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EL FINAL DE LA VIDA por KING-OF-THE-DARK

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Notas del fanfic:

Se me ha ido la musa con mi otra historia intentaré encontrarla a tiempo para no defraudarles.

 Está historia es triste de cojones, pero tarde o temprano a todos nos llega la hora de morir aunque sea una putada.

Es mi pequeña idea de como será el final de los caballeros de oro.

Notas del capitulo:

Yo espero que les guste y me dejen algún comentario, la verdad es que en la otra historia tambien me ha desanimado el hecho de que no me han dejado muchas opiniones.

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Ahora, cincuenta años después de que todos fuésemos resucitados tras la última batalla en la que participamos, solamente quedo yo en este que es un santuario que permanece vacio, silencioso, con trece templos plagados de polvo, de hierba que ha crecido entre las piedras de sus muros y suelo, algunos han empezado a perder las piedras de sus tejados, ya nadie queda, solo vagos recuerdos de un tiempo de paz que nos ganamos a pulso.

Tras el último derramamiento de sangre las doradas armaduras fueron guardadas en sus cajas, para ya nunca más volver a sacarse, todos logramos una nueva vida, en la que ya no tuvimos que preocuparnos de nada excepto de ser hombres libres. Y sin embargo, los catorce hombres que habíamos sido santos dorados decidimos permanecer juntos y formar una familia muy unida, hubo risas y llantos, peleas y reconciliaciones, pero al final, nos mirábamos unos a los otros y ya no veíamos compañeros de armas, sino, hermanos, hombres unidos por una conexión demasiado fuerte.

Ninguno de los caballeros de bronce acepto el puesto que les correspondía por derecho, siguieron con sus vidas, al fin y al cabo, solamente eran unos chiquillos con toda una vida por delante, pocas fueron las ocasiones en las que volvimos a reunirnos los diecinueve que luchamos codo con codo en el averno, pero a los que permanecíamos en el santuario, poco nos importó el hecho de que ya nadie ocuparía nuestro lugar cuando el autentico final de nuestra vida nos llegase, y con nosotros muriese lo poco que quedaba de la orden de la diosa Atenea, que tras la última batalla, fue ascendida al Olimpo, lugar que le correspondía por derecho, dejándonos solos, libres para hacer cuanto quisiéramos, dueños de nuestros actos y pensamientos.

La primera de las bodas, la recuerdo con especial cariño, el mundo no aceptaba tal unión, tampoco los dioses, pero a ninguno de nosotros nos hacía falta aquella bendición, para nosotros, no importaba ponerse un anillo o firmar un papel, o que alguna de las divinidades oficiase nuestros compromisos, solo contábamos nosotros aquel día de marzo, los primeros vestigios de la primavera se hacían notables en nuestro hogar, llenando el santuario de pequeñas florecillas, del canto de las aves, y la bendición aquel día de un cielo claro, sin una sola nube y una brisa cálida que nos acompañó, los doce compañeros que asistíamos como invitados vestíamos de forma sencilla y con colores claros, Shaka, como reencarnación de Buda en la tierra sería el encargado de unir en matrimonio a Shion, nuestro nuevo y querido patriarca y a Dokho.

Después de doscientos cuarenta y cuatro años, aquellos dos hombres fuertes, sabios, orgullosos, honorables y respetados por todos pudieron por fin unir sus vidas aquel día, recuerdo con cariño, como unos pocos cabellos verdes de Shion se habían escapado de la alta coleta con la que los recogió y adornaban un rostro que se veía relajado, con una sonrisa tierna y un brillo en los ojos que nos aseguraba a todos cuanto amaba al hombre con el que iba a unir su vida. Iban guapísimos los dos, con pantalones de tela suave en color negro, la camisa de nuestro caballero de libra era de color gris claro,  la que lucía el antiguo caballero de aries era de color blanco.

Recuerdo los días que le siguieron a la boda, los meses, y los años, todos envidiábamos a esos dos hombres, ni el hombre más enamorado de todo el universo podría compararse a aquellos dos hombres, su relación era la más fuerte, fiel y leal de todas. En los tiempos que siguieron, ni un solo instante se separaron el uno del otro, ni tampoco de nuestra compañía, ellos eran los que nos contaban las historias de los héroes del pasado, los que nos animaban al resto a encontrar a nuestro amor verdadero y unir nuestra vida con ese hombre, nos dieron a todos un ejemplo a seguir, y aún en tiempos de paz y felicidad, Shion manejo las cosas de tal manera que todos y cada uno de nosotros nos sentimos orgullosos del hombre que se convirtió en nuestro patriarca, en maestro de todos y cada uno de nosotros, en amigo y compañero junto a un esposo al que todos y cada uno de nosotros llamábamos padre, Dokho para nosotros significaba ternura, paciencia, sonrisas y buenos consejos, muchos fueron los años que pasaron hasta que el cuerpo de aquellos dos hombres dijese basta, y siendo ya, dos auténticos ancianos de avanzada edad, una noche se acostaron juntos en su habitación, se abrazaron el uno al otro como llevaban años haciéndolo, y se amaron el uno al otro hasta que les venció un sueño, del que no despertaron jamás.

A pesar del llanto propio de quien pierde a un ser querido, a nosotros nos consoló y reconfortó el hecho de que terminaron sus vidas de la misma manera en la que la habían vivido, juntos, y enamorados.

Mucho antes, años antes de la perdida de esos dos grandes hombres, la segunda boda unió a dos de los más grandes héroes del santuario, Shura, el santo más fiel de la orden de Atenea, ese español que portaba la mismísima espada Excalibur en su brazo derecho, unía su vida con nuestro arquero. Aioros, el hombre que durante trece años fue acusado de traidor, el que más tiempo permaneció alejado de nuestro lado, ahora compartía su recuperada vida con nosotros.

Se casaron en octubre, con toda la belleza del otoño a nuestras espaldas, el resto aquella tarde vestíamos ropas de tonos canela, marrones o tostados,  Aioria, hermano pequeño de nuestro sagitario, fue el que les dio los anillos con los que ambos hombres unieron sus vidas, también su bendición a unos novios que iban vestidos de blanco, recuerdo que pensé que ni siquiera los actos y errores del pasado consiguieron borrar o diezmar el amor que desde siempre habían sentido aquellos dos hombres, el matrimonio de Shura y Aioros representaba para nosotros la tranquilidad, la paz, el orgullo,  se amaban de una manera pura, creo que nunca entre ellos hubo conflicto alguno, en el fondo, lo único que quizás atormentaba un poco al de sagitario, era el hecho de que después de la guerra, Seiya de Pegaso no eligió la mejor de las maneras para desentenderse de la armadura que le tocaba por derecho, pero realmente ninguno de nosotros culpo al de bronce, aquel chiquillo siempre había estado enamorado de la diosa, vivía por y para ella, y cuando ascendió al Olimpo, las esperanzas del castaño por ser correspondido se desvanecieron totalmente en el aire, el pequeño santo de bronce no se recuperó de su perdida, desapareció un buen día años más tarde y nunca nadie volvió a saber nada de él.

Los años no pasaron en balde para ninguno de nosotros, al fin y al cabo somos seres humanos, al igual que todos, tenemos una fecha de caducidad en este que es el reino de los vivos, curiosamente, el primero en caer en brazos de la muerte fue nuestro español compañero, Shura vivió hasta los ochenta y siete años un buen día se despertó completamente agotado, dos día después dejaba solo a un desconsolado sagitario, que se fue apagando lentamente tras la muerte de su esposo, y aunque nuestro Aioros contaba con la incondicional y amada presencia de su hermano pequeño, cinco años más tarde y cumpliendo los ochenta y cuatro, nuestro centauro dejó que la pena y el dolor le venciesen la partida y murió tras un ataque al corazón.

Pero como ya he dicho, antes de que nuestras vidas finalizasen, de que a todos nos llegase la vejez, vivimos una buena vida, juntos, y pronto celebramos la unión de otros dos de nuestros compañeros, aquella mañana de agosto las rosas del duodécimo templo brillaban con una mayor belleza en honor a su dueño, nuestro Aphrodita lucía realmente hermoso vestido con un pantalón marrón claro y una camisa amarilla, a su lado, cogido de su mano, nuestro italiano lucía una sonrisa tierna, la primera que le vimos en años, pero al fin y al cabo Death Mask de cáncer amaba al de piscis más que a nada o a nadie en el mundo. En lo único que no cedió el italiano fue en abandonar su costumbre de vestir siempre de negro, pero incluso así ataviado el de cortos cabellos azules lucía guapo aquel día de su boda, nosotros, casi de común acuerdo como en las dos anteriores ocasiones, lucíamos tonos azules en nuestro vestuario para aquella ocasión.

Fue nuestro patriarca el que unió la vida de ellos, que sin duda, para el resto nos aportaban el toque rebelde, la frescura de un amor tan cambiante como el tiempo, tanto sus peleas como sus reconciliaciones eran épicas, pero lo único cierto es que eran incapaces de estar el uno sin el otro, nuestro cangrejo cambió, dejó de un lado ese carácter cínico y frio y se volvió más agradable, se podía hablar con nuestro italiano de cualquier cosa, convirtiéndose en uno de los mejores compañeros que podíamos haber deseado, él por propia voluntad nos pidió que dejásemos de utilizar el nombre que le dieron cuando consiguió su armadura, y nos rebeló que deseábamos que utilizásemos el nombre que le pusieron sus padres al nacer, Giovanni, aunque, todos y cada uno de nosotros le llamábamos Gio.

Desgraciadamente, el de piscis fue uno de los primeros en abandonarnos, solo tenía sesenta y cuatro años cuando una enfermedad pulmonar se adueño de su cuerpo, no se merecía el dolor y el sufrimiento que pasó antes de su muerte, pero siempre acompañado por su resignado esposo, nuestro Aphro lució la más hermosa de las sonrisas hasta el final de sus día, él nos dio a todos una lección de valor, de orgullo, el día nublado que lo enterramos, fue la primera ocasión en la que vimos llorar al de cáncer, pero nuestro antiguo Death no se dejó llevar por el dolor, el decidió permanecer fuerte, con el recuerdo vivo de su amado esposo latiendo fuerte en su corazón, el de Italia y yo fuimos los últimos que quedamos, veintiséis años tuvo que esperar nuestro Death para que la muerte fuese a buscarle, contando con ochenta y ocho años el santo de cáncer perdió el conocimiento una mañana cayendo por las miles de escaleras que separaba su templo con el de los gemelos, murió en el acto, creo sinceramente que allí donde se encuentre debe estar enfadado, el orgullo de este caballero no le hubiese permitido en vida llegar a pensar si quiera que su muerte fuese tan poco digna, creo que en el fondo, el que años atrás fuese un autentico cretino esperaba una muerte dolorosa, pero el destino le jugó la peor partida de todas y se me fue hace un año de esa poco honrosa manera.

Sí, como ya he dicho, llevo un año completamente solo en lo poco que queda del antes orgulloso santuario de Atenea, escribiendo en un diario, todos y cada uno de los día que formaron parte de nuestras vidas, dejando un pequeño legado a las generaciones futuras, si es que las hay, ya que quizás el destino o posiblemente el hecho de ser quienes éramos nos robó lo único que podía haber completado la más absoluta felicidad en la que vivíamos, ninguno de nosotros tuvo hijos, eso fue lo único que empaño nuestra vida, el hecho de no poder traer al mundo una nueva vida, un heredero o heredera de nuestra historia, alguien que contase en el futuro la historia de los santos dorados de Atenea.

La siguiente boda se hizo esperar, simplemente por las interminables dudas de los dos hombres a la hora de declararse, uno por vergüenza, el otro simplemente por cabezonería, pero como comúnmente suele decirse la curiosidad mató al gato, y nuestro Aioria al fin y al cabo era del santo del gato más grande de todos, y un buen día, ni mejor ni peor que otro, le preguntó al caballero de virgo acerca de sus sentimientos.

La respuesta de nuestro Shaka fue un tierno beso en los labios después de ponerse el pobre, más rojo que un tomate, pero al final nuestro leo consiguió amar libremente a la reencarnación de Buda en la tierra y ser correspondido por el rubio de ojos azules, que tras la última batalla nunca volvió a tener cerrados salvo en las horas propias del sueño, Aioros al saber quién sería su cuñado no pudo más que felicitar a su hermano pequeño, darle sus bendiciones y ofrecernos a todos la más hermosas de las sonrisas.

La pareja formada por  leo y virgo era una de las más curiosas el uno lleno de energía el otro siempre calmado, Aioria la alegría personificada y Shaka la templanza, uno el orgullo y el otro el poder, y sin embargo a la hora de amarse eran la ternura en persona, demasiado mimosos para el gusto de algunos pués a pesar de los constantes  momentos vergonzosos al que se sometía con buen gusto el de virgo, ninguno de los dos dudaba a la hora de con pequeños gestos, demostrar su amor en público.

Shaka tenía ochenta años la noche que le comunicó a su esposo de setenta y tres que el final de su vida había llegado, el de leo no dudó un segundo en seguirle hasta la muerte, un año después de la muerte de Aioros, ambos hombres entraron con calma en el jardín de los sales gemelos del templo de virgo, con la conciencia tranquila y seguros de sus actos y  del amor que sentían el uno por el otro, en su muerte no hubo miedo, ni dudas solamente la más increíble de las paces, ambos esposos se acomodaron en aquella sala, tumbándose el uno al lado del otro al tiempo que se miraban a los ojos con amor y con ternura, los que quedábamos sentimos el cosmos ardiente de los dos santos de oro, extenderse más allá de las fronteras naturales de nuestro reino y ascender a las estrellas, cuando desaparecieron ambas energías y conseguimos entran en aquella sala, descubrimos que sus cuerpos no estaban dentro, miramos al cielo tranquilos aquella noche, un milagro divino juntó las constelaciones de virgo y leo en el firmamento.

Pocos día después aunque sin sus cuerpos hicimos una pequeña ceremonia de entierro, fue una de las pocas ocasiones en las que pudimos disfrutar de la presencia de dos caballeros de bronce, Shun el que un día fuese poseído por el mismísimo Hades y el que de haber querido hubiese sido el siguiente santo de oro y su hermano, Ikki, a quién por derecho le tocaba vestir la armadura de leo, aquellos dos hermanos fueron incapaces de separarse el uno del otro, siempre juntos a pesar de que por ello renunciasen a la posibilidad de juntar sus vidas con alguien, de amar y ser amados, pero incapaces de separarse del lado de su hermano, ellos fueron los que nos dieron la noticia del fallecimiento del caballero del dragón pocos años antes, al final el más listo de los de bronce, el que más había sufrido al perder y recuperar la visión en innumerables ocasiones fue el segundo de los de bronce en encontrar la muerte, tenía cuarenta y tres años, y un conductor borracho se lo llevó por delante acabando con su vida, al contrario que los dorados, el unió su vida con su amada Shunrey, y frutó de su matrimonio nacieron tres hijos, dos chicos a los que en honor de sus maestros como él les llamaba, les puso el nombre de Dokho y Shura y una preciosa niña a la que su esposa puso el nombre de Ariadna.

La boda que debo admitir que nos dejó perplejos a todos fue la siguiente, los seductores, los rebeldes del grupo, los macarras o gamberros del santuario decidieron juntar su vida en matrimonio, y sinceramente la boda de Kanon y Milo me recordó más a un concierto de heavy metal que a una ceremonia de unión entre dos personas, nos obligaron a todos a vestirnos de negro, a los que llevábamos el pelo largo nos medio ordenaron que nos lo recogiésemos en coletas altas, y ellos dos iban vestidos como si en cualquier momento se fuesen a subir a una moto de gran cilindrada, ambos con pantalones de cuero ceñidos a sus cuerpos esbeltos, Kanon con una camisa negra a la que le había arrancado las mangas y el cuello y Milo con una camiseta muy ajustada de color morado oscuro, el pobre Saga hermano mayor y gemelo de Kanon no sabía dónde meterse cuando al finalizar una ceremonia realizada a petición de los novios por un Death Mask de cáncer que simplemente soltó la frase “¿tú le quieres?” a cada uno de ellos y cuando dijeron el sí él dijo “pués ya estáis casados” y el menor de los gemelos decidió echarle ganas y pasión al beso que le dio a su marido.

Ellos dos eran el espectáculo, el hacerlo todo más veces y mejor que nadie, ellos eran la confianza, la pasión, las dos bellezas griegas juntas en lo que parecía una sola persona, seguían seduciéndonos a todos solamente con una mirada, y sin embargo les sabíamos inalcanzables, su unión era de las más fuertes, con un gemelo entregándolo todo en aquella relación y un Milo que le dejaba sin sentidos al otro con la fuerza de los sentimientos que le tenía a Kanon.

La mala suerte les acompañó a esos dos una fría mañana de enero, cuando decidieron a su manera celebrar su aniversario, tenía el gemelo setenta y nueve años, y el de escorpio contaba con setenta y uno, y sin embargo aún tenían esos dos suficiente energía como para celebrar una fiesta en un antro de mala muerte que tras un concierto mal hecho, mal improvisado y mal organizado dejó un local que se caía a pedazos preso de las llamas producidas por una mala conexión en los cables. Intentando ser los héroes de antaño Kanon y Milo salvaron varias vidas aquella noche, hasta que diez minutos después de sacar en brazos a una muchachita de diecinueve, Kanon comprobó horrorizado que su esposo no salía del local en el que había entrado intentando salvar a más gente, dos minutos y medio después de que el gemelo menor volviese a entrar al edificio, el techo de este se derrumbó sobre ellos, atrapándoles a ambos en el interior de un infierno de llamas, murieron abrazados el uno al otro por intoxicación de humo, de sus cuerpos al igual que de los de las otras sesenta victimas apenas quedó nada reconocible.

La muerte del gemelo menor supuso un tremendo shock para el mayor de los hermanos, que perdía aquella noche a la que había sido durante años la otra mitad de su alma, de su familia y de su vida.

Saga, el que una vez ocupase durante años el puesto de patriarca y fue poseído por un arles malvado llevaba años casado con nuestro Camus de acuario, ellos unieron sus vidas en el averno, fue la única licencia que les concedió Hades a cambio de una lealtad que no demostraron por obvias razones, a pesar de que nosotros sabíamos que cuando resucitamos ellos ya estaban casados, años más tarde nos ofrecieron el celebrar una nueva ceremonia en la que nosotros estuviésemos presentes.

Fue una de las últimas veces que vimos con vida al caballero del cisne, Hyoga, el discípulo de Camus y el que tendría que haber sido el siguiente santo de acuario fue el que más bajo calló de todos los de bronce, el primero y más joven de todos ellos no supo apreciar ni valorar la nueva vida que se le había concedido, se pegó un tiro con una pistola robada por él mismo en la sien izquierda cuando tenía veintinueve años, dejando a Camus sumido en la tristeza y la culpa durante meses.

El matrimonio de Saga y Camus debido a que ambos tenían un carácter demasiado parecido nunca fue fácil, aunque se amaban hasta rallar la locura y se respetaban el uno a l otro, fueron unos de los que tuvieron más discusiones, los que más veces amenazaron con dejarlo todo y acabar con aquello para no hacerse daño, luego, tras la muerte de Hyoga y que el de acuario sufriese una depresión que le llevó a un estado lamentable en el que perdió muchos kilos y se descuidó totalmente, ambos hombres reaccionaron a tiempo para salvar una relación que se venía abajo, ellos lucharon por lo que tenían, por el amor que sentían el uno por el otro, al final, vencieron sus miedos, arrojaron sus orgullos bien lejos y simplemente se dedicaron a amarse con todo lo que tenían, ellos al final nos dieron la lección de paciencia, de perseverancia, nos enseñaron a no rendirnos, a perseguir aquello que queríamos, a ser fuertes, que de vez en cuando hay que ceder un poco, que no debe perderse la comunicación ni el respeto.

Pero como ya he dicho antes a pesar del amor que Saga sentía por Camus o el de Kanon por Milo, la única verdad indiscutible es que esos dos gemelos tenían un vinculo demasiado fuerte e inquebrantable, y el gemelo mayor, no pudo superar la pérdida de su amado hermano pequeño, la noche siguiente a la muerte de Kanon y Milo en aquel incendio, simplemente y sin motivo alguno aparente Saga de géminis dejó de respirar, y su corazón dejó de latir, a pesar de amar como amaba a su marido, en el último momento, el mayor de los gemelos decidió compartir la suerte de su hermano pequeño e ir a buscarle a donde sea que esté ese gamberro rebelde y su marido, pues se de algún modo que incluso después de la muerte el de escorpio y el menor de los gemelos siguen juntos.

Camus también fue uno de los últimos en abandonar el santuario junto con Death y conmigo, que soy, como ya he dicho, el último que queda con vida de los catorce dorados, mi compañero de acuario no tuvo un final muy digno que digamos, contrajo esa rara enfermedad de los ancianos llamada Alzhéimer, y perdió prácticamente todos sus recuerdos, el control de su propio cuerpo y de sus acciones, tanto el de cáncer como yo, le cuidamos lo mejor que supimos, pero un buen día, uno de esos que estas un poco cansado y decides en contra de todo que por dormir durante una hora no va a pasar nada dejamos solo al de acuario. Y aunque Death se pasó todo un año diciéndome que la muerte de Camus había sido un accidente, yo sigo creyendo que en un último instante el del onceavo templo recuperó algo de cordura, la noche en que el de acuario cumplía setenta y tres años le encontramos acostado en su cama, muerto, a su alrededor había un montón de frascos con pastillas vacios, simplemente quisimos creer los dos que quedábamos que Camus se olvidó de que ya se había tomado la medicación, porque sinceramente, la idea de que el más frio de todos nosotros se suicidase, es algo que nos provoca demasiado dolor.

Y si, he dicho que al de acuario lo cuidábamos los dos que quedábamos con vida, y sé que cuando lean esto dirán, me faltan dos caballeros dorados, les diré que llevó toda mi vida cuidando el templo de Tauro.

Yo, Aldebarán, como decía Giovanni “el más grande de todos” soy el último que queda con vida en el santuario de Atenea, escribo las últimas hojas de un diario que llevó llenando desde mucho antes de la batalla de las doce casas y al que pronto daré el punto y final, a mis noventa y tres años mis ojos ya no son lo que eran antes y mi mano tiembla un poco al escribir estas líneas ya que al igual que mi compañero Camus, yo he contraído una de esas raras enfermedades que te hacen desear que no te hubiesen resucitado, en mi caso, Parkinson que hace que mi cuerpo tiemble constantemente como si de una gelatina gigante se tratase.

Yo también soy viudo, mi amado esposo murió hace quince años, el más joven después de Aphrodita en morir fue mi amado Mu, él y yo nos casamos cinco años después de la batalla contra Hades, yo era tan feliz a su lado, él me lo daba todo, paz, alegría, cariño, ternura, pasión, Mu era mi motivo para levantarme por las mañanas con una sonrisa de oreja a oreja, era el motivo de mi existencia, el motor que le daba vida y sentido a mi cuerpo.

Pero el destino, la desgracia o esta vida de dorados que nos ha dado más penas que alegrías me lo arrebató cuando él solamente tenía sesenta y nueve años, una noche le tenía entre mis brazos, amándole como nadie puede ni imaginarlo, pero note que a mi esposo le había subido la fiebre, pensamos en un resfriado y utilizamos métodos sencillos, ducha de agua fría, algunos medicamentos y zumos de cítricos, pero la fiebre no bajaba y comenzaron los dolores de cabeza, primero leves y luego tan intensos que mi pobre esposo chillaba de dolor.

Meningitis, o al menos eso me dijeron los médicos humanos, pero necios de nosotros, creyendo que aún conservábamos la fuerza del pasado acudimos a esos médicos demasiado tarde, tuvieron que darle morfina y dormirle para que mi amado Mu no sufriese más de lo necesario, tardó mes y medio en caer en un coma profundo, y aún así sumido en la inconsciencia más absoluta yo sé que mi esposo de alguna manera luchó por su vida, por no dejarme solo en este mundo vacio y gris, me negué a apartarme de su lado ni un solo instante, al final, les pedía a los doctores que me lo dejasen llevar a su templo, Kiki, su discípulo, se marchó hace años del santuario, volvió a su patria natal casándose y teniendo hijos, algunas veces venía a visitarnos, pero cada vez eran menos, fue así como dos semanas después de que yo me trajese a Mu a casa que él perdió su última y más dura batalla y me dejo solo.

Y así es como me encuentro ahora, solo y esperando que me llegué la hora, ansiando encontrarme con mi esposo y mis compañeros en el otro lado de la orilla, en ese mundo donde se que los catorce volveremos a estar juntos de nuevo, hace tiempo que el reuma me impide visitar sus tumbas, pero en mi mente y en mi corazón sigue intacto su recuerdo.

Soy consciente de que egoístamente rezó para dormirme una noche y que esa sea la última de mi vida, hecho demasiado de menos la compañía de mis hermanos de armas, así que como cada día despido mi jornada escribiendo en mi diario lo que me ha tocado vivir en estos largos años de mi vida, y no solo lo hago para evitar la soledad a la que ya me he acostumbrado, sino con la esperanza de que algún día alguien encuentre lo que yo he escrito y nuestra historia no quede en el olvido.

Cerrando el diario y con movimientos lentos y dolorosos me dirijo a mi habitación, recorriendo una vez más los anchos pasillos del templo de tauro, admirando cada pilar, cada grieta, cada piedra, acompañado por el silencio que hace tiempo reina en este que un día fuese el hogar de catorce caballeros de oro.

Me adentro en el amplio cuarto que un día compartí con mi esposo, hace tiempo que las sabanas que cubren la cama perdieron el calor y el aroma que desprendían tu cuerpo, con movimientos torpes por mi enfermedad retiró la bata que cubre mi ropa de dormir, y poco después de tumbar este que siempre ha sido mi gran cuerpo me abrigo con la ropa de cama, está noche hace bastante frio.

Cierro los ojos y me relajo.

-es la hora compañero-y en ese momento, dentro de mi cabeza oigo una voz que creía olvidada, Shura de capricornio.

Abro los ojos y pocos instantes después las lágrimas ya ruedan libres por mis mejillas, allí en los pies de mi cama, de pie y con la apariencia de cuando solamente tenían veinte o treinta años están las siluetas de todos y cada unos de mis compañeros, con una gran sonrisa en sus labios.

-hemos venido por ti Alde-me dice Kanon que abraza con fuerza a Milo de escorpio.

-te echamos demasiado de menos ahí arriba-me dice la figura de Aioria que tiene a Shaka cogido de una mano y a su hermano Aioros de otra, mientras Shura abraza por detrás a su esposo.

-las fiestas no son divertidas sin ti-me comenta un Dokho guapísimo que abraza con cariño y ternura a nuestro patriarca Shion.

-venga grandullón, siempre te haces esperar, eso de llegar tarde es lo tuyo torito-me regaña Death que abraza a Aphrodita.

-ya es hora de que estemos otra vez los catorce juntos, para siempre guardián de tauro-me dice Saga que tiene entre sus brazos a Camus.

-y yo, no quiero seguir solo sin ti a mi lado amor mío-me dice mi Mu, hermoso como siempre con su larga cabellera lila y esos preciosos ojos verdes.

Y cuando me levanto de la cama mi cuerpo ya no tiene temblores, ni siquiera llevó la ropa de dormir, al igual que mis compañeros, llevo puesta, una vez más, la armadura dorada que me gane hace años. Me acercó a mi amado con una sonrisa en los labios, y él me rodea la cintura cuando llegó a su lado, siento mi cuerpo vibrar por completo mientras oigo las carcajadas y risas alegres de mis compañeros de armas.

Y sin miedo demuestro a mi esposo todo el amor que siento apoderándome de sus labios.

No me da miedo ser consciente de que esta es la última noche con vida de Aldebarán de tauro.

Volvemos a estar los catorce juntos.

Como siempre debió haber sido.

 

 

Notas finales:

UN SALUDO


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