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Earthquake por zeldenciel shuichi

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo!!

Jajaja, estaba tan inspirada que demoré poco en escribir este capi ^^

Gracias a todas por leer y por enviarme sus condolencias u.u

En un par de horas más se cumplen tres semanas de aquel desastrozo terremoto que azotó mi país y, aunque en Santiago todo vuelve a la normalidad, hay muchísima gente que perdió absolutamente todo y tardarán meses e incluso años en recuperar la vida que llevaban u.u

Espero que el fic les sirva de reflexión, después de todo, ante la naturaleza no somos nada...

Earthquake: En busca de esperanza

 

 

            No sabía cuánto tiempo había caminado en vano, pero al parecer no era mucho, pues Tokio todavía se sumía en la oscuridad de la noche. La ciudad entera era un caos, el terremoto no había logrado destruir la ciudad y, varios edificios se levantaban airosos tras salir victoriosos del fuerte movimiento.

            Las calles estaban agrietadas y, aunque varias casas yacían en el suelo y sus habitantes en la calle, la catástrofe podía ser catalogada como leve e incluso, suave. Por lo menos, hasta el momento, no se habían presentado las réplicas.

 

            Yuki caminó varias cuadras y logró encontrar el camino correcto hacia la casa de Hiro, pero aún le faltaba mucho para llegar. Así que decidió descansar un poco antes de continuar, sintiendo una fuerte opresión en el pecho al pensar en Shuichi. Tenía un muy mal presentimiento… Algo le decía que Shuichi no estaba bien…

 

 

En otro lado, lejos de donde Yuki estaba, Hiro corría desesperado hacia el lugar en donde minutos antes, un poste del alumbrado había caído estrepitosamente. El polvo que la caída había levantado, ya se había dispersado y, entre los escombros se podía divisar una cabellera rosada. El pelirrojo se imaginaba lo peor, pero para su suerte, la realidad estaba muy lejos de su imaginación, ya que afortunadamente, el poste de concreto había caído muy cerca del pelirrosa, pero no lo suficiente como para aplastarlo, ya que la muralla del edificio del frente, había detenido parte de la caída.

 

            Shuichi estaba acurrucado en el suelo, tapándose la cabeza con las manos, mientras su cuerpo se cubría de polvo. Tenía una pequeña herida en la frente provocada por un pedazo de concreto y, en cuanto al resto de su cuerpo, estaba intacto, excepto por la torcedura que se había hecho antes de que el poste cayera.

 

            Hiro pasó por arriba del poste para ayudar a su amigo. Lo jaló de los brazos y lo acurrucó en su pecho, notando que el muchacho aún estaba en shock. Lo rodeó con sus brazos acariciando sus cabellos para reconfortarle, logrando que se largara a llorar, echando afuera toda la angustia.

 

            Había sido un verdadero milagro. Agradecía a los dioses por proteger a su amigo.

 

El sismo ya había amainado y la ciudad había vuelto a la relativa calma, aunque de fondo se escuchaban los lamentos de la gente que había perdido sus casas o familiares, sumado a los que luchaban por poder contactarse con ellos. Las alarmas de bomberos y ambulancias completaban la orquesta de sonidos en la que se sumía la madrugada de Tokio, las comunicaciones estaban saturadas y el día no quería llegar, incluso, en la lejanía podía divisar las luces de los aviones que daban vueltas en el cielo debido a que no podían aterrizar.

 

            Las horas pasaban y, lentamente, Shuichi se sumió en el sueño, acurrucado entre los brazos del pelirrojo, esperando que aquel horror vivido, sólo haya sido una horrible pesadilla, aunque su tranquilo sueño era interrumpido a ratos por el constante movimiento de la tierra… Todo había sido un sueño, ¿verdad?

 

 

Los primeros rayos del sol que se asomaban por el mar del este, mostraron la devastación que el terremoto había dejado. La gran ciudad había resistido casi con éxito, sino fuera por algunos edificios pequeños y casas que habían sucumbido a la fuerza de la naturaleza, contando otros tantos lugares que tenían graves daños en sus infraestructuras.

 

            El primer ministro de Japón se presentó una hora después del terremoto en la oficina de emergencia, para conocer los detalles del sismo que había sacudido la ciudad y el país entero. Llamó a la calma y alertó a los ciudadanos de la zona costera de un posible tsunami, pidiendo la evacuación inmediata de todo el sector cercano al mar para evitar perdidas humanas.

 

            Por el momento y en vista del total desconocimiento del estado en que se encontraban diversas zonas del país, las autoridades decidieron esperar al amanecer para realizar un catastro de los daños y poder enviar ayuda.

 

            Según los primeros informes el sismo había sido grado VII en la escala de Mercalli y 8,4 en la escala de Richter, durando 67 segundos y  teniendo como epicentro la ciudad de Izumi en Osaka. Fue registrado a las 3:27 de la madrugada, llegando a Tokio con una magnitud de 7,9 grados. Hasta el mediodía se habían sentido cuatro réplicas de intensidad considerable, por sobre los 5 grados, pero con el paso de las horas la ciudad volvía a la normalidad.

 

            Pasado cuarenta y cinco minutos del sismo, se registraron fuertes marejadas en diversas zonas de la costa, pero hasta el momento no se habían registrado tsunamis.

 

            La noticia dio la vuelta al mundo con los primeros rayos del sol y, con el transcurso de las horas, los diversos mandatarios de otros países, manifestaron su preocupación y ofrecieron su ayuda, mientras aparecían los primeros reportes de las zonas afectadas. Afortunadamente y gracias a la experiencia sismológica del país, hasta el momento no se habían reportado pérdidas humanas que lamentar.

 

Bajo este panorama y tras dos horas de intensa caminata, el rubio llegó hasta el departamento del mejor amigo de su amante cerca de las seis de la mañana, cuando el cielo empezaba a aclarar. Miró a su alrededor observando a la gente del edificio que se agolpaba en las afueras de éste, con miedo a subir a sus hogares pensando en la posibilidad de un derrumbe, dándole a Yuki la señal de que Hiro y su pelirrosa también deberían estar en la calle.

 

            Gracias a la luz que brindaba una fogata que la gente había armado, pudo vislumbrar a su pelirrosa acurrucado en los brazos de su amigo a varios metros lejos de la muchedumbre. Al costado, divisó un poste del alumbrado que se había caído e inmediatamente se abrió pasó entre las personas imaginándose lo peor. Corrió con relativa calma hasta donde se encontraban y, allí vio a Hiro abrazando a su pelirrosa con ternura, escuchando los leves sollozos de su niño.

 

            El pelirrojo alzó la vista y contempló el rostro preocupado de Yuki, quien silenciosamente le exigía una explicación de lo sucedido, pero el pelirrojo sólo se dirigió a Shuichi y le susurró al oído diciéndole que el rubio estaba ahí.

 

            Inmediatamente, el pelirrosa abrió los ojos y se los restregó con cierta pereza, volteándose luego, a contemplar con anhelo y esperanza, los bellos ojos dorados que tanto amaba y necesitaba en ese momento. Allí estaba su rubio. Allí estaba mirándole con claros indicios de haber trasnochado. Su rostro se mostraba muy preocupado y sobre sus ojos se veían suavemente unas ojeras. Yuki se agachó para quedar a su altura, sintiéndose en su interior muy aliviado al saber que su bola rosada se encontraba bien, exceptuando la herida que tenía cerca de la frente.

 

 

      —Yuki… —Los ojos de Shuichi se llenaron de lágrimas y reventó en llanto, abalanzándose a los brazos de su amado, quien lo acogió con ternura mientras lo acercaba a su pecho y acariciaba su espalda para reconfortarle—. Tenía tanto miedo, Yuki… Pensé que moriría…Te extrañé tanto…—articuló entre sollozos aferrándose lo más que podía al pecho de su amado, sintiendo con alivio aquellos brazos fuertes que le rodeaban, llorando con más fuerza.

 

      —Tranquilo, mi pequeño. Ya estoy aquí, te prometo que no volveremos a separarnos. Yo te protegeré— le susurró al oído haciéndole ver que a partir de ese momento estarían juntos y no se separarían por nada del mundo, mientras no terminara esa horrible pesadilla. Hiro observó la escena quedándose más tranquilo al notar la evidente preocupación que sentía el rubio. Era raro verle tan acongojado, pero ese simple acto demostraba todo el amor que sentía por su amigo—. Descuida, ya pasó lo peor. Volvamos a casa.

 

      —No… No quiero, Yuki. Tengo miedo…

 

      —No pasará nada, yo voy a estar contigo— le tranquilizó—. Tampoco podemos quedarnos en la calle el resto de nuestras vidas y… ambos estamos en pijama y no me siento cómodo— reflexionó notando las ropas que traía su niño: una camiseta sin mangas y un short que con suerte tapaba sus glúteos. Shuichi se alejó un poco para mirarle

 

      —¿Me lo prometes?— Yuki le vio sin entender—. Prométeme que no me dejaras solo.

 

      —Lo que tu quieras, mi baka— le sonrió cálidamente.

 

      —Pero… Yuki, no quiero dejar solo a Hiro— le dijo en tono afligido.

 

      —No te preocupes por mí, Shuichi. Me sé cuidar solo, descuida— trató de tranquilizarlo.

 

      —¿Ves? Vamos a casa, no es bueno que nos quedemos aquí. —Yuki hizo ademán de levantarse con su pelirrosa en brazos, pero una nueva réplica, lo tumbó al suelo de rodillas.

 

 

      El pánico se apoderó de la gente inundando la calle de gritos y gemidos, mientras buscaban algo para sostener sus débiles cuerpos, al ver que el movimiento los mecía intentando derribarlos como palitroques. Shuichi se aferró con miedo al pecho del rubio, rogando para que el movimiento se detuviera, mientras comenzaba a sollozar, consiguiendo que Yuki lo abrazara con mucha fuerza y le susurrara suaves palabras al oído buscando que se tranquilizara.

 

            La réplica a penas duró unos 8 segundos, tiempo que parecía ser interminable. La calma retornó lentamente, pero la pequeña bola rosada que el rubio tenía en sus brazos no dejaba de tiritar. Protectoramente, lo abrazó y lo besó en repetidas ocasiones en busca de que se tranquilizara, pero parecía ser imposible.

            Al cabo de unos minutos, Shuichi alzó la mirada y contempló a Eiri, mostrándose tan vulnerable como un niño pequeño.

 

 

      —Ya pasó, no es necesario que te alarmes. Yo voy a cuidarte. —Se separaron y Yuki se puso de pie, observando detenidamente, la frágil y deplorable figura de su amado niño—. ¿Puedes caminar?— le preguntó al notar una pequeña magulladura en su pie. Shuichi negó.

 

      —Se torció un pie mientras trataba de arrancar— le informó el pelirrojo al darse cuenta que su amigo aún no estaba en condiciones de hablar mucho. Parecía que el miedo le había comido la lengua. Eiri suspiró apesadumbrado y así, cogió al pequeño en brazos dejando que éste rodeara su cuello con los brazos.

 

      —Gracias, Hiro— articuló con voz suave—. Cuídate mucho.

 

      —No te preocupes, Baka. No necesito que nadie me cuide. Tú eres el único que debe tener cuidado de no hacer locuras.

 

      —No te preocupes, yo vigilaré que no haga tonteras. —Yuki dio media vuelta y comenzó a caminar sobre sus pasos, hacia el lugar por donde vino, haciendo el esfuerzo por recordar cómo había llegado.

 

            El pelirrojo los vio alejarse y mezclarse entre la multitud con algo de tristeza, respirando aliviado al saber que su amigo ya estaba en buenas manos, pues confiaba en que el escritor cuidaría bien de él.

 

Camino a casa, Shuichi contempló con temor su alrededor observando atento los pocos daños que había sufrido esa parte de la ciudad, sintiéndose un poco más tranquilo al notar que la catástrofe no era tan grande como pensaba, pues por un momento pensó que el mundo se acabaría.

 

            La policía, los bomberos y las fuerzas de rescate ya se habían movilizado por gran parte del país para controlar a la población, evitar desmanes y verificar el estado de los edificios y casas, así como comenzar las operaciones de rescate en ciertos lugares gravemente dañados.

 

            Eiri se maldijo por no andar con dinero para pagar un taxi, pues sus pies descalzos dolían y no sabía cuánto tiempo más podría caminar en ese estado. El peso de Shuichi hacía mella en su evidente cansancio, contribuyendo aún más al desgaste de sus piernas, las cuales temblaban en ciertas ocasiones, haciéndole flaquear.

            El joven cantante había escondido su rostro entre su cuello y se había aferrado lo más que podía a él, intentando hacerse liviano, pero igual llegó el momento en el que el rubio no pudo sostenerlo más en esa pose.

 

            Le pidió que se bajara por un momento, para descansar los brazos. Ya habían recorrido más de la mitad del camino, pero aún faltaba un buen trecho, así que antes de seguir, se sentaron en la cuneta para descansar.

            Extrañamente, el pequeño pelirrosa había entrado en un estado de mutismo. No quería hablar y todo lo que su amante le preguntaba lo respondía moviendo la cabeza afirmativa o negativamente y, si la pregunta no permitía ese tipo de respuestas, se quedaba callado.

 

            Yuki bufó resignando, preocupándose mucho por el estado de su pequeño. Sabía que estaba un poco traumado y que era extremadamente sensible, pero jamás pensó que un sismo de esa magnitud fuera a afectarle tanto. ¿Acaso estaría enojado porque no cumplió su promesa?

 

            Retomaron el camino a casa bajo el mismo inquietante silencio. Shuichi tuvo que subirse a la espalda de Yuki y cruzar sus piernas alrededor de las caderas del rubio, rodeándolo, además, por el cuello. Por su parte, el escritor lo cogió de las piernas para afirmarlo y evitar que se cayera, y así, continuaron caminando.

 

A una cuadra de llegar al edificio, ambos pudieron divisar desde la lejanía, el paisaje un tanto desolador que les ofrecía el edificio del frente. Dos compañías de rescatistas se encontraban en el lugar, removiendo escombros y sacando a la gente que había quedado atrapada dentro del edificio.

            Shuichi no entendía lo que estaba pasando, pero a medida que se fueron acercando, ambos comprendieron la magnitud del siniestro.

 

            Aunque Yuki ya tenía conocimiento de lo que le había pasado a aquel edificio, la oscuridad de la noche y el polvo del derrumbe, le había impedido palpar y ver qué era lo que realmente había ocurrido y, sólo podía hacer gala de sus propias especulaciones, pero ahora, que era de día y estaban muy cerca del lugar, podía dar cuenta del paisaje desolador que había dejado el derrumbe.

 

 

—Mira, Yuki—exclamó Shuichi con la voz quebrada, observando estupefacto el estado en el que había quedado el edificio vecino.

 

 

            Yuki dirigió su mirada hacia donde le había indicado su pelirrosa, sin detener la marcha, quedándose también, atónito, por lo que había sucedido.

           

            El edificio en cuestión, se había partido por la mitad y, de una de las dos mitades, se habían caído los dos últimos pisos, cuyos escombros eran los que estaban en el suelo obstruyendo la pasada. Mucha gente había quedado atrapada en uno u otro lado del edificio en los pisos que habían sobrevivido, pero también había gente que quedó atrapada bajo los escombros.

 

Una cinta de peligro, les restringía el paso hacia el otro lado de la calle, junto con los carros de los rescatistas y las ambulancias.

            Eiri pudo ver algunos cadáveres en el suelo, tapados con sábanas, bolsas y otros improvisados implementos, todos agrupados en un sector de la calle. Volteó la mirada para no seguir viendo y así, después no tener pesadillas, pidiéndole de paso a su niño, que también hiciera lo mismo, para así no aumentar más su trauma.

 

            Un efectivo de la policía que estaba custodiando el perímetro les obstruyó el paso informándoles que no podían seguir por ese camino y que pasaran por otro lado, debido a que podía ser peligroso que estuvieran allí, pero el rubio insistió.

 

 

      —Necesito ir a mi departamento. Está en ese edificio— dijo indicándole el edificio contrario que se levantaba airoso en medio de tanto escombro—. Necesito ir por unas cosas.

 

      —Lo siento, Señor, pero no puedo dejarlo pasar— le informó el uniformado.

 

      —Déjalo, Yuki— habló el pelirrosa—. El policía tiene razón, puede ser peligroso. Vamos a otro lado.

 

      —Olvídalo. Mis cosas están allá arriba. Necesito darme un baño, ponerme ropa y buscar un poco de dinero. Además, tú también necesitas vestirte— dijo fastidiado, mirando con furia al policía.

 

      —Ya le dije que no pueden pasar— insistió.

 

      —Pero, ¿qué tiene usted en la cabeza?— preguntó exasperado—. Necesito subir a mi departamento aunque sea por mis zapatos y, usted no me lo va a impedir.

 

      —Si continúa insistiendo quedará detenido— amenazó el policía al ver que el rubio no desistía.

 

      —¡¿Yuki-sama?!— La voz de un hombre alertó al rubio y al policía. Era el conserje del edificio, que por alguna razón que el escritor desconocía, se encontraba en el mismo lado del policía.

 

      —¿Conoce a este señor?— le preguntó el uniformado al conserje.

 

      —Sí, señor. Vive en el cuarto piso de este edificio— El hombre indicó el lugar y, luego se dirigió a Yuki y a Shuichi—. Me alegra que estén bien. No los vi salir anoche y pensé que seguían en el departamento.

 

      —Debe ser porque todos salieron despavoridos del edificio— reflexionó el rubio con cierta molestia.

 

      —Pueden subir, pero les doy media hora para que bajen. No pueden quedarse, este edificio y el de los alrededores fueron desalojados en caso de que el edificio siniestrado presente nuevos derrumbes— comunicó el oficial, levantando la cinta para que pudieran pasar.

 

      —Gracias— dijo Shuichi sonriendo al policía, antes de que Yuki siguiera avanzando sin decir nada. El conserje les siguió y en el camino les fue informando de varias situaciones que habían ocurrido durante el transcurso de la madrugada.

 

 

      En vista de que el ascensor no estaba funcionando, tuvieron que subir por las escaleras. El conserje ayudó a Eiri a subir con Shuichi y, así, cuando por fin llegaron al piso de ellos, la bola rosa pidió caminar solo. Se apoyó de la muralla y caminó cojeando hasta la puerta, la cual estaba abierta.

 

            Sin siquiera entrar, el rubio escritor contempló desde el umbral, el desastre que había quedado allí adentro, pensando si acaso hacía bien en entrar.

            Sentó a Shuichi en el recibidor. Buscó sus zapatos que estaban en una orilla y, así, limpiándose los pies, se los puso, para luego adentrarse en el departamento. El menor le imitó y el conserje, le extendió al pequeño una linterna que tenía en su cinturón por si la necesitaban, debido a que no había luz.

 

            La sala de estar era un desastre. Su amado ventanal estaba hecho trizas, sus muebles estaban muy alejados de sus posiciones originales, los cuadros yacían en el suelo junto con los adornos y el televisor se había caído de donde estaba. Era… angustiantemente desolador… No quería ni imaginarse en qué estado se encontraba el resto del lugar.

            El hecho de estar en altura, sólo había agravado los efectos del sismo.

 

            Shuichi entró al baño con la intención de mojarse la cara, pero al abrir el grifo, se escuchó un sonido extraño y el agua no cayó. Estaban sin luz y sin agua.

            Respiró apesadumbrado y salió del baño en busca de su amado rubio. ¿No le había prometido que no lo dejaría solo?

 

 

      —No hay agua, Yuki— avisó con voz rasposa, al entrar en la habitación que compartían, pues ya había comprobado que su rubio no estaba en la sala.

 

      —No importa, ven a cambiarte. —Yuki acaba de quitarse el pijama y se estaba vistiendo. Tenía los pantalones a medio poner y, en ese momento se estaba abotonando la camisa. Shuichi se le acercó.

 

      —Tengo miedo— le abrazó por la espalda con necesidad.

 

      —Descuida, ya te dije que vamos a estar bien. —El rubio se volteó y depositó un rápido beso en sus labios, acto que hizo a Shuichi estar más tranquilo.

 

 

      En silencio y con rapidez, Eiri terminó de vestirse y revolvió su habitación en busca de dinero, las llaves de su auto y su celular, mientras el pequeño buscaba ropa y se vestía. En una mochila, echó ropa de cambio para unos dos días, tanto de su pelirrosa como de él, acomodándola de manera que cayera todo. Pensó por un momento en ir a ver su estudio y comprobar que su amada laptop estuviera intacta, pero el tiempo se les acababa. Ya tendría otra ocasión para echar una mejor mirada a su departamento y arreglar el desastre.

 

      Una vez listos, el rubio dedicó atención al pie de su pequeño, el cual se había torcido mientras intentaba arrancar. Comprobó que sólo se trataba de un esguince y que se curaría pronto, pues no era de gravedad. Tenía el pie un poco inflamado, pero por ahora, no podía hacer nada para desinflamarlo. Fue por la caja de primeros auxilios y así, vendó el pie lastimado para que no tuviera tanta movilidad. Le colocó el calcetín y la zapatilla con sumo cuidado y, luego, le pidió que se pusiera de pie para ver si podía caminar.

            El pie le dolía a penas lo apoyaba, pero era una punzada soportable.

 

            En seguida, Yuki se fijó en el rostro del pelirrosa, examinando la herida que tenía en la frente. La limpió con algodón y puso un poco de yodo en la zona, tapando la herida con un parche hecho de gasa, para que no se le infectara. Por suerte, sólo había sido una pequeña magulladura que tendría como resultado un enorme chichón.

 

 

      —¿A dónde vamos a ir?— preguntó el pelirrosa con mucha curiosidad, mientras salían del edificio.

 

      —Iremos a la mansión de Seguchi. Allí estaremos mejor. Podemos dormir en el primer piso y así, las réplicas no se sentirán tan fuertes como en altura— informó con aire de tener todo bajo control—. ¿Sabes si podré sacar el auto?— preguntó al conserje.

 

      —El estacionamiento sufrió pocos daños, no creo que haya problemas.

 

 

      Salieron rumbo a los estacionamientos para buscar la joya más preciada para Yuki Eiri después de su bola rosa, su Mercedes negro. Para su fortuna, el auto estaba intacto, sólo tenía un poco de polvillo blanco, pero había salido triunfante y no tenía ni el más mínimo rasguño.

 

            Se despidieron del conserje, quien también se iba a su hogar, pues sólo había ido a verificar el estado del edificio para informar a sus superiores. Subieron al auto y se dirigieron hacia la salida sin problemas, ni siquiera el oficial estaba cerca para detenerlos.

 

            Un grupo de inescrupulosos reporteros acababa de llegar al lugar de la catástrofe para filmar y reportear lo que sería la noticia del día: un edificio destrozado en una de las zonas más lujosas de Tokio. Para suerte de ambos, ninguno de los molestos periodistas se percató de la presencia de la pareja de oro de Japón. Suerte que agradecieron enormemente. Lo último que querían era tener a los paparazzi tras sus espaldas.

 

            De camino a casa de los Seguchi, Shuichi intentó llamar a sus padres desde el celular del rubio. Llegó a  perder la cuenta de cuántas veces había intentado comunicarse, pero no había caso, los celulares estaban muertos. Cada vez que marcaba el número, le aparecía en la pantalla un casi fatídico mensaje: Error de conexión. ¿Podía ser posible que no contaran con luz, ni con agua, ni con comunicación? ¿Era el fin del mundo?

 

 

      —El celular no funciona, Yuki. ¿Qué habrá pasado?— preguntó con cierto nerviosismo empezando a entrar en pánico.

 

      —Deben haberse caído las antenas… O tal vez es porque no hay luz, la mayoría de las antenas funcionan con luz…—informó con tono preocupado. Parecía increíble pensar que toda la tecnología alcanzada por el hombre, sucumbiera en cosa de segundos gracias a la fuerza de la naturaleza.

 

 

            Eiri procuró manejar con cuidado temiendo en la posibilidad de que el pavimento estuviera en mal estado, pero hasta el momento, sólo había conseguido ver un par de grietas. Aún así, no podía arriesgarse.

            Encendió la radio del automóvil, para informarse sobre lo que había pasado, pues ya eran las ocho de la mañana y él aún no sabía qué había ocurrido, ni dónde había sido. Necesitaba saber por lo menos, qué tan grande había sido el sismo.

 

 

      —Vamos a un contacto con la *JMA, allí está nuestro enviado especial, Hizaki Udo. Adelante, Hizaki-san— se escuchaba desde la radio.

 

      —En este momento, el primer ministro, *Yukio Hatoyama-san, está hablando sobre el terremoto magnitud 8,4 Richter ocurrido a las 3:27 de la madrugada en las cercanías de Izumi, Osaka. ¡Escuchémoslo!

 

      —Ya se han movilizado los equipos de rescate hacia las zonas afectadas, las cuales corresponden a las prefecturas de Osaka, Kioto, Hyogo, Wakayama y Nara. Aún se desconocen el real alcance del terremoto, pero hasta el momento se han reportado alrededor de 200 muertos y un número indeterminado de personas desaparecidas. —Shuichi se llevó una mano a la boca debido a la sorpresa. ¡200 muertos! No era una cifra alta, pero… ¿Tan terrible había sido?

 

 

      Yuki al ver la reacción de su niño al escuchar las palabras del parlamentario, optó por apagar la radio.  No quería que se asustara más de lo que ya estaba, necesitaba tiempo para que Shuichi se calmara y no entrara en pánico ante el más suave movimiento.

 

            Volvió a poner atención en el camino. No andaban tantos autos en la calle, pero de pronto, sintió algo raro. Por alguna extraña razón, el auto se desestabilizaba sin que lo advirtiera, trataba de manipularlo con el manubrio para mantenerlo en línea recta, pero el carro se desviaba hacia a un lado. Lo peor es que pavimento desaparecía momentáneamente para reaparecer en varias ocasiones.

 

            De pronto, oyó gritos y vio gente correr. Una nueva réplica se hacía presente y al parecer era más fuerte que las anteriores.

            Tardó tanto en reaccionar, que el brusco e inesperado movimiento provocado por el seísmo, le impidió detener el auto a tiempo, desviándolo del camino y haciéndolo chocar contra un poste del alumbrado…

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Bueno, espero que les haya gustado!! qué creen que les pasará a Yuki y a Shu?? Estarán heridos? se habrán muerto? Veánlo en el próximo capitulo de Earthquake!!! xD

Observaciones:

JMA: Japan Meteorological Agency o agencia meteorológica de Japón. Es un organismo del gobierno que se encarga del pronóstico del tiempo y de las observaciones y advertencias de terremotos, tsunamis, volcanes y otros.

Yukio Hatoyama:  Es el actual primer ministro de Japón.

*otros: Japón se divide en 47 prefecturas, entre las cuales estan las cinco nombradas en el fic.

Bueno, ya me largo! espero sus comentarios y por si alguien quiere contactarme, les dejo mi mail: chica_zelda@hotmail.com

Cuidense, mata ne!!!


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