Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dead way. por Stalker Team

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Título: Dead way.
Pareja:
Iruka/Hayate.
Género:
Romance, fluff, angst.
Advertencias:
Lemon, Dead fic.
Disclaimer:
Naruto © Masashi Kishimoto.

 

Dead way.

Ya era de noche en el poblado de la hoja. Un cielo queriendo nublarse, y un viento bastante fresco no podían traer otra cosa que no fuera una fuerte tormenta; un mal augurio. Las calles, solitarias, vacías por la hora, eran transitadas rápidamente por un joven maestro; la sala de misiones hoy había estado repleta de gente hasta el ultimo minuto, y la Hokage no lo había soltado ni para un asunto tan importante como el que era hacerle compañía a su querido amigo.

Entro levantando polvo al hospital, donde una amable enfermera lo recibió con una cálida sonrisa, mientras que le decía que se relajase si quería entrar al establecimiento. Obviamente no le quedo otra que acatar las órdenes, y preguntarle a la muchachita, si había llegado a tiempo al horario de visita.

La respuesta, como esperaba, había sido un rotundo “¡No!”. Pero Iruka Umino no se quedaría con los brazos cruzados. No había corrido de punta a punta todo Konoha para no poder visitar a su compañero.

Con astucia digna de un shinobi, se escabulló por la puerta de “Solo personal autorizado” (la cual poseía un sello de restricción), e ignorando toda regla y burlando a los guardias, fue tranquilamente silvando una canción de antaño hasta el lugar en el que se encontraba Gekko, tomando de paso, uno de los blancos y lustrosos uniformes de doctor.

-

Suspiró, mientras abría lentamente los ojos. Su segundo día en el hospital. Como siempre, era igual de monótono que todos los demás que tuvo anteriormente. El olor a medicina no lo afectaba en lo absoluto, y no hacía nada más que mirar cansinamente de un lado al otro, buscando algo con lo que entretenerse. Tomó lentamente el control que tenía al lado suyo, no había nadie más en la habitación, así que decidió ver un poco de televisión. Tosiendo levemente, apretó el botón de encendido, si no se equivocaba, dentro de poco vendría el doctor a revisarlo nuevamente.

“—Increíble que haya sobrevivido, Hayate-san...”.

Estaba seguro que eso era lo que le diría. Siempre era lo mismo, escapando siempre al último momento. Su aspecto no era tan saludable y, sus ganas de vivir, aunque tampoco se notaran, era lo que lo hacía seguir adelante.

-

Sin dudas era un maestro cuando de Genjutsu se trataba.

Las muchachas que trabajaban en el establecimiento, lo trataban como su fuera un medico mas del lugar, y eso lo hacia sonreír en sus interiores, a la vez que pensaba en lo fácil, y en la poca seguridad que había en la aldea como para una infiltración enemiga...

La habitación del Gekko estaba cerca, iba contando mentalmente los números que se aproximaban, y pensaba en lo que podría hacer con su actual apariencia; pelo corto y negro, piel mas clara que la suya, y unos ojos que si mal no se equivocaba eran medios grises. Iruka no podía imaginar sin reírse, el momento en el que Hayate se diera cuenta que se trataba de él.

Tomo el picaporte de la puerta, y entró al lugar, con una sonrisa que no le pertenecía.

—Ahhh...  ¿Doctor? —Hayate se sentó en la cama, viendo a la persona parada en la puerta, mirándolo fijamente. Se sintió algo incómodo, y bajó la vista, algo sonrojado —. Bueno, será mejor que empiece... Quiero terminar rápido con esto, por favor... —se fue sacando la camisa que llevaba puesta, dejando expuestas unas cuantas vendas que cruzaban su torso y abdominales, y le dio la espalda al doctor, esperando a que terminara de revisarlo —… Por cierto... No lo había visto antes por acá, Doctor... —arqueó una ceja, preguntándole luego el nombre.

—Eh... —el cuerpo de Iruka tembló al ver la blanca piel al descubierto. Quitó parte de la técnica de camuflaje, para tocar con sus propias manos esa tentadora anatomía—. Es que... Estoy de intercambio —dijo, no creyéndose ni el lo que decía.

El chunin se acercó al enfermo, y empezó a ver la herida... Recordando que en su vida no había leído un libro de medicina. Solo sabía lo básico, y pensó que podría aplicarlo.

—Mi nombre... —susurró, acariciando los pálidos hombros—. Es... Mmm... —nunca había tenido mucha imaginación que digamos—. Ru... Rukai —le dijo, mientras quitaba una de las gasas que cubría el omoplato derecho.

—Ah... ¿En serio? Qué lindo nombre...

Hayate sintió las gasas cayendo sobre la cama, y las calientes manos del hombre posándose sobre su piel haciendo que le agarraran unos escalofríos muy agradables; carraspeó un poco y se dejó tratar por el mayor.

— ¿Cómo están las heridas, Doctor Rukai?

—Perfecto —musitó, desviando sus ojos de las cortaduras que estaban cicatrizándose y bajando sus ojos por la fina espalda, llegando a la parte de la cintura y más abajo—. ¡Ejem! Digo, perfectas. Todo... En su lugar —limpió y cuido como se debía el cuerpo del jounin especial. Vendó cuidadosamente la espalda, atando los nudos suavemente para que no tiraran de la lastimada piel—. ¡Listo! —canto en el oído del muchacho, apoyando su barbilla en el hombro, sosteniéndolo de las caderas.

A ver que haces, pensó sonriente el Umino.

—Pero... ¿Qué?

Hayate se quedó completamente quieto, incrédulo. Y tras meditar unos segundos, comprendió. Definitivamente, el hombre que estaba detrás suyo no era doctor, y había sospechado desde el principio; la manera en la que acariciaba su espalda, los suspiros, esas manos que le resultaban tan conocidas...

— ¿Iruka-sensei? ¿Qué hace acá? —preguntó, casi gritando, para luego empezar a toser un poco, su garganta no estaba en perfectas condiciones. Trató de zafarse del agarre del chuunin, pero le era casi imposible en su débil estado—. No vino solo para darme una visita, ¿verdad?

—Shhh... ¿Que manera de recibirme es esa? —le dijo con suavidad el profesor, hundiendo su nariz en los negros cabellos—. ¿Acaso no te alegras de que te haya venido a ver? —preguntó, haciéndose el inocente, y desapareciendo el jutsu en un tronar de dedos, mostrando su propio cuerpo dentro de la bata de doctor.

Iruka abrazo cariñosamente al menor, siempre teniendo cuidado de no ser brusco por el estado delicado en el que se encontraba.

—No es que no me guste que me haya venido a visitar... —Gekko puso una mano sobre los brazos del “doctor” y suspiró, su sensei se comportaba a veces como un niño, pero eso solo lo hacía más lindo... —. Lo que pasa es que no quiero que lo encuentren así, Iruka-sensei... Además, tendría que ir yéndose... ¿No tiene que preparar los informes de mañana?

—Eres tan frío a veces —dijo, lanzando al aire una pequeña carcajada—. Tu solo quieres que me vaya —unió sus labios al cuello descubierto, removiendo sus manos por el estomago y pecho al desnudo de su acompañante—. Te extraño —susurró el maestro, besando esta vez mas cerca de la mejilla del otro shinobi.

La cotidianidad tenía cansado al joven maestro; cuando no era el trabajo, era la escuela, misiones, heridas, hospital, y devuelta al trabajo. Era simplemente horrible estar tanto tiempo separados. Meses, semanas, minutos. Iruka contaba el tiempo para re-encontrarse con su compañero. Ahora que lo tenía allí, entre sus brazos, no lo dejaría escapar así como así. No, al menos, hasta que se recrearan juntos.

—Ahh... No, Iruka, no acá... —el menor trató de detener a su pareja, pero no fue capaz frente a las manos del moreno. Gemía por lo bajo al sentir los calientes labios del profesor contra su cuello. Su corazón latía aceleradamente, y aunque no lo dijera, él también había echado de menos al chunin. Si tan solo no fuera porque siempre terminaba hospitalizado, podría estar más tiempo con su delfín.

Pasó una de sus manos por la mejilla del sensei, acariciándolo por detrás de él.

—Yo... También lo extrañé, Iruka-sensei.

Una sonrisa triunfante se vislumbró en el bronceado rostro, y un apretón cariñoso casi le saca el aire al Gekko.

—Ma, ¿lo ves? Eres muy tierno cuando quieres... —se burló en su oído, subiéndose de manera gatuna sobre la camilla, dejando con lentitud al pelinegro sobre las sabanas de inmaculado blanco. Lo acostó de tal forma, que Iruka quedó entre las piernas del jounin. Los labios de Iruka suben, rozando los de Hayate, calentándose con la simple imágen de su koi debajo de él.

Se oyeron los sonidos que hizo Iruka al apoyar sus manos a los lados del cuerpo del herido, la suave respiración de este al chocar contra su mejilla, y luego sobre su boca. Entonces labios finos se unen, y su cabeza se mueve en un tortuoso movimiento para incitar al menor para que le siga el juego.

Por mucho que se resistiera, no podría contra los movimientos del mayor,    se dio por vencido, cerrando ligeramente los ojos. La lengua del moreno ingresó entonces en su boca, haciendo que otro estremecimiento recorriera su espalda, empezaron a entrelazar ambos músculos, peleando lentamente, Hayate siguiéndole el juego de forma dócil, algo adormilado debido a los sedantes que anteriormente le habían dado.

Con delicadeza, Umino encerró entre sus dientes el labio inferior de su compañero, mordisqueando juguetón, perdiendo su mano en los negros cabellos, y acariciando mimosamente la cabellera despeinada. Dejó en paz la colorada boca del Gekko, para introducir su lengua nuevamente en la caliente y dulce cavidad. Hacía movimientos un poco más bruscos, para alentar al otro.

Quizás el que debería pisar el freno debía ser el. Ya que la situación se le iba de las manos, la excitación se apoderaba de las pocas neuronas que quedaban en pie, prendidas fuego, y demasiado concentradas en restregar su boca con la del pelinegro.

Continuó con el movimiento de lenguas, se notaba que el sensei lo necesitaba, pero parecía que se estaba reteniendo. Se separó solo por uno segundos, mirando los marrones ojos del chuunin.

—Sensei, no quiero que se retenga por mí... Estaré bien –le dijo, con una sonrisa, convenciendo al pelicafé. Se dejó llevar un momento por sus emociones, y abrazó al profesor casi protectoramente, suspirando en el oído del moreno—. Lamento no haber estado con usted antes Iruka-sensei...

Un apretado abrazo, y una sonrisa picarona en el rostro dorado.

—Menos palabras jounin —Iruka lamió desde el mentón hasta la sien de Hayate—... Mas acción, por favor, que han pasado tres meses... —una mano traviesa bajó por el pálido abdomen hasta llegar a la parte baja del pelinegro.

Gemidos escaparon de los labios del tokubetsu cuando sintió la mano del moreno acariciando su entrepierna, se aferró más contra el pelicafé. Éste había comenzado con un ligero vaivén, apretando su miembro de forma deliciosa y placentera, Hayate se había sonrojado completamente, y se perdía en los movimientos cada vez más rápidos que hacía la mano del chuunin. Iruka movía sus dedos por encima del pene cada vez haciendo más presión, sintiendo como se endurecía. En un determinado momento, su pantalón descansaba en el suelo.

Sus labios estaban nuevamente aferrados entre si, succionando aquí, lamiendo por allá, y de vez en cuando, una mordida atrevida por parte del moreno.

El aire comenzaba a calentarse, al igual que sus pieles; la adrenalina por el temor a ser atrapados, y el sudor que empezaba a correr por sus cuerpos, solo alimentaba sus ansias de llegar a más, solo los concentraba más en dar, y recibir placer por parte de su acompañante. 

Los estremecimientos hacían que arqueara la espalda, sentía la mano del moreno presionando su miembro, haciéndolo gemir por lo bajo, mordiéndose el labio para no ser escuchado. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo mucho mejor las caricias que le brindaba el menor, sentía su húmeda lengua recorriendo su pálida piel, las deliciosas presiones sobre su miembro y su aliento pasando una y otra vez por distintos lugares de su cuerpo. Pronto, sintió cómo su cuerpo se sacudía involuntariamente, la mano moviéndose de forma mucho más rápida, se empezaba a tensar, y un calor se apoderaba de su vientre.

— ¡Ah! Es...Espere Iruka... —p­aró la mano del mayor bruscamente y lo miró, sonrojado, para luego bajar la vista—, siento que... Si me corría ahora, no llegaría a lo siguiente... —le dijo, algo avergonzado.

—Mmm, vale.

Iruka no tenía ninguna prisa, muy por el contrario, quería extender ese momento lo más que pudiera; disfrutaba viendo a su frágil koi derretirse entre sus brazos, se sentía excelente brindándole placer, haciéndolo olvidar por un momento su terminante enfermedad, y sus dolencias.

—Iruka-sensei... —gemía bajo el cálido contacto, aún sabiendo que estaba tratando de mantenerse controlado y aguantar todo lo que pudiera, parecía que Iruka quería complicarle la situación. Sonrió, al ver que su sensei no había cambiado en los últimos días.

Pero esos pensamientos tendieron a desaparecer al sentir la caliente lengua del maestro sobre la punta de su miembro, mirándolo lascivamente. Empezó con lamidas lentas y largas, para luego hacerlas más cortas y rápidas, humedeciéndolo con su saliva, Hayate no podía hacer otra cosa más que agarrarse de las sábanas y gemir.

Umino miraba como podía al pelinegro, desde su posición se le hacia difícil, pero igual insistía en querer ver ese rostro sonrojado, y ese ceño fruncido por los espasmos de placer que el le provocaba. Su lengua se enroscaba en la calida piel, lamiendo, sintiendo como el mayor no aguantaría mucho más.

Manos canelas se aferran a las blancas caderas, las cuales se alzaron por inercia, despegándose del colchón, y pidiendo en una muda suplica que Iruka se lo metiera del todo en la boca. Deseoso de complacer a su amante, el hombre introdujo la palpitante carne, presionándola de forma deliciosa y enloquecedora.

Hayate gritó al sentir las paredes calientes y húmedas de Umino presionar su miembro de forma increíble, sin esperar mucho tiempo, Hayate empezó con un leve movimiento de caderas, incitando al profesor. El vaivén era lento y a la vez suave, sentía presión sobre su miembro todo el tiempo, eso hacía que el mayor se pusiera ansioso.

—Ngh... Sensei... Por favor.

Suplicó de forma sensual, sin siquiera darse cuenta debido a que sus pensamientos se perdían en la cabeza caoba que se movía lentamente en su entrepierna, lo único que ocupaba su mente era hacer que el moreno no parara; había aguantado demasiado tiempo sin él.

Iruka dejó deslizar la erección fuera de su boca, quedando un poco impresionado por lo apetecible que se veía su novio, y lo tentador que había sonado esa erótica propuesta. Aun así, decidió torturar un poco más a su jounin. Llevo dos de sus dedos a los húmedos labios del pelinegro, acariciándolos con suavidad.

Gekko entrecerró los ojos y empezó a lamer ambos dedos de forma lenta, tal y como lo había estado haciendo su koi antes, le dio un par de lamidas a los dígitos para luego, para sorpresa del otro, metérselos en la boca y humedecerlos mejor, unos segundos después, se los sacó, con un fino hilo de saliva. Se aferró al cuello del otro hombre y lo besó suavemente, para luego susurrarle al oído:

—Cuando quiera, Iruka-sensei...

La poca cordura que le quedaba al maestro se suicido tirándose de la ventana del hospital.

Toda la sangre de su cuerpo se concentro en un lugar en especial, necesitado, muy necesitado, de atención. Se masajeó con poco cuidado su hinchada entrepierna, y se bajo un poco el boxer, dejando su carne lejos de la molesta tela; al hacer contacto el aire con la sensible piel, sintió un agradable escalofría recorrer su cuerpo, y la necesidad de estar dentro de Hayate lo invadió nuevamente, con mas fuerzas. Bajó sus dedos, haciéndolos rozar tenuemente por el pecho, y estomago del Gekko, hasta finalmente llegar a la zona deseada.

El menor se tensó un poco al sentir el primer dedo moviéndose dentro suyo, tratando de ensanchar lo más rápido posible la entrada. Umino no podía seguir esperando, así que sacaba y metía el dedo rápidamente, pronto pudo meter el otro. La entrada estaba relajada, y al hundir un poco más sus dedos, Hayate soltó un leve grito, haciéndolo arquear la espalda. Estaba a más no poder: necesitaba del moreno. Se removió un poco en el lugar, y miró fijamente al otro.

—Mmm... ¿Falta mucho sensei?

Iruka le miró y sonrió de medio lado, a la vez que se acercaba a su sonrojado rostro, y unía sus frentes, haciendo chocar sus ardientes alientos.

—… Aunque me encantaría hacerlo —le dijo besándole los labios—, hace mucho que no lo hacemos Haya-chan… Y sabes que prefiero morir de ganas a hacerte daño —terminó, introduciendo un tercer dedo y dilatando aun más la entrada del pelinegro. La verdad era que ya no aguantaba, su erección le dolía, apenas si se había acariciado, y la tenia durísima de tanto esperar y ver a su acompañante tan sensual y entregado… No. Se negaba a entrar todavía, no hasta que estuviera bien preparado.

Hayate vio el miembro del mayor, desde que habían empezado que no se trataba, y parecía molestarle bastante.

—Déjeme hacer algo sensei.

Se acercó al moreno y lo tumbó sobre la cama, poniéndose él arriba, lentamente, fue besando todo el torso de Iruka, bajando por sus abdominales, llegando así hasta donde estaba su miembro. Lo tomó con una mano y le dio una lenta y suave lamida, para luego jugar un poco con la punta. Paró en seco y miró hacia donde estaba el mayor, para ver si le permitía seguir.

—Sigue… —su pene vibró ante el contacto, y sujeto con sus manos la negra cabellera, pero sostuvo el rostro y lo hizo mirarle—… ¿Estás bien? ¿Qué hay de tu herida? –la placentera sensación de tener su miembro en manos de su koi, no quedo en segundo plano, pero la preocupación que tenia por la salud de Hayate tampoco. Iruka se incorporó, apoyando sus codos en la cama, para poder así encarar y observar mejor al Gekko—. No deberías esforzarte tanto… Aun estas en terapia —le dijo con su tono de profesor.

Hayate solo sonrió, alegrado de que se preocupara tanto por él.

—Estoy bien.

Tomó el miembro con ambas manos y empezó a lamerlo nuevamente, recorriendo cada parte y humedeciéndola con saliva, fijó su mirada en la del mayor, para ver cómo lo estaba haciendo. Siguió chupando, mordisqueando lentamente y besando toda la extensión, se acomodó mejor entre las piernas del chuunin y se metió todo el miembro en la boca sin ningún otro retraso. Haciendo presión, comenzó mover la cabeza lentamente.

— ¡Ah! No… —gimió fuertemente, apretando su mano en la cabeza de Hayate, y arqueando su espalda, haciendo llegar su erección hasta lo más profundo de la garganta del pelinegro. Se quejó, mientras alejaba la cabeza del jounin de su entre pierna—. Ahhh… Con eso estoy bien —jadeo, levantándose nuevamente, y empujando al Gekko, haciéndolo caer sobre el colchón con suavidad—. Ya lo lubricaste… Podemos seguir.

¿Desesperado? No. Claro que él no lo estaba… Y si así lo fuera, ¡jamás lo admitiría!

Se inclinó sobre Hayate, robándole en el camino un fogoso beso que les quito el aire por unos segundos. La transpiración descendía por sus cuerpos; Iruka tomó los blancos muslos, poniéndolos de manera que rodearan su cintura.

Iruka se acercó al pálido rostro del Hayate y le susurró que se relajara por si las dudas. El tokubetsu  hizo caso, y trató como pudo de relajarse. Iruka acercó su miembro a la entrada, abriéndose paso lentamente. Paraba cada vez que el menor mostraba señales de molestia, pero seguía con un ritmo suave, hasta que las ganas le pudieron por un momento y terminó de introducirse de una sola estocada. El otro gritó de dolor mezclado con placer, mientras respiraba entrecortadamente, tratando de ajustarse a la invasión.

—Lo siento —susurró repartiendo tiernos besos en su rostro—. Ngh, de verdad… Ahhh… Lo siento –se disculpaba, mientras abrazaba cariñosamente al pelinegro, sintiéndolo tenso.

Las paredes, calientes, y extremadamente estrechas como la primera vez, dejaron al maestro sin aliento. Como siempre, la sensación era como estar en el paraíso, regocijándose en el mayor de los placeres. Pequeñas cosquillas nacen desde el estomago de Hayate cuando Iruka pasa la punta de sus dedos por la hipersensible piel.

—Ah... Ya... Ya estoy mejor.

Y abrazó al moreno, sonrojado y jadeante, tenerlo a Iruka dentro lo hacía sentirse completamente increíble, la persona que amaba estaba consigo otra vez, y no la pensaba dejar ir. Un par de lágrimas salieron por sus ojos entrecerrados, y sonriente, le susurró al mayor contra el oído que le amaba. Iruka se sintió algo avergonzado, debido a que hacía mucho tiempo que no se lo decía. Cuando estaba por responderle con las mismas palabras, otro pedido salió de los finos labios para que el sensei se moviera. Entonces, empezó con profundas y lentas penetraciones, tratando de ser lo más delicado que podía.

Hayate se aferró a la espalda bronceada, entrelazando las piernas en la estrecha cintura, haciendo la penetración mucho más intensa y placentera.

Iruka rozó con sus dedos la erección del pelinegro, haciéndolo desear, desesperándolo. No descansaba en su incesante repartición de besos y mordidas en el cuello de Hayate, y uno que otro beso que robaba de los enrojecidos y entreabiertos labios. Sus manos se unieron con fuerza, tratando de trasmitir todo el placer que sentían. Sus bocas chocaban de forma desenfrenada, como sus cuerpos, que no dejaban de balancearse salvajemente sobre la ruidosa camilla.

La mano de Umino finalmente se decidió a complacer a su amante, tomando el miembro desde la base, y comenzando un dulce, lento y arrítmico movimiento.

El pelinegro gemía sin poder controlarse, la mano de su amado se movía de arriba abajo, siguiendo el mismo ritmo que el de las embestidas. Hayate, perdido entre el placer y las contracciones que recorrían su espalda, había aumentado el ritmo de sus caderas involuntariamente, ambas caderas chocaban haciendo un ruido sordo, y los jadeos llenaban la sala médica. Frenesí. Poco a poco ambos estaban llegando a sus límites, el jounin juntó ambas manos con las del moreno, aumentando así la presión que antes ejercía.

Un cambio en la orientación de las embestidas por parte de Iruka hizo que el cuerpo de Hayate se tensara por completo, estrechándolo con una presión increíble, hasta llegar al punto de ser doloroso. Quinta, sexta, séptima estocada, y ambos se sintieron desfallecer en los brazos del compañero, oyendo los aceleradísimos corazones palpitar fuertemente en sus pechos, y las respiraciones agitadas sobre sus rostros.

Las  gotas de sudor bajaban por los cuerpos que contrastaban. Iruka, apoyado sobre el torso del pelinegro, suspiró, sonriente. Hayate acariciaba el pelo café, recuperando su respiración. Los dos se quedaron un momento así, satisfechos, Iruka había salido lentamente del cuerpo del jônin.

El maestro se reincorporó, sentándose sobre la cama, Hayate, por su parte, se había quedado acostado exhausto, pero feliz. El mero hecho de estar con el moreno le hacía sentirse lleno, acompañado, amado. Tosió por un segundo, carraspeando. Sintió una punzada en ambos costados, y pasó una de sus manos por la caliente piel, esperando no encontrar nada más que un leve dolor.

El moreno se inclino sobre su koi, apoyando su rostro en la herida, y dando besos relajantes, tomando entre sus manos las del pelinegro, y regalando suaves caricias sobre la piel nieve. Hacerlo con su novio era grandioso, pero estar a su lado, así, entre sus brazos, que lo estuviera mimando, entregándose mutuamente todo el cariño que se sentían… Era sencillamente precioso.

El jônin lo tomó del rostro, apartándolo de los cortes, y lo besó, no apasionadamente, sino de forma tierna, demostrando su afecto, sonriente.

Lo abrazó, suspirando y oliendo su aroma, siempre usaba el mismo perfume, y no recordaba cuándo había sido la última vez en la que estuvieron juntos de esa forma tan tranquila y relajante.

—Bueno sensei... Creo que ya es tarde... Debería irse, si no me equivoco, mañana tiene que dar clases, ¿no? Además... Dentro de poco vendrán a chequearme en serio...

—No me quiero ir… —dijo el maestro.

Iruka sabía que el verdadero doctor vendría a verlo, pero se negaba a alejarse de su lado… Un presentimiento. Un amargo sabor en su corazón le decía que algo estaba por pasar. Algo malo. Se aferro mas a su cuerpo, negándose a la visión de su amado en alguna situación de riesgo. Después de tanto tiempo sin haber estado de forma tan relajada con el, ¿Por qué ese miedo se había instalado tan de repente? ¿Era paranoia suya? ¿O algo estaba por ocurrir?...

Suspiro y correspondió el abrazo, pegó su frente a la cabeza del mayor y cerró los ojos. Escalofríos no dejaban de recorrer su espalda, haciéndolo temblar.

—Lo sé... Pero piense en el lío que se armaría si lo encuentran. Debe irse... Prometo que nos veremos ponto. Iruka-sensei… ¿Está bien?

Hayate se apartó y besó la morena frente. No sabía por qué razón era, pero no estaba muy seguro de aquella promesa, él también anhelaba quedarse con Iruka pero lo que menos quería también era meterlo en problemas, así que lo miró, sonriente, tomándole ambas manos.

—Si… Estoy bien —mintió, sintiéndose extraño. ¿Qué demonios le pasaba?

Unió sus labios con los de su amante. Transmitiéndole todo el amor que sentía por el; era un roce suave, calido… triste.

—Hayate… Te a-

— ¿Disculpen? —a interrupción hizo girar al chunin, que vio al doctor sin su bata puesta, en el marco de la puerta, con una expresión nada divertida—. Creo que eso me pertenece —dijo señalando la única prenda que llevaba puesta el delfín, que al verse en tan vergonzosa posición se levantó de la cama, dándole la espalda al recién llegado, juntando sus ropas. Sonrojo intenso en sus mejillas. Una disculpa nerviosa era lo único que se le ocurría en esos momentos.

Hayate se rió por sus adentros, tan avergonzado como Iruka, se terminó de poner la camisa del hospital, y vio partir al moreno, no sin antes una sonrisa... Una sonrisa igual de triste que el anterior beso. Sabía que algo pasaría, pero no sabía qué, ni cuándo. Iruka le entregó la prenda al doctor y salió abochornado de la sala.

—Lamento todo esto…

—Déjalo. Comprendo muy bien la situación Hayate-kun, y será mejor que no se abroche todavía la camisa, lo tengo que revisar.

—Si…

El menor asintió, sacándose la prenda y dejándola a un lado. El otro no se sorprendió de no encontrar las venda antes puestas, y con una sonrisa ligera, se dispuso a hacer su trabajo y dejar descansar a Gekko, de seguro estaría cansado...

Iruka echó un último vistazo a la habitación, sonrió, y partió hacia su departamento, aún con esa extraña e incomoda molestia en su pecho.

-

Estaba amaneciendo.

Los calidos rayos del sol hacían brillar a las tiernas briznas de verde pasto, los pájaros emitían su dulce melodía, y Konoha estaba sumida en una calma extrema… Nada común en esos días. El maestro hizo lo que siempre hacia; vestirse, desayunar, ir a su labor como sensei. Estuvo con sus estudiantes, les enseño una nueva técnica, y la paz en la que había estado sumergida la aldea, fue quebrada por una explosión.

Un ataque, pensó el Umino, ¡El Hospital! Un nudo en su garganta, y una sensación de asfixia en su pecho. ¡Debía ir cuanto antes! Se dispuso a salir de la Academia, abriendo la ventana del salón, y olvidándose de sus alumnos que habían quedado shokeados por el ruido de los explosivos.

— ¡Iruka-sensei! –un grito le impidió la salida—. ¡Debemos llevarlos a la guarida! —Ebisu siguió gritándole, empezando a evacuar a los pequeños del lugar—. ¡Iruka!

Confusión.

La mente del maestro era un total enredo; una bola de pensamientos que no dejaban de entrelazarse en su mente. ¿Qué debía hacer? ¿Shinobi o persona? ¿Proteger a los niños, o ir en busca de su amado?

Iruka cerró los ojos.

Mierda.

Llevo a los pequeños al refugió, quedándose en la puerta como guardia junto con Ebisu.

Ninjas enemigos invadieron el recinto, atacando en grupos a ambos shinobi que custodiaban la puerta de acceso. Iruka combatía al lado del otro maestro, defendiéndose entre destellos de filosas armas, y técnicas secretas. Se oían a lo lejos algún que otro grito de susto por parte de algún niño.

Otra explosión llegó a sus oídos, un frió lo recorrió de pies a cabezas, y la sensación de que jamás volvería a ver a Hayate le nublaron la mente, impidiéndole ver el kunai que se dirigía a su cuello.

 

Fin.

 

Notas finales:

Lety: Em.. bueno gente, espero que les haya gustado el fic, es medio crack la pareja, pero bueno, yo pienso que Hayate como uke de Iruka es.. *se babea* ejem... Espero también que hayan disfrutado del fic como nosotras lo hicimos al hacerlo <3. ¡Nos veremos lectores!

Nittah: Basicamente lo mismo que Lety. Si leyeron les agradeceríamos que dejaran reviews, para saber si algo estubo mal o qué. Besos y saludos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).