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Celestial por Crucio

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Notas del fanfic:

VK pertenece a Matsuri Hino

Sus ojos rehuyeron de la luz lunar queriéndose ocultar entre las sábanas y la almohada, después de todo no debía arruinar el momento. Era algo que ya había visto varias veces, al inicio simplemente le gustaba contemplarlo, como el paisaje silvestre que se encuentra uno en la carretera repentinamente. Poco a poco comenzó a obsesionar sus sueños, recreándolo una y otra vez de diferentes maneras, unas más inocentes otras más sensuales; al final deseó intervenir en el cuadro para provocar cosas indecentes.

Se movió abrazando sus piernas contra su pecho, en su mirada había cierto aire melancólico, ahí era en donde su diversión se turbaba. ¿En quién estás pensando, Yuuki? La ligera sonrisa en su rostro le produjo una mueca de disgusto ¿ésta vez en Kuran? Cerró sus párpados como si con ello pudiera contener su rabia, le odiaba ¿para qué negarlo? Era el hombre al que más detestaba en el planeta, nunca se había preguntado exactamente por qué.

Sayori Wakaba siempre había hecho gala de una fría lógica y razonamiento, así que una excusa como: es el hombre con el cual fantasea la chica que me gusta, no es mínimamente juicioso, es inmadurez y punto. Pero ella no le odiaba por eso, era por otra cosa, sólo que no sabía cabalmente qué. Quizás era por ese aire pedante, altivo y presuntuoso que se cargaba al caminar, quizás era esa insoportable mirada sobre su amiga, en donde la desnudaba con sus ojos, toqueteándola obscenamente, disfrutando de las reacciones que provocaba en ella, probándola con lascivo e inocente instrumento, comiéndosela de manera tan descarada y sucia que, cualquiera con dos dedos de frente, imaginaba quién aparecía en los sueños húmedos del susodicho. Eww se estremeció ante el pensamiento y volvió a abrir sus párpados.

Yuuki seguía sonriendo tontamente en la oscuridad del cuarto, con los ojos entrecerrados, murmurando algo inteligible. ¿Quizás pensaba en Zero? Aunque el pensamiento le perturbaba prefería esa opción a la primera. Uno de los mechones de la chica se resbaló por su cabeza, cubriéndole a medias el rostro ensoñador. Yori quiso estirar su brazo para retirarle el cabello, estropeaba su visión, y luego de dejar su faz al descubierto, la tocaría y ella le miraría con esas orbitas inocentes llenas de desconcierto.

La castaña le besaría la frente para tranquilizarla, una sonrisa cándida se impregnaría en su amiga; tragaría un poco de saliva antes de tomar el valor para hacer lo siguiente. La exquisita luz de la luna bañaría el cuerpo de Yuuki, realzando la sutil belleza de la cual era poseedora, una que se asemejaba a la de las diosas castas que se mantienen imperturbables en el altar, no con aire de altivez, no con aire de lejanía, sino simplemente dueña de un aire celestial, indigno de los banales humanos. Sería elemento efímero seráfico perdido en esta desolada tierra; y esta se negaba a dejarla escapar.

Pasaría sus dedos sobre el mentón de la niña, suave como el pasar de una pluma se deslizaría hasta enredar sus dedos en los cabellos de la nuca. La sorpresa estaría esparcida en ella, entonces sus propios labios se curvarían en una cálida sonrisa; escondiendo de manera tan vil como ingenua sus siniestras intensiones, poco a poco sin dejar su mascarada arruinarse, se inclinaría hasta colocar sus labios sobre los de Yuuki.

Se quedaría quieta, pues se sentiría ligeramente extraña por descubrir las intenciones de su compañera, pero mayor sería su desconcierto por la dulces sensaciones que despertaba aquel sensual tacto, de esta forma sería Yori quien debía tomar la iniciativa, profundizando el acto profanador de semejante ser divino. Ya bien puesta en la idea de humanizar un poco a ese ser angelical, a veces la dejaría respirar, otras veces ella tendría que aferrarse al aire que la castaña le proporcionaba para sobrevivir. No hay acto más tentador como extasiante que perder ante el ataque de un beso apasionado.

La faena continuaría en medio de suspiros y caricias, en donde ella estaría sobre su dulce compañera, descubriendo aquello que a nadie más se le había permitido investigar, acariciándole delicadamente el vientre, ah… ¿puedes sentir tu corazón palpitar con el desliz del tirante de tu camisón por el hombro? Su lengua se apoderaría del rosado botón derecho de la deífica criatura, describiendo círculos a su alrededor, probando, jugando. Soplaría sobre la húmeda superficie, provocando justo aquello que buscaba: una dureza y quizás como añadido un gemido. Entonces le mordería, con amor, con cariño, con fuerza, sintiendo como ella culebreaba, pero le abrazaba enérgicamente también.

Apoderándose de sus primeros pasos en el placer carnal, le enseñaría la sensibilidad de la feminidad, abriéndose paso por entre los vellos rizados que cubrían el altar a Venus. El rostro de Yuuki a ese paso estaría rosado y febril, como la virgen en su primera noche de bodas, la sentiría temblar bajo sus delicadas caricias en ese rincón húmedo y caliente. Cuando la punta de sus dedos, se deslizara un poco adentro de ese sitio, el querubín femíneo apretaría los muslos pidiendo sentirla más adentro. Los labios internos estarían hinchados, buscando capturar el alivio al ardor que estaba concibiendo.

La torturaría, le tocaría aquí y allá, haciéndola revolcarse, retorcerse, gimiendo como una vulgar gata en pleno celo, mancharía su aura celestial, le haría rogar por la yema de sus dedos en el centro femenil. Cuando la chiquilla olvidara sus fantasías con otros, su credo, su nombre y su inocencia, entonces se enterraría en ella, le haría clamar por Yori sobre todo su cuerpo, para convertirse entonces en nínfula(1) que también quiere dar el mismo placer. Ya no sería ángel puro sobre el altar, sería ángel caído a la tierra por aprender a pecar.

Las manos de Yuuki sobre su organismo inflamarían su libia, provocando un torrente de sensaciones que no alcanzaba a imaginar, serían dos seres revolcándose en la dicha, culebreando al unísono del frenesí lleno de éxtasis. ¿Quién diablos quiere el cielo, cuando puedes tener la gloria terrenal?

—¿Estás bien, Yori?

Trató de componerse, de parecer natural aunque bajo las sábanas tuviera las manos entre las piernas con los muslos muy apretados.

—¿Tienes una pesadilla o estás enferma?

Carraspeó con parsimonia, antes de emitir un seco: —No. —¿Tenía que explicarle lo que había estado imaginando? ¿O bastaba con pasar el hecho por alto?, además ella era demasiado incrédula para pensar que su compañera de cuarto tenía fantasías sexuales con su persona—. ¿Y tú estás bien, Yuuki?

La chica sonrió de oreja a oreja, soltando una risita tonta, de esas que sólo una fangirl empedernida sabe emitir cuando ve al objeto de su deseo. —Sí —escondiendo en sus hoyuelos el motivo de su felicidad, pero desvelando en sus ojos que algo bonito y libidinoso le había sucedido—. Hasta mañana entonces.

Mejor que una ducha fría, la estaca de ver que otro ha probado el bocado, era suficiente para congelar los pensamientos. ¿Había descrito a Yuuki como una diosa virginal? Quizás debería cambiar la idea a la diosa de la maldad.

 

Notas finales:

Esto fue más complicado que intentar escribir diez razones por las que no debo leer yaoi; bueno quizás no tanto dado que ni siquiera paso de la razón uno. Ahora, de buenas a primeras después de tanta amenaza de escribir femslash o yuri; como se le guste llamar, me pongo a escribir… ¿y luego qué? (como el buen Takuma se pregunta mientras besa a Kaname) el jodido manga tampoco me lo describe. Honestamente no sé si alguien ha escrito yuri de este fandom, pero yo quería dejar mi granito de arena ;D.

(1)En la RAE (Real Academia Española) no está el término, pero es creado por Nabovok (Lolita); o quizás debería decir por Enrique Tejedor al traducir nymphet. Es el diminutivo de ninfa (pues nínfula es una ninfa en ciernes), y sin duda más eufónico que ninfilla, ninfita o ninfeta (ninfeta también ha sido usado para la traducción de nymphet, pero a mí francamente me suena bastante cacofónico).


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