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La más terrible enfermedad por Shin Black

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Episodio IX


 


 


 


 


 


 


 


“Alguna vez, pensaste que tu único y verdadero amor es prohibido”


 


 


Esas fueron las sabias palabras que alguna vez Seiichi le dijo a un compañero, durante su estadía en Francia. Allí, todo era diferente a como eran las cosas en Japón, en particular al hablar de romance. La gente en Francia no tenía miedo de expresar sus emociones, y por ello mismo se les veía tan felices paseando por los hermosos jardines del centro mayor. Paris era bellísimo, todas las tardes caminaba por las extensas calles cuya arquitectura podía cautivar a todo joven enloquecido por el arte. Si fuera por él, sería el niño más feliz del mundo, riendo y jugando en aquel lugar, pensando en ponerse una galería de arte cuando tuviera la edad suficiente, pues su destino era nada más y nada menos que aquello mismo, la pintura.


Pero no era feliz, realmente no lo era.


 


Todo hubiera sido tan perfecto si su padre no se hubiera peleado con su tío, probablemente él convencería a Keisuke para que dejara que Genichirou pasara unas vacaciones con él en Paris, y ahí sí sería el niño más feliz. La angustia lo estaba matando, la soledad también y poco a poco fue metiéndose más y más en si mismo hasta no quedar absolutamente nada de él.


 


En esos momentos en el hospital, con la comida fría y algo pasada frente de él, y también con un Fuji que dormitaba en su asiento, lo recordó. Aquel maldito día gris donde caminaba junto a un grupo de amigos hacia su casa. Tenía muchísimo frío y las nubes oscuras cubrían todo el firmamento. Odiaba aquellas tardes donde ni un solo rayo de sol acariciaba su aperlada piel, lo odiaba porque le encantaba los días calidos, tranquilos y con el sol dándole el más dulce de los calores, el natural; pero lo que más recordaba de ese día era que por fin podría llamar a su tío y hablar con él. Su padre le había dado el permiso de llamarlo, ya que era muy caro hacerlo estando en Francia, por lo tanto aguardó bien un día y la puso como fecha límite. Su abuela le había prometido por mail, que haría todo lo posible para que Genichirou estuviera en casa a la hora que le llamaba, entonces no sería una llamada perdida, por lo tanto apretó el paso rápidamente para llegar.


 


Sus ojos comenzaron a pesarle, y su vista a nublarse, pero no podía caer ahora, tenía que llegar a su casa. Sus pasos se iban haciendo más lentos y sus piernas temblaban como las hojas de los árboles; pero él no podía darse por vencido, por más que muriera en aquel lugar quería llegar a su casa y hacer la llamada.


 


Eran pasada de las cinco cuando cayó internado en un coma casi irreversible.


 


 


No sabían que era lo que tenía y sus padres lloraban a viva voz, esperando que se recupere, pero nada haría a Seiichi Yukimura volver.


 


Nada……


 


Pero tal vez si…..alguien.


 


 


–¿En qué piensas, Seiichi? –preguntó Syusuke viendo que el chico se había perdido en sus pensamientos.


 


–¿Eh? –se alertó que estaba soñando despierto y observó a su compañero sentado en la silla a su costado, sonrió–. Nada, sólo recordaba cosas….por cierto Syusuke ¿puedo preguntarte algo?


 


–¿Hm? Claro ¿qué sucede? –Syusuke se sacó de encima la pesada manta que lo cubría y se levantó, doblándola para colocarla encima de una mesa.


 


–Alguna vez….pensaste que…..tu único y verdadero amor…….es prohibido –susurró. Syusuke abrió rápidamente los ojos, impresionado por semejante pregunta y suspiró más calmado.


 


–Pensar no, más bien, lo vivo –Seiichi ahora era el sorprendido, el muchacho de ojos zafiros acercó la silla más adelante para estar justo al lado y se sentó–. ¿Por qué lo preguntas?


 


–No sabía que vivías un amor prohibido –no le contestó la pregunta y más bien siguió cuestionando.


 


–Es algo difícil de explicar…..pero, yo tenía unos tres años cuando me di cuenta de lo que sentía ¿tonto, no? Yo siempre creí que el verdadero amor es el de la infancia; no hay sexo ni locura que valga, simplemente es pureza, es amor real, amor propiamente dicho –Seiichi sonrió y Syusuke le devolvió la sonrisa–. Cuando somos pequeños, sentimos con el alma, con la ingenuidad y con la pureza de ser niños pequeños. Ya cuando nos hacemos adultos, no piensa nuestro corazón, sino nuestra razón…..no nuestra alma sino nuestros genitales.


 


–Que palabras tan sabias –murmuró bajando la cabeza y jugando con sus dedos.


 


–Cuando tenía tres años –Syusuke mira el techo para evitar el contacto visual–. Me enamoré de mi Niisan……


 


–¿Hm? –Seiichi de nuevo cayó sorprendido, esta vez pestañando apresuradamente–. ¿Tezuka-san?


 


–Para mi era Kunichan, aunque él odiaba que le dijera así, por lo que comencé a apodarlo Mitsu…… –suspiró–. Mitsu era aquel hermano que cualquiera quisiera tener. Responsable, divertido, amable…..era un ser increíble, lleno de luz y de esperanzas. Cuando nací, él me llenó de juguetes que había comprado con sus ahorros; cualquier hermano se pone celoso y hasta cierto punto te trata mal…..pero no, él no era así, él me quería muchísimo. Poco a poco ese amor fraternal se fue convirtiendo en…..


 


–Amor real…. –susurró Seiichi, continuando aquella frase con sentimientos encontrados.


 


–Sabes Seiichi, ahora sé porque el destino nos juntó –murmuró tomándole las manos–. Porque ambos vivimos el mismo martirio, Seiichi.


 


–Tienes razón…..


 


–Y debemos enfrentarlo, juntos, como debe ser…..


 


 


Ni el grillo en aquellos momentos quería hacer ruido, pues el silencio era dueño de aquellas miradas perdidas y esas manos estrechadas. Seiichi Yukimura y Syusuke Fuji habían entendido el porque el destino los había juntado de aquella manera. Seiichi estaba enfermo, sin amigos, y con un autoestima por el piso; mientras que Syusuke, con salud pero casi en las mismas condiciones, buscaba refugio en los brazos de alguien. Dos almas incomprendidas que ahora nunca fueron más comprendidas en sus vidas. Una sonrisa suave y una devolución, termina con un abrazo fuerte, estrechándose mutuamente y sintiendo el calor del otro. Eran hermanos, hermanos del alma y del corazón, hermanos del sufrimiento por el amor, verdaderos hermanos.


 


–¿Por qué me preguntaste eso entonces? –Fuji se había separado momentos antes y ahora estaba preguntando inquisidoramente a su compañero.


 


–A mi también me pasó lo que a ti… –murmuró Seiichi, ya había dejado el plato de comida de costado, y se había acostado para mirar el techo–. Hace tiempo, creo que tanto que ya parece una imagen borrosa en mi memoria.


 


–No creo que sea mucho, eres demasiado joven –habló, obviamente comparado con él era más joven.


 


–Si…..pero yo siento esto desde el día en que nací…… –Syusuke lo observó, con una mirada perpleja, pero no agregó absolutamente nada–. Fue el cinco de marzo de hace quince años, no recuerdo exactamente si el día era nuboso, pero estaba todo oscuro. Mis ojos se ven tan borrosos pero lo único que puedo focalizar es su mirada.


 


–¿Hm? ¿Su mirada?


 


–Genichirou….. –Susurró y Syusuke supo al fin quien era aquel amor de su compañero–. Siempre fui muy unido a mi tío, y él fue un padre para mi. Cuando tenía miedo, me metía a su cama y le abrazaba, sintiendo ese calor de padre, muchas veces hasta le dije “papá” por error.


 


–Es un Edipo muy desarrollado –rió Syusuke en forma de broma, Seiichi también hizo igual pero se volvió a poner serio.


 


–Me gustaba todo de él, su mirada, sus ojos miel, su cuerpo……..durante verano dormía sin camisa y con unos pantalones livianos color celeste, yo podía ver todo de él, y me sentía bastante excitado, aun teniendo tres años o cuatro. Realmente quería conocerlo, quería saber todo de él, quería que me viera como algo más que su sobrino.


 


–¿Acaso tú…..? –Syusuke se sorprendió al oír aquel relato, por su cabeza no había pasado algo tan pasional como lo que relataba el muchacho.


 


–No, bueno, nunca hice nada realmente para que se moleste conmigo, pero una vuelta lo vi completamente desnudo cuando se iba a bañar; me sentía tan pequeño a su lado…….ya sabes, él era un adulto ya desarrollado y yo un niño.


 


–Sí, entiendo…….


 


–Pero me excitaba el hecho de que fue tan grande, y no podía evitar pensar donde iba para sentirme plenamente bien. Cuando comencé con mis clases de educación sexual, hace unos dos años, no podía parar de imaginarme aquello, él encima mío, haciéndome gemir…………haciéndome sentir vivo….


 


–Seiichi, me das miedo –susurró Syusuke.


 


–Ah, lo siento jejejeje….. –rió suavemente–. Siempre fui una persona muy sexual, no me da pena hablar de ese tipo de cosas y es más, me siento bien pensando que hay chicos que sienten igual que yo. Hace unas noches atrás, estuve apunto de acostarme con Genichirou, pero lamentablemente reaccionó su moral y me dejo caliente en la cama.


 


–¿Acaso Genichirou te tocó?


 


–Me beso en el cuello, se movió encima mío, me estimuló lo suficiente como para iniciar el acto sexual……..pero no, sus estúpidos principios morales –dijo golpeando una almohada que tenía a su lado–. Quiero hacer el amor con él, antes de que me operen, pero no sé como pedírselo.


 


–¿Qué? ¿Le vas a pedir tener sexo antes de la operación? –preguntó Syusuke levantándose de la silla con asombro.


 


–Si muero, quiero hacerlo feliz, quiero hacerlo pensando que tuve un momento donde fui amado completamente, física y psicológicamente……quiero que ese momento sea perfecto ¿entiendes Syusuke? Es mi único deseo, y si el día de mañana muero, quiero saber que al menos fui amado una vez, sólo una……. –bajó la cabeza y cerró sus ojos.


 


 


 


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Caminaron un largo rato por los pasillos sin siquiera dirigirse la palabra, no es tampoco que fueran unos estudiosos del arte de la palabra, pero en momentos como esos no sabían que decirse. Para comenzar, se habían declarado el día anterior y estaban un tanto frustrados por las cosas que habían dicho. No era fácil pensar que se sentían atraídos por el incesto, y tampoco era fácil enfrentar al otro luego de semejante confesión. Sanada sintió un pequeño temblor en su cuerpo cuando pasó por el cuarto donde estaba su sobrino y Tezuka lo notó inmediatamente, había estado la noche anterior de guardia y sus ojos aun estaban fuertemente marcados por el cansancio que ningún café le podría quitar.


Por otro lado, Kunimitsu también se sentía un tanto incomodo, su hermanastro debía estar por ahí también, hablando con Seiichi; se lo había cruzado momentos antes en la recepción, luego de escuchar los gritos de Marui dedicados a su hermano menor que ya era moneda corriente en aquel lugar, sus ojos estaban también cansados, pero por diferentes motivos. Mientras Genichirou estaba de esa manera por quedarse de guardia toda la noche, Kunimitsu lo estaba por no haber podido conciliar el sueño; no era grato tener un hermano que te incitaba a besar, tener sexo, impartir la clara y pasional sabiduría del amor en un cuarto en penumbras. No podía dejarse vencer por los sentimientos, por la lujuria y ni siquiera por su cuerpo; no por nada, el sexo y el amor ocupaba un índice muy bajo en su vida, y se preguntaba si en la vida de Genichirou le tomaba importancia a esas cosas.


Sanada no se veía como un esteriotipo de hombre fiestero, pero tampoco se veía un virgen afligido, más bien era del tipo pasional pero respetuoso con la sed sexual, seguramente le era importante como el hecho de procrear vida, comer alguna golosina o pasear por los jardines parecidos al edén.


 


Ah, en definitiva.


 


 


–Kunimitsu –una voz lo desconcentró, era demasiado suave para ser la de Sanada. Él y su compañero se dieron vuelta para ver al muchacho detrás de él–. Que bueno verte ¿podemos hablar?


 


–Claro, no tengo nada que hacer ahora… –habló y observó a su compañero.


 


–No se preocupen, iré a buscar la planilla de Seiichi y le iré a revisar ¿esta despierto? –preguntó a Syusuke.


 


–Sí, cuando lo dejé estaba mirando por la ventana, parece que quiere ir a aquellos jardines del hospital…


 


–Me lo suponía –murmuró, era obvio que la esencia no abandonaba a su sobrino–. Los dejo –murmuró y le dio una palmada en la espalda a Tezuka para luego retirarse de allí directo a la recepción.


 


–Acompáñame a mi oficina ¿si? –habló Tezuka y señaló los pasillos donde comenzaron a caminar–. ¿De qué quieres hablar? –preguntó.


 


–De nosotros –susurró.


 


 


Ahí la palabra mágica: “de nosotros”, el “nosotros” subrayado y con un imponente marcador rojo. Nosotros era tan subjetivo y objetivo a la vez, era de aquellas palabras que se sienten alejadas pero a la vez denota un conjunto, una compañía, algo más allá del simple “juntos”; no, no era sólo una palabra, era más que eso ¿o es que se estaba haciendo la cabeza? Necesitaba un descanso y lo necesitaba ahora. Se tomó unos minutos cuando posó su mano encima de la perilla y giró lo suficiente para abrir la puerta de su consultorio. Dejó pasar a su hermano y luego entró él, cerrando la puerta tras si.


Se sentaron y Tezuka comenzó a jugar con su bolígrafo, evitando mirarlo, pero era imposible desviar la intensa mirada azulada que se posaba en él.


 


 


–Kunimitsu ¿puedes mirarme? –habló el muchacho.


 


–Te estoy mirando….


 


–No me estas mirando, estas jugando con ese estúpido bolígrafo –Syusuke tenía carácter y seguramente eso lo había heredado de su madre. Dejó la lapicera a un costado y observó a su hermano–. ¿Haz pensado en lo que haremos?


 


–Creo que lo dejé claro en nuestra plática el otro día……


 


–No quiero vivir una vida sin haber probado o hecho el intento –murmuró y apoyó sus brazos encima del escritorio.


 


–¿Probado? ¿Intentado? Si fuera tan fácil….. –vaciló, pero fue interrumpido por su hermano.


 


–¡Es difícil porque lo pones difícil! Puede ser fácil si quieres.


 


–¡Claro que no! ¿Dónde conoces una relación intrafamiliar que sea fácil? ¿Eh? Syusuke, no es todo sencillo….las cosas no son “estoy enamorado, casémonos”, si fuera así de fácil y la moral no me pesara tanto, te hubiera hecho el amor, y me hubiera casado contigo…. –habló, dejando a Syusuke con los ojos abiertos.


 


–¿En serio lo dices? –preguntó, Kunimitsu afirmó rápidamente.


 


–Entiende, no todo es fácil y yo ahora soy un adulto…debo darte el ejemplo, debo seguir las leyes y aprender a decir no. Por más que me duela, tenemos que vivir esta vida así…..


 


–¡Yo no quería nacer como tu hermano! –afirmó con la voz alta.


 


–¡Yo tampoco! Pero ahora es lo que nos queda…tal vez sino hubiéramos nacido en el seno de la misma familia, tampoco me hubiera enamorado de ti y no sé como sería mi vida de ahora en más –le toma las manos–. Syusuke…


 


–¿hm?


 


–¿Me entiendes? –preguntó, Syusuke suspiró y afirmó.


 


–Si. Pero no significa que me guste.


 


–Al menos sé que me entiendes –bramó exhausto, no era algo que le fascinara andar diciendo que le era imposible concretar el amor que sentía, más bien le perturbaba el hecho de repetirlo una y otra vez.


 


 


Se levantó rápidamente de su asiento dispuesto a salir del cuarto, pero no podía, una mano lo detendría a mitad de camino. Giró en sus talones y quedó frente a frente con el enemigo, aquel que quiere destrozar la pared de sus principios morales sólo con tal de sentir un poco de amor. De puntitas de pies y posando sus dos manos en las mejillas del pediatra, se acercó lo suficiente al rostro para rozar sus labios en un cálido y fugaz beso; de aquellos besos que no se olvidan y dejaban perplejos a cualquiera, que hacía temblar el cuerpo y palpitar fuertemente al corazón.


Sus manos temblorosas no pueden evitar moverse casi instintivamente, rodeando la cintura para acercarlo más hacia él. Un esbozo de felicidad, de aquella felicidad que apenas podía sentir desde hacía tanto tiempo. Una de sus manos, la derecha, comenzó a subir lo suficiente, rozando las prendas, casi levantándolas en el paso, navegando por aquella espalda hasta llegar a la cabeza, al cabello lacio y sedoso color ámbar.


 


El beso estaba durando demasiado y no sintió cuando arrinconó a su hermano contra la pared, golpeando tan fuerte que casi se cae su diploma colgado. Una pequeña separación de solo unos segundos para tomar aire y se inundaron de nuevo en aquel fugas pero pasional beso, aquellos que no se pueden olvidar con un simple toque, que incitan a seguir cada vez más y más profundo hasta el punto de hacer el amor. Pero él no quería avanzar más, no podía avanzar más, a pesar de que se querían derribar y estaban en la cuerda floja su ética y moral, era casi indestructible. Se separó lentamente de él y sus labios se despegaron suavemente, quedándose sólo mirando a los ojos.


 


–No podemos, por favor Syusuke……..entiéndeme –habló, realmente le estaba rogando que lo deje tranquilo, pero prácticamente le era imposible a él mismo hacerse a la idea.


 


–¿Y qué harás? ¿Olvidarme por completo? ¿Casarte, tener hijos y así hacer una vida ficticiamente feliz? Ya sabes que estamos jugados, Kunimitsu, estamos totalmente jugados –las cartas estaban echadas sobre la mesa, y ahora sólo cabía esperar que cartas jugaría la banca. Era un doble o nada, donde tenían todo para perder.


 


–Lo intentaré.


 


–¿CÓMO PUEDES DECIR ESO? ¿Acaso no te vale nada lo que estamos viviendo? –preguntó enojado, separándose bruscamente optando una posición alejada.


 


–¡Por amor a dios, Suke! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¡Te amo! Pero, no podemos estar juntos……….es…..primero, ilegal…..


 


–Voy a cumplir 18 en febrero…..


 


–¡Falta casi un año para eso, Suke! Y segundo, somos hermanos, no tenemos el mismo padre pero si la misma madre. Nuestra mamá está psicológicamente inestable, no podemos traerle problemas –habló, intentando aclarar.


 


–¿Entonces nuestro amor es un problema?


 


–¡Yo no dije eso!


 


–¡SI LO DIJISTE!


 


–Baja el volumen de tu voz –pidió, a lo que Syusuke suspiró–. Primero, no dije que lo nuestro sea un “problema”, pero seamos sinceros Syusuke, no es normal que la gente se ande enamorando de sus hermanos ¿no te parece? –preguntó, Fuji suspiró pesadamente y afirmó–. Venimos discutiendo esto hace como un mes, y siempre llegamos a lo mismo. Syusuke…….no seré feliz sino estoy a tu lado, pero es la vida que me toca y no puedo hacer nada al respecto.


 


–¿Te lavas las manos?


 


–No……simplemente respeto las leyes morales, respeto a mamá, respeto a nuestro padre y te respeto a ti lo suficiente como para saber cuando te haré daño y cuando no –murmuró.


 


–Me estas haciendo daño ahora –bajó la cabeza y comenzó a jugar con sus dedos.


 


–Me lo agradecerás en algunos años.


 


–No lo creo –Syusuke se dio media vuelta y salió del consultorio azotando la puerta.


 


 


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Genichirou había dejado momentos antes a Tezuka y Fuji para que puedan platicar, suspiró, realmente esos dos le darían migraña, ya lo había escuchado días anteriores discutir sobre lo mismo, era eso, el amor prohibido. Se tocó la cabeza y frunció el ceño. “Amor prohibido”. El mismo mal que él padecía, aquel que no puedes curar ni con toda las medicinas del mundo. Que celebre aquel que dijo que la enfermedad más terrible era el amor, realmente tenía toda la razón, pero, nadie decide con quien enamorarse o de quien y lo que era más terrible para él era pensar que estaba sintiendo algo por alguien que a comparación de él apenas llevaba quince años vividos, que era un joven adolescente que no entendía aun el mundo, que le faltaba montones de experiencias por vivir.


Tenía que dar un cierre final a esta relación o terminaría enfermándolo. Por su salud mental, simplemente por eso ahora tenía que ser capaz de afrontar las consecuencias, pero ¿él quería cortar todo? No, realmente no quería, se sentía extrañamente atraído hacia su sobrino y aquellos besos que se habían dado hacía unos días le habían hecho perder completamente la cabeza. Ahora estaba desnudo a la intemperie de este nuevo amor, se sentía tan bajo y vacío que creía que lloraría en cualquier momento, ya no era normal lo que pasaba por su mente y lo que quería sentir su cuerpo.


 


–¿Si? –habló una voz, la de Marui. Suspiró y giró para mirarlo, ¿para qué diablos había ido a la recepción? ¡Ah cierto!


 


–Necesito las fichas de revisión de Seiichi Yukimura –pidió el hombre, Marui comenzó a buscar rápidamente sin mucho éxito–. Para hoy, si es posible.


 


–Lo siento, es que anoche se quedó Jackal aquí y no sé donde dejó los ficheros –murmuró rezongando, no era la primera vez que Jackal hacía destrozos con su “orden” que era más desorden.


 


–Fíjate en la “Y” –señaló una gaveta con esa letra.


 


–¿La Y?


 


–Y….Y de Yukimura, la Y de Yukimura –explicó, como si fuera iluminado, Marui abrió dicha gaveta y sacó los ficheros.


 


– Ah, estaban aquí ¿quién lo diría?


 


–Sí, eso mismo me pregunto yo –dijo con ironía y le sacó las fichas de la mano.


 


–¿Necesita algo más? –preguntó, y Sanada negó con la mirada retirándose de allí.


 


–Ah, espera –se detuvo–. Trata de que tus problemas con tu hermano se solucionen en casa y no en medio de la recepción ¿es posible? –y tras decir eso no esperó respuesta cuando partió.


 


 


Realmente ese hospital era un conventillo, sino estaba Marui y Nioh gritándose por todo el pasillo, se veía a uno que otro doctor persiguiendo una enfermera. No sabía que diablos estaba haciendo allí, pero era mejor ese hospital que el del estado, el cual no le pagaban bien o como era debido. Caminó con los ficheros y pudo notar una que otras anotaciones hechas por Tezuka o Yagyuu, suspiró, creo que era mejor dejárselo a ellos, a pesar de que su curiosidad lo estaba matando; pero, no por nada era tío al mismo tiempo que doctor, los sentimientos no debían influenciar su posición laboral.


Posó su mano encima de la perilla y giró la misma abriendo la puerta, encontrando a Seiichi mirando por la ventana, con sus dedos apoyados en el vidrio mientras su mirada perdida se focalizaba en el precioso jardín del hospital. Quería bajar en aquel mismo momento y oler las flores, tocarlas, regalarlas, ya extrañaba hacer todo eso.


 


–¿Te gusta? –preguntó Genichirou, desconcentrando a Seiichi el cual dio un respigo.


 


–No me asustes tío –susurró dando media vuelta–. Me gustan los jardines de aquí, son preciosos ¿cómo tienen tiempo de cuidarlos?


 


–Contratan personal –afirmó Sanada mientras sacaba su bolígrafo del bolsillo de su bata–. ¿Cómo te sientes?


 


–Mejor, aunque no me gusta estar con esa cosa inyectada todo el tiempo –señaló la bolsa de suero que colgaba de un gancho.


 


–Es para evitar posibles ataques –murmuró mientras caminaba hacia él–. Siéntate en la silla, Seiichi.


 


–¿Hm? Si –bramó, se sentó en la silla indicada. Su tío le extendió un termómetro y él se lo colocó debajo de de la axila.


 


–Bien, a ver –Sanada se inclinó hacia él y le colocó sus dos manos en el cuello, comenzando a tocarlo, Seiichi instintivamente abrió la boca y Sanada aprovechó para mirarla también–. Bueno, ya está –dijo incorporándose y anotando en la ficha–. Gracias a dios no te dio ningún virus de hospital.


 


–¿Virus del hospital? –preguntó.


 


–Es muy común estando en el hospital, hay mucha gente enferma; dame el termómetro –indicó, Seiichi se lo quitó y le entregó al doctor, el cual le revisó y lo guardó.


 


–36.2, normal –susurró para si mismo–. Levántate la camisa –nuevamente indicó, pero Seiichi sonrió de costado lo que fue captado por su tío–. Seiichi, no estoy jugando.


 


–Ya sé, ya sé, que carácter horrible tienes –susurró y se levantó la camisa. Genichirou se colocó el estetoscopio en sus oídos y lo colocó en la espalda.


 


–Respira con la boca abierta –susurró, trató de que la cercanía de los cuerpos no le hiciera pensar cosas. Seiichi comenzó a respirar suavemente–. Bien, ya está.


 


–¿Tú me vas a hacer siempre los chequeos? –preguntó bajándose la camisa y levantándose de la silla.


 


–Supongo ¿por qué lo preguntas? –habló, esta vez colocándose el estetoscopio en el cuello.


 


–Es divertido, es como jugar al doctor –Seiichi sonrió–. ¿Lo recuerdas?


 


–Seiichi, eso fue hace tiempo……. –se sonrojó, recordaba perfectamente cuando su sobrino quería jugar a esos juegos tan traumáticos y él era la única persona cercana con quien podía.


 


–Pero divertido, me gustaba cuando me tocabas…..


 


–Seiichi, no digas eso, la gente pensará raro –susurró, algo abatido y humillado, recordaba esos tiempos con dulzura más no con connotaciones sexuales como se lo hacía recordar su lindo sobrino.


 


–¿Qué gente? Estamos solos –se acercó, dando pasos como aquel tigre que quiere cazar a su presa. El descendía con temor, Seiichi daba mucho miedo.


 


–Seiichi, por favor…–intentó calmar al león interno pero era imposible, ya estaba arrinconado contra la pared, y frente a él, el cuerpo de su sobrino, un enano de quince años que le hacía temblar–. Se…Seiichi.


 


–Tío, puedo pedirte un favor –susurró, lo suficientemente cerca como para hacer temblar el masculino cuerpo de su tío–. Quiero cumplir un solo deseo, para si me tengo que morir en la operación, quiero hacerlo cumplido.


 


–¿Hm? No vas a morir, Seiichi –intentó calmar, pero estaba demasiado nervioso en ese momento.


 


–Pero quiero que me prometas algo ¿lo harás? –Preguntó, Sanada no sabía a que se debía pero aun así afirmó con la cabeza–. Quiero que antes de la operación, un día o dos antes, quiero…….que hagamos el amor.


 


–¿…qu….qué? –preguntó temblando, aun más que antes.


 


–Lo prometiste tío –murmuró y lo tomó del rostro–. Quiero morir sabiendo que fui tuyo al menos una vez…..


 


Con esas palabras repletas de esperanzas y sueños, Seiichi unió sus labios con los de Genichirou de una forma tan intensa que el mayor creía que se derrumbaría. No era la primera vez que tenía al adolescente en sus brazos, y tampoco la última. Las posiciones se invirtieron mágicamente, y Seiichi pasó a estar arrinconado en la pared, recibiendo los pasionales besos de su tío que levantó sus piernas hacia sus caderas. Así, realizando extraños movimientos con sus caderas que hacían gemir al más joven, pero aun sin el contacto íntimo que tanto ansiaban. No podía más, su cuerpo le estaba pidiendo a gritos aquello, pero su superyo, aquel sargento que callaba los gritos de terminar con todo y hacerlo allí mismo, lo detenía.


 


 


Era tan delgada la brecha del hacer y no hacer…….


 


 


Era tan fina…….


 


Y él, ya se había decidido.


 


 


Días antes de la operación de Seiichi……..


 


 


Le haría el amor.


 


 


Continaurá.

Notas finales:

Creo que Genichirou es más domable que Tezuka ¿no les parece? Jajaja, bueno me gustó el final, creo que fue creíble. Espero que a ustedes también les haya gustado.


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