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En nombre de Dios... por lacroixmich

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Notas del capitulo:

El texto en cursiva es uuna conversacion en el "presente".

Espero sea de su agrado : D

::EN NOMBRE DE DIOS:: de Michelle L.

Hace 15 años mi vida sufrió un quiebre… Mi apacible vida… Aquella que algún día catalogué de aburrida, monótona y sin más sentido que el de dar mi vida al prójimo, cambió por el simple hecho de una mujer… Y lo que llamarían “el pecado”.

Desde los seis años, mi vida tuvo lugar en un colegio pupilo y absolutamente cristiano, luego de que mis padres murieran en un accidente de tráfico y la familia que quedó a cargo de mí me internó en ese lugar. Una vez terminados mis estudios, decidí dar mis días y mi amor al Señor: fui desde siempre muy devota a mi religión, y no buscaba más bien, que el del prójimo de manera sana, mi fe era total, y las enseñanzas de mi Señor, la clave de mi vida

Hasta ahora nunca me di cuenta que en realidad mi amor nunca se lo di, pues desconocía lo que era amar, mas sí le di mi adoración y gran parte de mi vida, y no quiere decir que haya dejado de creer en Él, simplemente, mi corazón fue conquistado… Y posteriormente destrozado.

Llevaba unos cinco años de monja en una Iglesia muy concurrida de la ciudad, y que al mismo tiempo ayudábamos a muchas familias y personas solas en situación de calle. Les dábamos ropa, comida, y a veces hasta asilo cuando los días eran de un invierno cruel y se acercaban… Cada domingo la iglesia se atiborraba de gente de todos lados, fieles a nuestro santo patrono, y de todas las clases sociales, los más pudientes y los de clase media siempre llevaban algo para donar, al igual que gente que no tenía muchos recursos, pero si un gran corazón… Así fue que la conocí aella...

Una joven mujer de unos 25 años acompañaba a su abuela todos los domingos a llevar ropa y alimentos. No era difícil distinguir que eran parte de una familia de clase alta, pero la señora era muy modesta, humilde y con un corazón límpido que no temía en ayudar y hablar con personas pobres y necesitadas. Su nieta siempre era parte de sus conversaciones, siempre decía que era una chica muy emprendedora y con mucha fuerza de espíritu, y exclamaba su bondad por acompañarla siempre a su ida a la Iglesia. Yo que era parte de las que recibíamos las donaciones, tenía la oportunidad de escucharla, y de ver a su nieta, pero no era para mí más que una persona más.

Pero la joven empezó a frecuentar la iglesia más seguido, y a partir de cierto día en el que nos encontramos y conversamos, comenzó a llamarme o esperarme, y hasta acompañarme en mis recorridos en los que llevaba las donaciones a hogares cercanos.

Estas costumbres y hospitalidades comenzaron a hacer mella en mí, empecé a sentir una pequeña llama que iba creciendo en mi pecho, y que negaba y en realidad tampoco entendía… Cada día esperaba verla en los bancos de la iglesia, y escuchar su voz cuando narraba fervientemente sus logros del día, y como se prestaba a oír maravillada lo que para mi era muy aburrido con respecto a la vida de la joven millonaria.

Pero no era la única que notaba ese sentimiento naciente… La madre superiora no estaba exenta en lo absoluto de las cualidades femeninas para la observación, y sus instintos le hicieron notar los cambios en mi conducta, y el posterior estudio de mi relación con la joven.

Una noche, luego de la cena, me pidió para hablar con ella en privado… Si ella supiera que fue la causante de que yo descubriera mis sentimientos hacia Alejandra, de seguro se arrepentiría… Me cuestionó mil asuntos, y me hizo confesar mi descubrimiento… Pagándolo con el rezo de 15 Aves María y 15 días de enclaustro, y sobretodo: no volver a ver a Alejandra.

Mas quince días después, cuando retome mi “libertad”, me dirigí a la confesión, pero no noté a tiempo que no era el cura quien se prestaba a oír… Era Alejandra… Me escuchó cuando hablaba sobre mi “pecado”, como prometía no volver a verla jamás, y que si la volvía a ver lo único que haría era prohibirle el acercarse a mí, aunque no pudiera prohibirle las visitas a la Iglesia…

Sentí como cerraban la ventanilla que comunicaba cada lado, y luego se abría la puerta de mi espacio.

La vi a ella, con su cabello castaño y ondulado, sus ojos claros fijos en mí, mirándome intensamente. Vestía una camisa blanca con volados al frente, un pantalón de vestir negro. Y para mi sorpresa, era la primera vez que me fijaba en algo así.

Cerró la puerta después de entrar, se acercó a mí, que había quedado prendada como una tonta de su figura y no me había movido por la sorpresa, y cuando ya estaba pegada a mí me besó. Sí, mi primer beso fue ese, y no podía creer que fuera en ese lugar, y con esa mujer. Increíblemente mis labios respondieron al beso. Sus labios dulces, calientes y expertos contra los míos eran una caricia inimaginable. Paso una de sus manos por mi nuca, sobre la tela que cubría mi cabello, afianzando aún más ese beso prohibido, mientras se sentaba en mi falda sin apoyar todo su peso sobre mí. Tomó una de mis manos y la puso en su espalda, y mi otra mano copió la conducta y también fue a su espalda, empecé a recorrerla mientras el beso continuaba y la ausencia de aire era mayor. Se separó de mí para que respiráramos y al instante nos estábamos fundiendo en un beso mas fogoso, yo iba aprendiendo sobre la marcha, y ya no parecía tan bruto como al principio, su lengua se coló por mis dientes, y empezó a recorrer mi cavidad. Sentí como mis manos se aventuraban a levantar la camisa y el calor de su piel suave fue un choque a mis neuronas. De repente sentí un inmenso calor que nacía desde mi vientre hacia mi pecho, y sentía que no podía parar. Sentí como me quitaba el velo, luego la camisa, y me sorprendí bastante, y en el beso gemí, y sentí como sonrió. Abandonó mi boca para ir a mis hombros y luego a mi cuello, mientras se empezaba a desabotonar su propia camisa, y la tiró sobre la mía. Mi conciencia ya estaba muy lejos, se había ido junto a mi raciocinio, y junto a eso, mi pureza, pero, en un instante de luz me di cuenta que esto no podía pasar, sobretodo porque se darían cuenta de mi ausencia y me vendrían a buscar, o vendría el cura a tomar confesión a quien había cerrado la puerta.

-Alex… no… va a venir alguien-dije intentando separarme, pero me había enviciado a sentir sus labios húmedos en mi piel.

-Shh, ya veremos que hacemos -dijo separándose un instante, para mirarme a los ojos, me volvió a besar en la boca, llevó sus manos hacia mi espalda, y desabrochó mi brasier, gemí de placer cuando su boca dejo la mía y se dirigió a mi pecho. Mis manos se aventuraron a copiarle su acción y noté que no tenía atrás el broche, me dijo desde mi pecho -“adelante”- le hice caso mientras ella seguía provocando mil sensaciones en mí. Lo desabroché y acaricié sus senos con mis manos lenta y temerosamente. El placer que me provocó sentir su piel suave y sus pezones duros contra mi palma, fue indescriptible…

En fin… Me hizo el amor en el cuarto de confesiones, mi primer beso, mi primera vez… Y no sé cómo no llegó nadie a interrumpirnos… Y yo le hice el amor a ella también, bebí de su centro como una endemoniada, y sentí su explosión en mi boca. Siempre había pensado en mi adolescencia, debido a conversaciones de chicas “menos santas”, que cuando se tenía relaciones solo disfrutaba uno por vez, pero sin duda, yo sentí un placer total al sentir su orgasmo.

Al otro día, estaba muy arrepentida. Creo que se notaba en mi cara, porque la Madre superiora me mandó llamar nuevamente.

-¿Qué te sucede, sor Karina? Te noto triste -me dijo mientras se sentaba tras la mesa de lo que era su “oficina”.

-Nada, hermana… -contesté nerviosa mirando mis pies

-Me dijeron que ayer vieron entrar a la señorita De Saavedra a la Iglesia. Pero salió enseguida. Tú hablaste con ella? –preguntó arqueando sus cejas y mirándome de tal manera que parecía querer ver hasta mi alma.

-Así que planeó las cosas-pensé cuando conocí la información del día anterior- Sí, hablé con ella, le dije que no me buscara más porque en menos de una semana me iba a otra Iglesia. -me asombré de haber dicho sin titubear lo que había pensado durante la noche.

-¿Y qué te dijo?

-Me pidió que le dijera dónde iba a estar, pero le dije que no podía decirle ya que no sabía-contesté mirándola a los ojos, y le pregunté- Sor, ¿no es pecado mentir?

-Lo es, pero es menos pecado cuando se hace por tu bien-Contestó con una sonrisa maternal.- lo que hiciste estuvo bien, no te tortures. Reza tres padres nuestros y pídele al Señor que te guie.

-Lo haré, Madre superiora. Con su permiso- prometí tras levantarme de mi asiento y acercarme a la puerta, por la que salí al sentir su afirmación.

No debo sentirme mal por haberle mentido a la Madre superiora, después de todo lo hice por mi bien. Pero no dudé ni un segundo luego de salir de la conversación con ella, tenía que dejar de ser monja. Primero, porque había faltado a mi promesa de celibato, segundo, porque luego de haber salido de aquel cuarto de confesiones, me di cuenta que tenía muchas cosas para vivir, y que antes nunca había pensado en ellas por mi inocencia y por mi falta de información, quizá por mi ignorancia.

Estuve tres días más siendo monja: el segundo día Alejandra volvió a la Iglesia, mis piernas temblaron en cuanto la vi. Yo tenía que ir a llevar parte de las donaciones del domingo para los hogares de siempre, me iba a tomar un taxi, pero ella hasta le pidió permiso al cura para llevarme en su auto.

Hablamos de camino al lugar, mas me llamó la atención la seriedad y que no dijo nada de lo que había pasado unos días antes. Llegamos, y ella me espero en el auto mientras yo repartía la ropa, abrigo y alimentos a algunos hogares del barrio. Una vez terminada mi labor volví al auto, ella escuchaba una radio de música rock, que me resultó muy fuerte para mis costumbres, pero luego de un rato me acostumbre y hasta seguía el ritmo, pero no cantaba como Alejandra. Ahora su conducta era diferente, y cuando no tenía su mano derecha en la palanca de cambios, la tenía sobre mi muslo. La primera vez que posó su mano en mi pierna me miro pidiéndome permiso, a lo que increíblemente le dije que no había problema.

El tema es que su mano comenzó a recorrer mi muslo con suavidad, acariciando por encima de la falda, y de a poco se iba acercando a mi entrepierna, provocando mis nervios y ansias inesperadas. No noté que no era el camino hacia el convento hasta que nos detuvimos en frente a un estilo de cabaña en un campo de las afueras de la ciudad. La miré confundida y me dijo:

-Disculpa que no te haya dicho nada, pero te necesito. –dijo mirándome con deseo, provocando la palpitación de mi centro.

Yo solo asentí con la cabeza y salí del auto después que ella, en realidad no sabía que responderle.

-Uh, te saliste antes, yo pensaba abrirte la puerta.-dijo cuando me vio cerrando la puerta del coche.

-Ahmm, no estoy acostumbrada, disculpa.-contesté bajando la mirada, me ponía nerviosa, y no era la primera vez que lo sentía.-Alex, sabes que van a notar mi tardanza? No podemos hacer esto.

-Hablé con el sacerdote y le dije que íbamos a demorar un poco más porque mi abuela quería verte, no te preocupes-dijo mientras se acercaba a mí y me tomaba de la mano

-Es que piensa en todo?-pensé impresionada.

Ahora me doy cuenta que siempre fui muy inocente. Yo pensé que ella sentía algo por mí y que era su forma de demostrar su amor. Ahora sé que solo satisfacía sus deseos.

Tras acercarnos a la puerta, la abrió con un juego de llaves que sacó de su cartera y me invitó a pasar con un gesto de su mano. Entré y atrás mío, ella. Cerró nuevamente con llave, y fue hasta lo que era el living, que yo miraba impresionada. Era un lugar muy lindo y acogedor, ordenado y bien decorado. Me miró con una sonrisa tierna, y luego empezó a mostrarme toda la casa. En un momento en el que me había quedado admirando un busto de una diosa griega sobre una biblioteca, me abrazó por la espalda y comenzó a besarme el cuello y la nuca, sentí que las piernas no me sostenían cuando con sus manos recorría mi cuerpo… Me dio vuelta y empezó a quitarme mi uniforme religioso, lentamente, mirándome a los ojos, sonriéndome y a veces mirándome con pasión. Cuando mi camisa ya estaba fuera de mi cuerpo comencé a quitarle la ropa yo también, su sonrisa se ensanchó cuando notó mis intenciones y vi sus ojos dilatarse por el deseo. Me desnudó completamente, yo a ella, y me besó la piel de la clavícula. Luego me pegó a ella, sentía sus senos pegados a los míos, sus manos recorrían mis costados y de improviso me sujeto de las piernas y me hizo rodearla con ellas su cintura, así me llevó hasta el cuarto y me dejó sobre la cama.

Me hizo el amor con mas fervor que la primera vez, y en menos de una hora juntas llegamos a varios orgasmos que nos dejaron exhaustas. Pero yo tenía que volver a la Iglesia.

Tenía que volver a hacer las valijas.

Tenía que volver a cerrar una etapa de mi vida.

Tenía que volver a darle las gracias al Señor, me había dado la guía que necesitaba. O por lo menos eso pensaba en ese momento.

-Sin embargo no me arrepiento, sabes?

-Cómo no? Por su culpa abandonaste lo que hasta ese momento era tu vida

-Yo diría que gracias a ella abandoné lo que hasta ese momento era mi vida. –contesté con una sonrisa, aunque dentro de mi aun sentía una pequeña tormenta por los recuerdos.

-Por?

-Me enseñó lo que era el amor, aunque no me amara, ya sabes, yo lo sentí. Y más allá de mis enseñanzas religiosas, jamás pensé en ese tipo de amor como un error. Además me mostró otro tipo de vida, y me mostró el mundo… La maldad y la bondad del mundo… de lo contrario siempre podría haber vivido en un estilo de caja de cristal… No es lo mismo cuando te suceden las cosas, a cuando tienes que vivirlas. Yo en mi vida de monja escuché muchas historias de vida, pero aunque parecía que lo entendía, me di cuenta que no era así.

-Mmm, y qué pasó cuando se enteró que ya no eras monja?

Hacía dos días que era una “mujer libre”, y gracias a la poca familia que me quedaba viva, había conseguido un poco de dinero con el que vivir en una pensión y comprar algo de ropa normal mientras conseguía trabajo.

No era fácil esto, ya que no tenía estudios ni otra experiencia que la de ser monja. Sin embargo, me encontré con una mujer mayor muy dulce que siempre iba a la Iglesia, y me invitó a su casa a tomar un café. Allí le hablé de mi libertad, de mis sentimientos de no conocer la vida ni el mundo, y de mis deseos. Jamás le dije de mi amor, ya que tenía miedo de que me juzgara equivocadamente. Ella me ofreció un trabajo, sencillo, no era mucho el sueldo, pero era mejor que nada. Lo acepté, y le di las gracias a la mujer, siempre le deberé la vida.

Ese mismo día, mientras paseaba por una hermosa plaza del centro de la ciudad, se me acercó una mujer, la sorpresa que me llevé fue inmensa cuando la veo a ella mirándome sorprendida, le sonreí y la saludé como a una amiga. Me invitó esa noche a cenar, acepté con felicidad, me sentía querida por esa bella mujer, y eso era hermoso.

A la tarde-noche me fue a buscar a la pensión, y debo agregar que la dueña del lugar quedó anonadada al verme subir a un auto tan lujoso. Conversamos, y me preguntó sorprendida sobre mi cambio de vida, y también si había sido por causa de ella. Le confesé que en parte sí, porque por lo que había vivido con ella me había dado cuenta que no conocía el mundo, y que lo necesitaba, y que quizá había más para mí que la vida de una monja.

Sonrió y el resto del viaje se mantuvo callada mirando el camino. Sin embargo me sentía cómoda.

Cenamos en un restaurant algo modesto pero muy lindo, se sentía familiar.

-siempre vienes aquí?-le pregunté mientras comía

-Sí. Se siente muy familiar, no crees? Es más acogedor. Los lugares lujosos a los que está acostumbrada mi familia los siento muy fríos y calculados.-contestó con una sonrisa pintada en su cara mientras miraba todo el espacio y se posaba luego en mi propio mirar.

-Sí, es cierto, es muy acogedor. Se siente casi a hogar.-afirmé sus palabras.

Creo que ambas sabíamos cómo iba a terminar esa cena, y qué pasaría luego.

Sí, me llevó a su apartamento por primera vez, hicimos nuevamente el amor en varios lugares de su casa, en su cama, en la ducha, en el sillón, y hasta en la cocina. Nunca hubiese esperado algo así de mí. Pero no podía evitar las sensaciones que me producía esa mujer, me volvía loca, y ya no era yo.

Sin embargo, luego de tres noches de sexo con ella, dijo eso que me destrozó, y hasta muchos años más tarde no logré curar. Quizá por mi corazón blando, puro y límpido. Por mi ignorancia e inocencia. O quizá por el amor que sentía por ella.

-Era mejor cuando eras monja-me dijo haciendo añicos mi corazón…

-¿Có… Cómo?

-No quiero verte más. No me busques, no me llames, olvídame. Tú no fuiste para mi más que buen sexo, monjita-dijo con frialdad y veneno en sus ojos y palabras. Sentí lastima por ella.

-Pero…

-Nada, hermanita. Adiós- me interrumpió y me dejó en la puerta de la pensión hecha pedazos…

Lloré, lloré hasta secar mis ojos. Fui a la Iglesia, y le pedí ayuda a Dios… Y le agradecí por una parte, y lo culpé por otra… Cuando salí de allí, era otra.

-Dos años después conocí a tu madre en el hospital mientras cuidaba a aquella señora que me dio un trabajo al salir del convento.

-Pese a lo que te había hecho esa mujer tú seguiste adelante y hasta volviste a enamorarte, y de otra mujer.

-Claro… No tenía por qué abandonarme por una mujer que estaba dolida y enferma de resentimiento. Como te dije, sentí lastima por ella. Y siempre recé para que encontrara su camino.

-Eres demasiado buena Mamá-Karina.

-No lo creo… Pero no pude tener nunca malos sentimientos hacia alguien que ame tanto en tan poco tiempo… Aunque hubo noches en las que la soledad de mi cuarto me hacía odiarla. Yo la amé.-confesé con una sonrisa a mi hija

-Como a Mamá-María?

-no, a tu mamá la amo mucho más.

-Camila, ven a tomar tu merienda!- se escuchó desde la cocina la voz de la otra madre de Camila.

-Ya voy, mamá-María –dijo mientras corría hacia la puerta de donde habló su madre.

-¿Otra vez le contaste esa historia?-preguntó María cuando estábamos en la cama ya a la noche

-Sabes bien que le encanta, y ya le puedo contar con más lujos de detalles, es grande.

-Espero nunca se entere de quien en Alejandra-comentó con pesar y tristeza en su rostro

-María, esa mujer era otra.

-Karina, esa mujer era yo

-Cuando te volví a encontrar, me di cuenta que no eras la misma

-eres demasiado buena mamá-Karina –Dijo repitiendo las palabras de su hija.

-Sí, Alex… Quizá lo sea… Pero es gracias a ti-contestó mientras unía los labios a su primer amor, María Alejandra de Saavedra…

 

Notas finales:

Y? qué tal? merezco un review?

gracias por leer!


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