Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sodoma por Marquesa de Sade

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 

—¡¿Quién es?! ¡¿Dónde está Pride?!

 

Envy oyó a su propia voz chillona y portadora de una cólera tal que pocas veces se había adueñado de él. Hubiese deseado sonar menos desesperado, pero en ese momento no le era posible razonar correctamente.

 

—Oh... —escuchó una voz masculina desconocida al otro lado. —Así que ya te has dado cuenta. Bien por ti. Y si también deseas el bien de Edward Elric y no su muerte, no le darás aviso a la policía ni a nadie, ¿estamos de acuerdo?

 

—¡¿Quién eres?! ¡Hijo de puta!

 

El insulto tuvo como única respuesta al tono intermitente que salía por el auricular. Habían colgado. De pronto se encontraba solo y a oscuras en su habitación, con un viento helado agitándole los cabellos y poniéndole la piel de gallina, temblando. Apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hasta el suelo, donde intentó poner orden a sus pensamientos. Edward Elric, le habían llamado Edward Elric... De tratarse de un secuestro relacionado con Pewflexxx, entonces no habrían mencionado su viejo nombre. Por otro lado, si el objetivo del secuestro fuera la extorsión, ¿no le tendrían que haber exigido ya sus pretensiones? Además, ¿por qué habían secuestrado también a Lust y a Gluttony? ¿Y por qué lo llamaban recién ahora? ¿Y a él?

 

—¡Mierda! ¡Mierda!—exclamó, golpeando la pared varias veces con el puño cerrado.

 

Estaba desorientado. Estaba solo.

 

-------------

 

Frío. Lo único que su cerebro podía procesar era el frío. Tanto frío que dolía. Un frío de muerte. Hacía ya buen rato que había dejado de sentir los dedos y los pies. Su cuerpo ni siquiera era capaz de temblar. Ni hablar de moverse para aprovechar mejor la tela que magramente cubría su cuerpo desnudo desde la cintura hasta el comienzo de los muslos. Tampoco podía ver; aunque era consciente de tener los ojos abiertos, la negrura era absoluta. Sabía que una de sus manos se hallaba a pocos milímetros de su nariz, pero no la veía.

 

No estaba solo en aquel sitio oscuro. A pesar de la invisibilidad y de sus sentidos atrofiados, oía las respiraciones entrecortadas de otras personas. Si se trataba de dos o de veinte, le era imposible discernir. Puede que algunos hubiesen muerto ya. De todas formas, no habría sido capaz de comunicarse con ellos, ni de emitir sonido alguno con su garganta congelada. Quizá muriera antes de llegar a alguna parte. El lugar donde se hallaba se mecía sin pausa, unas veces más violentamente que otras, arrancándole crujidos a la madera vieja. Un barco. Lo llevaban en barco quién sabía adónde.

 

Quiso dormir. Pero el frío, insistente e inexorable, lo traía siempre de vuelta.

 

 

Finalmente, fue el necesario agotamiento lo que lo salvó de aquel infierno congelado, para hacerlo despertar en una habitación de altos muros de piedra grisácea. Las únicas cosas que contrastaban con las paredes y el suelo pétreo eran una alta ventana enrejada(la cual no le era posible alcanzar)y una cama de dos plazas. Un par de grilletes lo mantenían aferrado a una cadena, que a su vez se encontraba clavada al piso. Supuso que el largo de la cadena le permitiría caminar hasta acercarse a no menos de siete pasos de la puerta. Tenía hambre y se sentía exhausto. El frío aún azotaba su piel rudamente descubierta.

 

Abusando de la poca energía con la que contaba, se puso de pie, caminó en círculos por la habitación, estudió cada rincón. Finalmente, se dejó caer sobre la cama, cubriéndose con las delgadas sábanas. El fuerte tintineo que producía la cadena al acompañar sus movimientos lo había puesto aún más nervioso. Debía escapar cuanto antes de allí. Volver con Envy. Aunque todavía no supiese dónde se hallaba ni por qué.

 

Fue aproximadamente tres cuartos de hora más tarde que oyó voces afuera. No tardó en deshacerse de la momentánea somnolencia que por poco lo había llevado a quedarse nuevamente dormido, luego se puso de pie y, como le fue posible, cubrió su desnudez con la sábana. Definitivamente no aparecería recostado e indefenso frente a sus captores. Aunque las extremidades le temblasen y sus piernas estuviesen a punto de flaquear, les haría frente al menos con la postura. Las bisagras de la puerta produjeron un largo chirrido mientras ésta se abría con lentitud exasperante.

 

--------------------------------

 

La extensa calle por la que transitaba era apenas iluminada por los inconstantes faroles instalados a un lado y al otro y por algunas estrellas salpicadas en el cielo nocturno. Cualquiera hubiese apostado por que se encontraba solo y que a su alrededor todo era silencio, pero él sabía que hacía buen rato tales privilegios lo habían abandonado.

 

—¿Van a seguir ocultándose?—preguntó con voz fuerte y clara. —Si deseaban que no los descubriera entonces tendrían que haber sido un poco más silenciosos.

 

Tras semejante provocación, los pasos a sus espaldas resultaron evidentes. En un santiamén se vio rodeado por cinco hombres trajeados que llevaban gafas oscuras. Sonrió, agitando levemente la botella vacía de ginebra que llevaba en una de sus manos.

 

—Entonces... ¿me dirán dónde está Pride? ¿O los tendré que torturar uno por uno para que desembuchen?

 

Nadie respondió. Con rostros inexpresivos, los sujetos se le acercaban. La manopla metálica que uno de ellos llevaba puesta reflejó un destello que le hizo perder el equilibrio y caer de rodillas al suelo. Había bebido bastante de más aquella noche. Sin embargo, la sonrisa no se le borró ni siquiera cuando las piernas de sus perseguidores estuvieron a menos de un metro de distancia de sus ojos.

 

A pesar del alboroto, los gritos y demases ruidos, aquél era un barrio peligroso, por lo que ningún vecino se molestó en llamar a la policía ni mucho menos en intervenir. Tan solo una desprevenida pareja descubrió la golpiza, echando a correr de inmediato sin haberse atrevido a acercarse. Si lo hubiesen hecho, habrían sido testigos del rojo que había teñido la acera, y del grupo de hombres inconscientes, ensangrentados y deformados que allí yacía. El único que resistía despierto era sostenido del cuello manchado de su camisa por Envy, cuyos ojos habían adquirido un brillo casi demoníaco.

 

—Te lo preguntaré una sola vez. No hace falta que te aclare que si no me respondes lo lamentarás mucho—le advirtió. —¿Dónde-está-Pride?

 

—Yo... Yo no lo sé. A mí solamente me enviaron a vigilarte. No tuve nada que ver con el secuestro. Puedes amenazarme o torturarme todo lo que te plazca, pero no diré algo que desconozco.

 

—Je, qué discurso tan valiente, viniendo de alguien en tu situación—dijo el peliverde, arrancándole un grito de dolor al otro tras torcerle uno de sus dedos mayores. —Tienes dos opciones: o ser el más afortunado de tus compañeros y regresar sin una herida más... o ser el más desafortunado: el único que no regrese.

 

El hombre tragó saliva.

 

—Puedo decirte el nombre de la persona que nos envió.

 

—No sé por qué aún no me lo has dicho.

 

—Su nombre es... Greed.

 

Envy parpadeó, momentáneamente desconcertado, pero no tardó en volver a su anterior actitud.

 

—Greed... Qué casualidad. Me estaba acordando de él mientras les rompía los huesos a ustedes.

 

Antes de largarse de allí, se ocupó de que la botella vacía que llevaba consigo reventara hasta el cráneo de su perseguidor. Ahora sí que reinaba el silencio. Continuó transitando aquellas peligrosas calles, sabiendo que ya no podría regresar a su hogar ni tampoco confiar en nadie.

 

-------------------------------

 

—Tú...

 

Pride frunció el entrecejo y permaneció observando con los ojos muy abiertos al hombre que acababa de aparecer tras la puerta.

 

—Así que aún me recuerdas. Ha pasado mucho tiempo, ¿eh?

 

—Tú mataste a mi padre...

 

—¡Es verdad! Y también fui yo quien te hizo esa fea cicatriz que llevas en el pecho. Pero aún me queda mucho por hacer—continuó, comenzando a caminar en círculos por la zona de la habitación a la que el rubio no le era posible llegar. —¿Sabes? Pensé en muchas formas de darle una lección a Envy, pero llegué a la conclusión de que ésta es la mejor: primero haré que se quede solo en el mundo, y haré tu vida miserable. Entonces, cuando ya no se me ocurra de qué otra manera humillarte más, empezaré a encargarme de él. ¿Qué opinas?

 

La mirada de Pride se ensombreció, mientras éste buscaba las palabras apropiadas para expresar su opinión.

 

—Que eres un gran cobarde...

 

—¿Qué has dicho?

 

—¿A quién quieres engañar? Me has secuestrado a mí y al resto de la banda porque le temes a Envy. Lo conoces, sabes perfectamente de lo que es capaz si te metes en su camino. Y te morirías de miedo de sólo pensar que podría escaparse en cualquier momento e ir a buscarte. ¿No es cier-?

 

Su pregunta fue interrumpida por el fuerte puñetazo que Greed le propinó en el rostro, haciéndolo caer al suelo, adolorido y atontado. Una gruesa gota de sangre se deslizó desde su nariz hasta la comisura de sus labios.

 

—Veo que te has vuelto tan insolente como él. Bien, en ese caso seré conciso contigo: tendrás que obedecer a todo lo que yo o cualquiera que venga aquí te ordene. Serás completamente sumiso a todas las exigencias, sean lo que fueren. De lo contrario... mandaré que maten a Envy.

 

Aún descompuesto por el golpe, Pride se las arregló para que su carcajada fuese bien oída.

 

—Tú sí que no entiendes nada, ¿eh?—dijo, sin tener éxito al intentar incorporarse. —Envy no necesita mi protección ni la de nadie. Él puede cuidarse solo. Deberás imaginar una mejor amenaza.

 

Greed apretó los dientes, agachándose para tomar la cadena y así inmovilizar al cautivo, quien ahogó un quejido al sentir sus brazos torciéndose hacia atrás. Luego, removió la sábana que lo cubría. Podría matarlo en ese mismo momento, pero ese cuerpo bien formado, esos bellos y delicados rasgos... Sería un desperdicio de la manera en la que lo considerara. Él era más codicioso que eso. De pronto sintió unas irrefrenables ganas de probar el manjar por el que Envy lo había cambiado. Sonrió torvamente, sabiendo que ahora era de su posesión y que podría hacerlo suyo. Todas las veces que quisiera. De la forma en que quisiera. Aquella podría ser la primera de tantas.

 

—Que así sea... —declaró. —Si no te conviertes en mi obediente esclavo, mandaré a matar a tu hermano menor.

 

Escasas y distantes eran las ocasiones en las que Pride había llorado. Sin embargo, lo poco de Edward Elric que restaba dentro suyo provocó que las lágrimas se amontonaran en sus extenuados ojos dorados.

 

Notas finales:

Continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).