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Los Vampiros Aman. por Mirelle

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Los vampiros aman.

 

 

 

Hacía viento y la noche estrellada parecía dispuesta a teñirse de rojo en cualquier momento. Una delgada figura se detallaba contra el cielo. Una hermosa figura que me había robado el corazón desde el primer momento.

 

 

 

Mi nombre es Itachi Uchiha, y el hermoso chico que se encuentra delante de mí, detallándose bajo la hermosa luna llena, es Sasuke, mi hermano menor. El más vello ser del universo.

 

 

 

Su precioso pelo fino levantado por detrás, sus largas pestañas femeninas pero muy atrayentes, sus hermosos ojos de color rojo, sus colmillitos encantadores, era piel blanca que te invitaba al pecado, ese cuerpo delgado pero fuerte que te provocaba tartamudeos y ese culo de infarto. Todo en él era perfecto…

 

 

 

Y sí, los dos nos considerábamos los vampiros más hermosos sobre la faz de la tierra. Y no sólo eso, yo tenía la suerte de haber mordido a mi hermano, haberlo transformado y tenerlo a mi lado como mí servidor. Lo único que faltaba, era que esta noche se convirtiese en mi amante.

 

 

 

Me acerqué lentamente y con mi mano, acaricié esa fina piel blanca de su mejilla. Cerró los ojos disfrutando del contacto. Simplemente hermoso…. Cuando estaba a punto de acercarme a sus labios, esa dichosa voz tuvo que interrumpirnos.

 

 

 

-¡¡Ey!! ¡¡Desde aquí se ve el mar!! – el tercer hermano, Naruto, observaba entusiasmado el mar desde el precipicio desde donde estábamos, y me volvía a romper una fantasía y momento romántico.

 

 

 

Y una vez más, me pregunté… ¿¡Por qué había cometido el tremendo error de convertirlo en vampiro que nos siguiese para TODA la ETERNIDAD?!

 

 

 

Sasuke le observó molesto, pero se limitó a enfadarse y a irse. Siempre pasaba lo mismo: cuando el rubio interrumpía, Sasuke se enfadaba, se iba bien lejos, y perdías todas las ganas de algo. Y sin contar lo difícil que era dar con él luego.

 

 

 

-Hora de cazar. – rugí mientras me alejaba del escandaloso rubio, que siempre insistía en compartir mi presa. Claro, como a él se le daba tan mal cazar… ¡¡No era tan difícil!! Correr cien kilómetros detrás de una presa, saltarle al cuello y chupar. ¿Tanto le costaba?

 

 

 

Corrí hasta un prado llano, donde un grupo de ciervos estaba comiendo. Me abalancé sobre uno de ellos que estaba despistado y sin mucho esfuerzo, en unos segundos, lo tuve muerto en el suelo. Acerqué mis labios a su cuello y le clavé los colmillos.

 

 

 

¡Qué gusto!

 

 

 

Sentía como el líquido se colaba por mi garganta y me hacía sentir cosas inexplicables. Reconozco que muchas veces me excitaba al pensar que la sangre que estaba bajando por mi cuello era la de mi hermano. Era una sensación tan dulce…

 

 

 

Cuando me levanté después del festín me dirigía a cazar otro, pero un ruido me detuvo. Oí unos gemidos provenientes de detrás de un árbol. Unos gemidos lastimeros que me dieron un vuelco al corazón.

 

 

 

Al acercarme, descubrí el cuerpo de mi hermano. Estaba abrazado sobre sí mismo y temblando, mientras que finas lágrimas de sangre descendían por sus mejillas. Aquellas tan hermosas y suaves. ¿Estaba llorando?

 

 

 

¿Quién era el maldito que se había atrevido a hacerle llorar?

 

 

 

Le rompería los dos brazos, le patearía, le rompería las dos piernas, le sacaría los ojos, le patearía más y le arrancaría el corazón para matarlo. Le resucitaría y haría la misma operación. Cientos y cientos de veces.

 

 

 

Todo por él.

 

 

 

-¿Estás bien? – menuda pregunta más tonta. Si fuera menos serio, empezaría a darme golpes de cabeza contra los árboles.

 

 

 

Él hizo un intento de sonreírme, pero no aguantó más de seis segundos, que volvió a su antigua posición y se echó a llorar de nuevo.

 

 

 

-¿Alguien te ha hecho algo? – pregunté desesperado.

 

 

 

-Sí.

 

 

 

Ante la simple respuesta, me senté a su lado. Haría falta mucha paciencia para que me dijese lo que le ocurría. Por mala suerte, yo no tenía tanta y sentía que en cualquier momento iba a explotar.

 

 

 

-Podrías… ¿Contármelo?

 

 

 

Él negó con la cabeza despacio, como si temiese moverse para herirse. Suspiré cansado y cuando me iba a alejar para intentar calmarme, noté como Sasuke levantaba su delicada mano y me retenía por la camiseta.

 

 

 

-No te enfades, hermano… Si no te lo cuento, es por qué…

 

 

 

Le acallé pasándole un dedo por sus suaves labios.

 

 

 

-No hacen falta excusas. No tengo por qué meterme en tus asuntos, pero entiende que me preocupo mucho por ti y tu seguridad.

 

 

 

-Ya lo sé, Itachi, pero es que no puedo evitarlo.

 

 

 

-¿Evitarlo? – pregunté preocupado. - ¿El qué?

 

 

 

-Amarte de la forma en la que lo hago. – pronunció mientras sus mejillas iban tomando más y más color. Esas palabras me transportaron a otro mundo. A uno donde las mentes inocentes de menores de dieciocho no pueden entrar.

 

 

 

-¿Amarme? ¿Me amas? – pregunté sorprendido ante la posibilidad de que tal vez hubiese escuchado mal. Él lo tomó como una negativa, se levantó, y antes de que pudiese hablarle, se marchó corriendo y llorando.

 

 

 

-¡¡Espera!! ¡¡Sasuke!!

 

 

 

Pero no pude avisarle de que en la dirección en la que corría, había un clan de vampiros milenario y muy peligroso. Sin más, corrí detrás de él para detenerle.

 

 

 

Sentí como alguien me seguía. Corrí más por ese bosque peligroso siguiendo las ramas rotas que había dejado Sasuke en su huida, pero la presencia seguía detrás de mí. Finalmente, me paré observando con rabia a mí alrededor.

 

 

 

-Sé que me estás siguiendo. ¿Qué quieres? – pregunté fingiendo que sabía donde se encontraba. De entre unos arbustos, salió una cabeza rubia.

 

 

 

-Quería saber adónde ibas, ya que esta zona está prohibida y he pensado que podría ocurrirte algo… - susurró Naruto avergonzado. Le miré mal por el susto que me había pegado y seguí mi camino, sin decirle más.

 

 

 

Él lo tomó como una señal para seguirme, y así lo hizo. Yo intenté acelerar el paso por el tiempo que había perdido, y llegó el momento en que perdí de vista a Naruto y ya no se encontraba detrás de mí.

 

 

 

Había sido muy egoísta. Yo corría par salvar a Sasuke, pero había puesto en peligro a Naruto y ahora tendría que correr para salvarle a él también. Teniéndole a él más cerca y pese a todo el dolor de mí corazón, retrocedí hasta donde había hablado con Naruto la última vez.

 

 

 

Me lo encontré sentado debajo de un árbol, dándose un poco de calor en la fría noche. ¿Qué clase de vampiro era? ¡¡Los vampiros NUNCA tenemos frío!!

 

 

 

-¿Estás bien? – pregunté en mi tono más frío, sin querer.

 

 

 

-No. – contestó refunfuñado.

 

 

 

-¿Te ocurre algo? – pregunté desviando mi mirada hasta los otros árboles. Debía darme prisa para sacar a Naruto de allí y volver con Sasuke.

 

 

 

-Sí. - ¿Sólo respondía eso? ¡Uy, mal íbamos! Tendría para rato…

 

 

 

-¿Me lo cuentas?

 

 

 

-Sasuke te quiere a ti. – contestó mientras escondía su rostro. A veces, mis dos acompañantes vampiros se parecían más de lo que querían. ¡¡¡Un segundo!!! ¡¡Que el mundo se pare!! ¿¡Acababa de decir que Sasuke me quería?! ¿¡Cómo demonios lo sabía él?!

 

 

 

-¿Nos estabas espiando? – pregunté enojado (se podía oír un leve gruñido entre el silencio nocturno, era yo…).

 

 

 

-Yo sólo quería que Sasuke me quisiese a mí, por eso os interrumpía siempre en los momentos más bonitos.

 

 

 

-Lo sabía. – gruñí. Era demasiada casualidad. - ¿Y qué harás ahora?

 

 

 

-Darle un afrodisíaco y violarlo. – respondió Naruto con una sonrisa sincera y cara de inocencia.

 

 

 

-¿¡Estás loco?! ¡¡No te lo permitiré!! – me quejé con cara de sádico. ¡De veras que hoy mataba a Naruto!

 

 

 

-Eso ya lo veremos. – me retó.

 

 

 

-¡¡¡¡KKIIAAHHH!!!!

 

 

 

-Eso… ¿Era un grito? – preguntó asustado mientras retrocedía.

 

 

 

-Sí, y por tu bien, espero que no sea de Sasuke. – le amenacé mientras me ponía en camino. Él lo dudó unos instantes, pero también me siguió. Corrí todo lo rápido que pude, y al llegar al lugar de procedencia del grito, me encontré con algo que nunca deseé encontrar…

 

 


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