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Sodoma por Marquesa de Sade

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Luego de haber sido amenazado por Pride, y con el temor latente de que Envy planeara una sangrienta venganza contra él por haberle arruinado su mayor deseo, Greed escapó de la ciudad como un perro asustado. Lo primero que hizo fue sacarle el polvo a su vieja agenda de contactos, e hizo bien, pues a pesar de que los pocos que logró ubicar se trataban de drogadictos o alcohólicos buenos para nada, uno de ellos había abandonado ese tipo de infructuosa vida a tiempo para empeñar su falta de escrúpulos y su astucia para algo  más productivo. De esta manera fue salvado de la ruina, convirtiéndose en secuaz de un poderoso miembro de la Mafia. Tuvo suerte, pues ni siquiera con Pewflexxx en la fama hubiese amasado tamaña cantidad de dinero. Pero Greed era en verdad codicioso. No podría dormir en paz, aún rodeado de lujo, riquezas y mujeres hermosas, sabiendo que los que lo habían humillado se encontraban felices y tranquilos, disfrutando del éxito de su bandita de rock y cogiendo como conejos. Él deseaba una venganza. Y qué mejor herramienta para una excelente venganza que la misma Mafia, cuyo mayor ingreso estaba dado por el tráfico de esclavos sexuales.

 

Con un cigarrillo bailando entre sus labios, observó a Pride, arrodillado en el suelo. Casi pudo saborear el odio contenido en sus grandes y redondos ojos. Él se encargaría de que nunca más volviesen a brillar.

 

—Me encantaría poder leer tu mente, Edward—le dijo. —¿Estás esperando que Envy venga a rescatarte como el héroe que no es y nunca será? ¿O acaso lo odias por ser el responsable de que estés aquí ahora? Muero de ganas por saber.

 

Pride no contestó. No respondería a ninguna de las provocaciones de Greed, aunque nada de lo que dijo era cierto. La verdad era que deseaba que Envy lo echara de menos tanto como él lo hacía, que superara los miles de obstáculos que de un momento a otro los habían distanciado. Pero no olvidaba cómo era Envy. No cometería el mismo error que Greed. Quizá para ese entonces ya tuviese otro amante con quien desatar sus pasiones. Probablemente persiguiese a sus secuestradores por Cielo y Tierra por haberse atrevido a echar mano en sus pertenencias, pero nada más. Pride no era estúpido.

 

—Veo que prefieres guardar la energía de tu lengua para otros menesteres. Me parece bien; la necesitarás.

 

Dicho esto, el castaño se retiró y cerró la puerta. Pronto ésta se volvería a abrir, presentando a un nuevo “cliente”. El rubio lo sabía, porque era lo que ocurría todos los días desde que vivía allí, en su pequeña celda, de donde sólo salía para hacer sus necesidades fisiológicas y para asearse.

 

No había nadie con gustos normales entre los que lo visitaban. Se trataban todos ellos de hombres poderosos, podridos en dinero, aburridos de practicar el sexo como Dios manda. Pagaban fortunas por estar con él y cumplir sus depravados caprichos. Podían hacer y exigir todo lo que desearan, excepto lastimarlo. Greed era el único con tal privilegio, y sí que le sacaba provecho con asiduidad.

 

Entre los libertinos que más lo frecuentaban se encontraba un hombre de negocios, regordete y de baja estatura, autodeclarado heterosexual, amante de las mujeres, pero a quien le encantaba cómo se sentía estar dentro de un muchachito. Por este motivo ordenaba que al esclavo lo vistieran lo más afeminado posible, es decir, con vestidos, medias finas, listones y bella lencería. Los genitales masculinos y la ausencia de senos debían ser bien disimulados. También exigía que, si el muchacho gemía mientras lo penetraba, lo hiciera de forma tal que se asemejaran a los gemidos de una mujer. Apenas veía a Pride así ataviado, la locura parecía adueñarse de él. Solía hacer trizas los caros vestidos que tanto le gustaban, aunque jamás quitaba las bragas ni la ropa que cubría al pecho.

 

Otro cliente habitual era un viejo obispo, muy poderoso y respetado en la Iglesia. Bajo su apariencia de anciano cordial y tranquilo se escondía un sádico degenerado. Como hacía años que ya no lograba una erección, le gustaba observar con una amable sonrisa en el rostro cómo su esclavo se masturbaba y se introducía todo tipo de objetos que él mismo llevaba, y cuyo tamaño provocaba aquellas expresiones de dolor que tanto disfrutaba. Entre los que conocían sus poco religiosas aficiones se corría el rumor de que varios jóvenes habían resultado muertos debido a hemorragias causadas por sus preciados “juguetes”.

 

Pero Pride era demasiado valioso para que alguien(exceptuando a Greed) se atreviese a dañarlo. No había uno que no quedase satisfecho con su belleza, la suavidad de sus manos, su extraordinaria sumisión, la exquisita expresión de su rostro al ser poseído. Todos gastaban fortunas en él, y regresaban al poco tiempo para repetir la experiencia o idear una nueva.

 

Comenzaron así a pasar los días de Pride. A ver sucederse los clientes, a volver a complacerlos, y a conocer nuevos. Tras terminar con un cliente, antes de irse a dormir, Greed siempre lo tomaba, sin importar lo que hubiesen hecho con él pocas horas atrás. Cuando contaba con poco tiempo, que eran las más de las veces, lo hacía poner en cuatro patas y lo penetraba sin ningún tipo de preparación, sosteniéndolo fuertemente de la cintura y recordándole que se lo estaba haciendo como a un perro porque no era más que eso. Durante las primeras ocasiones en las que esto ocurría, a Pride se le había secado la garganta de tanto gritar. Después, lentamente, su voz se había ido apagando hasta desaparecer. Sólo restaba el rechinar de la maltratada cama.

 

El cometido de Greed se estaba cumpliendo. Porque al final, su cotidianidad había terminado limitándose a sentir manos, lenguas y miembros desconocidos tocando cada rincón y hurgando en cada orificio de su cuerpo. Sus sentidos habían dejado de percibir sabores u olores, y de todos los sonidos sólo eran procesadas órdenes que cumplía sin pensar, por puro reflejo. Sus nervios se habían acostumbrado al dolor, al igual que su mente a las humillaciones diarias. Por fuera era un muñeco, dócil y obediente, ignorante de las quejas; por dentro, muy adentro, había logrado salvaguardar y encapsular su conciencia(o lo que quedaba de ella) con la esperanza de que algún día podría volver a vivir como un ser humano.

 

Notas finales:

Continuará...

 

Definitivamente no es el mejor capítulo, pero el próximo es uno de mis favoritos y espero que les guste =P


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