Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sodoma por Marquesa de Sade

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Me he tomado vacaciones de Amor-Yaoi, je... Yo estoy en el hemisferio sur, así que no sé si los de arriba aún estén de vacaciones.

En fin, ¿en qué nos habíamos quedado?

 

En algún sitio llovía. Lo sabía porque oía el golpetear de las gotas en los vidrios opacos de los ventanales. Pero era en el exterior, cruzando las paredes y el techo que lo protegían de un lugar que no le concernía. Parpadeó lentamente, sintiendo demasiada pereza como para cambiar de posición. A pocos metros suyo se ubicaba una bella estantería que contenía delicados y brillantes adornos. Y, entre dichos adornos, la arena caía en el interior del pequeño reloj de arena descontando las horas que faltaban para que volviese a tomar su medicina. Era la única noción del tiempo que tenía. Doce horas. Casi todo en la habitación era color ámbar. Se preguntaba si acaso no habrían considerado el detalle de que todo combinara con sus irises. Quizá algún día desapareciera, hundiéndose entre tanto ámbar.

 

—¿Cómo te sientes hoy, Edward?

 

—Muy bien—respondió sin desviar la mirada de los diminutos granos amontonándose unos sobre otros. Luego curvó los labios en una amplia sonrisa y finalmente giró la cabeza para encontrarse con los penetrantes ojos negros. —He recobrado un recuerdo.

 

La usual expresión mesurada del hombre que lo acompañaba se tornó de pronto en una de extrañeza. Tal vez de preocupación.

 

—¿Un recuerdo? ¿Cuándo ha sucedido eso?

 

—Hace unos minutos, antes de que entraras. Estoy feliz por haberlo recuperado, aunque no es un recuerdo agradable. Yo estaba... yo estaba en una habitación pequeña. Creo que era una casa. Y había mucha gente. Era una situación muy tensa. Yo sufría un gran dolor, no sé exactamente por qué. Entonces una de las personas le disparaba a otra... Era mi padre, a mi padre le dispararon. Y también había un chico de cabello verde... Un chico... ¿Me estás escuchando?

 

—Sí, sí. Lo siento—se disculpó el Coronel, que había comenzado a mover los ojos y el entrecejo de manera curiosa. —Me preocupa un poco tu recuerdo.

 

—¿No estás feliz por mí? ¡La medicación está funcionando!

 

—Claro que funciona; para eso la estás tomando. Pero debes ser paciente ya que sus efectos no son seguros. No te angusties en el caso de que llegues a volver a perder este recuerdo.

 

—¿Perderlo? ¡No quiero perderlo!

 

Suavemente, el morocho comenzó a acariciarle el dorso de una de sus manos, y a pasear la vista por la parte de su cuerpo que se hallaba oculta bajo las mantas.

 

—Hay algo que podemos hacer. Podemos acortar el tiempo entre dosis y dosis. Eso ayudaría a curar tu amnesia. Pero tienes que saber que podría poner en peligro tu salud.

 

Edward se incorporó sobre el colchón, permitiendo que las sábanas de seda acariciaran su torso al deslizarse sobre su piel. Antes de responder, depositó un tierno beso en el cuello descubierto del Coronel.

 

—Sabes que lo haré—le susurró en el oído. —Me gustaría salir. Quisiera saber qué le ocurrió a mi padre. Y quién es ese chico...

 

—Todo a su momento—lo interrumpió el otro. —La medicina te hará sentir débil. Aquí estás seguro.

 

Fundidos en un cálido abrazo, ambos cuerpos, vencidos por la fuerza de gravedad y por el amor, se dejaron caer sobre la cama.

 

En algún sitio aún llovía. Pero el sol siempre parecía brillar dentro de la habitación color ámbar.

 

----------------------------------------

 

Procurando apaciguar su respiración agitada, se echó a correr por aquellos interminables pasillos con los ojos bien abiertos para compensar la falta de luz que él mismo había provocado. El lugar le hizo pensar en la madriguera de un animal que cava confusos pasadizos bajo la tierra. Tal vez en un hormiguero. Pero las hormigas, finalmente, habían cesado de salir a su ataque. Aún se oían algunas voces lejanas, desesperadas y manifestando confusión. Hacia ellas se dirigía.

 

Se hallaba un poco herido y bastante cansado. Pero aquello, en vez de echarlo hacia atrás, lo llenaba de adrenalina y de éxtasis. La sangre, más ajena que propia, se esparcía por su cuerpo. De una patada derribó lo que parecía ser la última puerta sin revisar. Uno, dos matones cayeron al suelo sin lograr reaccionar a tiempo, interceptados por sus infalibles disparos. La extenuante práctica daba sus frutos.

 

No consideró pertinente, por el momento, asesinar al sujeto que, con expresión altiva y con las palmas de las manos apoyadas sobre un escritorio, lo observaba inmóvil.

 

—Tú debes ser Envy—dijo, sin mover otra cosa que los labios. —Greed siempre temió que vendrías algún día. En ocasiones parecía cagado de miedo. Definitivamente te conocía bien.

 

Envy rió de lado, agitando la cabeza un poco hacia los lados para quitarse los húmedos mechones del rostro.

 

—Efectivamente. ¿Me dirás dónde se está escondiendo ahora, o tendré que aplicar los mismos métodos que usé con los lacayos que enviaron a fastidiarme?

 

—Eso depende... —respondió el otro.

 

—¿Qué quieres decir?

 

—Hoy estoy de humor para contestarte una sola de tus preguntas. Veamos, Envy, ¿qué es más importante para ti? ¿La venganza, o recuperar lo que te quitaron?

 

En un santiamén, la sonrisa del peliverde se había borrado sin dejar rastros.

 

—Pride... ¡Dime dónde está!

 

—No está aquí. Yo soy el único que conoce su paradero. Mi nombre es Kimblee. Mucho gust-

 

La burlona presentación del hombre fue enseguida interrumpida por la metálica punta del revólver apretándose sobre su frente.

 

—Dime-adónde-mierda-tienen-a-Pride.

 

—Tsk... Veo que no es muy divertido jugar contigo—se quejó Kimblee, dándole una palmada al arma para alejarla de su cabeza.

 

—Bien, da igual. Te mataré y encontraré a Greed para que me lo diga.

 

—Greed está muerto. Dudo que sirva de mucho presionarlo para que confiese nada.

 

Inconscientemente, Envy dio un paso hacia atrás, sintiendo cómo el corazón se le encogía dentro del pecho.

 

—¿Muerto? Estás mintiendo.

 

—¿No me crees? Podría enseñarte su cadáver un día de estos si no tienes nada mejor que hacer.

 

Si no se hubiese concentrado lo suficiente en contraer los músculos del brazo y la mano, de seguro el revólver se hubiese escurrido de sus largos dedos. ¿Greed, muerto? ¿Acaso alguna especie de maldición lo condenaba a jamás llegar a vengarse de sus enemigos?

 

—¿Quién? ¿Quién lo ha matado?

 

Kimblee ensanchó la sonrisa.

 

—Hoy es tu día de suerte. La misma persona que mandó a asesinar a Greed fue quien se llevó a tu bello Adonis. Se trata de un militar rico y afamado, quien lo mantiene encerrado en una mansión escondida dentro de sus interminables tierras. La vigilancia allí es bastante... impenetrable. Suena a cuento de hadas, ¿eh?

 

—Su nombre. ¡Dime su nombre!

 

—Ah, ah—negó el hombre. —Demasiadas respuestas. Esto se está tornando aburrido.

 

Envy comenzaba a desesperarse. ¿Quién diablos era ese sujeto? Debía calmarse, calmarse y hallar la manera de obtener lo que quería, como siempre lo hacía. No tenía por qué ser tan difícil, no después de haber llegado tan lejos. Debía calmarse.

 

—Te ves demasiado tranquilo para la situación—observó entonces. —¿No te enfurece que ese hombre haya matado a Greed y siga con vida?

 

—En absoluto—le contestó. —¿Qué te hace pensar que me importan mis hombres?

 

—No digo tus hombres, pero él formaba parte de tu organización.

 

—Nah... Sinceramente, con el correr del tiempo me he dado cuenta de que hay una sola cosa que me interesa. ¿Sabes cuál es?

 

—No tengo ni la más puta idea.

 

Antes de contestar, Kimblee estiró el cuello hacia adelante y elevó un poco los hombros, como si estuviese a punto de revelar un secreto o un chisme.

 

—Explotar bombas. Ver volar cuerpos humanos en pedazos.—susurró. —De hecho, qué bueno que sacamos el tema de las bombas, porque hay una muy grande a punto de detonarse en este edificio. No deben restar más de un par de minutos, o incluso menos.

 

Una gota de sudor se deslizó por el rostro de Envy. Ese tipo parecía estar tan loco como él, y aquello no era bueno. Pero cada loco tiene su tema.

 

—Tengo una idea—dijo el peliverde. —Desactiva esa bomba y únete a mí. Entonces podrás hacer volar por el aire a muchos más que a nosotros dos.

 

Kimblee entornó los párpados y colocó las manos bajo su barbilla. Sus ojos brillaron de curiosidad en la oscuridad de aquella oficina.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Para los que extrañaban a Envy =P

 

----

Estoy pensando en escribir un nuevo fanfic EnvyxEd. Será ubicado en Francia, durante el Siglo XVIII. En realidad no prometo nada porque no estoy muy inspirada últimamente. ¿Qué dicen? ¿Lo leerían?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).