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I'll Wait For You por Hidden Luck

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Notas del fanfic:

Este minifanfic pertenece a la serie de Death Killers. Es un flash-back de los personajes de ella por lo tanto, si no has leído Death Killers, te recomiendo que lo hagas para poder leer este ;D

Notas del capitulo:

¡Aqui esta nuestra sorpresa! Para las lectoras de DK, espero que os guste tanto y que disfruteis tanto como nosotras lo hemos hecho escribiéndolo. Constará de 5 capítulos que iremos subiendo junto con las actualizaciones de DK ;D


Teníamos muchísimas ganas de subirlo ya que lleva escrito al menos un par de meses pero no podíamos hacerlo hasta que en el fic se dijera el nombre de String ¬o¬ Así que sin mas... ¡Aqui os lo dejamos!

—Chicos, silencio —decía la maestra a la marabunta de alumnos que jaleaban en el aula, tirándose papeles y riéndose de tonterías. Las clases de adolescentes, a su gusto, eran las más estresantes de todas—. ¡Prestad atención!

Ante aquella subida de tono, al fin los niños empezaron a regresar a sus sitios mirando con curiosidad al chico rubio que se medio escondía tras la profesora, con los brazos cruzados y sin mirarles.

—¿Quién es? —se oyó que preguntaba una de las chicas de la zona de atrás—. Es mono…

—Dadle la bienvenida a vuestro nuevo compañero, Jeremy Tisdale —dijo la mujer con una sonrisa, apartándose un poco para que el chico se presentase a la clase, pero éste no habló—. Jeremy acaba de trasladarse aquí con sus padres y a partir de ahora compartirá aula con vosotros. Espero que seáis amables y le ayudéis en lo que necesite.

Unas mesas al fondo del salón, un chico de quince años y cabello oscuro se rió por bajo, girando hacia su compañera de mesa que, justamente, era la chica que había hecho aquel comentario tan certero minutos antes.

—¿Has visto esa carita? —susurró, poniendo la mano a un lado de su boca para que, según él, sólo ella lo oyese—. Dan ganas de empotrarlo contra los servicios.

La chica rió de forma escandalosa, lo que hizo que JJ mirase hacia aquel lugar mientras esperaba que la maldita profesora dejase de hablar y le permitiera regresar a su sitio.

—Eres un cerdo, Devy. Pero sí, es muy guapo —le dio la razón ella, en un tono menos bajo a pesar de que el rubio no llegó a escuchar lo que decían. Su ceño se frunció aún más.

—No soy cerdo, sólo se apreciar lo bueno. Y ese tío está muy bueno —concluyó el joven, riéndose mientras miraba en dirección al rubio.

La maestra estaba rebuscando algunas hojas en una carpeta azul que tenía sobre la mesa, pero no estaba tonta como para saber que en nada el tono de aquellos pequeños demonios hormonados subiría como la espuma en cuanto creyesen que ella estaba distraída.

—Mira, tengo que darte unas hojas para que rellenes y se las des a tus padres.

—Me parece que vas a tener bastante competencia —le había susurrado la chica antes de callar por la mirada de la profesora.

—Vale —respondió JJ a la maestra entonces, acercándose un poco y observándola con impaciencia. No le gustaba ser el centro de todas las miradas y no saber qué murmuraban de él.

Pero inevitablemente los cuchicheos continuaron. No todos los días un alumno nuevo se presentaba en clase así como así y, muchísimo menos, era atractivo, por ello sería la comodilla de los alumnos por unos días. Entre ellos Devy, que no parecía querer despegar sus orbes mieladas de la figura del rubio. Quitó la mano de delante de su boca y le sonrió con descaro, oyendo la risita de su compañera.

JJ no pasó desapercibida aquella sonrisa y, sin entender el motiva de esta, simplemente lo ignoró para volver a centrar su atención en la maestra.

—Siéntate tras Devereux —le indicó, señalando a aquel extraño chico que no dejaba de mirarle.

El rubio asintió y, con los papeles en la mano, acudió a su asiento, deseando que pasase ya aquella emoción inicial que tenían sus compañeros por ser la novedad. Se sentó en silencio y tiró la mochila junto a la silla, sacando tan sólo una libreta y un bolígrafo.

Todo esto fue observado y analizado por Devy que prácticamente se había movido como la aguja de un reloj cuando el chico nuevo pasó por su lado. Para él, la pizarra había pasado de estar en frente y tras la profesora, a desplazarse juguetonamente al final de la clase. Como su atención.

Apoyó un codo en la mesa del chico, ampliando su sonrisa.

—Yo soy Devereux, pero tú puedes llamarme Devy —apuntó, acompañado eso con un guiño.

—JJ —respondió el otro con una pequeña sonrisa, al ver que al menos la gente de esa clase parecía simpática.

—Uhm, JJ —repitió, paladeando el nombre—. Me gusta como suena. Mi agraciada compañera de al lado que no se atreve a presentarse es Julie.

—¡Devy! —le riñó la chica, empujándole un poco entre risas, mirando a JJ con bastante timidez al haberle oído reír—. No te fíes de este —le advirtió a modo de broma.

Devy le sacó la lengua, pellizcándole la mejilla a su amiga como si fuese un bebé.

—Ni tú de ella, dicen que esto de aquí —señaló los pechos de la chica, pinchándoselos con un dedo— son todo papeles del váter.

—¡Cállate! —la chica le pegó un manotazo y se sonrojó aún más, pero se rió como si ya estuviera acostumbrada a aquello—. Ni le creas —le avisó a JJ y se giró hacia Devy—. Además, ¿qué te interesan a ti mis pechos? —le preguntó dispuesta a seguir con las típicas bromas sobre la sexualidad del moreno, pero se cortó ante la presencia del azorado desconocido, dudando por el miedo a meter la pata.

—Lo mismo que a ti los coños —siguió este, sin importarle mucho lo que pudiesen pensar. Era lo que era, y orgullosamente. Se rió y miró la cara del rubio—. Tocárselas de vez en cuando es divertido.

—Eh... —JJ aún trataba de seguirles la conversación, mirándolos con el ceño ligeramente fruncido y algo confuso. Especialmente por aquello último que le había parecido entender.

—Y, ¿a ti qué te gusta tocar? —continuó Devy, maquinando ya cómo conseguir información del chico o acercarse a él.

—¿La batería? —murmuró con cierta torpeza el rubio, pegando la vista a su cuaderno, realmente incómodo—. La profesora está mirando —añadió además, disimuladamente.

El moreno se giró para comprobarlo, pero volvió a su posición tan pronto como lo hizo. Le importaba muy poco lo que le dijesen. Para un entretenimiento que encontraba...

—Me refería en las personas —le aclaró juguetonamente, tocando el brazo de Julie mientras se reía—. Pero de instrumentos, yo toco el bajo. Además de... otras cosas.

—Devy, le vamos a asustar —indicó la chica, empujando un poco a su compañero, haciendo que JJ se sintiese algo molesto por el hecho de que hablasen de él como si no estuviera delante.

Se tomó su tiempo antes de responder pues ya estaba claro que aquel tío era gay. Y él no quería tener nada que ver con un gay, por muy mal que sonase eso. Era nuevo en el instituto, no quería que le tachasen de rarito.

—Si hay que elegir, supongo que tetas —se encogió de hombros y volvió a bajar la mirada al cuaderno.

—Pues yo me quedo con las flautas traveseras... —soltó Devy, sin poder evitarlo. Miró a su amiga intentando no hacer un puchero, aunque aquella negativa no iba a detenerlo para que volviese a insistir—. Y, dime, ¿por qué has venido a esta ciudad?

—No es asunto tuyo —contestó JJ al fin, nervioso por ser la primera vez que conocía a un tío homosexual.

—¿Por qué no? Soy tu compañero de clase... —se excusó el chico, apoyando ahora los dos codos en la mesa como si estuviese ganando terreno con esa acción—. Quiero conocerte, lo normal...

JJ se echó hacia atrás en un acto reflejo, mirándole desconfiadamente.

—Por el trabajo de mis padres —respondió secamente—. Y ahora si no te importa, quiero atender. No quiero llevarme una bronca el primer día.

—Qué aplicado —susurró Devy, toqueteando las cosas que tenía esparcidas el otro encima de la mesa. Le había hecho gracia su reacción. Si temía a los homosexuales, ahí quedaba una buena esencia de él—. ¿Luego me contarás más cosas de ti?

—No —empezó a coger sus cosas con nerviosismo para guardarlas en el estuche y dejarlas fuera del alcance del moreno—. ¿Sabes si a estas alturas podré entrar en el equipo de futbol? —le preguntó a Julie.

Devy hinchó los carrillos al saberse ignorado, tocando aun así el estuche.

—Ehm, yo creo que sí —contestó Julie, azorada por no saber cómo sobrellevar esa situación. Devy era demasiado impulsivo, y su boca le perdía—. Los que están en el equipo, suelen reunirse en el recreo cerca de...

—Cerca de los vestuarios para chicos —finalizó el otro, con una sonrisilla maldita.

—Gracias —le contestó JJ casi en un gruñido, sin mirarle.

—De nada —le restó importancia, inclinándose con su silla hacia atrás sin despegarle la vista de encima a pesar de que su amiga estaba bien sentada ya y les lanzaba miradas.


* * *


El tiempo siempre volaba más rápido de lo que se esperaba cuando menos se quería, y Devy se lamentaba de ello porque no había conseguido allanar mucho el terreno para acercarse a JJ. El rubio lo ignoraba, y se había hecho su hueco entre los chicos pijos del colegio. Era parte de la gente 'guay' que jugaba en el equipo de fútbol y que se tiraba a cuanta tía buena viese frente a sus narices sin importarles poco más que eso y el seguir siendo populares.

Y ellas tampoco habían ignorado al chico. Pocas veces llegaba alguien atractivo y atlético a un colegio. Y, sobre todo, una persona de fuera de aquella ciudad. Así que eso un significativo plus para ellas y para el mismo JJ, que lo hacía verse más interesante a ojos de las chicas.

Devy mordió el bocadillo que tenía como almuerzo aquel día y apareció por detrás de Julie, sentándose al lado de ella. Frente a ellos se extendía el campo de fútbol. Irónicamente, el moreno pensó que incluso ella lo miraba y conseguía más atención de JJ que él mismo.

—Tienes los pezones erectos, seguro que te quitaste el sujetador —canturreó el chico como saludo, riéndose—. ¿Quién te pone?

—¡Devy! No es eso, es por el top para educación física —le dijo, empujándole un poco, pero enseguida lo ignoró y le agarró por el brazo—. JJ está guapo así vestido, ¿eh? —comentó, señalando al rubio con la barbilla, que en ese momento corría tras el balón—. Y juega bien.

—Sí, le queda genial. Y tiene unas piernas el tío... —se rió y se pegó a ella, masticando rápidamente lo que tenía en la boca antes de volver a morder—. Y el culo ya ni lo mento, uf, me pone malo.

—Pero es hetero. Y no parece que le gusten mucho los gays, siempre que le hablas se pone histérico —le recordó.

—Ya se irá acostumbrando. Sabes que no me detengo fácilmente...

—Estás loco —se rió ella, acariciándole un poco el brazo, sin dejar de observar al campo. En ese momento los chicos se habían reunido en el centro y eso le hizo suponer que el entrenamiento habría acabado.

Devy se carcajeó.

—No, estoy duro... —anunció, comiéndose con los ojos al rubio. Aunque de vez en cuando no podía evitar que los ojos se le perdiesen en los traseros o los muslos de otros. Demasiado que ver para su bien y el de su polla—. ¿Por qué será que los heteros están tan buenos?

—Pues... supongo que es porque en este instituto todos son heteros —murmuró ella, riéndose—. Menos tu amigo... ¿Cómo se llamaba? El morenito, ese sí que está bueno y es gay.

—String. Se llama String —le recordó, siempre se lo estaba preguntando. Era una despistada—. Y yo creo que debe haber muchos más, es un hecho que en cada curso hay mínimo dos o tres gays o lesbianas. Seguro que tú eres una de ellas.

—Lo siento, nene, pero a mí me gustan más los chicos que a un tonto un lápiz —se rió—. Y eso, String. Ese sí que es una lástima que sea gay —suspiró.

—¿Por qué? A mí me alegra el día tocarle el culo y morrearlo, que últimamente... me quedo con unas ganas tremendas. Así que, no quieras pasar al lado oscuro a mi amigo.

—Pero, ¿qué es lo que hay con vosotros? ¿Te morreas así con él sin más o es como un rollo?

—Ay, nena, no confundas una cosa con otra —negó con la cabeza, y su gesto se tornó serio a pesar de que sólo lo hacía por hacerse el interesante—. Una cosa es morrearse y tocarse por divertirse y pasar el tiempo, y otra muy diferente tener un rollo. No follamos.

—¿Y eso? Hacéis muy buena pareja, muy a mi pesar —suspiró ella—. Deberías aprovechar.

—Qué dices, Julie. No seas tonta, no me mola. Además, no me veo saliendo así en serio con alguien. Parece demasiado complicado para mi gusto. Demasiado reto para mí. Prefiero trabajarme un polvo —finalizó con una risita, con la vista centrada en el campo.

—Anda, anda, hablas como si lo hubieras hecho mil veces.

—Mil veces, no. Pero quizás quinientas...

—Hablo en serio —se rió, tironeando de su brazo—. ¿Con cuántos has estado? Porque no sé de dónde los sacas, no conozco a ningún gay más en todo el instituto.

—Y yo también hablo en serio. Y, la verdad, no los cuento. Simplemente me follan o me los follo. Aunque aquí, uhm, son tan heteros que no me dejan metérsela —dijo con pesadumbre, elevando una mano para chuparse los dedo y luego señaló a un par del equipo de fútbol—. A Hugh se la mamé, y Fred me clavó contra una ducha. Y del colegio en general, a alguno más que ha querido satisfacer su curiosidad. Pero quitando eso, he conseguido follarme a alguno cerca de los bares gays.

—¡Fred no! —exclamó ella, llevándose una mano a la boca, atónita—. ¡Es imposible, mientes! En serio... ¡pero si siempre está despotricando contra los gays!

—Bueno, pues ese día le dio por follarse a un marica. Qué vamos a hacer —suspiró dramáticamente, partiéndose de risa de la cara de su amiga—. No todos los heteros que hablan mal de nosotros es porque realmente lo piensen así. Sólo son unos cagados que no se atreven a nada.

—Pero, joder, ¡todos los que están buenos son gays! —se lamentó ella, aunque no lo suficientemente fuerte como para que les oyera el equipo, que ya empezaba a dirigirse a los vestuarios—. Cuando dices cosas así me dan ganas de ser chico —exhaló—. Sólo por tener una oportunidad con String...

Devy se reía, mirando a los chicos por el rabillo del ojo.

—Creo que sólo te follaría una vez. Lo siento, nena —le acarició el brazo a la chica mientras sus labios se abrían un poco y sacaba la lengua para pasarla por sus labios provocativamente cuando JJ pasó cerca. Y alargó el gesto sólo por molestar a Fred y Hugh.

JJ retiró la mirada enseguida, haciendo como si no lo hubiera visto, y pasó al interior del edificio riéndose de alguna tontería que había dicho uno de los del equipo.

—Creo que te tiene miedo —canturreó la chica.

—Pues yo a él no —se mordió la uña del dedo gordo, pintada de negro. Como todo él. Iba de pies a cabeza de negro siempre—. En realidad me dan ganas de hacerle muchas cosas. ¿A ti no te mola, no? Lo digo porque ya sé cómo sois las chicas y yo sólo busco meterme en sus pantalones. Uff, sí. Y si son los que llevaba ahora mismo mejor.

—Por mí, vía libre. Es guapo pero me parece que es un poco chulo, eso no me gusta. En realidad estaba aquí por Jake, me pidió que viniese a verle.

—¿Jake? —repitió, sorprendido—. Pensaba que pasabas de ese... Y, ok, gracias. A mí me encanta que sea así, me dan ganas de... —se mordió la lengua y paseó los dientes por ella, girando en dirección a los vestuarios.

—Devy, nunca te sacias —se rió—. Madre mía, en serio, eres una bomba de hormonas revolucionadas.

Este la miró con una sonrisa pícara.

—Estoy en la edad, además, ellos nunca se quejan porque sea así.

Ella negó con la cabeza, carcajeándose, y se puso en pie.

—Yo me voy a la cafetería mientras terminan de cambiarse. ¿Vienes?

—No, creo que me quedo —sentenció, desperezándose y dándole una nalgada a la chica—. Ya me dirás qué tal con Jake.

—Y ya me dirás qué tal tú con JJ —le respondió, guiñándole un ojo—. ¡Nos vemos mañana!

Devy alzó una mano, devolviéndole el guiño.

—¡Au! —bajó la mano y miró de reojo atrás, esperando que o el rubio saliese pronto o que los jugadores escampasen pronto y los dejasen solos.

Pero los chicos salían y JJ no aparecía, aunque sí que se oía su risa desde ahí dentro. El moreno no podía evitar impacientarse, la paciencia era lo último de lo que hacía gala. Y por eso mismo, cuando creyó que ya quedaría poca gente dentro del vestuario, se internó por el pasillo y se escondió cerca de la salida del mismo.

Al fin pareció que las risas se apagaban, al igual que el sonido de casi todas las duchas.

—¡Eh, JJ, yo me piro ya que he quedado con alguien! —se oyó la voz de uno de ellos—. ¡Te quedas solo!

—¡Vete, yo tengo que ir hasta secretaría así que no pasa nada!

Cuando dicho chico pasó delante de sus narices, sin darse cuenta de su presencia, Devy se rió. Era Jake. Le iba a caer una buena por hacer esperar a Julie. Pero que se jodiese y se trabajase a su amiga, que para eso era genialosa y no se merecía a cualquier tío.

Momentos después, se coló por la puerta e inspeccionó el lugar antes de hallar al rubio de espaldas unos metros más allá de él. Iba sin camisa y justo en ese momento se estaba abrochando unos anchos pantalones. ¡Maldita sea! Si hubiese llegado segundos antes le hubiera visto el culo. Una de sus grandes fantasías de las últimas semanas. Qué mamón Jake. Esperaba que se le pudriese la polla antes de poder llegar a follar algún día. ¡Lo había visto antes que él! Igual que todos los del equipo, mamones.

Se acercó cautelosamente, relamiéndose al ver las gotitas que resbalaban por aquella espalda que hacía que todo dentro de él empezase a entrar en erupción, y se detuvo detrás de él para posar las manos en las caderas del rubio.

—Uh, veo que te has estado ejercitando —dijo con voz baja y ronca, a modo de saludo.

El rubio se sobresaltó de manera casi exagerada y se giró rápidamente para empujar a Devy, completamente rojo y con cara de furia.

—¿¡Qué cojones haces!?

—Saludarte —resumió el chico, sin perder su sonrisa—. Me gusta cómo te quedan los pantalones del equipo, tus piernas están bien ejercitadas. Me pregunto si para todo.

—Vete a la mierda —gruñó el rubio, buscando con nerviosismo su camiseta—. Pírate de aquí, esto es para los del equipo.

Pero Devy se inclinó hacia delante más rápidamente que el otro, y se hizo con ella.

—No veo vuestro nombre en ningún lado —se rió, escondiendo la camisa detrás de su espalda—. Además, si me fuese a ese sitio estaría muy solo... ¿No te da pena? Si me acompañases...

—Dámela —le avisó, mirándole asesinamente—. No te confundas, no soy un puto maricón.

—No quiero —sentenció, moviéndose un poco mientras se mordía el labio. Su cabeza ignoró el tono amenazante o el insulto, aquellas cosas quedaban lejos de él. Pero que fuera tan gruñón... le ponía—. ¿Qué harás si no te la doy?

—Pegarte una hostia —le amenazó, encarándole a pesar de que el otro era mucho más alto que él—. No me toques los huevos, dámela.

—No quiero —continuó y torció una sonrisa, a la espera.

—¿Qué he hecho para que me vengas a tocar a mí los cojones?

—Que yo sepa no te los estoy tocando —se rió el chico, adelantándose un momento y poniendo su mano por donde creía debía estar la entrepierna de JJ—. Ahora sí te los he tocado.

Ante aquel gesto al rubio se le escapó un fuerte tortazo, seguido de un empujón.

—¡Qué no me toques, joder, que no soy un puto homosexual! —le gritó, bufando y tomó su mochila.

—¿Te vas sin la camisa? —le preguntó Devy, que ni se había inmutado y seguía riéndose a pesar del dolor. Se tocó la mejilla por dentro con la lengua, insistiendo en cogerlo por la cinturilla del pantalón.

—Suéltame o te rompo la cara —le advirtió, apartándose con brusquedad mientras se colgaba la mochila al hombro—. Quédate con la camiseta, me la suda. Prefiero tener que comprar una nueva antes de pasar un minuto más aquí.

Devy tiró de él hacia sí, todavía más animado a seguir.

—Uhm, la guardaré bajo mi almohada y me la cascaré pensando en ti.

—¡¡Qué me sueltes, joder!! —le gritó con las mejillas ardiendo. Jamás se había visto en una situación similar. Estaba nervioso, muy nervioso, ante el hecho de que otro hombre se atreviera a tocarle de esa manera y aún más, de decirle tales cosas. ¡…l ni siquiera se había acostado con una mujer!

—No. Te ves bien así.

—A ver si te entra en la cabeza. NO me van los tíos, las pollas ME DAN ASCO —trató de dejarle claro, dándole un golpe con la mochila y encaminándose hacia la entrada.

Devy sujetó la camisa entre las manos, encontrando la situación sumamente divertida.

—Eso dicen todos al principio —contestó, siguiéndolo—. Pero luego siempre pedís más.

—Qué te vayas —repitió el rubio, apretando el paso, con la cabeza gacha y las mejillas rojas.

—Eso hago. Me muevo y me voy —se rió, interpretando aquello a su manera y como mejor le convenía. Se puso tras JJ, mirándole el trasero y poniendo sus dedos en un cuadrado como si estuviese haciéndoles fotos y tuviese que centrar el objetivo—. Izquierda, derecha, izquierda, derecha...

JJ se giró y bufó sonoramente, bajando la mochila lo más que pudo para taparse el culo.

—¿Eres así de salido con todos o es que te gusta joderme el día?

—Con todos —contestó automáticamente, pensando que con String era mucho peor y porque éste le dejaba. Se rió por lo bajo y se situó ahora al lado del otro, escudriñando su cara—. Bueno, sólo con los que están buenos. Me gusta tu culo y tus piernas. Y tienes una cara bonita, pajeable.

—Vete a la mierda, maricón —siseó, esquivándole con la mirada.

El moreno negó con la cabeza, riéndose.

—Ya sabes, si me acompañas...

—Si te acompaño te rompo la cara —le amenazó de nuevo, mirando paranoicamente a su alrededor al salir de los vestuarios. No quería que sus compañeros de equipo le viesen solo con aquel tío tan raro.

Y Devy tampoco ayudaba, ya que como si le leyese el pensamiento se pegaba cada vez más al chico como si las amenazas del otro simplemente resbalasen de sus oídos hasta el suelo donde, sin duda, serían pisada y olvidadas. Dejadas atrás.

—Uhm, la cara no, pero otra cosa no te diría que no —prosiguió—. A lo mejor te acaba gustando...

—¡Qué te calles, joder! —le gritó, cerrando los ojos con fuerza, escandalizado al escuchar aquello—. ¿¿Es que no tienes vida o qué?? ¡Pírate por ahí a ponerle el culo a cualquier marica, pero déjame en paz!

—¿Por qué te pones así? Si no te he hecho nada ahora —se defendió, divertido. Le gustaban las expresiones que ponía—. Y claro que tengo vida. Ahora mismo me dedico a hacer de detective, y dentro de un rato iré a tocar el bajo con un amigo...

—De acosador, dirás —resopló mientras entraba al edificio principal, donde bastante gente se giró a curiosear por qué aquel chico campaba por allí sin camiseta.

Devy soltó una pequeña carcajada y se la llevó a la cara, oliéndola.

—No, investigo por qué coño estás tan bueno.

El rubio le arrancó la camiseta de las manos, con un gesto de asco.

—Me harás vomitar —le avisó

—Eh, era mía —se quejó el chico, pegándose a la espalda para poder cogérsela de nuevo—. Uhm, mientras sean vómitos de tu polla.

—¡Joder, cállate! —exclamó, a pesar de que estaban en medio del pasillo. Se detuvo, temblando de rabia.

La gente que había alrededor los miraba alarmados, pero el moreno sólo se reía sin aparentar arrepentimiento alguno. En realidad, se lo estaba pasando mejor que nunca.

—Eso, grúñeme más. Se me está poniendo dura —canturreó, recuperando la preciada prenda y metiéndola dentro de su pantalón por la parte de delante.

—Joder, puedes quemarla —espetó y, con un nuevo bufido, consiguió huir de él, entrando en secretaría sin camiseta ninguna y con un gran sonrojo en las mejillas.



* * *


JJ miraba al suelo en silencio, sintiendo a su ‘sombra’ nuevamente llegar. Devy le seguía a todas partes, durante las últimas dos semanas había sido así: a cada momento que se encontraban solos, Devy se le pegaba como una lapa y eso sólo conseguía ponerle de los nervios y acabarle la paciencia. Así que ese día había intentado optar por otra opción: hacerle el vacío.

Pero esas cosas no amedrentaban a Devy.

El moreno lo seguía dos pasos más atrás, a veces acortando la distancia para que quedase sólo uno por lo que casi quedaba pegado a la espalda del rubio. Una sonrisilla juguetona se extendía en su rostro, y se apartó de un soplido el flequillo corto de aquel corte de cabello que llevaba.

—Jeremyyyyy —canturreó para hacerle saber que estaba allí, cosa evidente, y que no pensaba callarse—. Me vas a romper el corazón, hoy no me has hablado nada. Pero al menos he podido mirarte. Tienes unos ojos bonitos, ¿lo sabías?

—... —el rubio pegó su vista al suelo y metió las manos en sus bolsillos, tratando de hacer oídos sordos.

—Desde aquí tienes cuello muy bonito, ¿ese rubio es natural? —prosiguió, elevando una mano para tocar el cabello y la piel en un descuido.

—Sí —gruñó, apartando su cabeza rápidamente.

—Es tan claro que cualquiera lo diría —comentó, observando luego la ropa repasando con un dedo en el aire la figura del chico. A contraluz—. ¿Te gusta la ropa de marca? Esos pantalones son demasiado anchos. Y la camisa que me quedé, también era de marca. Por cierto, la he usado bien.

—No me interesa saber cómo la usaste —murmuró con el ceño fruncido, sin poder aguantarse callado—. Y sí, son de marca ¿Qué pasa?

—Sólo te avisaba, para que sepas que no la he tirado ni nada de eso. Parece cara, así que hay que utilizarla bien —se excusó, mordiéndose el labio y poniéndose al lado del otro—. Lo de que sean de marca no lo digo por nada, ¿eh? Que te queda de puta madre.

—Sólo dime que no la manchaste, fueron cincuenta pavos de camiseta —bufó, sintiendo lástima al recordarla— Me gustaba —reconoció.

Sin embargo, Devy se quedó en silencio e hizo como que miraba el escaparate de una panadería.

—Está bien —dijo por despistar, pensando que en realidad no se podía decir que estuviese 'bien' una prenda llena de múltiples marcas. Le daba pena lavarla, a pesar de que dejarla como estaba era una marranada—. Eh, ¿vas a ir a la cena de clase?

—Sí —respondió con bastante sequedad, asiendo su mochila para colocársela bien sobre la espalda.

—¿Sí? Qué bien. Yo no sabía si ir o no, pero creo que iré. Así puedo estar cerca de ti y hablarte, o quizás simplemente mirarte. Tengo curiosidad por ver cómo comes, dicen que eso dice mucho de cómo es un hombre en la cama.

—Entonces olvídalo. No pienso ir. Ya tengo bastante con aguantarte en el instituto —dijo inmediatamente, serio.

—No seas así —canturreó, rozando su brazo contra el del más bajo. Se mordió el labio y observó un momento sus converse rojas, antes de continuar—. No hago nada malo mirando, eso es gratis, ¿no? Además, a la cena puede ir cualquiera.

JJ apartó su brazo con desagrado, moviéndose un poco a la derecha.

—No creo que a los tíos de clase les haga gracia que vayas. Y a mi menos.

—Eres muy directo cuando quieres, ¿lo sabías? —sonrió un poco, sin darse por vencido—. Si me invitas a algo, no iré. ¿Te parece un trato justo?

—No, no me parece justo, porque estoy hasta los cojones de que te pases el día acosándome y dejando un rastro de babas cuando paso —bufó y lo miró de reojo—. No sé por qué lo haces, cuando te repito constantemente que no quiero nada contigo.

—Sí que sabes por qué lo hago, porque estás bueno. Y, bueno, que tú no quieras no significa que yo también —se explicó, rotando de un lado para ponerse detrás otra vez desde dónde continuó hablando—. Eh, venga, te librarás del marica. Qué más da dos euros más dos euros menos.

—... —el rubio desvió la mirada y al final cambió el rumbo, para cruzar la calle—. Sólo una cocacola y a casa —avisó.

Devy volvió a sonreír ampliamente.

—Vale, pero te esperas a que me la acabe para irte.

—No —dijo enseguida para evitar posibles trucos—. Te doy, como muchísimo, veinte minutos.

—¿Veinte minutos solo? —hizo un puchero, aunque no tenía mucho sentido cuando su interlocutor no podía verlo. Suspiró y siguió al rubio a dónde fuera que lo estuviese llevando—. Eres muy tajante, no das espacio a que añada nada. ¿Eres así en la cama también?

—Para ti, no —contestó, acelerando un poco el paso, dispuesto a meterse en la primera cafetería que encontrase—. Y soy tajante porque me obligas a hablarte. Me sigues y me acosas, no voy a estar con una sonrisa de oreja a oreja.

—Pues podrías —lo contradijo, dándose cuenta de una cosa—. Aún no te he visto sonreír en todo el tiempo. ¿Lo haces mucho?

—¿A qué viene eso? —preguntó el rubio algo descolocado, entrando en el bar. Desde luego aquel tío se tomaba en serio lo de observarle.

Devy entró después de él, siguiéndolo en todo momento.

—No sé, será porque aún no te he visto. Me gusta ver en una persona cuantas más expresiones mejor, y a ti sólo te he visto serio o con el ceño fruncido. Parece que siempre estés estreñido...

—Es lo que provocas en mí. Estreñimiento y mala hostia —le soltó, tirando la mochila junto a la silla y sentándose de mala manera.

—En realidad, me gustaría hacer que otras cosas menos olorosas y apestosas saliesen de tu cuerpo —se rió y se sentó al lado, observando el perfil del rubio críticamente—. O sea, me gusta tu cara seria o enfadada, pero... tengo intriga.

—Pues con ella te vas a quedar —le gruñó, y agradeció que el camarero les atendiese pronto. Rápidamente pidió dos cocacolas sin preguntarle a Devy si eso era lo que quería y se echó hacia atrás en la silla mientras se cruzaba de brazos sin mirarle.

El moreno apoyó la barbilla en la mano, mirándolo.

—Qué hosco, no haces más que gruñirme. ¿También vas a morderme? —le cuestionó, sonriendo de lado y se fijó en lo anchas y despeluchadas que eran las patillas del rubio lo que le pareció interesante a la par que atractivo. Una excusa más para argumentar en su cabeza por qué JJ estaba tan bueno.

—No, pero seguiré siendo así mientras sigas mirándome con cara de baboso —le declaró, sin cambiar su postura defensiva.

—¿Baboso? Sólo observo. O... ¿es que tú nunca analizas a la gente? —observó de soslayo como el camarero volvía con aire de camaradería, aunque los miraba bastante escéptico. Amplió su sonrisa, haciéndose el inocente.

JJ aprovechó que llegaba el camarero con las bebidas para dar un gran trago y así poder esquivar la conversación, aunque sólo fuera por unos segundos.

—La analizo, pero no la acoso.

—¿Quién acosa? —preguntó, haciéndose el loco. Abrió su lata y bebió de ella—. Quiero conocerte mejor, nada más.

—Y follarme —le recordó con una mueca de asco.

—Bueno, eso es un extra —reconoció, riéndose mientras se lamía los labios—. Pero esta vez no he sido yo quien lo ha nombrado, que conste. Eso lo has deducido tú solito.

—Lo dices todos los días, varias veces —suspiró y dio otro trago, pasándose la lengua por el labio inferior para recoger una gotita de refresco—. Ahora no te hagas el inocente.

Devy lo contemplaba fijamente y pensó que le hubiese gustado que fuese su propia lengua la que hiciese aquello, pero tuvo que obligarse a concentrarse en la conversación mientras se mordisqueaba el labio.

—Bueno, eso es por si acaso se te olvida. Encima que te subo el ánimo. Si un gay te dice que estás bueno y eres follable es que significa algo bueno, ¿no crees? Los hetero sois tan tremendistas.

—Qué no es eso, joder. Que me la suda que te guste comer pollas —dijo de mala leche— lo que me toca la moral es que te pegues a mí como una lapa, que me hayas robado una camiseta y chantajeado para que te invite a tomar algo.

—Lo que yo diga... —soltó un prolongado suspiro—, tremendistas. Uno, no te he chantajeado. Encima que te dejo a huevo una noche tranquila para que folles o hagas lo que te dé la gana. Y dos, no te la robe, la dejaste olvidada en mis pantalones.

—Por esa regla de tres, si yo soy tremendista, tú eres un aprovechado de cojones. Además te he visto por ahí metiéndole mano a un tío moreno que le molaba que lo hicieras. ¿Por qué no quedas con él y me dejas tranquilo?

—¿Y tú cómo sabes eso? —le preguntó, intentando evitar reírse a pesar de que le era imposible. Por eso su risa rompía contra la lata—. ¿Me has estado observando o qué?

—¡No! Pero, joder, no es que os escondáis mucho —desvió la mirada—. Y Hugh, Fred y estos em... se ríen de vosotros. Por eso lo sé.

Devy capturó su labio inferior, riéndose cada vez más alto.

—Justamente esos dos no tendrían que decir nada —comentó, sin añadir nada más—. Puedo hacer lo que me dé la gana, no tengo por qué esconderme. Me gusta ser lo que soy. Si no les gusta pues... —se encogió de hombros—, que no miren.

—No es agradable veros —murmuró, volviendo a beber con cierto apuro, entrecerrando un poco los ojos al pensar que, a pesar de decir eso, llevaba varios días sin dejar de pensar en el puto Devy y todos sus acosos. Le jodía reconocer que, por una parte, le subía mucho la moral el que alguien le halagase a todas horas.

—Pues para mí si es agradable. Mucho, la verdad —se rió, bebiendo un poco más para imitarlo. Aunque estaba tomando pequeñas cantidades para tardar un poco más—. No hacemos nada malo al fin y al cabo. Podéis mirar o no, nadie os obliga.

—Es antinatural. El culo es un agujero de salida, no de entrada. Es algo asqueroso, joder.

—No lo es, en realidad se siente muy bien —le aclaró, añadiendo sólo por joder y con una sonrisilla—: Todo es cuestión de dilatarlo. Tú que eres el deportista tendrías que saber que los músculos son elásticos, ¿no? Si lo trabajas bien pues...

El menor se atragantó al escuchar aquello y, tosiendo, trató de dirigirle a Devy una mirada asesina muy poco lograda.

—Si sigues por ese camino, me voy —le avisó, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

—Pero si has sido tú quien ha empezado... —protestó el moreno, hinchando los carrillos. Por dentro estaba muriéndose de la risa, esa reacción valía millones—. Tú no me crees, tendré que hacerte ver lo contrario.

—¿Que no te creo de qué? Mira, mejor ni me respondas, joder. ¿No puedes hablar de ninguna otra cosa que sea follar o yo qué sé?

Devy se rió abiertamente.

—Yo no he sido quien ha nombrado, textualmente, mi recto. Bueno, el mío no, pero el de cualquier gay sí. Sólo sentí la necesidad de aclarar, repito, esas ideas tan raras que tenéis los heteros. Y yo puedo hablar de cualquier cosa, no soy mono temático; a no ser que esté muy cachondo.

—Pues entonces estas cachondo todo el día. Desde que te conozco no has hecho otra cosa que hablar de eso —le gruñó, apoyando un codo en la mesa y después suspiró, tratando de encontrar un tema para hacer aquella estancia más amena. A pesar de que quería que llegase ya la hora de irse, no podía con aquel tío—. ¿Qué música tocas? —le preguntó de mala gana.

—Agresivo —le reprochó, aunque eso le ponía más. Tampoco era mentira que últimamente, en realidad, las últimas cuatro semanas, hubiese estado más caliente de lo normal. Sus hormonas eran susceptibles a cualquier cambio que aconteciese a su alrededor. Y JJ era un buen cambio. Pegó otro trago—. Rock. Toco rock. Aunque nada propio aún, la verdad. Sólo cojo canciones que me gustan y las practico.

—¿Y tocas solo?

—Uhm, cuando practico sí. Pero de normal me junto con un amigo, el tío con el que me veis metiéndome mano —le explicó, bebiendo de la lata para cubrir la sonrisa—. ¿Tú tocabas la batería, no?

—Algo —desvió la mirada sin saber si alegrarse o rabiarse por tener algo en común con aquellos raritos.

—¿Algo? Ah, claro. Que tú prefieres el fútbol y esas cosas de guays —se rió, dando otro trago mientras lo escrutaba—. ¿Qué pasa? Mi cara está en esta zona de aquí arriba, ¿ves? Justo donde hago el círculo.

El rubio entornó los ojos para mirarle de reojo, a regañadientes.

—No conocía a nadie aquí, de alguna manera tenía que ocupar mi tiempo libre.

—Si yo no digo que eso esté mal, ¿eh? A ver si ahora además te piensas que quiero controlarte o algo —movió la lata en su mano, sin dejar de mirarlo fijamente con una pequeña sonrisa—. Puedes hacer lo que te dé la gana, mejor para mis ojos. Se pegan cada festín...

—En serio, ¿no puedes dejar ni por un puto momento de decir esas gilipolleces? —le espetó el rubio—. Mira, me caes mal, pero estoy intentando mantener una conversación normal contigo y tú jodiéndola todo el rato.

—Qué directo, bebé —soltó, riéndose—. Pues a mí me caes bien, ¿qué cosas, no?

—¿Bebé? ¿Pero qué cojones...?

—Sí, bebé. Eres pálido y con las mejillas rosadas como un bebé. Por lo tanto, bebé. Yo creo que te queda bien, con esa carita que tienes de no haber roto un plato nunca... —lo analizó, terminándose la cocacola pero remoloneando como si aún quedase. Y apoyó el mentón en ambas manos.

El rubio se encogió un poco más bajo aquellas palabras y sintió que sus mejillas ardían aún más.

—Cállate, maricón —le dijo en voz baja sin mirarle.

—No —la sonrisilla bailoteó en su cara, más alegre por la reacción conseguida que por aquellas palabras—. Si me callo se termina la conversación, y si se acaba la conversación se acaba esta cita y si se acaba esta cita significa que nos tenemos que ir.

—Esto NO es una cita, y quedan tres minutos para que me vaya —gruñó.

—Sí lo es. Me has llevado a un bar a beber algo, y estamos hablando para conocernos —le contradijo, haciendo como que bebía—. Aún me queda cocacola, no seas así.

—Mira, no te equivoques. Estoy aquí para que no vengas a la cena de clase. Además, tengo hambre y por la tarde hemos quedado, así que no me voy a quedar aquí más tiempo.

Devy suspiró dramáticamente, serio.

—Qué cruel eres. Al menos podrías ser amable, si no me arrepentiré y puede que sí que vaya a esa cena. A las chicas les caigo bien...

—Eh, eh. No me jodas, era el trato —le miró.

—Pero tú tampoco estás siendo justo —intentó hacerle ver, moviendo un poco el torso al hablar—. Quiero el trato que me merezco; o sea, bueno.

—¿Y por qué dices que te lo mereces? No estoy aquí por voluntad propia, me acosas, me miras todo el rato y te follas una de mis camisetas favoritas. No sé por qué debería de tratarte bien.

—Yo no he dicho que me la haya follado —puntualizó con una gran sonrisa—. Y creo sí lo estás, porque no quieres que vaya. Por eso mismo tú solito has decidido venir, por una decisión propia. Tampoco veo que tengas las manos atadas —buscó las manos del chico con los ojos—, ni una pistola en la espalda.

—Pero me das a elegir entre aguantarte ahora veinte minutos o toda la noche del sábado —emitió una fugaz y casi imperceptible sonrisa—. Creo que es obvio lo que elijo.

El moreno hizo como que se lo pensaba.

—Mmmm, pues sigo sin pillarlo —tentó, acercando su pierna a la de JJ y rozándola—. Quizás es que quieres tenerme para ti las dos veces.

JJ decidió que ya era suficiente, se sentía nervioso e inseguro y eso era algo que odiaba. Bufó y se levantó, arrastrando la silla y cogiendo con rapidez su mochila.

—Se acabaron los veinte minutos —anunció, colgándosela al hombro.

—¿Eeeeh? —aferró su mano suavemente alrededor de la muñeca del otro, intentando retenerlo de algún modo—. Pero si aún faltaba un minuto. No seas así... ¿Eso es que te da igual que vaya a esa cena?

—Suéltame, joder —se quitó con brusquedad, aún más rojo—. No me toques los huevos, he venido ¿no? Pues ya está.

—No, no está —se mordió el labio y sonrió, mirándolo desde el sitio sin moverse. La mano descansaba ahora sobre la mesa—. Creo que sí iré a la cena después de todo...

—Mira, haz lo que te salga de la polla. Pero aléjate de mi —le espetó el rubio ya cansado de tantos jueguecitos—. Ah, y esto lo pagas tú —declaró y se fue, con paso rápido.

El moreno se quedó serio un instante con los ojos clavados en la salida del bar, sin poder creerse que la cosa se hubiese torcido de esa manera sin haber podido hacer nada para evitarlo. Simplemente JJ lo había trastocado, en todo momento. Y eso le hacía gracia, por lo que empezó a reírse por lo bajo y terminó carcajeándose, sin importarle si lo miraban raro. Se levantó de la silla y negó con la cabeza. Mientras buscaba su cartera, pensó que le hubiese gustado gastarse más de dos míseros euros en aquel chico que cada vez despertaba más su interés.

Si al final String tendría razón... se estaba acapullando. Pero… ¿cómo no hacerlo por alguien así?

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