La luna se encontraba orgullosa en alto cielo, el viento fresco de una noche de verano acariciaba la cara del caminante nocturno que, a lomos de su caballo rodeaba el castillo buscando algún soldado para que pudiera confirmar su llegada. Su visita estaba prevista para la tarde anterior, pero con el sofocante calor del verano había sido imposible salir con los caballos, sin haber puesto en peligro la vida de los animales.
Había llegado hacia al rededor de media hora, pero para su sorpresa y la de sus acompañantes, no había ningún vigilante en la entrada, por lo que pensando que seria inapropiado pasar al majestuoso palacio había decidido dar la vuelta a este para encontrar a algún guardia, y así se la había pasado desde que llego.
Suspiro. Aun no podía creerse, a pesar de los rumores, que el rey fuera tan despreocupado como para no tener el castillo bien protegido, sobre todo teniendo en cuenta que llevaba bastante tiempo bordeando lo y aun, podía notar, no había llegado ni a la mitad. Volvió a suspirar, no podía dejar de lanzar maldiciones, entendía que lo ultimo que había querido esa mañana había sido matar a su leal compañero, ese caballo había salvado su vida en numerosas ocasiones pero esta perdida de tiempo estaba matándolo. ¡Y SEGUIA SIN APARECER NINGUN MALDITO GUARDIA!
Llego a otro jardín, este aun mas hermoso que todos los demás que había pasado, contemplo el cielo estrellado, puesto que parecía que los guardias no querían ser encontrados no había nada de malo en tomar un descanso.
Estaba tan ensimismado contemplando la luna llena que, cuando una sombra antropomorfa la oculto su corazón dejo de latir por un momento, estaba completamente seguro de que era un ángel, llevaba una ligera prenda que a causa del aire se pegaba a su cuerpo, y a pesar de la oscuridad, los rayos de luna reesplandecian en su hermoso pelo rubio. Fue cuestión de segundos que duro esa imagen pues tan repentino como lo había visto volar, el ángel se precipito hacia el suelo golpeándose con un seco golpe.
El visitante, alarmado, corrió hacia el cuerpo del hermoso ángel. El pelo caía alrededor, algunos cabellos dorados se mezclaba con un intenso rojo que hizo que se alarmara, sin querer tocarlo acerco su cara lo suficientemente como para poder sentir su respiración, cuando el aliento cayo en su mejilla se aparto rápidamente, aliviado, para poder pedir auxilio, pero unos intensos ojos lo paralizaron.
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es... esmeraldas.- fue lo único que pudo salir de sus labios.
Noto como el ángel hacia un gran esfuerzo por abrir su boca. Cuando lo logro, sus labios articularon una palabra. Se volvió a inclinar para poder saber que era. Y a sus oídos tan solo llego un nombre.
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yuuri...
no sabia quien era, aunque si le era conocido, asique sin dudar un momento, empezó a gritar el nombre del desconocido, rezando por que estuviera cerca aquel que ocupaba los pensamientos del ángel.
A lo lejos pudo oír unos pasos que se acercaban aceleradamente, aun así siguió repitiendo el nombre con mas intensidad para asegurar que se dirigieran hacia allí.
Vio como un hombre se acerco hasta donde se hallaban, no sabia si era por las sombras pero su pelo era tan oscuro como ellas, y sus ojos eran ocultados por un brillo. Noto como el cuerpo del recién llegado se tensaba al contemplar la imagen.
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joder.- el hombre se había agachado y había empezado a suministrar maryoku al pálido cuerpo. Con los nervios se había olvidado de que el también podía hacer eso.- que miras, ve ahora mismo a avisar a alguien.
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Pero...- no quería dejarlo, tal vez seria la única ocasión de poder estar cerca de ese ángel.
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Corre es una orden.
Sin dudarlo se levanto, no sabia si había sido el tono, o la desesperación que también había visto en esos ojos, tan bien tan negros como el pelo.
Miro una ultima vez al rubio y salio corriendo, gritando sus rezos para que algún dios, cualquier dios, los escuchara y ayudara a lo pobre criatura. En su corazón arraigándose la promesa de, si llegara a sobrevivir, no dejar que volviera a sufrir nunca mas.