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Sodoma por Marquesa de Sade

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Notas del capitulo:

Como curiosidad, les cuento que hace unas semanas hablaron de mi fanfic Rock en una radio online llamada Radiación Otaku. ¡Muchas gracias a DJ Youko por la nota!

 

Eran cerca de las dos de la madrugada. Afuera del pequeño departamento ubicado en la periferia de la ciudad, llovía con fuerza. La tormenta había comenzado antes de que el indeseable visitante llegara, así que en el suelo de viejas baldosas se habían formado diminutos charquitos. Ninguno de los presentes tenía especial apetencia de romper el silencio reinante entre las cuatro apretadas paredes. Pero el tiempo apremiaba para uno de ellos.

 

 

—Necesito tu ayuda.

 

El otro, sentado donde estaba, realizó un movimiento brusco con el cuerpo, como si le costara reprimir los monstruos que le ordenaban gritar un millón de injurias.

 

—¿Es una broma? Todavía no comprendo cómo tienes el descaro de venir a mi casa.

 

—Supongo que aún no entiendes la gravedad de la situación, ¿no?

 

Envy se quitó el abrigo empapado, colocándolo en el respaldo de una silla. El lugar apestaba a humedad. Después de haber visto morir a su padre frente a sus ojos, Alphonse había decidido vender la casa en donde todo había ocurrido. Como era de esperarse, el precio al que se vende una propiedad donde ocurrieron tremendas tragedias no puede ser demasiado elevado. Todo ello se había llevado a cabo una vez que el joven saliera de la institución mental donde lo internaron durante un mes. Los signos de tales vivencias eran fácilmente observables en sus pronunciadas ojeras y sus erráticos ademanes. Envy no se veía mucho mejor. Sus párpados inferiores se hallaban oscurecidos y tenía moretones y rasguños en varios sitios.

 

—No te acomodes demasiado—le advirtió el menor.

 

—¡Demonios! ¡No es momento para andar haciéndose el ofendido! Tu hermano...

 

—El que no entiende nada eres tú, Envy. ¿O acaso no lo recuerdas? Te apareciste en nuestras vidas presentándote como un buen amigo. Te creímos. Y al final... Bueno, no hace falta que te diga lo que sucedió. Todo ese infierno fue culpa tuya. Mi padre fue asesinado, mi hermano dejó de hablarme, mi mejor amiga, Winry, se negó a volver a verme. Me quedé completamente solo. Me arruinaste la vida. Y ahora... ¿Ahora pretendes que te ayude?

 

—No quiero que me ayudes a mí, sino a Pride. Si pudiera hacerlo solo por supuesto que lo haría. ¿Crees que me divierte ir por allí pidiendo favores? Logré sacarles bastante información a los secuestradores, pero son demasiados y están tras de mí todo el tiempo. Ni siquiera me dejan dormir tranquilo. Probablemente también te tengan vigilado a ti y ya sepan que estoy aquí. No podemos dejar que se salgan con la suya. ¡Él es tu hermano! Yo tengo que rescatar a Pride. Yo... Yo...

 

—No, Envy—lo interrumpió Alphonse. —Esa persona a la que llamas Pride no es más que una invención creada por ti. Ya no es mi hermano. Mi hermano Edward está muerto. Por eso crees amarlo, porque sólo te amas a ti mismo. Ahora vete o llamaré a la policía.

 

El peliverde quedó atónito por semejante análisis, pero luego curvó los labios hacia abajo en una mueca de asco, manoteó su abrigo y se giró en dirección a la salida.

 

—Definitivamente, lo que no le falta a este mundo es gente cobarde. Y no creo haber arruinado tu vida. Estoy seguro de que era una mierda antes de que me conocieras—espetó, cerrando la puerta de un golpe. Nuevamente, su misma sangre volvía a decepcionarlo.

 

 


 

 

El invierno había concluido. Abundantes y sucesivas lluvias acompañaban la llegada de la primavera. Pride no podía presenciar tales fenómenos naturales, pero al menos oía el repicar de las gotas cayendo afuera y se entretenía observando los surcos de agua que se deslizaban desde la ventana hasta amontonarse en el suelo.

 

Mientras el cielo se hallaba cubierto de densos nubarrones y  los rayos castigaban la tierra, Pride encontraba a Envy en el único sitio en el que le era posible: en sus sueños. Imaginaba su cuerpo, esbelto y cómodamente liviano, sobre el suyo, una de sus manos acariciando tiernamente su frente y sus mejillas levemente sonrojadas. Lo deseaba. Lo deseaba muchísimo. En cuanto éste descendió para lamer sus pezones, exhaló un suspiro de placer, anhelando no despertar jamás. Sus figuras ya comenzaban a ondularse voluptuosamente, buscando mayor contacto y fricción.

 

—Envy... Yo...

 

—Shhh.... —lo silenció, colocando el dedo índice sobre sus labios húmedos. —No querrás que sepan que estoy aquí...

 

—Pero...

 

—Shhh...

 

Se resignó a cerrar los ojos, preparándose para relajarse y sólo disfrutar. Nada debería arruinar ese magistral momento. Abrió las piernas, listo a concretar lo inevitable. Entonces...

 

—¡¡Aaaggh!!

 

Quien ahora estaba delante suyo no era Envy, sino el responsable de su captura. El repentino dolor causado por el cuello de una botella introducido en su ano lo había obligado a regresar a la vigilia. Sus muñecas, siempre esposadas, habían sido sujetadas a los barrotes de la cama con ayuda de su cadena.

 

—¡¿Qué... qué haces?! ¡¡Quita eso!!—exclamó, debatiéndose en vano.

 

—Eh, tranquilo... Sólo pensé que quizá tendrías... sed—alegó Greed. Gracias a que no llevaba sus redondas lentes de costumbre era posible notar lo irritado que tenía los ojos y sus pupilas algo dilatadas.

 

—¡Por Dios! ¡Recuerda que Mustang...!

 

—¡¿Mustang?! ¡Ese coronelsucho engreído! Como si me importaran sus estúpidos tratos... ¡Tú eres mío! ¡Mi propiedad! ¡Mío! ¡Mío!

 

Pride apretó los dientes y contrajo los puños, padeciendo espantosos sufrimientos al ser movido el cuello de la botella dentro suyo en forma circular. La textura del mismo era como de gruesos anillos apilados, cosa que ayudaba a aumentar su tortura.

 

—¡El pico... el pico está filoso! ¡Me está lastimando! ¡Alguien! ¡¡Alguien que me ayude!!

 

Greed no sólo hizo caso omiso a sus gritos, sino que inclinó la botella de manera que lo poco que restaba de la bebida alcohólica que ésta contenía se vertió en sus recién abiertas heridas.

 

—¿Ves? Al menos no se infectará...

 

—¡¡No!! ¡Quítala!

 

—Uh... Si insistes tanto...

 

De un brusco tirón retiró la botella, arrojándola a un rincón, donde se hizo añicos. Luego, con movimientos torpes se abalanzó sobre el rubio, ignorando las lágrimas que empapaban su rostro y el temblor de su piel, y lo penetró.

 

—Mierda... —musitó, balanceándose hacia delante y hacia atrás sin lograr mantener un ritmo regular. —No entiendo cómo después de todo sigues siendo tan estrecho... Debe ser un don o algo así...

 

Ya mareado por el incesante dolor, Pride descendió la mirada, descubriendo al miembro hinchado de Greed manchándose progresivamente de sangre cada vez que entraba y salía. De pronto, su garganta se vio rodeada por lo que sobraba de cadena. No hubo más aire que pasara por su tráquea. Los ojos de Greed, completamente abiertos, brillaron de gusto y de locura.

 

—¡¿Oyes ese ruido, Edward?! ¡Creo que te estoy destruyendo las entrañas!

 

Cuando pensó que ya no aguantaría más, que se desmayaría o moriría si aquello no terminaba, su agresor se desplomó sobre él, inconsciente. Lo primero que hizo tras recuperar un poco de oxígeno y energía fue separarse de él y arrojarlo a un lado. Respirando agitadamente, aún padeciendo espasmos por el trauma, se liberó de su amarre y envolvió el cuello del otro con la cadena. Un par de minutos le bastarían para acabar con su vida. Miles de pensamientos cruzaron su alterada mente.

 

Si asesinaba a Greed, no cabía dudas de que sus secuaces luego lo asesinarían a él. Basado en ese razonamiento, revisó en sus bolsillos en búsqueda de la llave que abriera sus esposas. No encontró más que un paquete de cigarrillos. Ni siquiera un arma o un miserable encendedor. Decidió regresar a su anterior cometido. Meditó acerca de sus posibilidades, de lo insoportable que resultaría seguir viviendo de esa manera. Observó las sábanas sucias de sangre y transpiración. Apretó ambos extremos de la cadena con fuerza, sin atreverse aún a jalar hacia los lados.

 

“No cometas estupideces. De seguro Envy viene en camino”, dijo una voz dentro de su cabeza. Entonces recordó lo que Envy le había enseñado tiempo atrás, cuando él aún no se llamaba Pride: “Nunca, jamás, confíes en nadie. Ni siquiera en mí. La confianza que depositas en otra persona se convierte en una debilidad. Y tú no eres débil.”

 

Envy no vendría.

 

Tenía que jalar.

 

 

Notas finales:

Continuará...

 

Nunca me cansaré de torturar a Edward jaja


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