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La más terrible enfermedad por Shin Black

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Episodio VI


 


 


 


 


 


 


Llevaba más de media hora encerrado en el baño, con sus manos temblorosas y su mirada perpleja. Estaba entrando en territorio enemigo, en una zona más allá de sus instintos, en un lugar donde cualquier cosa que diga o haga podría repercutir el resto de su vida. Ante el golpeteo de su sobrino en la puerta, quien quería que el muchacho de ojos miel saliera y a eso agregar, la escena que anteriormente había vivido donde se movió de una manera poco común encima de un muchacho de no más de quince años, había tenido como resultado atroz su estado.


Colocó su mano encima de su cara, pasándola por encima de sus ojos y frente como si con ello intentara salir de aquella visión escandalosa de la que era victima; imposible, técnicamente imposible olvidarse de aquello que estaba marcando su vida. ¿Cuándo se había preocupado por haber tocar a una mujer? Realmente nunca y no es que en su prontuario hubiera muchas mujeres a las cuales tocó, probablemente en su adolescencia, donde sus hormonas estaban más revolucionadas que su cerebro y su forma de ser tan estricta, o tal vez se debía a la iniciación de la vida sexual que su padre tanto quería para él, ya que no era común que un chico de su edad no hubiera debutado aunque sea con una prostituta.


En definitiva ya no era un niño al cual le tenían que enseñar a hacer, pero tampoco era un experto en la materia; en su vida hubieran pasado solamente tres mujeres, de las cuales con una estuvo apunto de casarse pero en las últimas semanas antes de concretar efectivamente la fecha y el lugar de la boda, la hubiera encontrado en la cama con otro hombre, lo que partió y endureció de tal manera el corazón de Genichirou que se creyó nunca más capaz de amar.


 


Así era él, una persona fría de pensamientos y sentimientos, así debía ser para no sufrir más penurias, pero, llegó él. Chocó la palma de su mano con su frente y apretó fuertemente sus labios, tenía que razonar, estaba afuera un chico, un nene de no más de quince años ¡no era un nene! Pero para su conciente lo era, pues él lo tuvo en sus brazos cuando nació y ahora, hace unos segundos, estuvo apunto de enloquecer y hacerle sentir de una manera que jamás de los jamases sentiría aquel chico y menos a esa edad.


 


¡Razonar! Eso debía hacer, razonar de una vez. No sólo era su sobrino, era el hijo de su hermano, era su ahijado, era parte importante de su vida casi como un hijo. Se levantó de la tapa del retrete y caminó hacia el espejo, se mojó la cara y se observó durante unos minutos. Ladeó su rostro y vio que aun llovía por la ventanita justo al lado de la tina. Se acomodó los pantalones, ya que no tenía la parte de arriba del pijama y trató de salir, esta vez derecho, casi creyéndose que no pasó absolutamente nada.


Al abrir la puerta ahí estaba él, sentado encima de la cama, con parte de las piernas cubiertas por la camiseta de su pijama y las otras partes desnuda. Podía derretirse en aquel momento y no controlarse, dejar que sus impulsos hicieran estragos a aquella habitación, pero debía también entender que Seiichi estaba enfermo y que era un chico que apenas se iniciaba a todo esto, tenía que entender también que era su sobrino, sangre de su sangre y uno de sus mayores tesoros, y si algo le pasaba, Genichirou se moría.


 


–Te llevaré a tu casa –mumuró, alertando al muchacho de que ya salió del baño.


 


–Sí, tío –susurró, se levantó de la cama y caminó hacia donde estaba su ropa, a estas alturas seguro ya estaría un poco seca.


 


–Mmm, ¿Seiichi? –llamó, mientras se comenzaba a colocar la camiseta–. No le digas a tu papá lo que pasó ¿vale?


 


–¿Hm? –el chico observó confundido a su tío pero luego entendió a que se refería–. Entiendo.


 


–Fue un error mío, como adulto, creo que aun estaba dormido….. –dijo quitándose el pantalón y poniéndose otro.


 


–Fue extraño, debo decir…..pero yo…..


 


–Shhhh, no digas nada Seiichi –aun le daba la espalda y eso al peliazul lo enfermaba aun más, se sacó la ropa poco a poco y se colocó la que llevaba puesta cuando llegó.


 


–Hace mucho frío afuera, ponte esto encima –murmuró, mientras sacaba del armario una chaqueta gruesa y pasaba junto a su sobrino dejándola encima de su cabeza–. Te espero abajo en el auto.


 


 


Y tras decir eso cerró la puerta. Aquel ruido le liberó un poco y pudo sentarse en la cama pesadamente, mirando sus manos y luego levantando su vista al espejo de la recamara. Sus ojos comenzaron a empañarse cuando sintió que las palabras de Genichirou le habían pesado tanto. Seiichi estaba enamorado, más que enamorado era una enfermedad más peligrosa y mortal que el síndrome que le afectaba. Tal vez no podía morir de ella, pero padecía las consecuencias del rechazo funesto que podía atribuirle al hecho de estar perdidamente enloquecido y enamorado de aquel hombre, que más que su mentor, era su pariente.


Un sollozo tan desgarrador pero a la vez significativo se oyó de su boca, cubrió su rostro con ambas manos y pudo descargar todo lo que contenía desde hacía años. Siempre hubo una especie de atracción entre él y su tío, pero pensaba que era debido a la admiración que le tenía, pues en aquellos momentos de su niñez, su tío tenía novia y esa chica se encaprichaba a que él la llamara tía. “Tía”, nunca había querido tener una, realmente prefería que su tío estuviera solo que mal acompañado; niñas estúpidas y huecas envueltas en sus telas de prestigiosísimos dolce gabanna, con mirada hipócrita y sonrisa de perra.


No, su tío merecía más que una muñeca Barbie con cirugías plásticas, era más que una mujer que se creía el centro del universo con su vestido rojo y sus labios rosados, haciéndose la pobrecita cuando flor de perra era. Apenas y recordaba aquellos días cuando Genichirou presentó a la última novia que él tuvo la “desgracia” de conocer. A simple vista era una chica normal, de unos dieciocho años, cabello negro, con pequeños ondulines en las puntas y ojos pardo. Siempre bien vestida y bien maquillada, con sus labios rosas que le brillaban con la luz. Odiosa. Seiichi le tenía demasiada bronca, tal así que muchas veces intentó destruirla aun con sus cuatro años.


 


“Que lindo nene”, pero el nene tenía garras. Millones de veces le había puesto pegamento a sus zapatos, o gelatina en su cartera, probablemente le había hecho pasar el ridículo en algún lugar público, poniendo su mejor sonrisa hipócrita para que lo creyeran inocente. No necesitó mucho más, pues la chica se hundió sola.


Unos días antes de la boda entre ella y su tío, Genichirou la había encontrado con otro hombre, lo que dio fin a la boda y los sentimientos de Seiichi quedaron truncados.


Unos años después la vio, ya casada, algo desgastada y con gemelos que corrían por todos lados. Ya no la odiaba, porque la creía lejos de su vida y de su tío, y ella lo saludó, con una dulce sonrisa como siempre diciéndole lo mucho que había crecido.


 


Suspiró.


 


 


–Creo que debo irme –murmuró para él mismo y tomó la chaqueta para colocársela y salir por la puerta hacia el subsuelo, allí lo esperaba Genichirou con su auto.


 


 


 


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Se levantó temprano por la mañana, pues era normal en él hacerlo antes de que saliera el sol, además que era el primer día en su nuevo trabajo en el hospital y tenía su bata en el departamento, por lo tanto tendría que ir hasta allá para buscarlo. Se había quedado pensando toda la noche anterior sobre lo que había pasado, su padre estaba muerto, su familia destrozada, pero aun así quisieron luchar para que él pudiera seguir sus estudios y no atormentarlo. ¿Debía estar triste, indignado o feliz? No entendía porque sus sentimientos eran tan confusos en ese momento.


Pero lo que más le confundía era el sueño que había tenido:


Se encontraba en un enorme cuarto gris, donde apenas podía ver, por la oscuridad, una farola encendida. No había absolutamente nada. Observó todo a su alrededor y sintió un intenso frío que le hizo temblar y cerrar sus ojos mientras se abrazaba. Una luz brillante le hizo poder levantar los párpados y observar un pequeño reflejo con destellos de luz dorada y plateada. Ya no tenía frío, ahora hacía un intenso calor que rodeaba su cuerpo. Pudo ver aquellos ojos que le reflejaban como un espejo, eran celestes, como los de Yure. Extendió su brazo para tocarlo pero no podía alcanzarlo, sólo repetía que cuidara a Syusuke. ¿Por qué? ¿Por qué le pedía eso? ¿Acaso le pasaba algo a Syusuke o es que eran las últimas palabras que le dedicaba el hombre que fue más padre que su propio padre? Un último deseo que le quería dejar, a su hijo, el niño que nació cuando él cumplía los diez años y que lo hizo el ser más feliz de todos, aquel que cuando se caía de la patineta iba corriendo con el botiquín de primeros auxilios, aquel que le miraba con sus destellos de color zafiro.


 


¡¿Qué diablos estaba pensando?!


 


 


–Kunimitsu, no debes seguir pensando en esas cosas –bramó, era tan difícil hacerlo.


 


Se puso de pie luego se abrir las sábanas de su cama y caminó hacia el baño para lavarse la cara y despejarse. Debía admitir que tenía miedo de hablar con Syusuke en aquellos momentos, tal vez debía esperar un poco más, tratar de calmar las cosas.


¿Por qué calmarlas? Ni siquiera había una oleada ligera en ese mar, apenas habían cruzado dos palabras en lo que fue el día anterior y ya estaba sudando como un francés. Miró el techo y mordió sus labios, recordando una y otra vez aquel día bajo la lluvia. ¡Necesitaba borrar esos recuerdos en lo más profundo de su inconciente! ¿Pero cómo? ¿Cómo sería posible si él no se quería olvidar?


Salió del baño y se cambió rápidamente, debía abandonar la casa cuanto antes o terminaría pensando cualquier estupidez. Se puso su chaqueta encima y caminó hacia el corredor, a finales del pasillo estaba la puerta y sus zapatillas. No era mucho camino ¿cuánto? ¿Unos 5 metros? Pero aun así se sentía nervioso, tanto como si estuviera caminando hacia el altar.


 


–Nii-chan ¿por qué no caminas? –La voz suave de Syusuke lo despertó de su sueño, volteó rápidamente para verlo en pijamas y con un vaso de leche en su mano–. ¿Ya te vas?


 


–Algo así…. –masculló.


 


–¿Cómo que “algo así”? –cuestionó, a lo que Tezuka desvió el rostro.


 


–Sí, me voy, pero……bueno, quería despedirme de mamá –otra vez el suave murmullo apenas audible, pero Syusuke le respondió con una sonrisa.


 


–Está despierta, en el jardín; prácticamente es rutina, ella se levanta, va al jardín, toma el desayuno allí y comienza a realizar las tareas domésticas a las ocho en punto.


 


Syusuke se había convertido en un joven hermoso, realmente lo era, nunca se imaginó que podía llegar así, ponerlo tan nervioso y hacerlo temblar con sus simple pensamiento. A decir verdad, tenía que admitir que no estaba nervioso por “la culpa de Syusuke”, estaba nervioso por sus propios sentimientos, que parecía entremezclarse hasta hacerlo enloquecer.


 


–Entonces iré a saludarla –murmuró, bajando aun más la voz.


 


–No hay nadie durmiendo, no tienes porque hablar tan bajo –habló el ojiazul, nuevamente Kunimitsu se maldecía por su estupidez.


 


–Es la costumbre, trabajaba en un hospital en guardias y muchas veces me encontraba con otros profesionales en los pasillos y teníamos que hablar así…. –pausó–. Los pasillos angostos me traen recuerdos.


 


–Kunimitsu…… –murmuró, pero el chico siguió hablando.


 


–Recuerdo cuando me gradué, cuando uno estudia hace pequeñas guardias en el último año como médico auxiliar, pero bueno, en esos tiempos estaba muy……nervioso, tenía miedo de tocar, hablar o decir cualquier cosa que me trajera problemas…..


 


–Kunimitsu….


 


–Y obviamente era…..terrible, tenía mucho miedo en aquel entonces, por lo que muchas veces para evitar ponerme histérico iba al salón comedor a tomar una taza de té y….


 


–¡KUNIMITSU! –gritó, espantando al aludido.


 


–¿Q…que pasa? –preguntó temblando ligeramente.


 


–Nosotros nos debemos una charla ¿ne? –¿eso era una afirmación o una pregunta?


 


–Si, si nos la debemos pero……éste no es el mejor momento…… ¿te parece hoy a la tarde?


 


–No puedo, quedé con visitar a un amigo…… ¿a la noche estaría bien? Mamá irá a comer con unas amigas y puedes venir acá a casa….. –propuso.


 


–Me parece bien, entonces que sea hoy a la noche ¿cómo a que hora? –preguntó mirando su reloj.


 


–¿Nueve?


 


–Perfecto, te veo a las nueve…..aquí……em…..chau… –dijo caminando hacia la puerta.


 


–Niisan…… –Tezuka se da la vuelta–. ¿No ibas a saludar a mamá?


 


–¡Ah! Cierto, lo siento –se disculpó y salió caminando hacia el lugar opuesto.


 


 


Y lo vio salir hacia los jardines. Syusuke le miraba como aquel niño que mira un príncipe en su caballo blanco, porque eso era para Syusuke su hermano. Desde pequeño había sentido esa protección que era poco común, según tenía entendido, entre pares familiares como lo eran los hermanos o hermanastros. Al contrario, Kunimitsu siempre fue una persona de admirar por el enorme cariño y profundo amor que le profesaba, tal así que muchas veces sintió que era algo más, tal vez amor o tal vez no.


Suspiró. Tal vez nunca lo sabría.


 


 


 


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Entró al hospital a las seis y cinco de la mañana y parecía un completo desierto. Para empezar ¿qué hacía el enfermero tirado en el suelo durmiendo? ¿Por qué todas las luces del tablero de las habitaciones estaban cubiertas por una tela? Y más importante aun ¿Dónde demonios estaba el recepcionista? ¿Y por qué el enfermero de guardia parecía estar desorbitado, caminando como si estuviera borracho o drogado mientras casi se lleva una columna por delante? Y a todo eso, que hacía el otro enfermero, ese que traía una venda en su mano, con una caja de medicamentos en sus brazos. Este hospital era una completa mierda y todo era su culpa, tal vez por no llegar temprano.


 


Chocó con la palma de su mano la frente y caminó hacia el joven Jirou Akutagawa, la persona que le estaba volviendo completamente loco, y con un golpe en el estómago lo despertó inmediatamente. El chico sobresaltado le miró y se asustó aun más, levantándose rápidamente y escondiéndose detrás del sillón de donde se cayó anteriormente. La cara de Atobe a las seis de la mañana ya de por si no era del todo radiante como a las doce o a las cinco de la tarde, sino que daba mucho miedo.


 


–¿Dónde está el imbécil de Marui Bunta? –preguntó mirando para todos lados.


 


–¿EH? ¿Marui quién? –preguntó aturdido, suponía que era por haberse levantado recién.


 


–¡Bunta! El tipo pelirrojo que siempre anda gritando: “te atraparé” o “te haré echar” y ese tipo de cosas ¿dónde esta? Y aparte de eso ¿No deberías estar en vigilancia? ¿Por qué Chitose baila encima de la mesa de recepción? ¿Dónde esta Shiraishi? Acabo de verlo con una caja de medicación ¿QUÉ DIABLOS PASA EN ESTE HOSPITAL?


 


–No te pongas histérico, Atobe-san…. –murmuró Jirou rascándose la cabeza.


 


–¡NO ESTOY HISTERICO! ¡¿NO HAY NADIE COMPETENTE EN ESTE MALDITO HOSPITAL!? ¡MARUI BUNTA! –Gritó lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos de la morgue, enseguida el pelirrojo corrió a recepción–. ¿DÓNDE ESTABAS? –gritó, el pelirrojo señala la taza de café en su mano.


 


–Fui por…..por un ca…café…..jefe…..


 


–Puedes responderme: ¿Qué demonios hace Jirou durmiendo en guardia? ¿Por qué Shiraishi desapareció con una caja de medicamentos? ¿Qué demonios hace Chitose bailando en la mesada? ¿Por qué no estabas en tu lugar de guardia cuando llegue? ¿Por qué esta tapado el tablero de las luces de los pacientes? ¿DÓNDE ESTA YANAGI? ¡YANAGIIIII!


 


–¿Cuál pregunta quiere que le responda primero? –preguntó con miedo. Atobe bufó molesto y se encaminó al consultorio de Yanagi a los gritos.


 


–Em ¿deberíamos decirle que Yanagi no está de guardia? –preguntó Jirou, dudoso.


 


–Ah, que lo descubra él solo –mascullo tomando un sorbo de su café.


 


–¡YANAGIIIIIIIIIIIIIIII! ¿Por qué no esta Yanagi? –preguntó el muchacho volviendo a recepción.


 


–Hoy no está de guardia, bueno, pensó que estaba de guardia pero vimos la planilla y…..no me pegue, ¡no me pegue! –Gritó escondiéndose detrás de Jirou–. Péguele a él, no es tan bonito como yo.


 


–¿Eh? ¡Oye! –Jirou se sintió ofendido, pero no debía en esos momentos ya que Atobe ardía de furia.


 


–¿Y quién esta de guardia? –susurró, tratando de mantener la calma, pero si en esos momentos tuviera un tubo de acero inoxidable en sus manos, seguro le hubiera doblado.


 


–El doctor Minamino……


 


–¿Y dónde esta? –nuevamente la pregunto.


 


–Arriba…..


 


–Llámalo….


 


–No puedo….


 


–¿Por qué? –preguntó esta vez con cierta duda.


 


–Porque……está con la enfermera…..Naomi…..


 


–…… ¡AAAAH! NO PUEDE SER, MI HOSPITAL ES UN CABARET DE CUARTA……YA ME VAN A OIR, YA ME VAN A OIR…….Bunta, busca a Shiraishi, Jirou…..baja a Chitose de la mesada…. ¡RÁPIDO, MUEVANSEN! –gritó como desesperado, inmediatamente los chicos salieron corriendo a cumplir su labor.


 


–Buen día Atobe –saludó Yanagi entrando por la puerta.


 


–¿QUE TIENE DE BUENOS? –gritó y se fue lanzando rayos hacia su consultorio.


 


–Pero ¿qué demonios le pasa? –preguntó un poco perturbado. En eso entra los primos Oshitari, Kenya era enfermero y Yuushi era un cirujano tan prestigiado como Yagyuu.


 


–Buen día Yanagi-sempai ¿cómo ha amanecido? –preguntó Kenya.


 


–Muy bien, gracias.


 


–Kenya, hoy tengo una operación, así que saldré más tarde del quirófano ¿me aguardas para almorzar? –preguntó el muchacho mientras sacaba de su bata unos guantes.


 


–No hay problema, comeré algo a las 10 como para tirar hasta que salgas –murmuró Kenya.


 


–Ah, Kenya, tengo un paciente en el tercer piso, lo operamos de apendicitis ayer….. ¿Podrías ir a verlo? –preguntó Yanagi sacando unos papeles de la recepción.


 


–Claro, ¿nombre? –cuestionó sacando su bolígrafo del bolsillo para anotar en la lista a los pacientes que debía cuidar.


 


–Hikaru Zaizen, 21 años.


 


–De acuerdo, yo me encargo, nos vemos en un rato Yuushi –saludó a su primo–. Yanagi sempai….con su permiso.


 


–Claro, pasa…..


 


 


 


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Akaya llegó unos minutos después de que Atobe comenzara a gritar nuevamente por lo incompetentes que podrían ser los enfermeros que les tocaba la guardia el día de la fecha. Normalmente el joven millonario, venía después de la hora de comer cuando ya todos los problemas estaban solucionado, pero por una parte para Kirihara era un alivio que supieran que él no tenía la culpa de la destrucción de algunos aparatos electrónicos en la sección de pediatría, bueno, casi.


Se acercó a la recepción donde Marui miraba como Atobe ponía orden desde allí a lo lejos, moviendo su taza de café como si fuera whisky y tomando un sorbo debes en cuando, al ver los ojos celestes fulminantes mirándolo quiso salir corriendo como alma que lleva el diablo. No era la primera vez que veía a Keigo enojado, pero a decir verdad, casi siempre había zafado de la ira del jefe, ahora era demasiado tarde para fingir demencia y muy temprano para salir corriendo porque era hora del almuerzo. Yanagi al ver a su compañero también se acercó a la recepción, llegando los dos prácticamente al mismo tiempo. En aquellos momentos Marui hubiera deseado no ser el recepcionista, por lo que tuvo que dejar su taza de café de lado y prestarle atención a ese “semi matrimonio” que se había formado con los años.


 


Si, Yanagi y Kirihara trabajaban en equipo desde que el menor entró al hospital, pero a veces eran insufribles. Actuaban como un matrimonio rancio durante algunos minutos en una conversación de una o dos horas. ¿Qué haz hecho anoche? ¿Por qué no te afeitaste? ¿Qué hacías que no me atendías el teléfono? La mayoría de las quejas eran de Kirihara hacia su sempai, que ya estaba bastante grande como para contestarle a un niño mañoso, aunque cuando la pelea se debía al aseo personal y el arreglo, era Yanagi o Yagyuu los que estaban al pie de cañón. No les gustaba en lo absoluto ver a alguien desarreglado, por lo tanto siempre chequeaban a todos de pies a cabeza y más de una vez Marui tuvo que irse a su casa para colocarse una ropa nueva que no tuviera manchas de chocolate. ¡Bueno! Vivir solo y ser enfermero no le daba tiempo para meter la ropa en el lavarropas ¿o si?


 


 


–Buenos días, Marui ¿cómo estas? –preguntó Kirihara mientras tomaba algunos papeles.


 


–¿Cómo crees que estoy? Llegó el idiota de Atobe y se hace la reina de la belleza africana y grita como un histérico que no cumplimos bien nuestro trabajo –bufó molesto.


 


–Bueno, al menos si no taparas las luces de los cuartos de los pacientes, tal vez no te regañaría tanto –señaló Yanagi aquel pequeño defecto.


 


–Es que me molestan esas luces, cuando duermo brillan tanto que no me dejan descasar –cruzó los brazos.


 


–No estas de guardia para dormir, sino para atender a los pacientes –Akaya miró su reloj–. Veré si mis pacientes siguen vivos.


 


–Ve sin cuidados Aka-chan –murmuró el pelirrojo colocando sus dos piernas encima de la mesada.


 


–Marui, deberías tomarte el trabajo en serio, si quieres que te traten de igual manera –masculló el castaño y le dio una hoja de papel–. Toma.


 


–¿Qué es esto?


 


–La operación de Yukimura Seiichi-san, será en una semana y debes estar al tanto que eres instrumentalista –habló Yanagi, Marui sonrió.


 


–¡GENIAL! A ver ¿quién más está? Chitose, Shiraishi…. ¿Niou? ¿Planean meterme en el mismo cuarto con ESE? –gritó tirando la hoja de papel.


 


–Somos profesionales, no nos tiene que importar con quien nos ponen, sino hacer bien nuestro trabajo……estaré en esa operación, así que espero que no hagas un desastre como la última vez –su mirada era bastante fría, lo que hizo que el joven bajara la cabeza.


 


–Si, sempai.


 


–Así me gusta, iré a ver a mis pacientes ¿alguien llamó durante la noche? –preguntó observando los ficheros.


 


–¿Hm? ¿Cómo que si llamó? –preguntó pestañando.


 


–Sí, esas lucecitas rojas que brillan se prenden cuando los pacientes necesitan algo ¿a poco no lo sabías? –preguntó señalando con su lapicera el tablero.


 


–…….oh dios…… –la mirada de Marui cambio de una relajada a la de absoluto pánico.


 


–Ahora lo sabes, iré a fijarme que nadie haya muerto –murmuró y se retiró.


 


Mientras tanto, por el otro lado estaban Shiraishi sentado en un sillón junto a Chitose, que aun se encontraba en el país de los objetos mágicos por causas de sustancias que no daremos ningún detalle de cuales son. El joven de cabello claro observó de reojo a su compañero; recordó extrañamente como conoció a Chitose, fue durante su primer día en la universidad de Tokio, cuando estaba estudiando enfermería. Había caminado por todo el campus hasta hallar el departamento de medicina y se había quedado media hora sentado en una de las banquetas del jardín mientras esperaba la hora de su primer clase, había llegado temprano porque de la emoción no había podido dormir. Fue ahí cuando lo vio, caminando cabizbajo con una mirada apesadumbrada, era un chico bonito y que brillaba por luz propia, pero a la vez parecía bastante triste y retraído. Su curiosidad no puso contra él y se acercó a aquel muchacho de cabello oscuro.


Fue ahí cuando comenzó todo, se sonrieron y comenzaron a hablar sobre lo lindo que era el campus y las flores, también Chitose se emocionaba cuando se acercaban a los árboles, pues le encantaba la naturaleza. Shiraishi observó una vestimenta bastante particular, repleta de colores y brillos que alumbraban más ese claro rostro. Chitose Senri era más que su amigo, era una persona con la que compartió toda su carrera, su habitación en el campus, sus días de ocio, era aquella persona especial en su vida.


 


Pero un día le vio, adentrarse a las drogas, pues su cuerpo no podía más y su alma tampoco. No pudo detenerlo pues él mismo no sabía como, y le dolía no haberlo hecho a tiempo. Debido a su forma de ser y vestir dio cuenta que provenía de una familia Hippie, o seguramente sería así porque la mayoría de sus adornos eran extraños. Shiraishi no podía contra una familia que impartía esa filosofía.


 


–Chitose…. –murmuró en voz baja, tomando su mano con suavidad.


 


–Mmmm….. –no podía hablar, ni siquiera sabía Shiraishi si estaba conciente de lo que estaba escuchando.


 


–Te quiero.


 


 


Ligeramente le apretó la mano, podía sentirla entre las suyas. Sonrió para sus adentros y cerró sus ojos tratando de que cada poro le penetrara aquella brisa que ingresaba de la puerta al ser abierta, seguramente Genichirou o Tezuka habían llegado, ¡que importa! El contacto se mantenía entre la mano morena que apretaba fuertemente la albina. Abrió sus ojos marrones y pudo observar como el chico estaba absolutamente dormido. Shiraishi se levantó y le dio un suave beso en la frente.


 


–Yo te sacaré de esta amigo, así sea lo último que haga en esta tierra –murmuró, lo demasiado fuerte como para que solo Chitose lo oyera y abriera suavemente los ojos.


 


 


“Te sacaré de ésta, así sea lo último que haga”


 


 


Shiraishi Kuranosuke nunca rompía una promesa.


 


 


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Dejó a Seiichi en su casa y estaba tan confundido que se fue sin despedirle realmente. Sus manos aun sudaban frío y sentía un horrible dolor de cabeza, producto por no haber dormido lo suficientemente bien. Necesitaba librarse de toda esa mochila que tenía en su espalda, tal vez y sólo tal vez, debía operarle rápidamente y pasar el menor tiempo con él, pero ¿cómo podía hacer eso con su sobrino? Pero, sino lo hacía se volvería completamente loco. Era la moral versus la ética, era el hacer de ley y el hacer espiritual, era su corazón o su razón. Se golpeó con la palma de la mano la frente, debía tratar de apartar aquellos deseos frustrantes y seguir adelante, tenía que buscar rápidamente una mujer, tener hijos y hacer como que nada paso. ¿Por qué había roto con esa chica? ¿Cómo se llamaba? Ya ni recordaba, pero era bonita, dulce, amable, ahora que lo recordaba no sabía por que la había dejado. Tal vez……..Seiichi.


Suspiró.


 


Nuevamente el semáforo rojo lo hizo detener el auto y recapacitar, tenía millones de opciones para escoger y una era más mortífera que la otra. Podía simplemente tratar de separarse de aquellos turbulentos recuerdos y tratar de mirar adelante, como si nada hubiera pasado, pero seguramente Seiichi le querría hablar de aquello, no por nada es un adolescente y al sentir un poco de placer iba a querer repetirlo. El también quería repetirlo, pero, era estúpido ¡un completo estúpido! No podía darse el lujo de pensar en hacerle el amor a su sobrino, no podía siquiera imaginarlo, sería una deshorna, su padre se levantaría de la tumba sólo para matarlo, no por nada vio nacer a su nieto y le dio todo aquel amor para que sea un niño de bien y ¿él lo corrompería? Ya lo hizo, ya corrompió y manchó a su propio sobrino, pero, aun estaba a tiempo para retractarse, para limpiarlo y hacer como que nada hubiera pasado. Dio gracias que su razón aun lo quería lo suficiente para detener aquel cuerpo repleto de hormonas, que sólo necesitaba el placer de los cuerpos, después de años de no tenerlo.


 


–Definitivamente estoy enfermo –murmuró y aceleró nuevamente para ir directo al hospital.


 


Una vez que llegó pudo ver como Shiraishi tomaba fuertemente la mano de Chitose y cerraba sus ojos, era una buena relación la de esos dos, lo suficientemente buena como para traspasar las más difíciles fronteras. Caminó hacia la recepción y sintió de nuevo el ruido de la puerta abriéndose y Tezuka corriendo velozmente hacia la recepción donde él estaba.


 


–Tezuka, no es necesario que corras, el hospital está abierto las 24 horas…. –habló con cierta burla.


 


–Ah. Es que tuve que ir a buscar mis cosas a mi casa y……bueno ¿cómo estas, Genichirou? Te ves algo pálido –preguntó observando mejor al moreno.


 


–No sabes, creo que tengo una enfermedad o algo, pero, mejor…. –mirando como Marui parecía interesado–. Mejor lo hablamos en privado.


 


–Ah, siempre se van cuando empieza lo importante, la recepción es tan aburrida, nunca pasa nada……–habló Bunta.


 


–¿Qué dices? En la recepción pasan montones de cosas, entra montón de gente y heridos –habló Tezuka.


 


–Pero me gusta los chismes, no los heridos…….


 


–Ya, ya entendimos, mándanos dos café a mi consultorio –dijo empujando a Tezuka hacia los pasillos.


 


–Si, si, doctor –bufó, un tanto indignado–. Por cierto, ayer llegaron noticias de la universidad de medicina anexa a este hospital.


 


–¿Cómo? ¡Aaaah! Ya recuerdo –miró a Tezuka el cual parecía dudoso–. Lo que pasa es que hace unos meses me llegó una carta de la universidad de acá junto que es más precisamente para los volcados a la enfermería. Me dijeron que me mandarían a un enfermero para que le sea de tutor…. ¿ya llegó?


 


–Estaba aquí ayer…. –susurró Marui–. Pero ya no sé donde está ahora…….supongo que en un rato estará aquí, sus horarios son raros…… ¡AH AHÍ ESTA!  


 


 


Genichirou se dio la vuelta para ver a un chico muy joven de cabello rubio y tez pálida. Tezuka observó de solayo a su compañero para luego mirar al nuevo enfermero que se acercó a la recepción, probablemente en busca de instrucciones como siempre se hacía.


Saludó cordialmente a Marui y comenzó a llenar la planilla, firmándola rápidamente para comenzar los trabajos del día, realmente ese chico sería muy buen enfermero, o al menos más competentes que los que estaban allí.


 


–¿Sabes dónde está Genichirou Sanada? –preguntó Nai a Marui. El pelirrojo sonrió y con la punta del bolígrafo señaló al moreno a pocos metros de él.


 


–Soy yo, Sanada Genichirou, mucho gusto ¿tú eres?


 


–Nai Kaniwasaki, tengo 19 años y estoy estudiando medicina, hago las prácticas en éste hospital y me dijeron que usted sería el encargado de observarme –Genichirou asistió rápidamente a todo lo que le decía el joven–. ¿Qué debo hacer?


 


–Bueno, primero puedes ir a ver como están mis pacientes, ésta es la lista –le entregó un papel–. Cualquier cosa que necesites, mi consultorio está en el fondo.


 


–Gracias señor Sanada –susurró. El muchacho rápidamente se fue a realizar su trabajo.


 


–Lindo muchacho –susurró Tezuka.


 


–Mmm…si…..recuerdo cuando yo tenía que hacer las prácticas para mi título, eran muy crueles conmigo, yo no quiero ser cruel con los chicos si es que vienen con ganas de trabajar y aprender…..


 


–Es verdad ¿vamos a tomar el café?


 


–¡Ah, cierto, vamos, vamos! –dijo mientras lo guiaba hacia su consultorio, nuevamente.


 


 


 


 


Continuará.

Notas finales:

Espero que les haya gustado ¡dejen comentarios! =D


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