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Ritual por DevilYokoh

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Notas del capitulo:

Al historia la escribi hace tiempo, pero como comente en el primer capitulo de la mascota del profesor he tenido algunos problemas y ahora los estoy resubiendo.

Otro empujón con el que casi caigo al suelo de no haber estado rodeado por aquellos soldados. Me llevaban a paso ligero por aquella interminable escalera de caracol. Era el día de mi dieciocho cumpleaños, y según los escritos este era el día marcado para el ritual.

No sabía a dónde iba, solo sabía que desde que había nacido me habían repetido que era mi destino, que no podía hacer nada por evitarlo.

 Por una parte estaba asustado de lo que pudiera pasar, pero por otra tenía ganas de conocer al fin mi destino, después de todo la vida era muy triste encerrado en una pequeña celda.

Recuerdo como mi madre venia a visitarme, se sentaba conmigo y me contaba las cosas que había en el exterior como el brillo del sol, el cantar de los pájaros, el agua fresca de un riachuelo. Siempre había querido ver todas esas cosas, pero cuando me sacaron de mi celda en dirección al templo lo único que pude vislumbrar fue la tenue luz de la luna a través de un ventanuco.

-         Avanza más deprisa.- oí que me ordenaban, pero el miedo y el frio me tenía casi paralizado.

Un empujón, y otro más me hicieron caer.

No hubo palabras de consuelo, solamente me levantaron entre dos y de nuevo me obligaron a  caminar,

Al fin la peligrosa escalera de caracol llegó a su fin y pude ver una luz que sobresalía entre las bisagras de una enorme puerta de madera. Uno de los guardianes la abrió y su chirriar me puso enfermo, sentí un vuelco en el corazón al ver la enorme sala que se erigía ante mí.

Me hicieron avanzar al interior, mientras yo observaba curioso y temeroso todo lo que había alrededor. No porque me llamase la atención las frías murallas de piedra a la luz de las antorchas, sino por miedo a conocer lo que iba a pasarme.

Camine despacio por un pequeño pasillo que habían dejado en el centro la multitud de gente que se agolpaba allí, todos mirándome, examinándome con sus ojos puestos en mí. Me incomodaban y eso me hizo avanzar aun con más cautela. Entonces les vi, mis padres estaban entre la multitud, pero no vi amabilidad, ni amor, ni tristeza en sus ojos como tantas otra veces cuando me visitaban, sino que aquella curiosidad enfermiza que estaba presente en todos los demás.

Me entraron ganas de gritar, de desaparecer... estaba aterrado sobre todo al vislumbran el imponente altar frente a mí, pero a diferencia de los que me había descrito mi madre, este no tenia las figuras de ningún dios, solo dos enormes bloques de piedra labrados con unas letras que no entendía.

Me acobarde al ver que me dejaban solo frente a una enorme mesa de piedra, un hombre vestido de forma extraña me miro de arriba abajo, entonces note como aquella pequeña túnica blanca que llevaba se transparentaba, dejando ver mi cuerpo bajo la luz de las numerosas antorchas que iluminaban la sala.

Di unos pasos atrás pero enseguida me retuvieron, llevándome de nuevo en contra de mi voluntad hasta aquel anciano que parecía llevar ropas de sumo sacerdote.

De nuevo clavo sus ancianos ojos en mi, parecía desnudarme con la mirada.  Se acerco cada vez más a mí y en cuanto estuve a su alcance, empezó a levantarme aquella especie de camisón que llevaba.

Palidecí y lo baje de nuevo, a menos hasta que los guardias me sujetaron los brazos, entonces volvió a hacerlo. El bastón lentamente descubrió mi cuerpo desde el pecho.

Tembloroso y asustado, cerré los ojos  mientras mostraba a todos la marca con la que había nacido. Una especie de tatuaje y mi bajo vientre, siempre me había acompaño y era el causante de todo esto.

- Aquí está la marca del elegido.- dijo a viva voz. Una multitud de murmullos siguió a su voz haciéndome sentirme aun más incómodo.

- Por primera vez en siglos de tradición, la marca la lleva un hombre.- continuo diciendo el sacerdote.- Y por primera vez tenemos esperanza en que acabe la maldición.- de nuevo se escucharon murmullos, algo acerca de muerte que me hicieron estremecerme, casi se me saltaban ya las lágrimas.

- Preparadlo para el ritual.- dijo por fin bajando su bastón, pero cuando me sujetaron y me obligaron a tumbarme a la fría mesa de piedra pensé que quizás hubiera sido mejor quedarme de pie.

Sin poder defenderme, note como ataban mis muñecas y tobillos a cada lado, dejándome inmovilizado. Ya casi no podía ocultar mi miedo, sollozaba, pero todos parecían ignorarme.

Los guardianes se apartaron y fue de nuevo el sumo sacerdote el que se acerco, de sus labios salían palabras que no conocía  y a las que no podía dárseles ningún sentido.

De pronto note como cortaba la fina tela de mi ropa con una daga ricamente labrada. Hice ademán de cerrar las piernas, de cubrir mi cuerpo expuesto, pero todo fue inútil, no podía moverme y menos cubrirme.

Entonces empezó a mover el bastón sobre mí, rozándome con él en algunas ocasiones, me hacía daño. Mire a mis padres con gesto lastimero, pero volvieron la cara, entonces fui consciente de lo solo que estaba.

El frió y la desesperación empezaron a hacer mella en mi y sin querer empecé a llorar. Había estado toda mi vida encerrado en una habitación solo para esto... solo para morir ahora y sin quiera saber el porqué.

Un silbido entre los cánticos del sacerdote llamó mi atención. El sonido provenía de las enormes piedras en el altar. Mire hacia ellos justo para observar como una espesa bruma salía de ellos.

El miedo acabó paralizándome, y creo que no solo a mí, sino que a toda la sala que pareció callarse de momento. El anciano del bastón se alejo.

Aquella bruma empezó  acercarse a mí, empezando por mis pies hasta acabar cubriéndome. Lentamente y para mi sorpresa note la calidez de esta, era como si acariciara mi piel, como si deseara tocarme.

-         Anslan... - escuche decir como un susurro. Era una voz dulce, cautivadora.

El sacerdote parecía tan impresionado como yo, al igual que lo presentes.

- Al fin te encuentro Anslan.- escuche de nuevo a mí alrededor, notando como si alguien acariciara mi cabello. Pero yo no me llamaba así, Anslan no era mi nombre.

- Cuantos siglos han pasado, cuantos sin verte... como deseaba volver a tenerte entre mis brazos... Anslan... mi Anslan.-

La bruma fue tomando forma. Sobre mí pude distinguir a un joven de cabellos largos y rojos como el fuego, de ojos verdes y penetrantes que me observaban con admiración. También estaba desnudo, pero eso a él no parecía importarle en absoluto.

- Anslan... háblame por favor... déjame escuchar tu hermosa voz de nuevo.- acariciaba mis mejillas una  otra vez, mis labios, mis cabellos.

-  ¿Quién eres...?- pregunte temeroso.

Me miro confuso.- ¿No me recuerdas mi amor?- me pregunto entristecido. Como puede ser que y lleve siglos atormentado por no tenerte a mi lado y tu no me recuerdes... Anslan soy yo... Orfeo...

No sabía porque pero aquel nombre me era muy familiar. Me quede mirándolo embrujado por su extraña belleza.- Orfeo... - repetí y mis palabras sonaron dulces, sin miedo alguno. Ya no lo tenía, era como si no existiera nadie más, solo él y yo.

Sonrió y esta vez acaricio mis labios con la yema de los dedos.- Anslan... al fin estaremos juntos... esta vez nadie podrá separarnos... ¿recuerdas tu juramento?

Lo miro a los ojos aun hipnotizado por ellos, por mi mente pasaron muchas cosas en cuestión de segundos, recordé nuestro amor y su trágico final. Los ojos se me llenaron de lagrimas.-Orfeo... si... lo recuerdo. Lo recuerdo... - dije emocionado deseando sentir su abrazo.- Orfeo... Creí que... nunca volvería a verte... mi cuerpo. Mi cuerpo murió y yo...

Me silencio con un beso. – Ya paso todo... no te preocupes... mi padre no nos encontrara... no podrá separarnos de nuevo. Yo di mi cuerpo por ello... quedo satisfecho con mi sacrificio.

- Orfeo... no debiste. Hacerlo... no debiste... - llore con más intensidad.- No lo merezco...

- Mereces eso y más... tu moriste por mí... y yo busque el modo de volver a tu lado, fuese como fuese... somos uno Anslan... no podemos estar separados...

Me beso con más intensidad, notando como  cada vez se hacían más profundos.- Olvídalo todo... empezaremos de nuevo... y a partir de esta noche... nadie podrá separarnos... seremos uno solo.

Note como sus manos recorría mi cuerpo haciéndome estremecer, los grilletes de mis tobillos se soltaron y así me sentí aun más relajado.- Orfeo... - lo llame entre beso y beso buscando cada vez con más necesidad sus labios.

Me rozo la barbilla suavemente haciendo que echara mi cuello hacia atrás para empezar a besármelo. Por donde iba pasando mi piel ardía, no tarde en empezar a jadear.

Tire ligeramente de los grilletes, deseando abrazarlo, tocarlo, sentirlo y Orfeo pareció saber lo que deseaba. Con un ligero “ clink” los grilletes de mis muñecas se soltaron, entonces pude rodearle, acariciar su espalda mientras me besaba.- Aah... Orfeo...

Llego a mi pecho y lo recorrió incansablemente, atrapando mis pezones en sus labios, rozándolos con los pulgares.- Anslan... eres tan hermoso... había olvidado el contacto de tu piel... delicioso...

Sus palabras no hacían nada más que excitarme, haciéndome olvidar aun más donde me encontraba. Sin saber que solo mis ojos veían a Orfeo.

Recorrió mi abdomen y llego con sus manos a mi hombría, atrapándola entre sus manos para acariciarla.

Solté un fuerte gemido seguido de un escalofrió que me hizo tensar el cuerpo.- Orfeo... me da... vergüenza... umm... no... me toques hay...

-         Anslan... no tengas miedo... ya lo hicimos una vez... ¿recuerdas?

Enseguida recordé aquello, el último día que estuvimos solos antes del fatal desenlace. Los dos solos en aquella cabaña de la montaña, ocultos de todo el mundo.- Si... pero... me sigue dando. Ah... vergüenza... - volví a decir sujetándole la muñeca para evitar que tocara aquella zona, pero cada vez tenía menos fuerza y ganas de hacerlo.

Incluso con mi agarre continuo haciéndolo, escuchando mis gemidos satisfecho.- Anslan... déjame... entrar... - me pidió jadeante también.- Déjame... fundirme contigo...

Lo mire totalmente sonrojado, aun rodeando su espalda con mis brazos. – Orfeo... umm... yo... - empecé a decir, pero sus ojos me decían que podía confiar en él- Si... hazlo... házmelo...

Sonrió y me acaricio la mejilla antes de separar mis piernas alrededor de su cuerpo.- Anslan... te quiero... te quiero.- repitió acariciándome las caderas. Parecía impaciente.

-         Y yo... también te quiero... - le dije entrecortadamente sin dejar de mirarlo, entonces asentí para que estuviera seguro de que yo también lo deseaba.

Me levanto un poco las caderas y note como entraba. Me dolía... me agarre a sus hombros casi clavándole los dedos mientras tensaba todo mi cuerpo.- Orfeo... ah...

Vio mi mueca de dolor y se hecho sobre mí, besando mis mejillas y después mis labios.- Tranquilo... relájate... pronto pasara el dolor...

Asentí confiando en él.

Empezó a moverse, notaba en cada milímetro de piel sus movimientos, al principio muy dolorosos pero entonces deje de sentir dolor tal y como me prometió. Deje de clavarle los dedos y empecé a moverme al unísono, jadeando casi a su par, con mi cuerpo meciéndose.- Aah... Orfeo... aaahhh

Acelero el movimiento y yo le seguí jadeando con más fuerza, cerrando los ojos y notando como las lágrimas se agolpaban en ellos de puro placer.

 

No tarde en notar como mi cuerpo no podía más, ardiendo y con mi esencia cubriéndolo. Entonces vi su sonrisa, me beso dulcemente.- Viviré... contigo... - me dijo mi amado empezando a desvanecerse.- Siempre estaré contigo.-

La bruma me rodeo de nuevo, desesperado me incorporé tratando de atraparlo.- ¡No!..Orfeo por favor... no me abandones. Quiero estar contigo...Orfeo... grite desesperado. Ni si quiera note que sangraba por lo que habíamos hecho. No sentía nada. Por favor Orfeo...

-         Anslan... no te abandonare nunca... pero no tengo cuerpo... -

Al escuchar su voz me tranquilice, pero sus palabras me preocuparon mas.- Pero... yo pensé que...

-         Si... y estaré a tu lado... entrare en tu cuerpo y estaremos siempre juntos... te quiero Anslan...

Le escuche y entonces lo note, como su calidez me rodeaba, como entraba en mí, como cubría todo mi cuerpo hasta desaparecer.- Te amo... Orfeo...

***

Han pasado dos años desde aquello.

Mi vida cambio radicalmente desde aquella noche, ahora llevo una vida normal.

El sol, la brisa y la naturaleza me rodean cada mañana al pasear cada mañana, allí en la cabaña donde nos vimos aquella última vez.

Disfruto de cada día como si fuese el último y por la noche, vuelves a mí para cumplir tu promesa.

Nunca me sentiré solo, nunca más.

 

 


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