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AL ESTILO MALFOY por ANTARES

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Notas del capitulo:

Greyback y sus ataques, la Prensa y sus especulaciones,  Draco y su esperada reconciliación…. El mundo de nuestros protagonistas anda bastante movidito. En medio de todo,  el cumpleaños número 21 de Ras llega y Kingsley decide confesarle sus sentimientos. ¿Cómo reaccionarán los otros?  ¿El propio interesado? ¿Ophiuchus, a quien le salió un nuevo enamorado?  Capítulo de transición para un final que ya se acerca.

Como siempre: Harry Potter y sus personajes son de J.K.Rowling. Esto lo hago sin fines de lucro…bla,bla,bla….

 

 

 

 

 

CAPITULO XIV

 

 

 

El romance entre el Salvador y el mortífago, entre el héroe y el lugarteniente de Voldemort, entre el auror y el reo de Askabán… entre el Romeo y el Julieta de los magos; o como quiera que la Prensa quisiera llamarlos; aún seguía en todos los titulares después de dos semanas. Eso, y solo eso, había desviado la atención de los 13 ataques que Greyback y sus licántropos habían efectuado contra los ex aurors violadores. La noticia aún no se había filtrado. Y no porque Anthony McKee no hubiese querido. Kingsley Shacklebolt había hecho un sobrehumano esfuerzo por evitarlo.

 

Harry Potter se había tirado la gente a la espalda y había regresado a su trabajo con total frescura (sin tomarse los días que su Jefe le había dado). Tenía lo suficiente para vivir de vago por el resto de su vida, se dijo, así que no iba a bajar la cabeza ante nadie. Si querían que de clases que se aguanten.

 

Las vociferadoras las había desaparecido sin leerlas, al igual que las cartas. Y respecto a su mujer… había interpuesto una demanda aduciendo infidelidad confesa. La bruja no había querido defenderse y su fama y  galeones habían hecho el resto: en dos semanas ambos estaban divorciados. Cuando alguien le tocaba el tema respondía conciso: “Soy lo suficientemente adulto para decidir a quién meto en mi cama”, y cortaba todo diálogo. A los Weasley y a Hermione les dijo lo planeado, que fue un romance de adolescente en el calor de la guerra, cuando Lucius trató de cambiar de bando. No sabía que hubiese tenido consecuencias y asumiría a ese hijo de igual manera que había asumido a James cuando Ginny le confesó que se había embarazado.

 

A Ron, que sabía la verdad, le explicó que esta era la oportunidad perfecta para salir del closet sin mayor drama. Peor no podían estar las cosas:

 

–  Sabes que me casé con tu hermana porque estaba embarazada. Por ti y por tu familia, para no causarles mayor vergüenza. Pero Ginny y yo nunca tuvimos química. Callé todos estos años. No más… no después de lo de Seamus…

 

Y Ron, que sabía sus preferencias desde siempre; y que reconocía que había tratado con su hermana; no insistió. Lo apoyó y le tapó la mentira como le había tapado sus escapadas, sus infidelidades, su doble vida… Porque él y el mundo mágico le debían eso y más. Además, la tarada de Ginebra se había buscado un amante… y un hombre que se precie de serlo no perdona los cuernos. Así sea gay. Primero esta el orgullo.

 

Y hablando de Ginny: en esas dos semanas la pelirroja era la que más había tenido que aguantar. De su familia y de los extraños. Hasta que Luna se le apareció en su trabajo y, delante de media oficina, comenzó a reclamarle. Entonces dijo “basta” y mandó a todo el mundo al carajo. Estaba enamorada de su colega y ser la esposa del Salvador había sido más un fiasco que un premio. Así que se dedicaría a  vivir su vida y al diablo con todos.

 

Seamus aún trató de explicarse con su ex mujer:

 

–  Luna, si quisieras escucharme…

 

Ella simplemente lo ignoró.

 

–   Te estoy hablando, Ginny –  encaró a “la otra” –  creo que lo mínimo que merezco es que me respondas. ¿Te encamabas con Seamus cuando él aún estaba casado conmigo?

 

–   Tú estás divorciada de él, Luna. Ya no tienes nada que reclamar. Montarme este numerito resulta patético.

 

–   Éramos amigas, Ginny… creo que algo tengo que reclamar. Tú traición por sobre todo.

 

–   Estoy enamorada, no estoy traicionando a nadie. Si tú no puedes hacerlo feliz deja que yo lo intente.

 

–   ¿De verdad lo quieres? ¡Oh, bueno! ¡Quédatelo! De todos modos es un pésimo esposo y peor amante. Definitivamente: solo debes haberte acostado con Harry; y este no debe de haberte hecho ningún caso; para que siquiera consideres a Seamus bueno.

 

La mujer dio media vuelta para irse mientras añadía:

 

–  Descuida. No le diré a tus padres que follaban cuando todavía era mi esposo: Molly y Arthur no podrían con la vergüenza y tus hijos, pobres, los míos me cuentan que no pueden verlos sin bajar la cabeza. No se merecen lo que tú les has hecho.

 

Y tan ligera como un hada salió del lugar. Se dijo que si Ginny no había sabido valorar su amistad, ella se lo perdía; y que si Seamus la había cambiado por una interesada, también él se lo perdía. La que definitivamente no perdía nada era ella: de dos buenas piezas se había librado. Ahora, divorciada y sin la esperanza de una reconciliación, tenía todo el tiempo del mundo para seguir con su vida. “El amor…”, canturreo, “… el amor me espera a la vuelta de la esquina”.

 

 

 

*****************

 

 

 

 

 

Los Malfoy ingleses eran otro asunto. Toda la familia se había encerrado en su mansión negándose a dar cualquier declaración a la prensa. Claro, nadie contaba con que los periodistas traspasasen las barreras de Hogwarts y abordasen al heredero Scorpius.

 

Lo encontraron acompañado de Albus y los flashes y preguntas no se hicieron esperar. Resultó un verdadero pandemónium hasta que el platinado, harto de tanto “Harry y Lucius”, quiso cambiarles la primera plana. Con un sadismo digno de su Casa les soltó que nada de eso le importaba; pues si él amaba a un Potter (y le comió la boca  a Albus con un beso de película) no veía el espanto de que su abuelo ame a otro.

 

El beso y la noticia salieron en la edición extraordinaria de la tarde y ocasionaron que Astoria caiga enferma, Narcissa en crisis y Draco en negación. No era que no supiesen del romance… ¡Lo que les daba espanto era el escándalo!

 

Pero Lucius… Lucius era otra historia. Luego del pasmo inicial les había mandado una  carta de apoyo. Su nieto le respondió que  Albus y él se amaban desde los 13; y que si habían decidido hacerlo público era por temor a que el renacido odio entre familias acabe con lo suyo, que no tenía culpa en el enredo. Le aclaraba que jamás se pondría en contra de su padre, y que si bien aplaudía su estupendo gusto en hombres no perdonaba su actuación durante la guerra. Le sugería que trate de enmendar los garrafales errores que había cometido con Draco y entonces, y solo entonces, ellos podrían relacionarse.

 

Y Lucius, que ya sabía todo lo que su nieto le enrostraba, había buscado a su hijo para prácticamente humillarse al suplicar una entrevista.  Por fin, después de semanas, el rubio dragón había cedido y había aceptado escucharle. El pobre no las tenía todas consigo tampoco: esos 15 días le había tocado consolar a Astoria,  calmarle los arrebatos de histeria a Narcissa y aguantar, bajo una máscara de frialdad, las rebeldías de su unigénito.

 

Resignado a otro colerón, se preparó para las explicaciones que su padre quisiera darle:

 

–   Draco, sé que no vas a creerme… pero jamás me acosté con Potter. Ras es su hijo, cierto, pero no es lo que crees.

 

–   Si es su hijo y tú lo pariste…

 

–   Las Clínicas de Fertilidad –    Lucius lo confesó. Amaba a su pequeño pero también a Draco. Y sabía que si no le decía la verdad no lo recuperaría.

 

–   ¡¡¡¿Qué?!!! –    y la luz se hizo en su cerebro –   ¡Tú fuiste a una de esas clínicas…!   ¡¡¡Te preñaste allí!!!

 

–   Yo amé a Severus, Draco. Lo sabes. Lo amé desde que éramos adolescentes. Respeté a tu madre, pero el nuestro siempre fue un matrimonio arreglado.

 

–   Ella te amaba.

 

–   Siempre supo que yo no.

 

–   Tú… por eso me tratabas así. Si hubiese sido hijo de él…

 

–   ¡No Draco! ¡Yo te quiero! ¡Siempre te he querido! Después de la Primera Guerra mi padre ya había muerto. Pude divorciarme e irme lejos de todo esto… Pero me quedé por ti. Porque no podía alejarme de tu lado.

 

–   Pero te fuiste. Al final te fuiste. Y cuando más te necesitaba.

 

–   Ellos… me exiliaron Draco. Y lo mejor para ti… para la familia…  era que yo me quitara del medio.

 

–   ¿Y ese? ¿El tal Oph? ¿No será que tú y Rabastan también...?

 

–   Aunque lo quiero como si lo fuera, Ophiuchus no es hijo mío. ¡Te lo juro! ¡Haznos una prueba sanguínea si quieres! Rabastan me lo hizo llegar porque era la única familia que le quedaba libre. Para que lo críe. Porque los aurors le pisaban los pasos y sabía que no tardarían en arrestarlo. Él lo gestó… no sabemos quién es el otro padre.

 

–   ¡¿Voldemort?!

 

–   ¡No lo digas ni en broma! ¡No debes repetir eso a nadie! Si la gente comienza a sospechar marcarán a tu hermano.

 

–   ¡Él no es mi hermano!

 

–   Es mi hijo Draco… lo quiero como un hijo aunque no lleve mi sangre. Y si es tu familia. Por lo menos tu primo político sí que es. Es el sobrino de la hermana de tu madre.

 

–   ¡¿Y Rasalhague?! ¡¿Cómo infiernos terminó siendo hijo de Potter?!

 

–   El maldito destino. El gran héroe donó esperma en la clínica sabrá Dios como y por qué. Yo soborné a mi carcelero la noche antes de partir al exilio, para que me dejara en libertad, unas horas. Fui de incógnito y pedí inseminarme de alguien de elevado poder mágico, experto en pociones y artes oscuras; mestizo; de cabello negro y perteneciente a la Casa de Slytherin… ¡Quería encontrar a alguien como Severus, entiéndeme! Las coincidencias se dieron y resulté con su semilla dentro.

 

Draco bufó:

 

–   ¡A otro con ese cuento!  ¡Potter no es experto en pociones y fue a Gryffindor!

 

–  ¡El muy imbécil marcó como casa de estudios Slytherin! Según él porque el sombrero en un principio iba a enviarlo allí. Era mestizo, cabello negro, sabe de artes oscuras… su poder mágico supera al del Lord… ¡Saca tus cuentas!

 

–   ¡¿Por qué un hijo?! ¡Y así!

 

–   Quería el hijo que no pude tener con Severus ¡¿Qué no lo entiendes Draco?! No iba a volver a verte jamás. El destierro en soledad sería insoportable.

 

–   ¡Padre! Yo…  te hubiera buscado con el tiempo…  ¡Podría haberte visitado! ¡¡¡¿Por qué hacernos creer que estabas muerto?!!!

 

–   No era lo mejor para ti. Relacionarte conmigo solo te traería problemas.

 

–   Claro, ya tenías al hijo que siempre quisiste. Yo salía sobrando.

 

–   Si así fuese no estaría aquí, rogando por entrar nuevamente en tu vida.

 

–   ¿Y cómo es que ahora andas pegado a Potter? ¿Y cómo es que ahora él sabe de ese hijo?

 

–   Tus hermanos querían venir a Inglaterra. Oph a investigar sobre Rabastan y quien pudo ser su pareja. Ras a visitar la tumba de Severus y averiguar el por qué los mantenía en el anonimato. Viajaron a escondidas, se metieron e Hogwarts con nombres falsos, dieron con ustedes, vieron la fecha de muerte en la tumba de tu padrino… sacaron cuentas y supieron que él no podía ser el padre de tu hermano.

 

–   ¿Y entonces?

 

–   Pasó lo del Ministerio y tuve que confesarles la verdad. Pensaban que me habían violado en Askabán… no podía dejar a Ras creerse el fruto de tan vil acto. Les dije lo de la Clínica y el resto imagínatelo: Se metieron allí de contrabando, desactivaron las barreras mágicas y los hechizos de seguridad y leyeron mi expediente; en él vieron que el padre de Ras era Potter. Tu hermano lo buscó y le dijo la verdad.

 

–   Menudo imbécil.

 

–   Potter lo rechazó y lo trató horrible. Por eso yo lo ataqué en el Ministerio. Quería lanzarle un avada por lastimar a mi hijo.

 

Draco se tensó y sus celos afloraron: Al criajo ese lo defendía a riesgo de refundirse de nuevo en la cárcel. Pero a él lo había dejado a merced de Voldemort y Greyback.

 

–   Es bueno ver que a ellos si los proteges.

 

–   Draco… sé que cometí infinidad de errores contigo. Aprendí de ellos. Por eso a tus hermanos los crié diferente. No es que los quiera más, es que con ellos ya había madurado y sabía cómo ser padre.

 

–   Suerte la de ellos –    Draco se contenía para no llorar.

 

–   Perdóname hijo. Por favor. Por todo el daño que te hice. Por haberte obligado a servir a un asesino y una banda de lunáticos.

 

–   ¿Y eso?… ¿Lo que dicen de que tú y Potter son amantes?

 

–   ¡¡¡Es mentira!!! Potter rectificó. En cuanto comprendió que Ras decía la verdad se encaprichó con ser su padre. Lo quiso de inmediato. Y tu hermano… no es como nosotros dragón. Oph sería sin duda alguna un Slytherin pero Ras… hubiese ido a Gryffindor o, Merlín me libre, a Hufflepuff. Necesita de Potter. No puedo quitarle al padre que tanto trabajo le costó encontrar.

 

–   Potter es gay padre.

 

–   ¡Draco! ¡No estoy buscando marido! Todo lo que quiero es el bienestar de mis hijos.

 

–   ¿Tú eres… bueno… el pasivo?

 

–   Jajajajaja. No funciona así. Severus y yo… cambiábamos posiciones con facilidad. Yo me embaracé porque era sangre pura… y porque él ya no estaba. Pero créeme, me gusta más dar que recibir.

 

Draco suspiró y enrojeció de pronto, consciente de que estaba hablando de sexo con su padre.

 

–   ¿Podrías perdonarme? –   Lucius volvió a rogar sin un ápice de vergüenza –    ¿Darme una oportunidad para entrar en tu vida? ¿Tratar de conocer a tus hermanos?

 

–   ¿Y mi madre? –    Draco aún no se sentía listo para ceder –   No puedo abandonarla. No puedo tratarte como si nada, eso la mataría. Le ha guardado fidelidad a tu recuerdo todos estos años y ahora…. ¡¡¡Nos hiciste creer que estabas muerto, maldito cabrón!!!

 

–   Pensé que sí creían eso seguirían con sus vidas. Que ella se volvería a casar, que serían felices. No la he amado pero la quiero, la respeto y le deseo lo mejor. Te trajo a mí, solo por eso tiene mi gratitud eterna.

 

–   Ella está muy dolida.

 

–   No tienes que invitarme a Malfoy Manor; ni dejar que nos fotografíen juntos. Pero podrías visitar la mansión Montague, relacionarte con los muchachos… traer contigo a Scorpius para que nos conozcamos.

 

–   De ese no me hables. Astoria aún no se recupera del disgusto.

 

–   Draco, no quiero meterme en la forma en cómo educas a tu hijo; pero por experiencia te digo que si lo separas del chico ese, Albus, solo labrarás su infelicidad. Y convertirás un romance de adolescentes en un amor eterno.

 

–   No pensaba separarlos. Sé que se quieren desde hace años. Además, Scorp no es como yo. Si trato de inmiscuirme se largará de la casa y la fortuna y el apellido familiar le importarán un bledo.

 

Lucius lo miró divertido:

 

–   Te ha salido rebelde.

 

–   No lo he educado en el miedo sino en el amor. Yo también aprendí de tus errores, Padre, y he tratado de no cometerlos  –    Draco le devolvió la ironía.

 

–   ¿Entonces? –    Lucius volvió a preguntar esperanzado.

 

–   Quizás… un almuerzo… ¡Pero madre no debe enterarse!

 

Ambos se miraron… Y el rubio mayor quiso dar el golpe definitivo.

 

–   ¿Sabes qué el 13 es cumpleaños de Ras? Cumple la mayoría de edad americana, y dado que él nació allá… seguro le organizaré una cena. Nada formal. Solo nosotros, Potter seguramente… Y tú y Scorpius… si quieres… quizás Albus… 

 

Draco volvió a bufar y se quedó mirando al hombre que había idolatrado por sobre todas las cosas. Se dijo que él era su primogénito, y quien más derecho tenía de disfrutar de su cariño. Si no hacían las paces  equivalía a dejárselo a esos dos mestizos.

 

–   Quizás podamos, asistir a la cena… digo… Scorpius y yo… y por supuesto el engendro de Al. Vive pegado a mi muchacho como si fuera sanguijuela.

 

Lucius le sonrió francamente y se paró para abrazarlo. Mucho después de que el patriarca hubiese partido, Draco aún seguía sintiendo en su piel el calor de ese abrazo. Silenciosas lágrimas bañaban su rostro.

 

Su padre. Su padre había vuelto a su vida. Y esta vez no se lo dejaría arrebatar por nada ni por nadie.

 

 

 

*****************

 

 

 

 

 

Ophiuchus rara vez salía por el mundo mágico solo. Siempre andaba con Rasalhague o con Lucius. Pero su hermanito estaba próximo a cumplir los 21 y él quería darle un regalo  sorpresa.

 

Así que luego de confabular con Potter para que lo distrajera un poco, se mando a recorrer el Callejón Diagon buscando algo especial. En eso estaba cuando un desconocido se le pegó y, haciendo como que miraba unas chucherías, le susurró:

 

–   Tengo un mensaje de Greyback para ti. Quiere hablarte… pero traes cola.

 

–   ¿Qué? –    musitó el ojinegro sin mirarlo.

 

–   Aurors, chiquillo. Te siguen cada vez que sales de Montague Manor –    y le deslizó una carta –    Léela cuando no te vean. Y no dejes de acudir. Es importante –    y se marchó sin volver la vista atrás.

 

Oph, nervioso, escondió la carta entre su túnica. Ya había visto un anillo de oro blanco en forma de serpiente, con dos turmalinas azules en lugar de ojos, y le pareció un buen regalo. Lo compró rápido y se apareteo a su casa. Ansiaba leer la carta del licántropo y solo tras los muros de Montague Manor se sentía seguro.

 

Ras acababa de despedirse de Potter, tras  pasar juntos una fabulosa tarde en compañía de Teddy, cuando vio llegar a su hermano todo agitado. Fue a su encuentro dispuesto a contarle su día pero este lo esquivó con un seco “estoy ocupado”. Luego se encerró en sus habitaciones para, minutos después, volver a marcharse.

 

El ojigris fue al cuarto que ambos compartían y buscó algún rastro de lo que el otro había estado haciendo. ¿Por qué lo había rechazado tan abruptamente? No estaban peleados o cosa parecida. Tras varios infructuosos esfuerzos recordó un antiguo hechizo de magia negra: “Revelium Pasate”, exclamó, apuntando con su varita al centro de la habitación. Como en una bruma vio a su hermano leer una carta y esconderla luego junto con una caja.

 

–   Eres bueno, hermanito  –   comentó Ras  –   Pero yo no me quedo atrás. –   Y tras batallar un poco con las contra maldiciones logró bajar las protecciones que encerraban los objetos. Entonces leyó:

 

Ha sido difícil poder comunicarnos porque siempre estas acompañado de esos  indeseables. Ya sabes a quienes me refiero. Pero ardo en deseos de verte y hoy es el día. En el callejón Knockturn… Hotel Asmodeus, habitación 42.

 

No me falles

 

G.

 

Ras soltó el papel como si quemara y sin poder evitarlo se fijó en la caja.  La abrió. La hermosa joya abofeteó su ya de por si maltratado corazón: “Para ti, a quien quiero más que a mi vida. Nadie nunca podrá separarnos” rezaba una tarjeta… El chiquillo se lanzó sobre su cama  y comenzó a llorar. Fue así como lo encontró el majestuoso halcón.

 

 

 

*****************

 

 

 

El Ministro  le había dado vuelta al asunto desde que estalló la ola de asesinatos de Greyback. Lo aterraba el que su Jefe de Aurors encuentre la manera de ligar a Ras y a su hermano con su fuga de Askabán. Si eso pasaba, ni él podría salvarlos. A no ser que…

 

Kingsley se decía, una y otra vez, que iba a comportarse como los viejos tontos de los que Hermione se burlaba. Pero su calendario le recordaba que Ras cumpliría años en dos días y él tenía que hablarle antes de que algún otro le ganase por puesta de mano. Después de todo, era cuando los pureblood se comprometían: al llegar a los 21. El niño era mestizo pero siendo hijo de quien era… mejor no arriesgarse.

 

Los informes de sus aurors, que mantenían a los Malfoy americanos bajo estrecha vigilancia, le confirmaban que los chicos solo salían con su padre o con Potter. Salvó Oph, que una vez se les había perdido en una taberna… ¡Oh, bueno! se dijo Kingsley, el chico ese podía perderse donde quisiera: no era él quien le interesaba.

 

Y por eso ahora el Ministro, envalentonado porque aún no tenía rival, había planeado declarársele al muchacho. Si Lucius Malfoy hubiese sido el de antes lo hubiese buscado a él: un jugoso puesto en el Ministerio, recuperar su título y su fortuna… con menos que eso ya se lo habría entregado en charola de plata. Pero Lucius ya no era el de antes; no sabía si por el recuerdo de Severus o la guerra  pero se había vuelto decente. Bastante decente para mayor inga. Y protegía a sus cachorros como león. Exactamente igual que Harry.

 

Aunque, y de eso estaba seguro, si Ras quería ser su pareja sus dos padres se tragarían el sapo y los dejarían ser. No había nada que pudieran negarle: su niño era tan noble, tan leal, tan decente… tan frágil.

 

Sin perder más tiempo le escribió pidiéndole una cita para la noche antes de su cumpleaños y le envió el recado con su halcón. Le expondría el problema y sus sentimientos sin tapujos… luego Merlín diría… Siendo el esposo del Ministro nada ni nadie osaría tocarlo.

 

 

 

*****************

 

 

 

 

 

Oph pudo evadir a los aurors  sin mucho esfuerzo y acudió a la entrevista. Estaba nervioso y por qué no decirlo, preparado para todo.

 

Llegó al hotel y preguntó por el número de cuarto. Un siniestro posadero lo guió hasta una sucia escalera. Subió y llegó a la habitación. Entró.

 

            Lo primero que vio fue a Greyback. Estaba solo y recuperado: del triste despojo de ser humano que conoció en la prisión no quedaba nada.

 

–   Vaya, vaya… si es mi joven salvador.

 

–   Greyback ¿Pediste verme?

 

–   Pedí.

 

–   ¿Qué se te ofrece?

 

–   ¿Saber si es cierto? ¿Si tu padre y Harry Potter son pareja como dicen en la Prensa?

 

            Oph se tensó y disimuladamente llevó la mano a su varita.

 

–   No voy a hacerte daño joven Lestrange. A ti más que a nadie le debo mi vida.

 

–   No entiendo porque te interesa Harry.

 

–   Está dentro de mis planes de venganza. Él y su familia.

 

El ojinegro rechinó los dientes.

 

–   ¡¡¡Te dije que solo atacaras a los violadores!!!

 

–   Todavía me pregunto el por qué la Prensa calla el asunto.

 

–   ¿A qué te refieres? –    Oph no entendió la contestación.

 

–   ¿Sabes que ha habido ya 13 homicidios? Trece de esos malditos están ya bajo tierra… junto con toda su familia. Los hice oír… los hice ver como sodomizaban a sus esposas, a sus hijos…

 

Oph abrió los ojos espantado:

 

–   Tú… pero… ¡Hiciste un juramento!

 

–   Yo me encargué de los violadores y solo de ellos. El resto fue cosa de  mis hombres…

 

–   ¡¡¡Traidor!!!

 

–   Tramposo más que nada. Eres bueno, chiquillo, y algún día serás un poderoso mago oscuro. Pero aún te falta. Cuando ates a alguien con un inquebrantable  asegúrate de que no dejarle ninguna vía de escape… la semántica, pequeño, la semántica y la sintaxis… en este caso lo son todo. Tu padre sabía eso muy bien… Tu otro padre.

 

–   ¿Rabastan?

 

–   Rabastan era un loco impulsivo. Me refiero al otro, a ese misterioso, al que buscas desesperadamente. Y estas tan cerca…  –    su voz adoptó un tono insinuante.

 

–   ¡¡¡Sabes quién es mi otro padre!!!

 

–   Lo sé. No lo sabía al principio, cuando me lo preguntaste. Pero uno de mis hombres mencionó algo y entonces recordé. Hueles a amigo y a enemigo. Así olía él. Es su mismo olor. Estoy casi seguro, al verte, de que eres su hijo.

 

–   ¡¡¡¿Quién?!!! ¡¡¡¿Quién es mi Padre?!!!

 

–   Tranquilo cachorro. Una información por otra. Quiero a Potter de cena y lo único que me ha frenado han sido esos chismes.

 

–   Es cierto –    Ras estaba visiblemente nervioso, dividido entre las ganas de saber y la desesperación por lo que pudiera pasarle al héroe –    Ras es hijo de Harry, por lo que los Potter-Weasley son sus hermanos. Si los tocas él morirá de tristeza y yo te casaré como a un perro.

 

Greyback se molestó y con un rapidísimo movimiento capturó al muchacho empotrándolo contra la pared.

 

–   Solo pregunto por cortesía... –    el fétido aliento hirió el olfato del hechicero.

 

–   Nosotros… yo… te ayudé a escapar. Te liberé de esos malditos. ¿Así me pagas? Padre decía que tenías honor.

 

–   Lucius pensaba que era menos que mierda. Y el único honor que tengo es el de mis colmillos –    miró al chico y lamió su cuello –    pero tu padre siempre me la puso. ¿Serás tan sabroso como él?

 

Oph sintió su excitación e involuntariamente gimió. De pronto reaccionó y de un empellón lo alejó de su cuerpo apuntándole con su varita.

 

–   ¡No te atrevas a tocarme!

 

–   Jajajajajaja –    el hombre se tiró en la cama de espaldas, cruzó los brazos bajo su cabeza y afirmó divertido –    ¡Eres gay!

 

–   Yo… ¡Eso no es de tu incumbencia! –   gritó totalmente avergonzado.

 

–   Lo eres. Mi lobo lo detecta. ¿Pero si lo eres por qué llevas vida de monje? ¿A tu edad y con esa belleza…? Tendrías todo Londres a tus pies… ¡Oh, claro! ¡Rasalhague!

 

Oph tembló y afianzó su ataque. La varita apuntaba directo al corazón del otro.

 

–   ¡No te atrevas! ¡Ni siquiera menciones a mi hermano o te lanzó un avada!

 

–   Estás enamorado de él ¿verdad? Del hijo de Lucius y Potter…jajajajaja… tu otro padre, ese que buscas desesperadamente, los amó también. Si que la vida es repetitiva –    y rompió a reír de nuevo.

 

–   ¡¡¡¿Quién es?!!! ¡¡¡¿Quién es mi otro Padre?!!!

 

–   ¿Qué me das a cambio de decírtelo? ¿Tu cuerpo, quizás?

 

–   ¡¡¡Vete al carajo!!!

 

–   Entonces, chiquillo, no te diré nada. Piénsalo, y cuando te decidas, búscame –    y le tiró un colmillo engarzado en oro –    Es un traslador. Te llevará conmigo.

 

Oph encapsuló el dije una esfera de luz antes de tomarlo y guardarlo entre su túnica.

 

–   Magia sin varita. Eres poderoso hechicero.

 

–   ¡No quiero volver a saber de ti!

 

Y Oph se marchó dando un sonoro portazo. Apenas salió del lugar tiró el colmillo a un basurero y se apareteó rumbo a casa. El asco y las nauseas subiéndole por la garganta… ¿En verdad estaba enamorado de su hermano?

 

 

 

Continuará…


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