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AL ESTILO MALFOY por ANTARES

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Notas del capitulo:

Amar a un hijo, como todo en la vida, es una cuestión de decisión. De decisión y de buen corazón. Harry no puede con la culpa ni Lucius con la tristeza que adivina en Rasalhague. ¿Hasta donde serán capaces de llegar por amor? ¿Cuánto estarán dispuestos a ceder? ¿A compartir?

Como siempre: Harry Potter y su universo es de J.K.Rowling. Yo no gano nada con esto… salvo un rato de sana diversión.

 

CAPITULO XI

 

 

          Harry suspendió sus clases del día y regreso a su casa vacía.  Se sirvió un whisky de fuego. Luego otro, y otro… Suplicó por la tan ansiada borrachera para dejar de pensar y de sentirse culpable, pero esta no quiso presentarse. Entonces, como en trance, terminó sentado en su santuario personal, su despacho; y se entretuvo contemplando las fotos de sus hijos: James, Albus, Lily…

 

          “¡¡¡NO ME LLAMES  PADRE!!! Los únicos hijos que tengo son James y Albus. Los únicos hijos que me interesa tener son James y Albus”... Su estupidez aún le martilleaba el cerebro. Deseó con toda su alma poder retroceder el tiempo para no decir esas hirientes palabras. Tener en su poder aunque sea una foto de Rasalhague, para recordarlo ahora que ya se habría marchado a Norteamérica; ahora que no volvería a verlo nunca más: su sonrisa, su pelo alborotado tan parecido al suyo; sus ojos grises con ese halo imperceptible de verde esmeralda que seguro nadie había notado; nadie salvó él.

 

          “¡¡¡Me lo quitaste todo!!! ¡¡¡Mi elfo, mi puesto entre los mortífagos, mi título, mi familia… mi libertad!!! ¡¡¡Hasta a Severus!!! ¡¡¡NO ME QUITARAS A MI HIJO CABRÓN!!!”…

 

–  ¡Maldito! –   Harry estrelló su copa en la pared y contempló como el líquido trazaba un camino húmedo sobre el tapiz. Esa serpiente rastrera tenía a su muchacho. Se lo había robado. Y él jamás lo supo; jamás se dio cuenta de la maldad que se fraguó en su contra. Le arrebataron a su chiquillo… se lo arrebataron aún antes de que fuera gestado y nunca se enteró siquiera que había nacido.

 

          Nunca lo tuvo entre sus brazos; nunca pudo abrazarlo, acariciarlo, llevarlo a jugar, escucharlo reír. Nunca pudo protegerlo de lo que tuvo que ser una vida de tristezas al lado de un padre mortífago. ¡Nunca sospechó nada, Merlín! Hasta ahora, veinte años después… veinte años que había perdido sin remedio. ¡Era a él al que le habían quitado! ¡A él al que le seguían quitando!

 

          Esa carita, tan triste… y sus últimas palabras, más tristes aún:

 

          “Es mi padre, Harry… si sigo con esto voy a matarlo. Y no podría vivir con ello…” el héroe lloraba recordando…. “Tú tienes otros hijos. No me necesitas”.

 

          ¡Mentira! ¡¡Mentira!! ¡¡¡MENTIRA!!!… Un padre necesita de todos sus hijos. De todos. Un buen padre no olvida a los niños que tuvo fuera del matrimonio como quien olvida una vieja maleta con equipaje no deseado. ¡Ellos no son un equipaje no deseado! No importa si los parió el mismo Voldemort son tuyos. Te pertenecen. ¡¡¡Y tienes el derecho de poder verlos!!! Aún si su otro padre es un cabrón insensible al que quisieras meterle un avada por el culo.

 

          Su mano convulsa transfiguró su pisapapeles en una cajetilla de cigarros. Encendió uno y comenzó a fumar:

 

          “Gracias por comprender e intentar quererme. No voy a volver a molestarte… papá”.

 

          Ese rostro… surcado de lágrimas. ¡El maldito de Lucius tenía la culpa de esas lágrimas!  Él lo manipuló para obligarlo a partir de Inglaterra. Para alejarlo de su lado. Para que nunca puedan conocerse ni rescatar la relación padre-hijo que una puta clínica de fertilidad les robó.

 

          Ras lo había perdonado por su estupidez; le había abierto su corazón; le había regalado esa sonrisa tan franca, tan pura…. tan parecida a la de Albus antes de entrar a Hogwarts y convertirse en una fría serpiente encaprichada por el chico Malfoy. Tenía 20 años y su sonrisa era aún la de un niño.

 

–   Rasalhague  – siguió fumando y siguió llorando mientras se preguntaba en voz alta –  ¿Cómo voy a hacer ahora para olvidarte? ¿Para olvidar que comienzo a necesitarte?

 

 

 

*****************

 

 

 

          Lucius Malfoy estaba sentado el despacho de su mansión; bebiendo un firewhisky mientras decidía que hacer. Había llegado a Montague Manor arrastrado por su hijo Ophiuchus mientras despotricaba contra Harry-infecto mestizo-Potter. Solo para que minutos después arribara su otro hijo, con la carita más angustiada que le había visto jamás. Más angustiada incluso que cuando su unicornio no quiso que lo monte después de su primer beso, y hubo que liberarlo. Más que cuando su lobo albino murió… más que cuando aquella noviecita de los 15 lo dejó porque descubrió que amaba a otro.

 

          Su pequeño se había disculpado con él, cariñoso, por haberle hablado a Potter. Por haberlo buscado e iniciado todo ese lio en primer lugar. Y le había asegurado que se marcharían a Norteamérica de inmediato; y que se olvidarían de todo para siempre. Se lo había dicho con la mejor de sus sonrisas mientras sus ojos se tragaban las lágrimas.

 

          Y luego había preguntado si se irían ahorita o después del almuerzo; o esperarían a mañana… porque él se moría de sueño. Se había levantado demasiado temprano, explicó. Y bostezó, con el bostezo más falso del mundo; y cuando Oph lo sacó del apuro diciéndole que partirían en la tarde porque tenía que aclarar ciertas cosas con Padre; en privado; a Ras le había faltado tiempo para excusarse y retirarse a su recámara.

 

          Lucius quiso lanzar entonces un comentario despreocupado. Algo así como: “Bueno, esto ya se terminó. Unos días y lo habrá olvidado todo”;  pero Ophiuchus adoraba a Ras más incluso que a Lucius, así que no quiso colaborarle en el auto-engaño. Configuró un hechizo de espionaje y penetró las defensas de su habitación; mostrándole a su padre en pantalla panorámica (con un hechizo) como su hermano lloraba desesperado,  acurrucado en su cama, mientras murmuraba una y otra vez “te necesito”.

 

          Regalándole la mirada más fría de su repertorio lo encaró:

 

–  Eres mi Padre y te quiero. Y te respeto aún más. En todos estos años nunca te he visto sacrificarnos por tu conveniencia. No importa lo que los ingleses digan… lo que los libros de historia digan… sé que en el fondo solo eres un buen hombre que ama demasiado a su familia. Por eso voy a dejarte ahora para que busques en tu conciencia y en tu corazón. Cuando estos venzan a tu orgullo sé que harás lo mejor para Rasalhague, aunque esto no vaya acorde a tus deseos. Después de todo, tú mismo nos enseñaste que por los hijos uno pacta hasta con el diablo; no se diga con el héroe del mundo mágico.

 

          Dicho esto se apareteo en el cuarto que compartía con Rasalhague y se le metió en la cama, abrazándolo y permitiendo que el más joven lo aferre convulso:

 

–  ¡No quiero irme Oph, no quiero! Entiendo que Padre lo odie… No hemos vivido juntos y no lo conozco… pero me quiere. Sé que me quiere aún sin conocerme… y yo le quiero. Deseo quererlo. ¡Necesito tanto quererlo y que me quiera! Amo a Lucius pero preciso tener a mi otro papá para estar completo… ¿Por qué tenía que ser él? Siempre creí que estaba muerto. Y una parte de mi corazón estaba muerta también. Enterrada en la injusticia de lo que fue su vida, en el dolor de lo absurdo… Y ahora, que por fin ese dolor se fue,  que por fin descubrí que vive y puedo tenerlo conmigo… debo renunciar a él. Por Padre. Porque no lo soporta… Y porque si sigo tratando de verlo voy a hacer que lo mate y vaya preso… o peor aún… que se muera de un ataque… ¡Oh Oph ¿por qué?!

 

          El ojigris había soltado su monólogo mientras lloraba con la cabeza escondida en el pecho de su hermano. Y este solo lo había abrazado, acariciándole los cabellos mientras susurraba: “Tranquilo, tranquilo… ya verás que todo va a salir bien”… Pero en su fuero interno temía que Lucius, por primera vez, no sea ese ser perfecto que había idealizado en sus fantasías de niño: siempre fuerte para ellos… siempre dispuesto a lo que sea por darles la felicidad.

 

          Y mientras eso ocurría el rubio cavilaba en su despacho. En su mano llevaba una esfera-espía, de su propia invención, que había sembrado en cada cuarto de la mansión para tener la propiedad vigilada. Nunca imaginó que le serviría para ver la desesperación y la soledad que siempre había estado agazapada en el alma de su niño. Y nunca, nunca, esperó encontrar en los ojos de su otro muchacho esa sombra de decepción hacia él.

 

          El llanto de Ras le taladraba el alma. El desencanto de Oph lo avergonzaba. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Correr donde Potter y suplicarle que acepte a su hijo y lo lleve a cenar con  la tribu Weasley? ¿Invitarlo a la mansión a tomar té y galletitas?… No era nadie en sus vidas ¡Nadie! Tener ese hijo fue cosa suya, suya y de nadie más… Él soportó solo las nauseas, los mareos, los pies hinchados y el dolor del parto… Él lo crió dividiéndose entre el trabajo y la casa, multiplicándose y renunciando a vivir por estar a su lado. Él lo había cuidado de bebé, lo había ayudado a dar sus primeros pasos… lo había llevado al colegio y sacrificado su sueño para velarlo cuando estaba enfermo… Él lo había visto florecer hasta convertirse en el estupendo muchacho que era…

 

          Y ahora llegaba Potter ¡Maldita sea su suerte! Harry-afortunado-Potter a robarle el amor y la admiración de su pequeño. Salvador-gran puta-asesino de magos oscuros-del mundo mágico. ¿Cómo competir con la leyenda?

 

          Volvió a oír sus lamentos y se dio cuenta de que estaba en crisis. Estrelló su vaso y se puso de pie, dispuesto a ir  a buscar al Gryffindor y arrastrase a sus pies si era preciso; cualquier cosa con tal de que vaya a ver a Ras y le finja un poco de interés. Ya se había colocado la capa cuando uno de los elfos se apareció y le informó:

 

–  Amo Lucius… señor…  el mago Harry Potter se encuentra en la puerta. Preguntó si ya se habían marchado a Norteamérica, y al informarle que no, me pido que le diga “que suplica encarecidamente lo reciba unos minutos”.

 

          Lucius suspiró hondo y se quitó la piedra que  imaginariamente llevaba atada al cuello. Apretó el camafeo que usaba desde lo 16 años y susurró un “gracias Severus” antes de adoptar su mascara de arrogancia y frialdad para recibirlo.

 

          Sin embargo no estaba preparado para la imagen que irrumpió en su despacho. Un Harry Potter que parecía tan o más desesperado que él hace unos minutos lo miraba de frente. Se notaba que había estado llorando y, por el olor a alcohol, que había bebido más de un whisky antes de animarse a venir. Por unos minutos solo se contemplaron, hasta que el moreno habló totalmente derrotado:

 

–  Pon el precio…

 

–  ¿Qué? –   la voz del rubio sonó sinceramente sorprendida.

 

–  Pon el precio Malfoy… ¿Qué quieres?... ¿Qué exiges?... ¿Qué necesitas para quedarte en Inglaterra y no alejar a Rasalhague de mí?... ¿Dinero? ¿Poder?… ¿Recuperar tus bienes?… ¿Mi cuerpo?… Solo pon el precio y yo lo pago.

 

–  ¿Insinúas, infeliz, que mi hijo esta a la venta? ¡¿Crees que yo vendo a mi muchacho?!

 

–  Yo solo quiero conocerlo; hablarle sin que se sienta culpable porque tú finjas un ataque cada vez que él se me acerca.

 

–  ¡¡¡ ¿Qué yo finjo?...!!! –  Lucius inspiró hondo. Si seguían así no lograrían nada.

 

–  ¡No me pongas nervioso! ¡Ya no se ni lo que digo! Yo solo estoy tratando…

 

–  ¡Cállate Potter! ¡Solo cállate antes de que te lance un avada!... Déjame hablar a mí. ¿Estas aquí por Rasalhague, es así?

 

–  Sí –   y Harry lo miró al borde del llanto –  Porque quiero ser parte de su vida. Y si te lo llevas a Norteamérica no podré.

 

–  ¿Sábes que no debería estar en este país, cierto? ¿Qué cada día que paso aquí estoy en riesgo de ser encarcelado?

 

–  ¿Sábes que yo puedo devolverte tu nacionalidad? ¿Tu libertad? ¿Qué puedo hacerte  volver al mundo mágico inglés sin temor a represalias? Te lo dije, pon el precio…

 

–  ¡¡¡Y yo te dije que te calles antes de que te mate!!! ¡No utilizo a mi hijo como moneda de cambio para obtener beneficios personales!

 

–  Yo no he querido decir…

 

–  Que Kingsley me garantice mi seguridad y me quedaré en este país. Por Rasalhague. Porque él te quiere en su vida y yo hago lo que sea por la felicidad de mi muchacho; hasta soportarte. Pero si lo lastimas de alguna forma… si metes la pata como acostumbrabas en el pasado… te mataré. Aunque me gane el Beso con ello te mataré si tú o los tuyos lo hieren.

 

          A Harry Potter le costó un poco asimilar lo que el otro decía (culpa de los nervios o la bebida).

 

–  ¿Te… quedaras?

 

–  Eso he dicho.

 

–  ¿Y permitirás… que vea a Ras?

 

–  En unas semanas será mayor de edad. En este país de hecho ya lo es… No es como si pueda prohibirle algo. Pero sí, no me opondré a que se traten.

 

          Entonces Potter, seguramente borracho, corrió y se abrazó a Lucius por la cintura:

 

–  ¡Gracias, gracias, gracias….!

 

          Antes de que el agredido alcance a reaccionar una tosecita indiscreta los hizo saltar.

 

–  ¡Eh, ustedes dos! ¿Están seguros de que lo de Clínica de Fertilidad no fue solo un cuento?

 

          Lucius se sacudió al héroe de un solo manotazo y encaró a Ophiuchus con una mirada nada amable:

 

–  Déjate de estupideces y dime… ¿Cómo esta tu hermano?

 

–  Se quedó dormido de tanto llorar.

 

–  ¡¿Qué?! ¡¿Estuvo llorando?! ¡¿Por qué?! ¡¿Qué le hiciste?! –  el ojiverde miró a su anfitrión furioso.

 

–  Mi padre lo torturó a cruciatus y luego lo encerró en una mazmorra a pan y agua –   Oph contestó divertido –  ¿Somos los malos, recuerdas?

 

–  Hijo, que se la va a creer ­–  el rubio hizo un gesto burlón –  Jamás entendió las sutilezas del sarcasmo. Quizás sea mejor que despiertes a tu hermano y le digas que tiene visita.

 

– Está agotado padre. Mejor dejarlo descansar. Yo entretendré a nuestro héroe mientras espera. Quizás si más tarde cenamos en un lugar público la tensión pueda aminorarse hasta alcanzar límites aceptables.

 

–  ¿Cenar? –   Harry se sorprendió al sentir los brazos del más joven rodearlo.

 

–  Sí. Nada complicado. Unos cuantos niños muggles a la parrilla en Las Tres Escobas.

 

–  ¡Ophiuchus!

 

–  Jajajajaja… deberías ver tu cara Potter. Descuida, comeremos pasta en algún restaurante muggle; para no horrorizar a tus fans. ¿Qué dirían si ven al héroe del mundo mágico cenando con una familia de mortífagos?

 

–  ¡No me importa lo que digan! ¡Rasalhague es mi hijo y no es ningún mortífago!

 

–  ¡Te recuerdo que también es mi hijo! ¡Y más mío que tuyo!

 

–  En realidad, es de los dos… –   ambos adultos se estremecieron y el joven hizo un gesto de asombro –   ¡Dioses! Eso sonó raro hasta para mí. Pero es mejor que dejen la  competitividad de lado si no quieren ponerlo más mal de lo que ya esta. Me sigue señor Potter, quizás sea bueno que conozca algo de la vida de mi hermano antes de que conversen… ya sabe… para no regarla. Y así de paso se lava y se adecenta un poco. Parece que estuvo en alguna taberna de mala muerte, ¡Salazar!

 

          Y se llevó al mayor mientras Lucius soltaba un sonoro suspiro y, contra toda prudencia,  volvía a llenar su vaso. ¡Merlín!, pensó, ¡Lo que uno hace por los hijos!

 

          Dos horas más tarde, cuanto Ras se arrastró hasta la terraza; la sonrisa que iluminó su rostro al ver a Lucius Malfoy y a Harry Potter,  juntos, fue suficiente para que ambos adultos firmasen un armisticio definitivo sin siquiera mediar una palabra.

 

–  Hijo, he pensado que lo mejor será residir en Inglaterra –   explicó el rubio  conmovido –  Se que en una semana inician un nuevo año en la universidad pero… ¿para que existen los trasladores internacionales? Además, “Harry” –  hizo lo que pudo para tragarse el nombrecito  –  quiere que te quedes.

 

–  Me gustaría que nos conozcamos –   interrumpió el otro –… ya sabes… que nos tratemos… como… padre… e… hijo.

 

          Por toda contestación, Ras corrió y abrazó de la cintura a su Padre gestante (igual que yo, pensó Harry) solo que esta vez Lucius si correspondió al gesto con ternura.

 

–  Y bien… ¿Por qué no celebramos este acuerdo cenando fuera? ¿En el mundo muggle quizás? Así tendremos más intimidad… –   Oph hizo la proposición como al descuido, como si la salida no estuviese planeada; y Ras corrió a pescar a Harry de un brazo mientras seguía aferrando al rubio del otro. Ya con los dos bien sujetos, se dirigió a la chimenea mientras comenzaba a parlotear.

 

 

 

*****************

 

 

 

–  ¡No puedo creerlo! ¡En verdad no puedo creerlo! –   el director de El Profeta leía la historia que  Lavender Brown y la anciana Rita Skeeter le presentaban para la primera plana de mañana –   ¡Me estas diciendo que Lucius Malfoy y Harry Potter tienen un hijo! ¡Del que nadie sabe nada! ¡Y qué ese mortífago esta vivo y aquí en Londres!

 

–  Que esta vivo y en Londres ya deberías saberlo. Nuestro corresponsal en el Ministerio trajo las fotos de Malfoy atacando a Potter esta mañana –   le espetó la bruja mayor.

 

–  Una pelea de amantes de seguro… –   aseveró la menor.

 

–  ¡Es que esta historia es de locos! ¡¿Como Potter puede tener un hijo con Malfoy padre?! ¡Se odiaban!

 

–  Tanto se odiaban que Potter lo salvó del Beso y cambió su sentencia de prisión perpetua por la de destierro.

 

–  Pero…pero… fue porque Narcissa Malfoy salvó su vida ¡Si en ese entonces no era más que un niño, por Merlín!

 

– Yo pienso que fue porque el rubio estaba preñado y al héroe le supo mal que su bastardo nazca en Askabán. Y de niño nada, que en el colegio lo recuerdo detrás de cuanto pantalón hubiese. La forma en la que se le regalaba a Lupin era asquerosa. Si la esposa de Malfoy hubiese sabido que Harry se la montaba con su marido, dudo que le hubiese salvado un cuerno –   Lavender soltó su veneno. Aún lo odiaba por no apoyar su romance con Ronald Weasley.

 

–  No puedo publicar una barbaridad así. Harry Potter es un hombre casado, profesor de la escuela de Aurors… ¡Héroe de Guerra condecorado!

 

–  Y una loca descarada en el mundo muggle. Te he entregado fotos de sus actividades desde hace años –   Rita no se rendía.

 

–  Su sexualidad no es asunto que le incumba al público. ¡Es amigo personal del Ministro, por los grandes magos! ¡Crees que lo quiero como enemigo!

 

–  Esto ya no tiene nada que ver con que se tire muchachitos muggles. Esto se ha vuelto una cuestión de Tráfico de Influencias y encubrimiento… Lucius Malfoy quedó libre porque era la querida de Potter. Investigué cuando nació este chico… –  le metió la foto de Ras por las narices –   cumple 21 en unas semanas. Malfoy debió embarazarse cuando supuestamente estaba preso…

 

          En eso un reportero gráfico se apareció en la oficina muerto de la excitación:

 

–  ¡Jefe, Jefe… debe ver esto! ¡Estaba paseando con mi novia en el mundo muggle y no sabe con lo que me topé!

 

          Y le mostró dos instantáneas donde Potter, Malfoy, Rasalhague  y Ophiuchus, cenaban juntos en un restaurant. En una de ellas el héroe reía con su supuesto hijo, mientras Oph le negaban  a  Lucius un vaso de vino y lo instaba a brindar con gaseosa. En la otra solo estaban los dos  mayores (según el reportero, los muchachos habían ido a los servicios) y el moreno abrazaba al rubio mientras este suspiraba y se tocaba el corazón. Las fotos, mágicas, habían sido tomadas a la distancia, por lo que no tenían sonido; pero los gestos eran más que elocuentes.

 

–  Y ahora ¿sigues pensando que se trata de un error? ¿Qué entre esos dos no hay nada sórdido? –   Rita lo encaró molesta.

 

–  Esto es… ¡un horror! Harry Potter ha tenido engañada a toda la comunidad mágica durante años. Por un lado aparentaba ser un mago respetable, padre de familia; mientras que por otro se apareaba con un mortífago y con cuanto mocoso muggle se le pasaba por enfrente. Rita, Lavender… tienen luz verde. Publiquen su artículo… ¡Completo!... ¡¡¡Y en primera plana!!!

 

 

 

*****************

 

 

 

          Al mismo tiempo, en las afueras de Bristol, tres hombres lobos rodeaban una casa acechando a sus ocupantes:

 

–  Yo no puedo intervenir. Me ata un inquebrantable. Pero ustedes son libres de disfrutar de las mujeres y los niños como mejor les plazca. Solo recuerden… el hombre debe verlo todo.

 

–  Como digas Greyback… ¿algo más?

 

–  Nada. Solo que quiero que sea lento… lento y doloroso… y por supuesto, bastante sexual. Ustedes me entienden. ¡Ah! A él no lo toquen. Es mío.

 

          Una mirada de lascivia se apoderó entonces de los otros dos. Contemplaban a través de las ventanas abiertas a dos niñas y un niño, de unos 16, 9 y 11 años respectivamente, y a una bella mujer madura que le servía a un hombre de mirar enamorado.

 

          Años atrás, a sus 19, ese hombre había sido un auror  que prestaba servicios en la tétrica prisión de Askabán. El dolor y las malas compañías lo habían enloquecido hasta el punto de torturar y violar sin piedad a cuanto preso Slytherin cayó en sus manos. Había sido descubierto y despedido; y había olvidado por completo esa repulsiva parte de su pasado. Desgraciadamente, este “pasado” acababa de encontrarlo… y se disponía a pasarle su factura.

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Mil disculpas por la demora, tuve a mi hijo con asma y recién pude terminar de escribir. Ojalá la espera haya valido la pena.


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