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El reino de la inhumanidad por Kester

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Notas del fanfic:

Historia alternativa que tiene como protagonista el personaje de Roxas, de Kingdom Hearts.

Akuroku, pero no muy explícito. Hasta el segundo capítulo no se dan indicios.

Notas del capitulo:

Roxas llega al mundo inexistente.

El incorpóreo se desplazaba sigilosamente por los oscuros recovecos de aquel castillo. Su fornido acompañante lo dirigía cogiéndole del brazo hacia la puerta de ébano que presidía el enorme corredor. Él se limitaba a dejarse arrastrar, observando como de vez en cuando su guía se giraba para mirarlo. Y esa era una mirada que Roxas no alcanzaba a comprender.

Cuando finalmente llegaron a la puerta, su acompañante cesó el agarre y se perdió en la oscuridad. Roxas la miró durante unos instantes, pero enseguida se dio la vuelta, apretó los puños y penetró en la sala con decisión.

Un hombre de alta estatura con el cabello plateado lo aguardaba en el centro de una sala tenuemente iluminada por la luz de una luna con forma de corazón, que se erguía poderosa en la noche serena. El individuo tenía la misma expresión indescifrable que todos los que había visto en ese mundo, pero Roxas supo al instante que era el líder de todos ellos.

-Te doy la bienvenida, nuevo miembro –Roxas se sorprendió al oír que la voz estaba teñida de tristeza, en lugar de la indiferencia que había estado esperado.

Roxas avanzó hacia él. Observando la conducta de las personas había aprendido que normalmente daban la mano para saludar antes de referirse a sí mismos por su nombre. Roxas lo puso en práctica por primera vez.

-Roxas –dijo con una sonrisa, imitando la expresión humana.

-Xemnas.

El líder le correspondió con otra sonrisa; luego tomó su mano y la besó unos instantes. Roxas se extrañó, pues nunca había visto a nadie proceder de esa manera.

-Veo que les has estado observando –se percató Xemnas. Su voz sonaba ahora ligeramente menos melancólica que antes-. Eso revela tus intenciones. Me alegro que hayas seguido ese camino.

Roxas asintió con la cabeza, intentando no desvanecer la sonrisa.

-La búsqueda del verdadero sentimiento es el motivo que debe impulsar a todo incorpóreo a existir –continuó Xemnas-. Sin sentimientos, nuestra vida carece de sentido.

-Es esa la razón por la que he venido aquí, señor. Para ser un completo –sentenció con determinación- Deme instrucciones y yo las cumpliré; haré lo que sea para lograr alcanzar el verdadero sentimiento.

Un fugaz brillo apareció por unos instantes en los plácidos ojos de Xemnas.

Se sentó en una de las butacas de terciopelo negro que había en una esquina de la sala, escondidas entre las sombras, y con un gesto indicó a Roxas que lo acompañara. El chico se percató de una botella de oscuro vino colocada entre unas relucientes copas. Xemnas la cogió y vertió el líquido en dos copas.

-¿Quieres?

Roxas aceptó, más por el deseo que le llevaba a experimentar ciertas cosas para ser un completo que por simple agrado. Los dos bebieron a la vez, y mientras Xemnas lo hacía silenciosamente y mirando al chico con aparente interés, Roxas arrugó la frente y gimió de asco.

-Ahora vas a contarme tu historia, muchacho. Intenta no omitir ningún suceso importante. De todas formas, dudo que tengas mucho que contar. Si no me equivoco, tu nacimiento se remonta a un pasado no muy lejano.

-Así es, hace apenas unas semanas que nací –rememoró Roxas-. No puedo expresar lo que sentí en ese momento, si es que llegué a sentir algo…

-No sentiste nada –afirmó Xemnas con el mismo tono melancólico que había empleado la primera vez que había hablado-. Por muy duro que sea, tienes que aprender a ser consciente de lo que eres.

Xemnas puso una mano en su pierna con suavidad para consolarlo. Roxas no necesitaba ese tipo de consuelo, pero supuso que quizá Xemnas lo hacía por la misma razón que él: para parecerse a un completo. Eso suavizaba parte del dolor.

-Ahora cuenta, chico, cuenta. Estoy deseoso por saber.

Roxas respiró profundamente antes de relatarle la historia de su corta vida.

-Aparecí en un mundo extraño donde había personas completas. Yo veía en sus miradas que así lo estaban, de la misma forma que puedo ver que vosotros no lo estáis. Transitaban casi todo el día por la calle de un lugar a otro. Durante un tiempo, estuve merodeando por el lugar hasta que un hombre me recogió y llevó a una edificación. Era muy bonita, estaba decorada con cristales de colores y hermosas imágenes. Pero muchas de ellas no me gustaban. Me hacían querer salir de allí y ver el sol.

Xemnas arqueó una ceja.                    

-Y me llevó a una habitación. Allí me dio de comer y hablamos de mi nacimiento. Antes de contarle toda la historia, el ya se había llevado las manos a la boca. Yo podía leer el miedo en su rostro y se lo dije, pero él se alejó de mí. No supe qué hacer ni decir. El me dijo que yo jamás podría saber que es el miedo ni ningún otro sentimiento. A continuación me gritó que me largara y me aconsejó que desapareciera del mundo.

-Interesante –le cortó Xenmas- Así que fue ese hombre el que te dijo que eras un incorpóreo.

-Bueno, no mencionó la palabra –Roxas frunció el entrecejo, pensando en algún detalle de importancia de la conversación que se le podría haber escapado.

-Sigue contando, por favor.

-Hice lo que me dijo y me marché de ese mundo. Y caminé hasta que no pude más y alguien me llevó hasta aquí. Vosotros me vais a ayudar, ¿verdad?

Xemnas se llevó la mano a la barbilla. Roxas esperó la respuesta mientras agarraba con ambas manos su ajada camiseta.

-Eres muy joven –advirtió al cabo de unos segundos, rompiendo el silencio como una perturbación en un oscuro estanque-. Si fuera uno de ellos, si tuviera corazón, seguro que estaría ardiendo de rabia en estos momentos. Un pequeño que apenas ha saboreado el mundo… convertido en un incorpóreo. Pobre criatura, tan perdida en este mundo injusto. Los humanos son seres egoístas, no saben lo que quieren. En ocasiones incluso intentan hacer que algo tan valioso como el sentimiento no influye en ellos. Repugnante –carraspeó, girándose para observar la enorme luna-. El reino de la inhumanidad.

Xemnas se acercó a él mirándolo con aquella expresión que pretendía imitar a la tristeza. Le besó en las mejillas, y luego en la frente. Después lo levantó, como si no pesara más que una pluma, llevando la cabeza del chico a su pecho.

-Por supuesto que te vamos a ayudar –dijo finalmente-. Haré todo lo que esté en mi mano, muchacho. ¿Te dijo ese señor que desaparecieras de ese mundo? Pues yo te suplico que te quedes y nos ayudes en nuestra misión.

-Me alegro mucho de haberos encontrado –respondió Roxas.

-Debemos ser nosotros los que estemos agradecidos de tenerte aquí.

-Disculpe, señor…

-Ahórrate los modales. Aquí somos una familia.

Roxas conocía aquella palabra. Era la que empleaban los seres completos para referirse a un grupo de personas unidas mediante lazos.

-Familia –repitió ensimismado-. ¿Cree que tengo posibilidades? ¿Podré llegar a sentir algún día?

-Si te digo la verdad, en el momento en el que pusiste un pie en esta habitación supe que hay algo en ti realmente extraordinario.

El rostro de Roxas se congeló unos instantes. Entonces profirió sin darse cuenta la misma sonrisa que los humanos.

-Y no solo tienes posibilidades tú. Creo que podrías ayudarnos a todos. Eres un caso excepcional, Roxas. Eres la clave.

A continuación hizo algo que desconcertó a Roxas; le cogió de las muñecas y lo tumbó en el suelo. Al principio pensó que había caído en una trampa e intentó liberarse de Xemnas, pero pronto este se acercó a su oído y le susurró palabras para calmarlo: ¨Tranquilo, esto es parte del proceso. No debes preocuparte¨. Roxas no iba a oponer resistencia, ya que se había comprometido a hacer todo lo que Xemnas le pidiese.

Pero Xenmas lo inmovilizaba de todas formas.

-Vamos a comenzar, Roxas. Me has dado tu palabra, ya lo sabes.

El chico asintió, golpeándose la cabeza con el suelo. Xemnas seguía sin soltarlo. En su rostro apareció, por primera vez, una sonrisa. Y fue realmente insólito para Roxas observar aquella cara de ojos vacíos y sonrisa jocosa.

Xemnas unió sus labios con los del chico, saboreándole con lentitud. Mientras lo hacía, el  plateado cabello calló sobre el rostro de Roxas, tapándole la visión. El chico estuvo a punto de vomitar debido a la cantidad de saliva que tragaba y al fino pelo que cubría toda su cara y no lo dejaba respirar. Pero logró contenerse aguantando la respiración.

Cesó el beso y Roxas tomó aire, pero apenas tuvo tiempo porque Xemnas se aferró repentinamente a su cuerpo, dejándole sin aliento. Sus manos recorrieron sus brazos y su pecho una vez que le quitó la camiseta. No podía dejar de tocarle y abrazarle, como si tuviera miedo de que Roxas desapareciera de un momento a otro. Se aferraba a él como un niño asustado a su muñeco.

-Creo… que estoy sintiendo algo –susurró Roxas entrecortadamente bajo el cuerpo de Xemnas.

Ambos eran oscuras figuras bajo el manto de aquella espectral luna.

El incorpóreo detuvo su acción unos momentos y lo miró con los ojos entrecerrados. Roxas estaba despeinado y con el rostro desencajado en una mueca involuntaria.

-Creo que estoy sintiendo algo –repitió, intentando componer una sonrisa humana, pero en su rostro siguió apareciendo la misma extraña mueca.

-Eres un recién nacido. ¿Crees que sabes diferenciar el verdadero sentimiento? –lo miraba con una mezcla de reproche y lástima- Sentir es algo maravilloso, es un don. ¿Cómo van a ser sentimientos esas cosas malas que se te pasan por la cabeza? Son cuestiones complejas para un incorpóreo recién nacido.

Roxas calló, sin saber que responder. Al fin y al cabo, el solo llevaba unas semanas viviendo, ¿qué podía saber un recién nacido?

Xemnas tomó el silencio como un gesto de arrepentimiento y siguió concentrándose en Roxas; le quitó la ropa que le quedaba. También se deshizo de la suya en apenas unos segundos.

-Ahora vamos a desnudar tu alma –le susurró al oído.

La lengua de Xenmas descendió por todo su cuerpo mientras el chico apretaba el labio con los dientes y cerraba los ojos inconscientemente.

 


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