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Sodoma por Marquesa de Sade

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El menor de los Elric por poco despertó dando un salto. Incluso antes de darse cuenta de que en verdad lo habían atrapado con las manos en la masa, el corazón ya le había empezado a latir con fuerza. No había muchas excusas que dar. Su hermano desnudo, las sábanas del sofá-cama revueltas, su cremallera baja. Todo apuntaba hacia una indiscutible culpabilidad.

 

—Creo que este es un asunto que deben resolver entre ustedes—opinó Lust.— Lo mejor será que Gluttony y yo nos vayamos. Ven, Gluttony.

 

Dio la sensación de que Envy no la oyó, o al menos no respondió nada. Su vista y su atención estaban clavadas en el joven castaño cuyos labios temblaban. Un millón de variados y mortíferos castigos surcaron su mente. Después de todo, larga era la lista de los hombres muertos en sus manos. Hasta se había encargado de Kimblee por la posibilidad de que éste se hubiese atrevido a tocar a su amante durante el tiempo que había sido prisionero de su organización. Qué más daba uno más.

 

Sin embargo, antes de que algo irreversible sucediera, la salvación de Alphonse llegó. O, mejor dicho, despertó, pues todo el interés de Envy fue robado por los bostezos y ronroneos que el rubio comenzó a realizar mientras se desperezaba.

 

—Pride... ¿Estás... bien?

 

—... Envy—le respondió con pereza.

 

Alphonse se le quedó mirando, también sorprendido por su evidente mejoría.

 

Entonces el peliverde, por algún motivo que tenía que ver con lo que le mostraban sus ojos, dejó de sentir celos. O, al menos, fueron otros los caprichos que se superpusieron a su lista de prioridades.

 

Lentamente se acercó al sofá-cama, en donde el castaño todavía se encontraba entre asombrado y aterrorizado. Se había sentado sobre el colchón y mantenía la espalda apoyada contra la pared.

 

—Definitivamente habrá que castigarte—sentenció Envy, entornando los párpados y relamiéndose los labios. —¿Qué opinas tú, Pride?

 

—¿Vamos a hacerlo con Al?

 

—Bueno, es una posibilidad. ¿Se te ocurre otra cosa?

 

—A mí me parece bien.

 

Mientras ambos amantes deliberaban acerca de su inmediato futuro, Alphonse permanecía inmóvil, muerto de nervios. Lo que le había hecho a su nii-san horas atrás le bastaba como castigo, pues sabía que en toda su vida jamás se perdonaría a sí mismo. Conocía al pérfido de Envy y el sólo hecho de estar a su merced lo llenaba de miedo y angustia.

 

—Vamos... ¿Me dirás que te da pena luego de lo que evidentemente has hecho con tu hermano?—le preguntó el peliverde, trepándose al sofá-cama y tomándolo del brazo para acercarlo a él.

 

—¡No! Por favor... ¡No me hagas esto!

 

—¡Uff! No te pongas dramático. Sabrás que cuanto más te me resistas, más ganas me darán de violarte, y más difícil será para ti. Vamos, Pride, ayúdame a desnudarlo.

 

Obedeciendo casi con alegría, el rubio aprovechó que Envy lo sujetaba firmemente por la cadera para quitarle la camiseta que llevaba puesta. Un bonito y lampiño pecho, muy similar al suyo, quedó al descubierto, completamente expuesto ahora que las manos de su dueño eran retenidas detrás de su espalda.

 

—Eres muy hermoso, Alphonse. No sé cómo no te nos uniste antes.

 

—¡Basta, nii-san!

 

Gracias a las caricias que las yemas de los dedos de Envy comenzaron a dar a las tetillas de Alphonse, las quejas de éste fueron sofocadas al menos por un momento, y reemplazadas por un exquisito rubor en sus mejillas. Pride, por su parte, no se quedó quieto, sino que decidió explorar con su lengua zonas más inferiores, como la delicada piel del abdomen y, luego de hacer un a un lado la tela de los pantalones, la línea de la ingle. Tales atenciones provocaron que la respiración de la joven víctima se agitara notablemente. El castigo, si se podía llamar así, estaba surtiendo efecto.

 

—¿Verdad que se siente bien?—inquirió el peliverde. —No tienes por qué ser tan mojigato.

 

—Ya... Ya basta... Por favor..... ¡Ah!

 

—Ni lo sueñes. ¿Acaso no adviertes mi excitación a través de la ropa? Hasta que eso no se vaya no pienso dejarte en paz. Pride, termina de quitarle los pantalones y la ropa interior.

 

Una nueva tentativa de resistencia, aunque esta vez algo más leve, tuvo lugar por parte de Alphonse, quien en vano deseaba escapar del regazo de Envy y de las cosas que Edward le hacía. Una vez que se encontró completamente desnudo, sintió que un dedo intentaba introducirse en su ano.

 

—¡Wow! Esto sí que está estrecho. Me recuerda a la primera vez que violé a Pride. ¿Te acuerdas? Necesitaré bastante lubricante. Y tú, Alphonse, será mejor que te relajes si no quieres que te haga daño.

 

Mientras veía cómo su hermano corría fríamente hacia las pertenencias de Envy para buscar lo que le pedían, sus ojos se llenaron de lágrimas. Comenzó a temblar como un niño asustado. Realmente estaba asustado.

 

En cuanto Envy tuvo la crema lubricante en sus manos, se encargó de embadurnarse el miembro hinchado y también de meter un poco dentro del orificio en el que pensaba introducirse. Luego, no sin encontrar resistencia, levantó el cuerpo de Alphonse sosteniéndolo nuevamente de las caderas, acomodó su miembro sobre su entrada y, lentamente, lo fue penetrando. Ahora las lágrimas se derramaban libremente sobre el rostro del menor.

 

—¿Te duele, Al?—le preguntó Pride, acariciándole la cabeza con ternura.

 

—Sí... Duele muchísimo... —contestó con un hilo de voz. Aún temblaba, y un sudor frío le cubría la piel.

 

—No te preocupes. Yo haré que te sientas mejor.

 

Dicho esto, el rubio se recostó boca abajo sobre el sillón-cama y comenzó a masturbar y a lamer su sexo.

 

Una vez que Envy estuvo completamente dentro de él, sus movimientos pélvicos tomaron un ritmo más rápido y continuo, al mismo tiempo que éste volvía a acariciarle los pezones y aprovechaba esporádicamente para mordisquearle la oreja y el cuello. De esta forma, ninguna zona erógena del inocente de Alphonse quedaba desatendida, cosa que no tardó en convertirse en el motivo por el cual el castaño dejó de llorar y comenzó a gemir de placer.

 

—¿Y qué te parece, Pride? ¿Que le esté robando la virginidad a tu pequeño hermanito y le esté gustando tanto?

 

—Yo también quiero probarlo... —respondió el aludido, incorporándose y hundiendo su lengua en la boca de Alphonse. A pesar de ser su primer beso, no hubo en él nada parecido a la vergüenza. Todo lo contrario. Alphonse se abrazó a él, profundizando el contacto, y se le arrojó encima, separándose de Envy.

 

Nii-san... —susurró en un momento en que rompió el beso para mirar a su hermano a los ojos, momento que Pride aprovechó para penetrarlo. —¡Ahh! ¡Ahh, nii-san!

 

Ya no hubo necesidad de forzar a nadie, pues ambos hermanos se encontraban muy excitados y a gusto con lo que hacían.

 

—¡Hey! ¡Eso es injusto!—se quejó el peliverde.

 

Afortunadamente, antes de que éste tuviese más oportunidades de reclamar un poco de atención, Pride decidió cambiar de posición, dándose la vuelta y colocando a Alphonse debajo suyo para lograr mayor control. Envy quiso sacar ventaja de tal situación y, colocándose detrás del rubio luego de haberse puesto un poco más de lubricante, lo penetró.

 

—Ahh... Envy, eres un... maldito depravado.

 

—¡Hasta que te diste cuenta! Anda, levanta un poco ese trasero. ¡Ja! ¿Ves esto, Hohenheim? ¡Puedes revolcarte en tu tumba, porque tus dos hijos me pertenecen ahora!

 

Tras escuchar tales palabras, Alphonse se cubrió el rostro con las manos y se hizo a un lado, apartándose de quien lo estaba poseyendo.

 

—Esto está mal... Esto está mal... —repetía con voz entrecortada. Sus lágrimas volvían a fluir.

 

—¿Qué dices? ¿Por qué... crees que esto está mal?—le preguntó Pride, aún siendo poseído por Envy.

 

—¡¿Cómo que por qué?! ¡Porque eres mi hermano! Y esto... Esto...

 

—No deberías negártele a la persona que te ha salvado la vida.

 

—¿Eh? ¿Salvado la vida? ¿Qué quieres decir?—quiso saber el menor, mirándolo con los ojos enrojecidos y muy abiertos.

 

—Cuando estuve prisionero... y me alquilaban a extraños y maltrataban a diario... no me quedó otra opción más que ser muy... obediente. ¿Y sabes por qué? Porque... me amenazaron con que te matarían... si yo no... no lo hacía...

 

Nii-san, eso...

 

—Incluso si me quitaba la vida... temía que te mataran... Bueno, pensándolo de esa... forma... ¡ah! ..., supongo que sigo vivo gracias... a ti. Mi mente está bastante confusa... Al... Sólo puedo pensar en... tocarte y hacerte mío de nuevo... Al...

 

Nii-san...

 

—Ya ves—acotó el peliverde, levantando un poco a Pride para alcanzar a masturbar su miembro. —Te has portado muy mal con tu hermano. Será mejor que hagas lo que te pide, o de lo contrario tendré que contarle cuál fue tu reacción cuando vine a pedirte ayuda.

 

—¡No!—suplicó el castaño, incorporándose de inmediato. Luego inclinó la cabeza, sabiéndose derrotado, y se sentó con las piernas abiertas delante de ambos amantes. Fue Envy quien guió el miembro del rubio hacia la entrada de su hermanito mientras se deleitaba por el sacrificio que se le ofrecía.

 

No faltaba mucho para el clímax de todos, así que a los pocos minutos Envy se vino dentro del cuerpo de Pride, éste dentro del de Alphonse, y Alphonse sobre su propio abdomen y sobre la mano del rubio.

 

—Eso ha sido... MUY interesante—opinó Envy, intentando recuperar el aliento.—Habrá que repetirlo. ¿No crees, Alphonse?

 

El aludido no respondió. Se había acurrucado en un rincón. Lloraba.

 

—Bah... Ya te acostumbrarás.

 


 

Tras haber concluido con su quinta canción, los integrantes de lo que quedaba de Pewflexxx decidieron hacer una pausa para tomarse un descanso y acabar sus cervezas.

 

—¿Y cómo está Pride?—quiso saber la tecladista.

 

—No está tan mal—respondió el peliverde cantante. —A veces dice cosas extrañas, y hasta en ocasiones se desorienta por completo. Quizá esté comenzando a volverse loco.

 

—Envy—lo interrumpió la mujer. —Ese chico comenzó a volverse loco desde el primer momento en que se conocieron.

 

—¡Ja! Supongo que tienes razón. Es el efecto que causo en la gente—bromeó antes de echarle un último trago a su cerveza.

 

—¿Y el hermano?

 

—¿Alphonse? No se atrevió a tratar conmigo nunca más el pobre diablo. Sé que habla por teléfono con Pride de vez en cuando, aunque Pride no me lo quiera decir. Pero tengo la sensación de que tarde o temprano caerá en mis garras.

 

—Pobre chiquillo... Oye, ¿y crees que Pride volverá a tocar la guitarra con nosotros?

 

—¡Claro! Poco a poco está comenzando a practicar de nuevo. Hay que darle tiempo, no sea cosa que le de uno de sus ataques de amnesia durante un concierto.

 

—Eso sería gracioso de ver. Nuestros fans ya se están poniendo impacientes.

 

—Si tan ansiosos están, podríamos organizar un concierto pero salteándonos el concierto. Es decir... sólo la parte de la orgía, que en definitiva es lo más interesante.

 

—Nunca cambias, Envy, ¿eh?

 

—Por supuesto que no. En fin... ¿En qué estábamos? ¡A tocar! ¡Nekopedozoofilia! ¡Miauuu!

 

Fin

Notas finales:

Taraan.

Tenía que tener un desenlace demente un fic tan demente.

Bueno, hace como un año que no tengo inspiración para escribir, así que es probable que el fic que tengo empezado (Hyacinthe) siga muerto por un buen rato.

 

Cambiando de tema horrorosamente, ¿les gusta rolear? Los invito a un RPG literario de personajes originales:

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