Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La más terrible enfermedad por Shin Black

[Reviews - 142]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Episodio III

 

 

 

 

 

 

Estaba sentado frente a la mesa, cerca del televisor, con su comida aun humeante a un costado y el hielo de su bebida derritiéndose; no estaba concentrado en que debía comer, más su mirada estaba focalizada en la centena de papeles frente a la mesa, y la pluma que traía en sus manos escribiendo sobre ellos. Realizaba las ordenes de estudio para su sobrino, así más tarde se los llevaría rápidamente a su hermano para adelantar ese fino proceso antes de la operación. Eran básicos, pero necesarios, como los estudios de sangre, pero a la vez era un fuerte impedimento o no para una cirugía próxima. Terminó de poner el último punto cuando sintió el timbre sonar, era extraño, él no esperaba absolutamente a nadie, además que sus vecinos eran demasiado autistas como para ir a pedirle algo, ¿o será su carácter que los ahuyentó? Cualquiera que sea el motivo era mejor, pues en su anterior hogar las constantes visitas de su vecina le ponían nervioso, sobre todo porque estaba en su etapa “adolescente” o “juvenil”, por lo tanto la atracción hacia el sexo opuesto estaba a flor de piel, pero él no, era un muchacho muy tradicional que no se dejaba guiar por los impulsos sexuales, más que nada era un tanto tímido con el hecho de hablar con personas del sexo opuesto.

¡Lo que sea! Se levantó dispuesto a abrir la puerta, recorriendo todo el pasillo donde figuras y retratos decoraban las paredes, algunos los había comprado con sus ahorros, pues le encantaba el arte histórico, aquellos que reflejaban cada etapa de la historia japonesa; por otro lado también se podían ver dibujos de niños coloreados y pegados en las paredes, eran dibujos de sus dos sobrinos, aun los tenía. Sasuke le mandaba cartas con sus dibujos, mientras que Seiichi se los hacía frente a él en aquellos bellos años donde todo se compartía en familia.

 

Giró la perilla y se sorprendió al encontrar a Tezuka frente a él, pestañó rápidamente y le dio un fuerte abrazo que el muchacho de mirada castaña recibió. ¿Cómo sabía donde vivía? En ningún momento en el día le había dado su dirección ni número telefónico. Lo guió todo el recorrido hacia la cocina sin decir absolutamente nada, mientras su compañero parecía mirar rápidamente todos los retratos y fotos que estaban colgados en el pasillo. Se apresuró a abrir la puerta del living, dado que el comedor era todo un chiquero, y con un ademán lo hizo pasar.

 

–Disculpa el desorden, pero no te esperaba –habló el moreno caminando hacia el sillón y sentándose en él.

 

–No, discúlpame a mí por no avisar, lo que pasa es que quería caerte de sorpresa ¿interrumpo algo? –preguntó mirando por todos lados.

 

–En lo absoluto, estaba haciendo algunas órdenes para los estudios de mi sobrino, se las iba a enviar ahora a mi hermano y de paso verlos.

 

–Ah, me hubieras dicho y venía mañana –se sintió mal por un momento.

 

–No te preocupes, no es de apuradas, además no puse la fecha, así que está todo bien –sonrió–. ¿Te gusta mi casa?

 

–Por lo que vi, no esperaba menos de ti –señalo aquellos retratos–. Como siempre, te basas en aquella época.

 

–La familia Sanada es tan antigua como las rocas, eso decía mi abuelo, por eso siempre me gustó repasar historia; aun hoy me pregunto porque no seguí eso en mi vida –sonó risueño, prácticamente llevando sus pensamientos al pasado.

 

–Cierto, pero no te veo pasta de docente ¿sabes? Jajaja, siempre te vi como un médico, y ahora que cumples ese sueño ya no te veo más como otra cosa –aclaró el muchacho de lentes, intentando comentar cualquier cosa, era necesario pues el silencio lo agobiaba.

 

–Si, bien…..

 

–Además, tu casa es muy “acojedora”, es pequeña…..

 

–Había pensado en mudarme a algo más grande pero…. –hizo una pequeña pausa–, ¿para qué? Sino vivo con nadie, sería mucha casa para nada.

 

–¿Haz pensado casarte alguna vez? –preguntó, aquel tema no era muy tocado por ellos.

 

–Sí, lo he pensado, pero también creo que para ese tipo de cosas hay que estar seguro, no digo que no esté seguro con mis relaciones, pero quiero estar cien porciento con los pies en el piso, mirando a aquella persona que amo a los ojos y decir: “quiero formar una familia”, “quiero tener hijos”, “quiero casarme”.

 

–¿Nunca te ha pasado? De decir: “quiero casarme con ésta persona”.

 

–Siendo sincero –se tomó unos segundos–. No, realmente nunca hubo nadie que me mueva el piso de tal manera que sienta que debo dejar todo por esa persona, yo quiero eso; no me gustaría mirar hacia atrás y pensar que perdí el tiempo.

 

–¿Perder el tiempo? –alzó una ceja, estaba sorprendido ante esa frase.

 

–Sí, no quiero casarme con un fulano o fulana, tener dos o tres hijos y que al final de mi vida sea sólo eso; quiero más cosas para mi, por eso esperé a graduarme y a tener un trabajo para comenzar una vida, para pensar lo que quiero. Yo no quiero pasar mis últimos días como un decrépito anciano con una silla desplegada en la puerta y ver pasar adolescentes engreídos; quiero mucho más que eso, quiero disfrutar del amor con mi pareja, quiero tener hijos cuando lleguen y sobre todo, quiero amar hasta que crea que me muera.

 

–Eso es muy…cursi.

 

–Demasiado, pero creo que es tan perfecto que jamás podré tenerlo, por eso renuncié a tener hijos y casarme desde hace tiempo –murmuró–. Puedo vivir bien y vivir sólo, sin obligaciones.

 

–¿Tomas la paternidad como obligación? –preguntó Kunimitsu, Sanada afirmó.

 

–No quisiera, pero hoy en día si me cae un hijo del cielo, pensaría que lo es….

 

–Bueno, en parte tienes razón, yo no me sentiría muy cómodo hoy siendo padre. He tenido mis amores, como toda persona, pero no creo que sea mi momento para tener familia –suspiró.

 

–Si, por cierto ¿quieres tomar algo? ¿Un té? –preguntó el inquilino de aquel departamento en el centro, levantándose inmediatamente, Tezuka negó.

 

–No, no, ahora voy a ir a cenar a mi casa y a dormir un poco, mañana debo despertarme temprano –dijo haciendo un ademán con la mano, Sanada se volvió a sentar–. ¿Haz cenado?

 

–Estaba en ello, bueno, intentaba, pero ya vez que vivo del trabajo, estaba realizando las órdenes de Seiichi y no podía probar bocado hasta no terminarla –susurró–. Es difícil la vida de hospital.

 

–Muy difícil, hay que tener la mente fría –murmuró.

 

–¿Sólo la mente? Tienes que estar bien de acá –señala la cabeza con sus dedos–. Y bien de acá –señala su pecho.

 

–Si lo sabré yo….

 

–Por cierto, hay una pregunta que quiero hacerte desde que te vi cruzar el lumbral de mi casa –habló Sanada con incertidumbre, Kunimitsu alzó su ceja–. ¿Cómo conseguiste mi dirección?

 

–¡Ah, eso! ¿No te das una idea? –eso acrecentaba su incertidumbre, pero al saber que Genichirou era un muchacho que decía las cosas directamente, decidió no preocupar–. Marui.

 

–¿Bunta? ¿Y te dio la dirección así no más? ¿Sin saber nada de ti? –el rostro perplejo de Sanada quedó cuan postal.

 

–Bueno, creo que alguien dijo que éramos amigos de la infancia, y yo se lo dije también así que creyó que era cierto –Genichirou no parecía conforme con lo dicho–. Lo siento, pero quería darte una sorpresa.

 

–Lo sé, y no tienes porque disculparte.

 

–Mmm, creo que debo irme, ya se está haciendo tarde para que visites a tu sobrino –se levantó rápidamente.

 

–Bueno, gracias por venir a visitarme, puedes venir cuando quieras, yo me pegaré una vuelta por tu casa ¿te parece? –preguntó, acompañando al muchacho de mirada castaña hacia la puerta.

 

–Cuando quieras, tu casa es mi casa.

 

–Por cierto –se detuvo en seco–. Tú sabes lo de….. ¿el señor Yure Fuji?

 

–¿Eh? ¿Qué cosa? ¿Le pasó algo a papá? –preguntó, Sanada tragó de su propia saliva y negó.

 

–No, no, nada….ve a tu casa.

 

–Me estas mintiendo ¿qué le pasó? –sonó más preocupad, sus manos temblaban ligeramente.

 

–Nada, nada….de verdad, es mejor que no sea yo quien te diga estas cosas Kunimitsu, mejor ve a tu casa, relájate –le coloca una mano encima de su hombro.

 

–Eso me deja intranquilo.

 

–Lo sé, pero es lo único que puedo decirte –murmuró y le dio un abrazo, esta vez más fuerte que el anterior y le abrió la puerta–. Nos vemos mañana.

 

–Nos vemos –susurró Tezuka y partió, aun intranquilo.

 

 

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

 

Jirou llevaba dormido desde hace dos horas, justo encima del pequeño sillón negro en la sala de espera, siempre era lo mismo con ese grupo de cuatros, todos estaban distraídos en cualquier cosa y los pacientes eran parte del decorado del hospital, aunque hasta el momento, ninguno de los enfermos que se encontraban internados allí les habían “hinchado la paciencia” durante las noches. Todos dormían, aunque siempre habían excepciones como los recientemente operados, que necesitaban un aditamento extra para poder conciliar el sueño luego de la alta dosis de anestesia, la cual provocaba frío, vómitos y hasta palpitaciones luego de despertarse el enfermo de la operación, en algunos casos la garganta las tenían secas y necesitaban de beber agua, pero eso podría ser peligroso en personas que acaban de recibir aquel líquido con tal magnitud.

En definitiva, eso daba el placer a Jirou de recostarse un poco y dormir, aun no entendía Marui como ese escuálido chico de cabello naranjo podía tener título de enfermero; no debía tener más de veinticuatro años, aunque podía suponer a que se debía y ese “alguien” tenía nombre y apellido: Keigo Atobe, él hijo del dueño del hospital Matsumasa Atobe. El engreído muchacho de cabello azulino y ojos celestes impactaba con su presencia, y es que ¿quién podría imponerse ante semejante galán? Aparte de que sus ojos demostraban una cierta superioridad ante el resto, su inteligencia se podía igualar, al igual que su calidad como cirujano y futuro heredero, con Yagyuu.

 

En definitiva, todo lo que tenía ese chico se lo debía a Atobe, que seguramente se lo quería ligar. Marui lo tenía entre cejas y siempre le daba lo más difícil para hacer, aunque el muchacho siempre con una mirada brillante y entusiasta, lo hacía con toda su energía. Realmente, ese chico engreído de ojos celestinos, se llevaría una joya si es que lograba conquistar al risueño muchachito de ojos café.

 

 

–Oye, oye Jirou –Marui se apartó de la recepción, con su revista de utilísima en las manos, golpeándole la cabeza para despertarlo–. ¡Despierta! Esto no es un motel ¿sabes?

 

–Mami, déjame dormir un poco más….. –susurró entre sueños.

 

–¡QUE MAMI NI QUE OCHO CUARTOS! ¡ARRIBA FLOJO! –y una suave pero para nada delicada patada, hizo que el chico de cabello naranja se cayera del sillón.

 

–Aaaay, eso dolió –susurró acariciándose la zona entumecida por el golpe.

 

–¿Sabes que significa “estar de guardia”? –preguntó el pelirrojo sentándose en el sillón.

 

–Emmm…..este…..significa que…..bueno que…..no sé que significa –bajó la cabeza y recibió un nuevo golpe con la revista–. ¡Aaay! Marui sempai, duele, tiene el borde de plástico.

 

–Por eso te golpeó con el borde –murmuró el chico–. Verás, estar de guardia significa mantenerse despierto toda la noche, revisando a los enfermos que no le falte nada.

 

–¡Aaaah! ¿Y usted estaba revisándolos? –unos segundos en silencio al igual que un suave pestañeo y otra vez la revista paró en la cabeza–. ¡Aaaah! ¿Qué hice esta vez?

 

–Hablar de más –se levanta–. Anda. Ayúdame a ver que hacen los dos idiotas esos.

 

–¿Qué dos idiotas? –preguntó.

 

–Nuestros compañeros ¡Ah, claro! Como siempre andas dormidote no sabes que tenemos dos compañeros –susurró–. Son Kuranosuke Shiraishi y Senri Chitose.

 

–¿Quiénes?

 

–El chico de la mano vendada y el que parece hippie –habló, a lo que Jirou entendió finalmente.

 

–¡Aaaaa! Si, si, ya sé quienes son……están ahí –señala el pasillo donde venían los dos enfermeros con unas bolsas de suero vacías.

 

–Chitose ¿qué te pasó en el ojo? –preguntó Marui.

 

–5-C.

 

–Aaaah –entendió.

 

–Esa anciana golpea a todo el mundo ¿ne? –sonrió Jirou, los tres chicos le miraron–. Una vez entré por error y también me golpeó, aunque me llamo Chitose.

 

–¡Es mi karma! –sollozó el chico nombrado.

 

–Ya, ya, Senri, ya se morirá algún día.

 

–Eso sonó muy cruel Shiraishi, por cierto ¿Haz sabido las nuevas? –inquirió Marui acercándose a sus compañeros, durante la noche también era normal que los enfermeros de guardia se contaran chismes.

 

–¿Qué pasó? –preguntaron los chicos.

 

–Bueno, parece que el doctor Oshitari, fue sorprendido por unos de los médicos de turno con “la mano en la masa”

 

–¿Hacía pizzas? –preguntó inocentemente Jirou recibiendo un revistazo nuevamente–. ¡Aaaay!

 

–Nooo, parece que está engañando a su novia con ese enfermero nuevo ¿cómo se llama? ¡Gaku….Gakuto!

 

–¿Gakuto? Pero, digo, Gakuto no es el enfermero más lindo de acá ¿no? Al menos si lo hubiera engañado ¡No sé! Contigo –habló Shiraishi.

 

–¡Oye, oye! Yo no me meto con doctores y menos si son casados…..bueno la cosa es que el doctor Oshitari anda que se lo carga el mundo, porque tiene miedo que este doctor hable, así que anda tratando de “comprarlo” –dijo en murmullo.

 

–¿Y? ¿Qué pasó?

 

–Pues lo más seguro es que Oshitari se separe de su novia, para evitar problemas, no puede andar con Gakuto si todo el hospital lo sabe –habló nuevamente cruzando los brazos.

 

–¿Saben lo que pasó el otro día con el doctor Akinawa? Lo encontraron en uno de los cuartos con una de las enfermeras –dijo Chitose.

 

–Pero ¡es casado! –se sorprendió Shiraishi, Marui colocó su mano en su pecho de la impresión.

 

–Y tiene dos hijos y será padre por tercera vez porque la enfermera –hace gesto de embarazo.

 

–¡Nooo! ¿En serio? –preguntó de nuevo Marui a lo que Chitose afirmó.

 

–Si, si….además…..

 

–Oigan chicos –llamó Jirou, captando la atención de sus compañeros–. ¿Qué significa esa luz roja que esta en el tablero de control de los cuartos?

 

–¿Qué luz roja? –preguntó Chitose y los cuatro se acercaron al tablero.

 

–Ah, lo siento, se cayó el protector –dijo Marui pegando nuevamente el protector encima de las luces–. ¿Decías, Chitose?

–Ah sí….bueno y pasó que……

 

 

Lo que no sabían era que esas luces eran producto de un botón que apretaba el enfermo cuando necesitaba atención.

 

 

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

 

Llevó un ramo de flores hacia la cocina, esperando la llegada de su tío. Durante la tarde, su padre había ido a visitarlo y le había pedido que le pasara las ordenes para los estudios por la noche; para darle una pequeña sorpresa, Seiichi había hecho un adorno de flores que pondrían en la mesa y la mamá del chico, Kaori, había cocinado una deliciosa cena que tanto le gustaba a su cuñado Genichirou. Sasuke había terminado de jugar a la wii y se encontraba sentado en la mesa mirando la tele, mientras su abuela se encontraba en una silla de tejer, tejiendo un suéter que le regalaría próximamente a su hijo menor para que no tuviera frío en la época invernal que azotaba Japón.

Ya se estaba haciendo tarde, era pasada de las nueve, y el moreno no se asomaba ni por la puerta. Seiichi miró incesantemente el reloj perdiendo las esperanzas en el momento que su madre ingresaba a la cocina dispuesta a servir la comida. “Un poco más”, dijo el hermano mayor, y volvió a observar por la ventana, esperando a que el chico se apareciera. Seiichi se desplomó encima de la mesa, aun mirando de reojo la ventana desde lo lejos, ya no importaba si su tío venía o no, se quería ir a dormir, pues mañana sería un hermoso día para él.

 

–¡Ya llegó! –exclamó el mayor de los hermanos Sanada y se fue corriendo hacia la puerta. Kaori sonrió y fue a preparar la mesa junto a su madre y su pequeño hijo, mientras que Seiichi se acomodaba un poco su ropa.

 

Vestía un pijama, de color celeste, con un short bastante corto o al menos más de lo normal; se levantó rápidamente y se pudieron ver bien aquellas pantuflas de osito que aun conservaba desde hace un tiempo. Podía oir la voz de fondo como se iba acercando, y su corazón comenzó a palpitar rápidamente, era un sueño hecho realidad volver a encontrarse con “aquel amor de niñez” y es que cuando no pareciera, Seiichi siempre estuvo “enamorado” de su tío, más que pasional era ideal, pues lo veía como alguien adulto, lleno de vigor y de luz en destellos con sus ojos.

Pareció mágico cuando cruzó la puerta y se lo vio, era todo un hombre con un cuerpo envidiable, traía una camiseta sin mangas color negro y un pantalón deportivo al igual que sus tenis, una muñequera en su mano derecha y su gorra, aquella gorra que usaba cuando niños.

 

Ya no era aquel jovencito que le cuidaba, le criaba, le moldeaba, ahora era más que eso, era un profesional, un hombre, una persona de confianza con serenidad y carácter. Pero por el otro lado, la cara de Genichirou cambió drásticamente al ver aquel niño trasformado en un adolescente, con esas perfecta y bien formadas piernas que amenazaban con dejarse caer, aquel cabello que ahora era más largo de lo común y esa mirada aun inocente e infantil. Como habían pasado los años, pues, nunca supo cuando dejó de ser aquel niño de mirada añil y se trasformó en aquel ser formado, desarrollado. ¿Cuándo? ¿Qué tan rápido pasó el tiempo?

 

–Seiichi –susurró, su voz aun quebrada pero firme, se acercó a su sobrino fundiéndose en un abrazo. A pesar de que las alturas eran diferenciables, el crecimiento del chico era algo impactante, pues recordaba que tenía que agacharse para abrazarlo.

 

–Tío Genichirou, te extrañé tanto –susurró, en el oído, aquel toque que parecía querer derretir a cualquiera. Genichirou cerró sus ojos sintiendo aquello, ese calor, ese fulgor que le quemaba internamente y que nunca había sentido.

 

–Mira como haz crecido –se separó, tomándolo de la mano–. Eres todo un joven.

 

–Lo sé tío, tú estas…..más viejo –rió, obviamente los años habían hecho estragos con su apariencia física, pero aun conservaba aquel enorme cuerpo y su mirada fresca y juvenil a pesar de las patas de gallo que no tardarían en asomarse.

 

–No digas eso, ya sé que estoy……viejo –rió, nuevamente le abrazó sintiendo aquel corazón débil latiendo contra él, era imposible no hacerlo, ese chico desde bebé fue su adoración–. No puedo dejar de hacer esto.

 

–Tío, me estas ahogando….

 

–Lo siento, lo siento –lo apartó un poco y lo tomó de los hombros, mirándolo, en una señal de puro afecto–. Te haz trasformado en un adolescente lleno de vida, fuerza y precioso, todo lo que he deseado alguna vez para ti.

 

–Pero me falta la salud –susurró, su mirada comenzó a nublarse cuando recordó aquello.

 

–Pero ya no, te traje aquí las ordenes para hacerte los estudios –dijo metiendo su mano en el bolsillo y sajando unas hojas de inscripción médica–. Tienes que sacarte sangre y hacerte algunos estudios de rutina para ver como está tu corazón, eso es todo, del resto nos encargaremos Yagyuu y yo.

 

–¿El doctor Yagyuu me hará la operación? –preguntó el chico mientras se sentaba en la silla, junto a su tío.

 

–Sí, pero prefiero evitar ese tema, hablemos de cosas buenas e interesantes ¿cómo te haz portado todos estos años? –una pregunta típica que sería contestada por un “bien”, obviamente.

 

–Bien –lo suponía.

 

–Me alegra ¿y tus estudios…..?

 

–¡TIO GENICHIROU! –la voz de un niño le apartó por primera vez la mirada de su sobrino mayor, sonrió inmediatamente recibiendo en sus brazos a Sasuke.

 

–¡Sasuke! Mira que grande eres, todo un caballero –murmuró abrazando a su segundo sobrino, Seiichi hizo un gesto de recelo.

 

–Sí tío, ya soy todo un hombre ¡mírame! Ya mido uno metro cincuenta, ya soy muy alto…. –habló, tenía tanto carisma aquel enano como su padre.

 

–Ya lo creo, eres muy grande ¿cómo está tu mamá? ¿Haz cuidado bien de tu hermano?

 

–¡Claro que si! Yo lo cuido –murmuró.

 

–Eres un mentiroso –susurró en burla, pero el chico salió corriendo gritando que él cuidaba a Seiichi–. Lo siento, está loco.

 

–Jajajaja, no te preocupes, me recuerda a ti cuando eras un niño de esa edad.

 

–¿Yo estaba loco también, tío? –preguntó, de una forma coqueta.

 

–Pues, no tanto –respondió–. Pero tenías una especie de dependencia a las flores, te encantaban. Para todos tus cumpleaños, flores eran tus regalos.

 

–Eso sonó a una rima –rió por lo bajo, extrañaba aquello.

 

–Seiichi –susurró acercándose, acariciándole los cabellos azulados–. No te preocupes por nada ¿si?

 

Tenía aquella facilidad de leerle la mente, Seiichi estaba temblando de miedo internamente por la operación, pero intentaba ocultarlo tras aquella apariencia fuerte que dejaba ver; pero a su tío no, nunca le pudo engañar por más risa y diversión que argumentase. Aquel toque mágico, divino, suave en las manos, hizo que él apoyara las propias encima en un gesto de profundo entendimiento y cariño. Sus ojos brillaron mágicamente sintiendo aun aquel extraño palpitar, aquella unión que desde el momento del nacimiento de Seiichi habían tenido los dos. No sabía que era, pero sabían perfectamente que era tan fuerte e inquebrantable que nadie podría destruirlo.

 

 

Continuará

Notas finales:

El amor es fuerte, tanto que dura una eternidad. Eso es lo que quería mostrar con éste capitulo y el que viene, el reencuentro de antiguos amores que donde hubo un fuego tan intenso, cenizas quedan, y aunque eran unos niños, el amor de un niño es lo más puro y profundo que existe.


 


Espero que les haya gustado. Y si, Bunta, Senri, Kuranosuke y Jirou son viejas chismosas.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).