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Harem gözdesi por deesse

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Notas del fanfic:

tomado del libro la favorita del haren de Pargeter Margaret sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

disculpen todos los que siguieron la historia la primera vez que publique, ya que no pude seguir con ella.......

 

pero espero que deceen volver a leerla, esta vez la terminare

saludos!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Draco yacía sobre el suelo de una tienda en medio del desierto, se encontraba en algún lugar aislado y a varios kilómetros de la civilización... quizá en algún punto desconocido de la frontera marroquí.

Lo tenían atado de los tobillos con una cuerda muy apretada y con su brazo izquierdo sujeto a la espalda, dejando le libre el derecho para poder quitarse la arena que entraba a la sucia tienda. Cuanto más tiempo pasaba, Draco se convencía más de que era preferible la muerte a esa tortura.

Se encontraba allí desde el día anterior y teniendo en cuenta el sol que se filtraba por los agujeros de la vieja tienda debía pasar de medio día, se sentía mareado y con la vista borrosa pues no le habían dado nada de comer y el poco de agua que recibía solo le serbia para alargar el tormento.

Confuso, se preguntó a qué tribu pertenecerían. Desde donde se encontraba podía oír unos gritos que hacían que la sangre se le helara, si es que algo se podía helar en ese increíble horno.

Draco comenzó a moverse casi histérico y con un gemido de dolor volvió a quedarse quieto, tenía la impresión de que era su centésimo intento por liberarse de sus ataduras. Estaba conociendo, por primera vez, lo que era el verdadero miedo.

Su mente comenzó a quedar en blanco y comenzó a caer en la inconsciencia mientras recuerdos de su hogar llegaban a su cabeza.

Londres, Inglaterra; un lugar que le agradaba mucho, y le agradaría mucho más de no ser por su tía Bellatrix, como se reiría de él si lo viera en ese momento, lo más seguro seria que incluso ayudara a esa tribu de nómades a atarlo más fuerte mientras lo escupía y le gritaba que no era más que una prostituta.

Una oleada de tristeza y soledad lo golpeo y sus ojos se anegaron de lágrimas, la única pariente que tenía lo odiaba por su don,….. a veces le habría gustado ser un hombre normal para poder recibir algo de cariño de su parte, pero en esos momentos recordaba las palabras que su madre le dijo cuando aún era un niño y en ese entonces no entendió por completo….

 

“-tu eres especial-le había dicho-tienes un don que muchos desearían tener, y debes cuidarlo, quizás a veces lo odiaras, pero cuando sientas que algo pequeñito crece en ti, lo amaras-

-que ese don mami???-pregunte con la ingenuidad de mis seis años

-Dar vida-le dijo-tu eres como un prado fértil, puedes traer la vida”

 

Si eso hombres supieran que él era fértil seguramente lo venderían a algún bereber después de haberlo forzado….ese pensamiento lo hizo estremecer y a su miedo y soledad se le agrego el terror, él nunca había estado con un hombre, ni siquiera a sus 18 años había dado un beso….dios quería que esto fuera un sueño….ya quería despertar….

 

Despertando de su ensoñación y enjuagándose los ojos con su mano libre exhalo un profundo suspiro, su delgado cuerpo estaba sudoroso por el calor y recordó que su padre era el culpable de su ansia de viajar y conocer el desierto, pues él le había contado de los países árabes, y en especial del desierto. Como si fuese ayer, él podía recordar sus palabras: «El Sahara es un lugar enorme, el mayor desierto del mundo. Es tan vasto que un hombre podría perderse y no volver a ser visto jamás». Quizá todo eso lo había dicho para que no viajara solo.

Sus padres solían viajar mucho por el trabajo de su padre que era periodista y un día cuando regresaban de marruecos hubo un problema en el avión y ambos murieron. Él fue inscrito en un orfanato para que lo cuidaran, según había dicho Bellatrix, ya que ella tenía que hacerse cargo de sus negocios y no podía hacerlo. Debido a su edad tuvo que permanecer allí varios años.

Allí recibió su educación de asistente y cuando salió, a los 16 años, comenzó a ayudar a su tía en los negocios, ya que no tenía otro lugar donde ir, tuvo que aguatar sus repudios y miradas cargadas de odio y repulsión, pero había podido juntar algún dinero y gracias a ello pudo arrendar un pequeño apartamento donde vivir mientras buscaba un nuevo trabajo y costearse ese viaje, del que ahora se arrepentía.

El viento silbo lúgubremente alrededor de la tienda. Draco trató de humedecerse los resecos labios con la lengua, pero no sintió ningún alivio, sino dolor. El sudor le escurría dentro de su anorak y manchaba la tela, no se atrevía a quitárselo porque los nómadas aún no habían descubierto que se trataba de un fértil. En el momento de ser capturados pensó que sería más seguro si esos hombres seguían en la creencia de que se trataba de un joven escuálido.

Draco había dudado hasta el último momento antes de empezar su viaje, pero las ansias de conocer el desierto del que su padre le había contado lo convencieron. Sacó los pocos cientos de libras que le quedaban en el banco y comprándose algo de ropa para la ocasión tomo el avión a Casablanca.

El vuelo terminó más rápido de lo que se había imaginado y pronto aterrizaron en el aeropuerto de Casablanca y él pudo ver el misterioso país que había anhelado visitar desde hacía mucho tiempo.

Había sido una impresión tan intensa que, durante un largo rato, permaneció al pie de la escalerilla del avión sin moverse. Sintió un indescriptible deseo de responder a cierto aire primitivo que impregnaba el aire que lo rodeaba, pero al mismo tiempo tuvo la impresión de que se ponía en ridículo ante el mismo por no saber cómo hacerlo.

Draco no tenía mucha experiencia con el sexo opuesto, sin embargo, se dio cuenta de que muchos de los hombres del lugar lo miraban, con lo que él pensó, curiosidad. Al principio parecieron ignorarlo, pero pronto pudo notar que lo miraban casi con lujuria, lo que le causo miedo.

Como una precaución que nunca se imaginó que tendría que tomar, uso la ropa de la forma más discreta que pudo, utilizando sus vaqueros gastados y algo sueltos para evitar mostrar la voluptuosidad de trasero y sus caderas y una camisa delgada suelta que no hacía notar su cintura, sobre ella un anorak. También su largo pelo, el que tenía largo hasta sus glúteos en honor a su madre, se lo arregló de forma muy sobria, en un moño sujeto bajo el sombrero de ala ancha que no se quitaba hasta la hora de dormir.

Se juntaba con un grupo de tres turistas franceses que se alojaban en la misma residencia de él con los cuales comenzó a visitar los bulevares bordeados de palmeras, por parques llenos de sol y por sinuosas y estrechas callejuelas.

No pensó en realidad, en los lugares que visitarían durante los siguientes días, pero cuando le dijeron que se dirigirían al desierto, a un oasis, él se asombró, aunque no se preocupó.

Viajaron en un pequeño camión que tenía la parte de atrás cubierta por una lona. Fue a doscientos cuarenta y dos kilómetros de Marrakech donde obtuvieron el equipo y los permisos necesarios para continuar y recorrieron una distancia mucho mayor antes de llegar a Zagora y al valle del Draa.

Durante la noche acamparon en el oasis Mhamid; estaban en terreno desértico y a lo lejos podían ver la silueta de alguna que otra montaña. Al día siguiente emprendieron camino por una vereda llena de piedrecillas, la cual los condujo hasta las arenas del desierto. Salieron antes del amanecer y fue entonces cuando Draco se enteró de lo del oro.

Fascinado ante la maravilla de la salida del sol en el desierto, de pronto se percató de que el camino se había terminado e iban a lo largo de lo que parecía una línea trazada a través de la arena. Las ondulantes dunas se extendían en una inmensa soledad. Podría ser emocionante, pero Draco comentó que sería mejor no salirse del camino.

Freddy, unos de los franceses apretó los labios, pero le respondió, mientras estiraba un poco sus entumecidos miembros dentro del reducido espacio en el que se encontraban.

- Verás tanto desierto como deseabas. Hasta es posible que te permitamos acompañarnos cuando encontremos el oro. Lance tiene todos los mapas.

Draco le miró asombrado. La historia proporcionada por Freddy y sus amigos con respecto a que los alemanes habían escondido oro en el desierto durante la última guerra era increíble. El se hubiera reído si no hubiese sido porque se dio cuenta de que no estaban bromeando.

 

Después de varios días, Draco se dio cuenta de que el viaje no estaba resultando tan placentero como él se imaginaba. En lugar de conocer pueblos y aldeas, todo lo que podía ver era arena.

Era verdad que él había querido conocer el desierto, pero en dosis moderadas, no en esa interminable sucesión.

Muy pronto empezó a escasear el agua, pues uno de los oasis señalados en el mapa de Lance estaba seco.

La piel blanca, fina y pulida de Draco, expuesta a las inclemencias de largos períodos de sol, empezó a broncearse, aunque, gracias al sombrero que usaba, su cutis no se resintió excesivamente. A veces le parecía que el viejo camión en que viajaban era un horno, no le permitían ir delante y sentía que el aire no llegaba a la parte de atrás, pues todas las aberturas estaban cerradas para que no penetrara arena a menudo sentía que no podía respirar y que ya estaba cansado de todo eso, pero cada vez que el pequeño camión les fallaba, compartía la desilusión de sus compañeros.

¡Diablos! -exclamó Lance en una ocasión, al contemplar el vehículo, que se negaba a avanzar- ¿Es que ninguno de vosotros puede hacer algo?, Freddy, se supone que tú eres el experto. ¡Esa es una de las razones de que vengas con nosotros!-

Draco tuvo que sofocar una exclamación de asombro.

-Yo nunca he dicho que sea infalible, amigo. Draco me ayudara y veremos qué podemos hacer entre los dos.

Por eso fue que él se encontraba hecho un desastre cuando llegaron los nómadas del desierto. Tenía el rostro, las manos e incluso los cabellos llenos de grasa, después de una hora aún no habían podido descubrir la avería y, el hecho de que el motor estuviese lleno de arena les dificultaba mucho hacer el diagnóstico.

El tiempo pasaba y Lance, empezó a maldecir a diestra y siniestra. El, a su vez, se volvió con furia y le llamó la atención.

En los ojos de Lance brilló una chispa de interés, pero se limitó a elevar la voz aún más. Era tal el alboroto, que ninguno de ellos advirtió a los intrusos, hasta que se encontraron a unos cuantos metros del camión.

Nunca supo de dónde llegaron esos hombres. Poco antes no había nada, no se veía ni siquiera una mancha en las interminables dunas de arena y en un santiamén, se vieron rodeados por un montón de hombres.

Draco trató de ocultar todo lo que pudo su condición. Suponía que se trataba de maleantes. Él nunca había visto individuos como aquellos, de piel muy morena y mirada cruel. La gente con la que habían hablado en, su paso por los pueblos era muy diferente, amable y amistosa.

Los estuvieron viendo durante largos minutos y aunque Lance intento hablarles en francés y en el árabe que conocía no prestaron atención.

Se interesaron en el camión, pero al notar su estado su mirada se llenó de furia, Lance trató, de dar una explicación pero lo ignoraron de nuevo y, tras desmontar algunos hombres, cogieron por los hombros a los jóvenes y todo lo que Lance pudo hacer fue mover la cabeza y señalar las herramientas con las que habían tratado de arreglar el motor.

De pronto y a petición del jefe, uno de los hombres más jóvenes se dirigió a ellos en pésimo francés para indicarles que querían el camión y que debían ponerlo en marcha.

Eso produjo una nueva andanada de improperios por parte de Lance, lo que provocó que le ataran de las muñecas y tobillos y le amordazaran, antes de tirarle en la arena.

-El jefe dice que los atará a todos si no arreglan el camión.

Desde ese momento empezó la pesadilla. Freddy y el trabajaron bajo el ardiente sol, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Cuando el jefe se dio cuenta de que no podían arreglar la máquina, se puso furioso y ordenó que los ataran y arrojaran al suelo igual que a Lance y después de varias horas levantaron una tienda de campaña, donde introdujeron a los cuatro. Sujetaron sus ataduras a unas estacas que clavaron en la arena.

Ya había transcurrido un día. Draco trató de olvidar el insidioso pensamiento que le hacía recordar su casa.

En ese momento escucho ruido afuera de la tienda y unos de los nómadas ,el jefe, entro seguido por otro que era tan alto que no pudo ponerse completamente de pie dentro de la tienda y se vio forzado a inclinar la cabeza. No recordaba haberle visto antes, estaba seguro de que no se encontraba entre el grupo de nómadas.

Cuando se le acercó, el vio que su rostro era moreno, pero no tanto como el de sus compañeros y que sus ojos eran de un verde esmeralda que jamás había visto, la chilaba que llevaba era blanca. Parecía rodeado por un aura de fuerza y estaba limpio.

El nómada gesticulaba en dirección a la Draco mientras hablaba en una lengua extraña. Llegó a darle fuertes empujones con el pie, como si fuese alguna mercancía que estuviese vendiendo. Tuvo que parpadear cuando se le ocurrió que preferiría irse en compañía del hombre alto que quedarse a merced de los otros.

Al parecer, él no se interesó en el «producto». Después de contemplarlo en silencio se volvió hacia los otros, pero tampoco éstos le interesaron. Estaba claro que el objetivo de su visita no había sido rescatarlos.

Desesperado, recordó que había leído: «Si no puedes escapar de tu prisión, trata de cambiarla por alguna que ofrezca mejores oportunidades».

Eso pareció lógico, hasta para su delirante mente y, con los dedos entumecidos, bajó la cremallera de su anorak y dejó expuesto su torso hasta la cintura que se delineaba contra la fina y humedecida tela de su camisa.

Cuando el hombre estaba a punto de salir de la tienda, la intensidad de la mirada de Draco le hizo volverse y mirarlo.

Se quedó atónito. Entonces, siguió al jefe al exterior de la tienda.

Notas finales:

gracias atod@s

un mapa para ubicarse

http://www.dejateguiar.eu/images/mapa_ruta_valle_del_draa.jpg


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