exclamó en tono dramático—. No te preocupes, ya se le pasará el enojo y comprará un horno nuevo y se van reconciliar como siempre. Sólo dale tiempo—le sonrió—. Entonces, ¿te parece si empezamos a arreglar este chiquero?— Shuichi le sonrió asintiendo levemente,  para luego ponerse de pie y comenzar a ordenar. Necesitaba olvidar a Yuki por un momento y ése, era perfecto.

 

 

      Así, pasaron gran parte de la tarde ordenando y decorando el departamento del pelirrojo. Salieron a comprar comida y de regreso, Shuichi decidió llamar a casa para avisarle a Yuki que se encontraba con su amigo, que no se preocupara y que no lo esperara a cenar. Como era obvio, el rubio no le contestó, pero por lo menos, pudo dejarle un mensaje en la contestadora.

            Terminando de ordenar, comenzaron a llegar los invitados, lo cuales sólo eran los miembros del grupo- Suguru, K y Sakano- y Ryuichi que se coló a la fiesta.

 

            Estuvieron hablando amenamente, mientras se alistaba la cena, luego, cenaron, bebieron, se rieron y cantaron karaoke. Por un momento, Shuichi pudo sacarse de la cabeza a su amado, pero aún así, le daban ganas de llorar por ser tan inútil.

 

Después de cantar cumpleaños feliz, repartir la torta y abrir lo regalos, los invitados se fueron retirando poco a poco hasta quedar, nuevamente, solos.

 

            Shuichi le preguntó a Hiro si podía pasar la noche allí, en vista de que Yuki ni siquiera le había devuelto el llamado, sumado a que tampoco tenía muchas ganas de volver a su hogar. Sabía que su amante aún estaría enojado y que por lo tanto, le tocaría dormir en el sillón, y como aún estaba deprimido por aquel suceso, prefería pasar la noche en casa de su amigo. Allí, por lo menos, tendría a alguien que escucharía sus problemas.

 

 

En cierto departamento, lejos de la casa de Hiro, un rubio salía de su estudio con mala cara y con un cigarro en la boca. Ya se le había quitado el enojo por el suceso de la mañana, pero ahora estaba enojado por otra cosa: ¿dónde diablos se había metido ese mocoso del demonio?

            Llegó a la sala y miró el reloj: eran más de las 12 de la noche y Shuichi no daba señales de vida.

 

            Se dio una vuelta por la sala teniendo en mente una leve idea de dónde podría estar metido su pequeño y revoltoso amante, pero la luz de la contestadora respondió todas sus dudas. Apretó el botón parpadeante y escuchó con algo de molestia el mensaje del pelirrosa.

 

            “Hola, Yuki. Seguramente aún estás enojado conmigo, pero sólo te llamo para avisarte que estoy en casa de Hiro porque celebrará su cumpleaños y me quedaré a dormir aquí, así que no te preocupes si no llego. Eso. Un beso. Te amo”

 

            OK. Eso aclaraba todo. ¿Por qué no le había avisado del cumpleaños?... Buena pregunta… Quizás fue porque su Shu-chan quemó el horno y él, por estar tan enojado, lo echó a patadas sin siquiera escuchar sus disculpas… ¿Por qué siempre de alguna u otra manera terminaba dañando a esa personita que sólo buscaba su amor?

            Frustrado y enojado consigo mismo, bufó con molestia y se dirigió a su habitación. No tenía ganas de dormir y, tampoco lo lograría sin el calor de su pelirrosa, pero de todas maneras haría el intento.

 

            Apagó el cigarro y contempló el dormitorio vacío. ¡Qué mal se sentía la soledad! Se había acostumbrado tanto al bullicio de ese niño, que no podía siquiera conciliar el sueño. No se imaginaba la vida sin su pelirrosa.

 

Tras ponerse el pijama y acostarse, se quedó varios minutos mirando el techo, pensando en su vida y en su baka. Le extrañaba, tenía que aceptarlo. Suspiró con cansancio, mientras se maldecía por no poder dormir, pero ahora que estaba más calmado y que se hallaba pensando, había caído en cuenta en algo importante. ¿Por qué estaba tan intranquilo? Claramente no era porque Shuichi no estuviera allí, no era la primera vez que dormía solo desde que estaba con el pelirrosa, entonces… ¿Por qué?

 

            Algo asustado, se sentó en la cama llevándose una mano al pecho. Tenía un mal presentimiento… Y uno muy malo… Sentía una extraña opresión en el pecho que le dificultaba la respiración. ¿Qué rayos era ese presentimiento?

            Ya más calmado, se acomodó entre las sábanas para dormir, esperando que nada malo pasara y que su niño estuviera durmiendo bien. Pensando en Shuichi, cerró los ojos y poco a poco se fue sumiendo en un profundo sueño, que estaría lleno de pesadillas y que sería interrumpido abruptamente…

 

¿Cuánto había pasado? ¿Dos o tres horas? No supo cuanto tiempo llevaba durmiendo, pero sólo deseaba despertar y alejarse de esas odiosas pesadillas. Odiaba cuando soñaba estando consciente, sin poder abrir los ojos y sin poder moverse para despertar. Su mundo se derrumbaba en el sueño, Shuichi desaparecía en él y no podía evitarlo, porque sus pies estaban fijos al suelo y la tierra bajo ellos se partía en dos para separarlo de su amado pelirrosa.

 

            Cuando por fin logró abrir sus ojos dorados, algo le desconcertó. La cama se movía. “¡ESTÁ TEMBLANDO!”, pensó con algo de tranquilidad. “Ya acabará”, se dijo volviendo a acomodarse entre las sábanas, pero rápidamente se dio cuenta de algo. Ése no era un temblor cualquiera.

 

            Un fuerte remezón sacudió todo el edificio, al punto que Yuki pudo escuchar cómo la cristalería, los chiches y la loza terminaba en el suelo haciéndose pedazos.

            Empezó a entrar en pánico. Los muebles de la habitación saltaban y se movían de sus lugares como si fueran muebles de hule; los vidrios de las ventanas se trizaron y segundos más tarde explotaron llenando el suelo de filosos pedacitos. Recién aquí, el rubio escritor decidió que a como diera lugar, debía salir de allí.

 

            Como pudo, trató de llegar a la salida de su habitación, pero el suelo se movía tanto, que le era imposible mantenerse de pie por mucho tiempo sin tropezar, contando además, que la habitación estaba a oscuras, impidiéndole ver con claridad su alrededor.

 

            Su corazón latía a mil por hora, su cerebro había abierto la fábrica de adrenalina y su instinto de supervivencia, le ayudó a llegar a la puerta del departamento, en cuyo camino debió esquivar muebles y vidrios, intentando hacer uso de su excelente vista nocturna. A lo lejos se escuchó una explosión, seguido de un haz de luz que alumbró por apenas un segundo la sala del departamento, indicando que la luz se había cortado producto del fuerte movimiento.

 

            A pesar del sueño y el cansancio, su mente trabajaba lo más rápido que podía para permitirle tomar las decisiones correctas, pero a la vez, un mar de sentimientos sobrecogedores le inundaba. Escuchó gritos, llantos y gemidos, la gente del edificio corría por los pasillos y bajaba desesperadamente las escaleras para buscar refugio. Las escalas estaban casi atochadas y debido al movimiento era casi imposible bajar por ellas.

 

Mientras buscaba una manera de salir de esa posible tumba de cemento, un nombre cruzó por su cabeza. “Shuichi”.

 

            Forcejeó la puerta intentando abrirla, comenzando a desesperarse al ver que no cedía; la empujó con su cuerpo en dos ocasiones y la puerta por fin abrió. Se apoyó en el umbral a la espera de que el movimiento amainara para bajar sin problemas, pues en aquel momento era demasiado peligroso intentar bajar las escaleras, pues, analizando la situación estaba en un cuarto piso y el suelo se movía formando ondas.

 

            Miró hacia tras desde el umbral de la puerta, mientras consideraba la posibilidad de ir en búsqueda de su celular; pero al notar que varios muebles bloqueaban el pasillo, decidió seguir adelante. Ya vería la manera de comunicarse con su pelirrosa.

 

Un nuevo remezón de una gran intensidad, sacudió el edificio, botando a la gente que intentaba escapar por las escaleras, mientras que desde el techo empezaba a caer polvo debido a que el cemento se estaba quebrando. Algunos escombros cayeron y las paredes se trizaron, y Yuki se decidió por salir.

 

            No se enteró como lo logró, ni siquiera se acordó que andaba en pijama y tampoco le importaba, pero cuando volvió a ser consciente de sus actos ya estaba fuera del edificio. La calle era un caos y la noche no tenía intenciones de acabar. Las luces de los faroles se habían apagado, todo estaba sumido en la oscuridad y, literalmente, en el suelo.

 

            Muchas personas estaban en la calle. Algunas corrían para todos lados, mientras otras lloraban desesperadas, se aferraban a sus familiares, o por el contrario, lloraban por no poder contactarlos. Pudo ver a mujeres con ataques de histeria, otras que se desmayan en plena avenida y varias más que en el afán de refugiarse terminaban teniendo accidentes de menor intensidad.

 

            Así recordó a su Shuichi… Su pequeño le tenía terror a los sismos y él, le había prometido que estaría allí cuando llegara el gran temblor que la gente esperaba. ¡Qué imbécil! ¿Por qué nunca podía cumplir las promesas que le hacía a su Baka?

Se sintió miserable, un hijo de puta. Había roto otra promesa más. Se sintió frustrado, tenía ganas de llorar…

 

            El pavimento se desgarraba por la fuerza del movimiento, los postes de luz se inclinaban peligrosamente advirtiendo su inminente caída y los árboles comenzaban a mostrar sus raíces siendo removidos lenta y dolorosamente desde lo más profundo de la tierra. Se apoyó en una reja para no caer, esperando que pasara el terremoto.

 

¿Hace cuánto tiempo había empezado a temblar? No tenía la más mínima idea. Sentía que el tiempo se había detenido, o bien, los minutos se estaban haciendo eternos, pero lo que no sabía es que sólo habían sido unos cuantos segundos. El temblor comenzó a amainar, lentamente, hasta que la tierra dejó de moverse, pero ése sólo sería el principio de la tragedia.

 

            Otro fuerte remezón proveniente de lo más profundo de la tierra, estremeció la superficie y con él aumentó el pánico de la gente. Así, con horror, el edificio del frente se derrumbó ante los atónitos ojos del rubio y, asimismo, arrasaba con todo a su paso. La gente que estaba cerca trató de escapar, pero muchos de ellos fueron alcanzados por el derrumbe.

 

            La ciudad se estaba desmoronando en cosa de segundos. Tenía que encontrar a Shuichi a como diera lugar…

 

            El polvo de cemento que levantó el derrumbe, impidió la visibilidad del rubio, cubriéndolo a la vez, de un polvillo grisáceo que ensuciaba sus ropas. Se alejó con dificultad del lugar, tropezando con algunos de los escombros que el edificio había arrojado. La tierra continuaba moviéndose con menos fuerza y la ciudad entera seguía desmoronándose. Aún faltaba mucho para que amaneciera…

 

            Por fin la tierra dejó de moverse y, luego, todo fue un largo y angustiante silencio.

 

Eiri miró su alrededor tratando de identificar su entorno, pero todo estaba a oscuras. Escuchó lamentos y su corazón se oprimió al pensar en su pelirrosa, preguntándose en qué estado estaría, mientras rogaba para que se encontrase en buenas condiciones.

Quiso volver al departamento para intentar buscar ropa, zapatos e incluso su celular, pero las tinieblas impedían cualquier tipo de acción y tras el fuerte sismo no era una buena opción. Estaba obligado a esperar que amaneciera.

 

            Empezó a caminar intentando recordar el camino hacia la casa del pelirrojo pero pronto cayó en cuenta de que no sabía llegar a pie, así que hizo el esfuerzo de recordar el camino que siempre tomaba en su auto, poniéndose en marcha para llegar con su adorado pelirrosa. Sólo rogaba a los dioses que estuviera sano y salvo.

 

            Caminó y caminó, sin saber cuánto tiempo había pasado. Sus pies comenzaban a doler por estar descalzos y a ratos se detenía a descansar. Las réplicas no se habían hecho presentes y, la alarma de tsunamis no había sonado. Al parecer la calma volvía a la ciudad, pero mirando a su alrededor, se daba cuenta con temor e impotencia que los estragos causados por el sismo habían sido enormes y terribles.

 

            La luz se había cortado, la calle estaba a oscuras, la noche se llenaba de llantos y gritos, algunos edificios estaban en ruinas, vidrios de diverso tipo se esparcían por las calles, las comunicaciones estaban cortadas  y los escombros estaban regados en diversos puntos de la calle.

 

            Su alma se partía en dos al imaginar a su lindo pelirrosa vagando por las calles solo y desprotegido, aunque esperaba que el pelirrojo hubiese logrado detener el escape temerario de Shuichi, pues siempre que temblaba, le daba por salir arrancando hacia un lugar más seguro, aunque ése lugar no existiera. Sonrió tiernamente al recordar a su niño. A pesar de que siempre lo trataba mal, el pequeño seguía a su lado insistiendo una y otra vez para obtener su amor y, aunque ya lo tuviera, él no era capaz de decírselo, pero sí trataba de demostrárselo de vez en cuando, ya sea con gestos o con miradas.

 

            Después de pensar en su pelirrosa, miró a su alrededor y se dio cuenta que se había perdido. Observó detenidamente el lugar en donde se encontraba sin lograr descifrar el camino correcto, pues la oscuridad no le ayudaba mucho. Ahora tenía dos opciones, seguir sin rumbo o volver a casa. Bufó resignado y con impotencia por no poder recordar el camino hacia la casa de Hiro y, así dando media vuelta, decidió volver sobre sus pasos.

            Llevaba medio camino recorrido y, tras cuestionar tanto su cobarde decisión, se arrepintió de sus actos y pensó en volver. Necesitaba encontrar a Shuichi a como diera lugar, antes de que pasara algo peor.

 

            Caminó hasta la avenida principal y desde ahí decidió retomar el rumbo en busca de su ruidoso pelirrosa, auto-imponiéndose la meta de encontrarlo cueste lo que cueste.

 

 

En otro lado de la ciudad, el pequeño pelirrosa dormía plácidamente ajeno a todo el mundo, acurrucado en las tibias sábanas de la cama de su amigo. Hiro no había dejado que durmiera en el sillón, a pesar de que el pelirrosa insistió e insistió, hasta que el pelirrojo lo obligó a dormir en la cama, en consecuencia, el dueño de casa dormía en el sillón tapando su cuerpo con una frazada.

            La casa estaba en silencio, sumida en la oscuridad y en la tranquilidad. Todo estaba en completa calma y nada hacía presagiar lo que estaba por venir.

 

            La tierra empezó a moverse con brusquedad, moviendo el edificio de lado a lado, junto con todo lo que estaba dentro de él.

 

            Shuichi despertó sobresaltado tardando unos cuantos segundos en darse cuenta de lo que estaba sucediendo, pues estando medio adormilado no lograba concebir si se trataba de un sueño o si era la horrible realidad.

            La cama y todos los muebles de la habitación saltaban de sus lugares, las ventanas explotaron y el pánico y la histeria se apoderaron de Shuichi. Cientos de lágrimas cayeron de sus bellos ojos amatistas y, sin ser conciente del peligro buscó salir de allí lo antes posible.

 

            Corrió hacia la salida sin siquiera tropezar en el camino, debido a su increíble equilibrio. Abrió la puerta de golpe y corrió hacia el living, mientras que en su organismo, su cerebro trataba de procesar rápidamente las opciones más razonables de escape y supervivencia, pero la histeria y el pánico le impedían pensar con claridad. ¿Qué era más rápido? ¿Bajar por las escaleras o tirarse por la ventana? Claramente la mejor opción y la más segura era bajar por las escaleras antes de que el edificio se derrumbara y los sepultara bajo una pila de escombros, pero no era una forma rápida de escape.

 

            Hiroshi, quien también había sido despertado por el brusco movimiento, estaba de pie junto al umbral de la puerta, esperando que el sismo se detuviera para comenzar a bajar. Shuichi se lo encontró allí bloqueándole la salida, impidiéndole que saliera arrancando para salvar su vida.

 

 

      —¿QUÉ HACES? ¿NO VES QUE ES UN TERREMOTO? ¡TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ! ¡SAL DE MI CAMINO!— gritó histérico tratando de apartar con sus manitas al pelirrojo, dando suaves golpes en el pecho de éste para que se apartara.

 

      —¡Cálmate, Shuichi! No podemos llegar y salir, puede ser peligroso— trató de calmarle, sin dejar de obstruir el paso, pues no podía poner en riesgo la vida de Shuichi.

 

      —¡QUÉ PELIGROSO NI QUE NADA! ¡PEOR ES QUEDARNOS AQUÍ! ¡DÉJAME SALIR AHORA!— Shuichi comenzó a llorar entre tantos gritos, sin dejar de dar golpecitos en el pecho del pelirrojo—. ¡Quiero ir con Yuki! ¡Déjame ir con mi Yuki!— Entre la desesperación y la histeria, su voz se fue apagando y las lágrimas comenzaron a ser estragos en su ser. Estaba perdiendo las fuerzas.

 

 

            Hiro le miró comprensivo y desistió en su tarea de tapar la entrada, indicándole a Shuichi que saliera. El pequeño aprovechó el momento para empujar a su amigo y salir corriendo rumbo a las escaleras, en un escape imprudente en donde nada ni nadie importaban. Sólo tenía que escapar… Escapar a un lugar más seguro lejos de ahí. Buscar refugio en los brazos de su rubio.

 

            Con dificultad y rapidez, bajó las escaleras del edificio pasando a llevar a todos los que se interponían entre él y el escape hacia la seguridad, contribuyendo aún más al caos y a la confusión de la gente, que también buscaba salir del edificio. Sus pies volaban, su mente se hundía en un mar de confusión y su instinto de supervivencia sumado al miedo y a la histeria, bloqueaban su noción del peligro.

 

            El pelirrojo salió detrás de él tratando de seguirle el paso, pero entre tanta muchedumbre y el caos que provocaba el movimiento del suelo, lo perdió de vista a penas parpadeó. Logró salir del edificio abriéndose paso entre la gente, buscando con desesperación la cabellera rosada de su amigo. Su corazón se comprimía con fuerza por la angustia  y, por más que gritara el nombre de Shuichi entre la multitud, no lograba encontrarle.

 

            El fuerte remezón que siguió tumbó al suelo a varias personas que estaban a su alrededor y, así, entre la oscuridad, logró ver una delgada figura corriendo como si nada entre la gente, identificándolo como Shuichi. Escombros provenientes del mismo edificio en el que estaban alertaron a Hiro, obligándolo a escapar de donde estaba, persiguiendo a Shuichi para tratar de alcanzarlo.

 

            Algunas casas de los alrededores sufrían daños menos graves, el pavimento estaba todo agrietado y los postes de luz se tambaleaban inclinándose lentamente, mientras las personas gritaban, lloraban y veían con horror cómo la gran metrópolis japonesa se derrumbaba dolorosamente ante la imponente fuerza de la indomable naturaleza.

 

            En su intrépido escape, el pelirrosa, quien sólo pensaba en poder encontrar a su rubio para que le brindara protección y poder decirle por última vez que lo amaba- pues daba por hecho que moriría en ese espantoso terremoto-, tropezó con un bloque de pavimento que se hallaba levantado debido a la fuerza del sismo, cayendo al suelo de golpe con una leve torcedura en el pie. El escape temerario llegaba a su fin.

 

            Hiro corrió con preocupación y totalmente consternado hasta donde estaba el pelirrosa para comprobar que estuviera bien y ayudarle a seguir con su camino, pero el destino le jugó una mala pasada…

 

            Antes de que pudiera llegar con Shuichi, observó con pánico y estupor cómo uno de los postes del alumbrado caía irremediablemente sobre el pelirrosa, que yacía en el suelo quejándose por el dolor sin siquiera advertir el inminente peligro…

Shuichi sólo escuchó que su amigo gritaba su nombre y, luego, todo fue negro…

 

—¡¡¡SHUIIIICHIIIIIIIIIIIIII!!!

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Bueno, espero que les haya gustado y ahorita me pondré a trabajar en el siguiente capítulo.

Como dije, me inspiré en el terremoto de Haití y me puse a escribir sin tener consciencia plena sobré lo que significa estar en un terremoto y escribi en base a especulaciones y experiencias de familiares.

Sin embargo, como muchas de ustedes deben saber, mi país (Chile) fue azotado el sábado en la madrugada por un terremoto de magnitud 8.8 en la escala de richter, seguido de un tsunami. Afortunadamente, acá en la capital no fue tan terrible y toda mi familia se encuentra bien. Nuestra casa no sufrió grandes daños y sólo se cayó una muralla de la reja, el auto arrasó con el portón del cobertizo y la loza quedó en el suelo. Pero todo eso se puede recuperar.

Así, después de esta traumática experiencia personal, que no se la recomiendo a nadie, edité y reescribí parte de este fic, y me decidí a subirlo.

Envío mis condolencias a todo el sur de mi país que sufrió grandes y graves daños, pues muchas ciudades quedaron en el suelo y otras desaparecieron, y así espero que toda esta tragedia acabe pronto.

que esten bien! y dejenme sus comentarios!

saludos


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