Hidan mira, por el retrovisor y observa la nube de polvo que el auto levanta a sus espaldas. Sostenía el volante con ambas manos y fuertemente, como si quisiera escapársele y a la vez, a cada momento secaba el sudor de su frente. Miró el asiento del copiloto y vio por enésima vez que las cosas estuvieran en orden, porque la voz en el teléfono, esa misma mañana, había sido muy clara:
“- Escúchame muy bien, ¡nadie debe venir contigo!, Sólo debes traer tu camiseta azul marino... sí, esa que se ajusta al cuerpo y cubre parte del cuello; también tus jeans negros, y todas las fotografías que tengas en la casa...- decía calmadamente.- ¡Ay de ti si le avisas a la policía! - Y con una risa sarcástica le confirmó una vez más.- Ya te dije que tu bebé, esta aquí conmigo... y si quieres que siga bien, debes darte prisa. Al cabo ya conoces el camino... no tardes...”
Ese pueblo era inhóspito. La mirada de la gente seguía con desconfianza el automóvil, que Hidan, había conseguido de emergencia con uno de sus amigos. Llegó a la dirección que la voz del secuestrador le dio por teléfono.
“- ... Es la casa que está a la salida del pueblo... ajá... sobre el camino que va para la ciudad; allí verás una cerca de madera ya muy vieja, casi podrida, ¡ábrela y entra a la casa!... ahí te encontrarás en un cuarto muy amplio, al fondo hay unas escaleras que te llevan a un sótano, bajas por ahí, y ahí estaré Yo... ¿qué sucederá después?... eso… lo sabrás cuando llegues aquí.
Hidan, siguió las instrucciones al pie de la letra. Abrió la cerca, cruzó la habitación sosteniendo su camiseta azul, su pantalón negro, sus fotografías y descendió las escaleras. La casa era de maderas y ladrillos, había fotografías por todos lados, pero no alcanzaba a distinguir quiénes eran los retratados. El sótano estaba oscuro, sus zapatos hacían gemir los escalones, tenía la boca entreabierta, su respiración circulaba a gran velocidad desde el estómago hasta las puertas de sus labios.
Cuando pisó el suelo del sótano un foco se encendió: era una tenue luz roja, que alcanzaba a iluminar una cama, un buró y un letrero con palabras chuecas y con faltas de ortografía que decía.
" DESNUDATE PONTE TU CAMIZA ASUL TU PAMTALON NEGRO Y CIENTANTE EN LA CAMA"
Así lo hizo, posando ahora su sensual figura en el colchón sucio. De pronto, una puerta se abrió y un hombre de unos 38 años con un traje brillante pegado al cuerpo entró.
***
Miró a Hidan sentado en la cama, enfundado en esa camiseta azul y esos jeans negros, ropa con la que lo había conocido hace 8 años en un bar de la ciudad. Él era en ese entonces un gerente de un banco de cuerpo saludable y Hidan contaba entonces con 30 años y era agente de ventas.
***
Hidan, recordó en ese instante que aquel día, aburrido por la rutina, había decidido visitar ese bar para distraerse y al estar ahí conoció al que ahora estaba frente al.
Por la cabeza de Hidan cruzaban y se agolpaban muchos pensamientos, y el nerviosismo y el miedo a lo inesperado, lo hacían temblar. Cuando aquel hombre se acerco a él.
Lo tomó del cuello y lo pego contra la pared de la habitación, Hidan trató de defenderse, pero indiscutiblemente el hombre era más fuerte él. Sintió su miembro pegada a su trasero, como lo manoseaba todo y como su lengua recorría su cuello, sus oídos y su cara.
Le susurraba al oído:
- Estas muy rico... me gustas...quiero que seas mío... quiero verte desnudo para mí.
El hombre le aflojó sus jeans y a pesar del susto, el pene de Hidan, empezó a reaccionar, el hombre se movía como penetrándolo, su boca no dejaba de recorrer su nuca, tampoco paraba de decirle palabras cada vez más directas, calientes y sucias:
- ¡Así putito, muéstrame como se te para el pene. Como gimes. Quiero que seas mío, quiero sentir tu piel, quiero poseerte!.
Hidan, dejó de luchar, cerró los ojos y empezó a respirar fuerte y lleno de deseo. Ahora quería sentirlo, quería que lo desnudara. Y sus jeans negros y su camiseta azul, cayeron al suelo, el hombre sintió que Hidan, se le entregaba y lo soltó del cuello, y también se despojo de su ropa quedando completamente desnudos.
Sus manos recorrían todo el cuerpo de Hidan, nalgas, abriéndole las piernas, le hizo levantar las manos contra la pared, Hidan se sentía dominado, sometido.
El miembro de ese hombre era gruesa y rasuradita y estaba circuncidada, la sentía entre las piernas chocando contra sus testículos. Se arrodillo, separo las nalgas de Hidan y con su lengua empezó a recorrerle su culito.
- Ahora te toca mamar a ti... - Dijo el hombre, después de un rato.
Le hizo arrodillar ante su pene, y le dijo:
- ¡Abre la boca!... - Hidan obedeció, cerró los ojos y sintió una cosa caliente en su boca, comenzó a sentir placer, tomo las caderas de aquel hombre y ahora él llevaba el ritmo de aquella mamada, paso su lengua por sus testículos y comenzó a lamerlas suavemente, mientras con su mano le recorría su gran herramienta.
- Sí putito, sigue así, sabia que te encantaba los buenos instrumentos. Siiii... dame lengua, ahhhh así métela en tu boquita, me quiero vaciar en tu boca.
Unas mamadas mas y el hombre soltó su esperma caliente y espeso en la boca de Hidan, quien tuvo que tragar para no ahogarse, pues no podía retener en su boca, tanta leche que le depositaba el hombre.
- ¡Bébetela toda...! ¡No dejes caer ni una gota!- decía el hombre.- Así putito lindo, límpiame el pene... chupate toda la lechita... es tuya.- comentaba encantado con lo que miraba el hombre.- Sabia que eras caliente, lo supe desde que te conocí, por eso estas aquí, para que me demuestres lo puto que eres.
El hombre se acostó en la cama, e hizo a Hidna, recostar junto a él. Y le dijo que desde que lo vio aquella noche en ese bar, le había gustado, que mientras se acercaba a él, pensaba como hacer para tenerlo como ahora lo tenia, y hacerlo suyo.
- Vas a ser mío, quiero cogerte ese culito rico, quiero hacerte llegar al cielo, quiero poseerte, quiero que hoy seas mi nenito toda la tarde.- decía con una gran sonrisa.- Quiero ver a mi nenito entregado a su papi.
Hidan, se sentía poseído, se sentía entregado, era como entrar en un trance en el que sus fuerzas desaparecían.
El recorrido de las manos del hombre sobre el cuerpo de Hidan, era tormentoso y erótico pero sobre todo era la dominación total, podía pedirle lo que quisiera sabiendo que lo obedecería. El hombre lo acostó encima de él, sus vergas se rozaban.
- Ahora sentirás rico, cuando dentro de ti esté mi pene, veras lo mucho que te gusta.
Puso sus piernas en sus hombros, unto de saliva el culo de Hidan, y empezó a dilatarle el ano, tomo su verga… la puso en la entrada de su culo y empezó su penetración.
Hidan, se sentía extraño, esa sensación de temor y placer lo asustaba.
- Así te quería ver nenito... eso, putito rico... abre tu culito... deja que entre mi verga, que lo estas deseando.
Lo llevo hasta el fondo, hasta sentir sus testículos, pegar contra su culo... Hidan tenía ese pene grueso y largo dentro de él.
Hidan, veía como ese hombre se llenaba de sudor, sus piernas estaban encima de sus hombros, cerraba sus ojos, estaba volando, y ese macho sudoroso, dominante lo hacia suyo.
- Eso es, sigue así, eres mi putito... eres mío, eres mi nenito.
La verga de Hidan, empezó a disparar leche, él hombre empujo toda su pene dentro del culo de su compañero, y le baño de leche el interior, fueron varios disparos de semen los que hizo el hombre, antes de sacar su verga del adolorido culo de Hidan, y la paso por la de él, recogía su semen con la cabezota de su verga... luego le dijo:
- ¡límpiamela con tu boca... chupa la leche!.
Hidan le paso su lengua, para luego metérsela completa en la boca y no dejar un solo rastro de semen. Fue entonces cuando Hidan recobro la lucidez y recordó el motivo de su presencia en ese lugar, y tímidamente se atrevió a preguntar:
- Por favor, dime ¿Dónde tienes a mi bebé?
El hombre sacó de una bolsa un objeto negro... lo sostuvo con fuerza.
Miraba fijamente a Hidan, y con una sonrisa en los labios y un brillo muy especial en la mirada, apuntó directamente al rostro de su compañero y...............................................
¡Disparó .........!
El silencio reinó por unos instantes en aquella habitación. Él sonrió y aguardó unos segundos para que la polaroid expulsara la fotografía. Entonces acerco su boca a la de Hidan y le dio un beso, mientras que tomaba un libro y dejaba la cámara en el buró. Extendió el libro a Hidan, y éste la tomó entre sus manos y la abrazó con tanta ternura, igual que a un bebé.
- Hijito, te extrañe muchísimo - Dijo con ternura.
Colocó la Biblia a su religión “Jashin” sobre el buró y después el hombre lo beso y abrazó y le volvió a hacer el amor, como si fuese la primera vez que tocara ese cuerpo.
Celebraron el quinto aniversario de su unión como pareja, y el cumpleaños de ese “hombre desconocido”, ambos habían descubierto un extraño placer en los encuentros con suspenso y en los recuerdos que les provocaban las fotografías que a diario se tomaban uno al otro.
Para mi Kakuzu, por tú cumpleaños y
por se mi secuestrador favorito.
De tú esposo Hidan.
^_^ Fin ^_^