EL PESO DEL ALMA
Sintió un golpe en su cuerpo, luego otro, y otro mas, dolía demasiado pero no lo podía detener; amaba con toda el alma a quien en estos momentos lo estaba lastimando, y no eran los golpes a su ya lastimado cuerpo lo que mas dolor le causaba, no, eran los golpes que recibía su alma cada vez que ese hombre le insultaba y le gritaba que le odiaba, solo para que al instante siguiente le pidiera perdón y le tomara en brazos tan delicadamente como si fuera de cristal.
Entre pétalos de rosas busqué su amor
y encontré violencia en lo que antes era una flor.
Le entregué mi cuerpo, él compró mi juventud
a cambio de partirme el alma en dos.
Le tomó del cuello y lo aprisionó contra la pared, sus miradas se encontraron: una llena de odio y rabia sin razón; la otra, solo reflejaba miedo, angustia, pero, sobre todo: dolor. Escuchaba sin cesar lo insultos que le eran profesados, en un instante de silencio sus alientos chocaron y Afrodita percibió el olor a alcohol en el aliento del otro; siempre era igual: golpes e insultos venían de la mano de quien en su momento le juro amor eterno y cuidarle hasta la muerte.
Dejé de esperar que el perfume de su voz
no destilara odio y alcohol,
que sus golpes no dolieran.
Un nuevo golpe en su rostro le hizo caer al suelo golpeándose en la cabeza, sintió una fuerte punzada de dolor, percibió el olor a sangre, su vista se nubló y, en la lejanía pudo escuchar los gritos de DM, arrepentido de lo que había hecho y asustado por la sangre que emanaba de Afrodita. Aquí se repetía la historia de siempre: tomaba, le golpeaba y, cuando estaba casi muerto le curaba y le pedía perdón “ya es tarde, aun así…Te Amo” fue su último pensamiento, y su último sentir: los brazos de DM rodeándolo con fuerza, intentando de algún modo retenerlo a su lado, y después…nada, solo una densa oscuridad cubriéndolo todo.
Dime por qué no he tenido
alguien que cuidará de mí
y ahora que mi vida echó a dormir
siento que apenas viví.
La oscuridad fue disipándose y un haz de luz la atravesó, entre la penumbra pudo distinguir una silueta masculina acercándose a él, de elegante caminar este ser lucia una hermosa cabellera larga y negra que por momentos se confundía con la oscuridad que les rodeaba, siguió acercándosele y, conforme lo hacia pudo distinguir le rostro de quien, ahora le tendía una mano y le hablaba:
Ven, toma mi mano y duerme.
Yo soy la voz de la vida
y de la muerte,
un hola y un adiós.
¡Hades! Su sorpresa no tuvo límites pues el Rey del Inframundo era quien estaba ahí; a su lado, sonriéndole, inspirándole una paz que jamás imagino podría llegar a sentir.
Soñarás caricias sobre un lecho de calma y de Luz
y perfumaré tu alma con gotas de paz y de amor.
Lagrimas comenzaron a recorrer sus blancas mejillas; no quería creer que lo que le prometieran fuera verdad, ya había escuchado eso antes y quien lo prometiera fue justamente el causante de su actual estado.
Deja de llorar.
Abrázame, ya todo terminó.
Hoy la ternura peinará tu piel.
Sobre el arco iris hay
alguien que te espera.
“¿Por qué?” fue su pensamiento el cual fue respondido por un “Por que te amo”. No supo por que pero creyó lo que le dijo, tenía tantos deseos de creer, de sentir que hay alguien que le quiere, que le protegería y, que solo tenia una petición para con él:
Deja que mimen tu boca
los labios del amanecer
Que el susurro del dolor se irá
y que arda en olvido, el ayer.
Hades se acercó aún más y unió sus bocas en un tierno beso, cálido como nunca antes había sentido otro, al terminar el beso tomó el rostro de Afrodita entre sus manos y posó sus hermosos ojos verdes en los cielos que poseía el otro.
Que el placer duerma en tu pecho
y con besos anude tu ser
que la amargura hoy eche a volar.
te espera otra flor, sígueme.
Percibió una pequeña sonrisa en los labios que acababa de besar, vio un atisbo de esperanza reflejada en sus pupilas y, después, miedo; miedo de aquel que tanto le había lastimado. Él sabia perfectamente lo mucho que ese ángel que tenia ante sí había sufrido, él mismo padeció la eterna espera para tenerlo a su lado, pero ya no, no permitiría ver angustia y dolor en esos ojos tan azules, tan puros.
Despídete ya,
se acaba el tiempo, ven hacia la luz.
No tengas miedo, él no volverá.
La eterna angustia será su condena.
Deja que mimen tu boca
los labios del amanecer
Que el susurro del dolor se irá
y que arda en olvido, el ayer.
Afrodita sonrió, esta vez más ampliamente, había un brillo especial en sus ojos; era esperanza, alegría, ya no había temor, ya no.
Le tomó de la mano y emprendieron el camino hacia su felicidad, hacia un lugar donde nadie perturbaría la paz de su alma y, donde absolutamente nadie les podría separar…
Te espera otra flor sígueme.
*************FIN*************