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EL MÁS BELLO DEL SANTUARIO por KING-OF-THE-DARK

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Notas del fanfic:

Dedicado al caballero olvidado por todo el mundo, uno que parece que no haya salido en la serie porque nadie le dedica ni una historia ni media, le incluyen en alguna de personaje secundario, pero nunca le dan el papel protagonista.

ALDEBARÁN DE TAURO

Notas del capitulo:

Espero les guste, me ha salido romanticucho, pero me ha encantado escribirlo.

Si no profundizo más en las semanas que pasan los de bronce con cada caballero es porque no lo veo necesario.

La pareja es rara, de hecho, muy rara.

Dejen comentarios por favor, es bueno saber opinones.

Cansada de que los santos de oro (casi todos), se peleasen constantemente por conseguir el título de “el más hermoso”, la diosa Atenea decidió pedirles ayuda a los chicos de bronce.

-quiero que paséis una semana con cada uno de ellos-les dijo.

-¿y qué debemos hacer?-pregunto Seiya.

-les observareis en su día a día, como se comportan, como actúan y su convivencia-dijo ella.

-¿y cuando acabe el tiempo?-preguntó Shun.

-seréis vosotros los que decidáis quien es el más “hermoso”-contestó ella.

Fue así como los santos de oro, recibieron la noticia de ese “concurso de belleza” organizado por la diosa, de cómo los de bronce serían los jueces del mismo.

La única condición que les puso la diosa a los cinco chicos, era la de que no podían votar a sus propios maestros, ya que los demás no se lo tomarían bien y argumentarían que contaban con ventaja sobre los demás.

Fue así como los cinco chicos, pasaron catorce semanas en el santuario de Atena (en el templo de Géminis pasaron dos, una para Saga y otra para Kanon).

Finalizado ese tiempo, la diosa reunió a los diecinueve en el salón del trono del patriarca, los catorce dorados a un lado, y los cinco chicos enfrente de ellos.

-Seiya, empieza tú-dijo la diosa al morocho.

-Shura-dijo el Pegaso.

Obviamente, el caballero de capricornio miró a sus compañeros con una sonrisa de oreja a oreja, sabiéndose un poco aventajado sobre el resto, pero hubo uno de los de bronce que se fijo en esto, en su opinión, solo uno de aquellos hombres merecía el titulo de “el más hermoso”, pero por motivos muy distintos a los de sus compañeros.

-muchas gracias Seiya-dijo Shura.

-de acuerdo, Hyoga, serás el siguiente-dijo la diosa.

-los gemelos, tanto Saga como Kanon-dijo el ruso.

Ambos hermanos chocaron las manos, y es que ellos contaban con la ventaja de ser dos, de que eran el uno totalmente opuesto al otro, provocando una simbiosis perfecta, el de capricornio les miraba celoso, mientras los hermanos se pavoneaban de una victoria casi segura.

-gracias Hyoga-dijo Saga.

-eso patito, muchas gracias-dijo Kanon.

Pero el mismo caballero que había observado la reacción de Shura, observaba ahora la de los gemelos con ojo crítico, y cada vez, estaba más seguro de su decisión.

-de acuerdo ¿Shiryu?-dijo la diosa.

-Milo, mi señora-contestó el dragón.

-¡toma ya¡, gracias Shiryu-dijo el de escorpio haciendo un movimiento hacia los otros tres (en plan, jodete).

“Presumido”, pensó el mismo caballero que lo observaba todo en silencio, serio, sereno, viendo las reacciones no solo de los nombrados, sino las que tenían los compañeros que no lo habían sido.

-de acuerdo ¿Shun?-le dijo la diosa al más pequeño de ellos.

-Death Mask-dijo el chico de pelo verde (más rojo que un pimiento).

-chuparos esa, chavales-dijo en voz alta el de cáncer, mientras sonreía seductor al de Andrómeda.

Aquella reacción por parte del cuarto custodio, no sentó demasiado bien al último de los de bronce que quedaban por hablar, y menos, cuando esa reacción la había provocado su hermano pequeño, pero no era cuestión de montar un espectáculo delante de Atenea, así que usando toda su fuerza de voluntad, se quedó pasivo, esperando que le llegase el turno y pudiese hablar.

-bueno Ikki, sólo quedas tú-dijo la diosa.

Todos se pusieron serios, era bien conocido el carácter algo tosco del caballero del Phoenix, y esperaban casi cualquier cosa del más mayor de los cinco chicos.

-princesa, en mi opinión, sólo uno de ellos se merece el título de “el más bello”-dijo Ikki remarcando las últimas palabras y comenzando a caminar.

-se trata, del único de todos ellos que no ha olvidado que la belleza, es algo más que lucir la melena más brillante, la piel más suave, los mejores músculos o la armadura más limpia.

-la belleza, no es solamente lo que ven nuestros ojos, puede que para las personas egoístas y vacías sea lo que cuente, pero ser más alto, más delgado, más musculoso o lucir el pelo más largo, no es lo único que cuenta a no ser que seas un ser superficial-dijo el chico.

-la belleza se lleva por dentro, es el carácter de una persona, sus acciones, lo que lo hacen ser bello. Durante estas semanas, he visto miles de veces como los demás, iban presumiendo, pavoneándose de lo que tenían o dejaban de tener, e incluso en ocasiones poniendo a parir a uno de sus compañeros para obtener ventaja.

-todos menos uno-dijo el Phoenix.

-uno al que le importaba bien poco levantarse con legañas o despeluchado si con eso nos podía ofrecer un buen desayuno. Que le importaba bien poco mancharse la ropa y el pelo de barro si así nos ayudaba a entrenar.

-ese hombre, no ha dicho ni una sola mala palabra del resto, al contrario, ha ido templo por templo ofreciéndoles consejos y sonrisas, diciéndoles que lo importante no era ganar el concurso, sino el hecho de que compartirían una semana con nosotros-dijo Ikki.

-él, ha demostrado un carácter noble y bueno, en ningún momento, ha pretendido aparentar algo que no és. En una ocasión le pregunté el motivo de que no se esforzase más para ganar el concurso, con la mayor de las humildades él respondió.

-¿quién se va a fijar en alguien como yo, teniendo los compañeros que tengo?, yo me siento bien, al menos me han dejado participar, no todas las cosas pueden ganarse, y nadie debe avergonzarse si queda en segundo puesto, eso es tan honroso como haber ganado-dijo el Phoenix repitiendo la contestación que le habían dado.

-para mí, ese hombre no es solamente el “más bello”, sino el mejor hombre con el que cuenta el santuario.

-Aldebarán-dijo el de pelo azul.

-¿yo?-dijo el de tauro.

-sí, tú-dijo el chico con una sonrisa.

-gra…gracias-contestó Alde poniéndose completamente rojo.

Tras unos minutos de silencio, en que los diecisiete que quedaban reflexionaban por fin uno de ellos se adelantó un paso, con gesto serio y algo turbado.

-tienes razón Ikki, Alde es el mejor, los demás andamos tan preocupados por lucir hermosos que hemos olvidado el verdadero significado de la belleza-dijo Dita.

-Alde es el más guapo-volvió a decir el de piscis.

-¿Di…Dita?-dijo el hombre más avergonzado todavía.

-Aphrodita tiene razón, no solamente es el más bello, sino del que debemos sentirnos más orgullosos, es el mejor hombre que jamás conoceremos, y yo me siento honrado de ser su compañero-dijo Camus.

-te debo una disculpa amigo mío, te juzgué de forma egoísta y superficial, acepta mi arrepentimiento-dijo el de acuario.

-pe…pero….yo, yo no he hecho nada-dijo el de tauro abrumado y nervioso.

-si lo has hecho, acabas de darles una paliza bien merecida a trece hombres que no eran capaces de mirar más allá de sus narices-dijo Aioros.

-siento mucho si en algún momento he provocado con mis acciones que te sientas incomodo Alde, acepta mis disculpas-finalizó el arquero.

-estoy de acuerdo con Ikki y mi hermano, tú eres el mejor de los catorce, el único realmente autentico de todos nosotros-dijo Aioria.

-¿chicos?-dijo ya el pobre toro sin saber dónde meterse.

-mi mejor amigo, mi mejor compañero es el hombre que todo el mundo debería desear, estoy feliz de darme cuenta, todo ese gran tamaño tuyo, es el que alberga un corazón que no te cabe en el pecho-dijo Mu.

-debería abrir los ojos más a menudo, me estoy perdiendo el mejor de los espectáculos que pueda ofrecerme la vida, el hombre más grande, en todos los sentidos de la palabra, el mejor caballero de oro delante de mis narices, me siento avergonzado de mí mismo por haberte juzgado, eres una belleza en bruto, que al fin y al cabo, son las mejores-dijo Shaka.   

-sino tuviese pareja, yo ahora mismo ligaba contigo-dijo Dokho con una sonrisa de oreja a oreja.

-como patriarca, nunca debí aceptar que se llevase a cabo este “concurso”, lo más importante no es ser el más bello, sino que por fin estamos juntos los catorce, que podemos convivir en paz y como hermanos, pero estaba tan obsesionado con mi aspecto, que no me di cuenta de que alguien me ganaba por goleada-dijo Shion.

-pa…parar ya…por…por favor-decía el pobre Alde deseando encontrar un sitio donde esconderse.

-¡ALDE¡, tú eres el único al que nunca mandaré al Yomotsu de una patada en el trasero, hagas lo que hagas-dijo el de cáncer.

-el mejor de los catorce-dijo Shura.

-y yo que pensaba que era el más seductor, ahora empezarás a dejarme sin genero ¿a quién le tiraré los tejos si te los llevarás a todos de calle?-dijo Milo con una sonrisa.

-he vivido en el templo marino y aquí arriba, y es cierto, nunca he conocido a un tío como tú-dijo Kanon.

-sí algún día Shion se aburré del puesto, creo que serías el mejor patriarca que podrá conocer el santuario-dijo Saga.

El pobre toro ya no podía estar ni más rojo, ni más avergonzado, en ese momento, sus trece compañeros le rodeaban, dándole palmadas y soltándole piropos.

-por fin-dijo la diosa.

Cuando la noche calló sobre Grecia, Aldebarán aún no controlaba las emociones de aquel día vivido, nunca se había sentido tan aceptado como en aquel momento, lo cierto es que nunca había estado muy pendiente de su aspecto, era consciente de que era algo distinto al resto, pero no le daba importancia, él se concentraba en otras cosas más importantes y que le hacían más feliz.

-¿te vestirás de cuero negro a partir de ahora y te dejaras el pelo largo Míster Santuario?-dijo una voz a sus espaldas.

-¡Phoenix¡-dijo el más alto al girarse y descubrir a Ikki detrás suyo.

-¿puedo sentarme a tú lado?-le dijo el de pelo azul.

-claro, aunque el suelo no es muy cómodo-contestó el otro.

-cualquier sitio me vale si lo comparto con un gran hombre-confesó el Phoenix.

-no empieces tú también, por favor-dijo el brasileño.

-¿te da vergüenza?-preguntó el otro con una sonrisa.

-no sé cómo manejarlo, no estoy acostumbrado-dijo el de tauro.

-¿por qué lo hiciste Ikki?, no lo entiendo-preguntó el mayor.

-esas marujonas que tienes por compañeros se merecían una lección, y yo solo dije lo que pensaba-le contestó el otro.

-yo…yo no sé qué decir, salvo, gracias-dijo Alde.

-dime una cosa, si te hubiesen puesto a ti de juez de este concurso ¿a quién habrías votado?-preguntó el Phoenix.

-a ninguno de ellos, son todos mis amigos, elegir a uno de ellos, hubiese provocado el enfado de los otros, y yo no quiero estar mal con nadie-dijo sincero el de tauro.

-eso precisamente, es lo que te hace ser el mejor de todos-dijo Ikki.

-lo que pasa, ahora que lo pienso, es que no te han dado ningún tipo de trofeo-dijo pensativo el más pequeño.

-oh, eso no importa, ya he ganado bastante-dijo humilde el otro.

-no, nada de eso, has ganado un concurso y mereces un regalo-dijo el Phoenix convencido.

-no puedo pedirle nada a la diosa, no sería lo correcto-dijo Alde.

-de acuerdo, yo he provocado esto, yo te daré el trofeo-dijo Ikki.

Antes de que el mayor pudiese hacer o decir nada, el más pequeño de los dos hombres se acercó lentamente y le dio un suave beso en los labios al brasileño, un toque suave, sin más pretensiones que la de ofrecer un poco de cariño al guardián de tauro, que no podía creerse lo que le estaba ocurriendo.

Por fin el Phoenix se separó de los gruesos labios del otro, y le miró con una sonrisa confiada, no se arrepentía de lo que le había ofrecido a ese hombre que intentaba reaccionar de algún modo.

Por eso, cuando Ikki comprobó que el otro hombre no iba a hacerlo, puso una mano en su mejilla y volvió a besarle, rozando con su lengua los labios del santo de oro.

A los pocos segundos, noto complacido como Aldebarán le correspondía al beso, moviendo suavemente los labios mientras una de sus grandes manos le rodeaba la cintura y lo apegaba más a su cuerpo.

Las lenguas entraron en contacto cuando ambos abrieron un poco la boca, las entrelazaron, jugaron con ellas, mientras exploraban cada rincón a su paso, apreciando el sabor del otro.

Cuando el aire se les agotó, se separaron dejando un hilillo de saliva entre sus labios.

-Ikki, yo…-dijo el de tauro.

-lo sé, no estás acostumbrado, perdona-dijo el pequeño.

-no…es solo que…no importa, da igual-dijo el mayor poniéndose de pie y dándole la espalda al de bronce.

Pero no pudo avanzar más, con un movimiento rápido Ikki se había puesto de pie y le puso una mano en el brazo, le miraba fijamente con esos ojos azules que parecían atravesarle por completo, definitivamente, por una vez en la vida, el de tauro deseaba que alguien le diese un poco de cariño, sabía que el Phoenix no era ese tipo de personas, tenía un carácter fuerte y duro, no sabía por qué razón le había besado, pero había conseguido despertar algo que llevaba mucho tiempo dormido en su interior.

-dilo, no te quedes callado Alde-dijo el de pelo azul.

-no quiero que me juzgues Phoenix, y puede que no te parezca adecuado, no es un comportamiento propio de un dorado-dijo el de tauro.

-incluso los dorados sois hombres al fin y al cabo, que vistáis una armadura no significa que no tengáis sentimientos o debáis ocultarlos, sois humanos con sentimientos humanos, no tengo por qué ofenderme, así que suéltalo-dijo el pequeño.

-no sé por qué me has besado, pero hace años que nadie lo hacía, yo….me preguntaba…si….para ti sería…, no sé cómo decirlo, déjalo-dijo soltándose del agarre del otro y metiéndose en el interior del templo.

Pero si algo se podía decir del Phoenix era que su carácter era algo terco, le preocupó haber ofendido a Alde y decidió seguirle al interior, a pesar de que el de tauro solo le llevaba unos segundos de ventaja, no lo encontró en el salón principal, así que decidió adentrarse en el interior, hacía los aposentos privados del más mayor, la puerta entre abierta le hizo comprender que estaba en su habitación.

Entró empujando suavemente la puerta, para encontrar a Alde sentado en el borde de la cama, cabizbajo, con un suave movimiento cerró la puerta del cuarto, y se acercó a la cama del santo de tauro.

-yo, siento mucho si te he ofendido Aldebarán-dijo el Phoenix apesadumbrado.

-no era mi intención.

-no es eso Ikki-dijo Alde sin mirarle.

-¿entonces?-preguntó el otro.

-¿po…podrías…podrías por favor…volver a hacerlo?-pregunto el segundo custodio más rojo que un pimiento.

-¿besarte?-preguntó el Phoenix curioso.

-sí-dijo Alde agachando más la cabeza.

Sin que Aldebarán se diese cuenta, el muchacho de bronce se quitó las zapatillas en un rápido movimiento, fue medio arrastrándose por el colchón, hasta quedar sentado con la espalda apoyada en el cabezal de la cama, estiró un poco su brazo derecho, y cogió la mano, mucho más grande, del santo dorado.

-anda, ven-le dijo con una sonrisa mientras entrelazaba sus dedos con los del mayor y le empujaba un poquito hacía su cuerpo.

-pe…pero…yo, soy muy pe…pesado, po…podría lastimarte Ikki-dijo el otro.

-entonces siéntate, como yo estoy ahora-le dijo el otro sin perder la sonrisa.

Aunque lentamente y sin confiar del todo, después de descalzarse, Aldebarán hizo lo que le pidió el muchacho, dejando descansar su enorme espalda en el cabezal de la cama, atónito, observó como unos segundos después, Ikki se sentaba a horcajadas entre sus piernas.

Un temblor nervioso invadía el cuerpo del más grande, en aquel momento, las emociones le desbordaban, no era virgen, pero se sentía como uno, sin saber que se esperaba de él, lo que tenía que hacer o decir para no molestar al otro, en pocas palabras, tenía miedo.

Viendo eso en sus ojos, el mayor de los chicos de bronce, le puso una mano en la mejilla, acariciándola suavemente con los dedos, viendo las reacciones de aquel hombre ante esa pequeña caricia.

-no tengas miedo Alde, no voy a hacerte daño, no haremos nada que tú no quieras-dijo Ikki.

-hace mucho tiempo que yo no…ya sabes-confesó el otro apesadumbrado.

-sshhh, lo sé, no te preocupes, iremos poco a poco-dijo el otro.

-¿por qué yo Ikki, por qué conmigo?-pregunto el toro.

-mereces el mismo amor que el resto Aldebarán, si el mundo es tan ciego y necio para no verlo no es culpa tuya, eres un gran hombre, ¿por qué negarte algo tan sencillo como un poco de cariño?-dijo el más pequeño.

-pero tú, no me amas Ikki, y yo tengo miedo-le confesó.

-¿de qué?-preguntó el muchacho sin dejar de acariciar suavemente la mejilla, bajando de vez en cuando al grueso cuello del otro, provocándole escalofríos al más mayor.

-de querer más cuando todo esto acabe, suena egoísta Ikki, pero, es que hace tanto tiempo que yo…yo no sé si podré….-dijo el de tauro.

-¿controlarte?-preguntó Ikki.

-resignarme a que solo sea una vez-confesó.

-ven-dijo el otro acercándose.

-pero-no pudo terminar de decir la frase, en esos momentos, los cálidos y finos labios del chico, le proporcionaban un dulce beso, lento, tierno, agradable.

No pudo evitarlo, no pudo contenerse, llevo sus grandes manos a la espalda del chico, acariciándole y apretándole un poco más contra su cuerpo.

En respuesta, Ikki rodeo su cuello con los brazos, haciendo un poco más intenso el beso, mordiendo con suavidad los labios, acariciándolos con la lengua hasta que el mayor la entreabrió y comenzaron a enredar sus lenguas nuevamente.

Alde, con cuidado, metió una de sus manos por debajo de la camiseta del Phoenix, descubriendo que su piel estaba plagada de pequeñas cicatrices, y aún así, era suave, cálida, rozaba cada centímetro de piel que encontraba, explorándolo con cuidado mientras correspondía al beso.

Ikki sabía que debía ir despacio, pero no le importaba, siendo como él era, en ese momento olvidó por completo su carácter tosco y sus modales bruscos, quería darle aquella oportunidad al de oro, darle un poco del cariño que nadie le ofrecía al de tauro, así que no iba a dejarse dominar por la pasión, le dejaría al otro todo el tiempo que necesitase, sin quejarse.

Cuando se quedaron ambos sin oxigeno, Ikki se incorporó un poco, con dudas en su cabeza, el de tauro llevo sus manos al borde de la camiseta, para ir subiéndola por el torso poco a poco, el Phoenix subió los brazos para facilitarle la tarea, y unos instantes después, su pecho quedó descubierto a la vista del otro.

-¿puedo acariciarte?-preguntó Alde.

-no debes pedirme permiso, solo déjate llevar Alde, no voy a irme a ningún lado-contestó Ikki.

-si hago algo que no te guste, ¿me…me lo dirás?-preguntó el mayor.

-no, te morderé y luego te reñiré-dijo el otro con una sonrisa, dándole más confianza al mayor.

Alde llevó su mano derecha a la mejilla del pequeño, acariciándola suavemente con las yemas de los dedos, estuvo unos instantes hasta que bajó al cuello, y notó un temblor en el otro que le hizo ponerse tieso.

-son cosquillas-dijo medio riéndose Ikki.

-lo siento-dijo el mayor.

-anda sigue, pero no tan flojito o conseguirás que me mee de la risa-dijo el más pequeño.

No dejo ni un solo milímetro de aquel torso sin explorar, cada musculo, cada hueso que sobresalía, cada cicatriz, luego, cambio las manos por sus labios y su lengua, recorriéndolo nuevamente mientras Ikki comenzaba a suspirar, aquello le estaba gustando, la delicadeza de aquel hombre no cuadraba con su gran tamaño, y él mismo se dio cuenta de que había juzgado mal al de tauro.

-uh-exclamó cuando el mayor se apoderó de uno de sus morenos pezones.

Ikki rodeo con su mano la cabeza del Alde, enredando sus dedos en el corto cabello castaño, apretándolo un poco contra su pecho, le gustaba mucho lo que le estaba haciendo en el pezón.

-sigue por favor-medio le rogó al otro.

La mano libre del toro se apoderó del otro pezón, jugueteando con él entre sus dedos, pellizcándolo suavemente, mil escalofríos recorrían el cuerpo del más pequeño, que bajó lentamente su mano, hasta posarla en la camisa que llevaba puesta el otro.

-déjame quitártela-dijo el muchacho.

Alde dejó el pecho del Phoenix y se incorporó un poco, volvieron a besarse mientras el de bronce le desabrochaba los botones y retiraba la prenda, cuando lo consiguió, tumbó hacia atrás al mayor, y le devolvió con creces cada caricia y cada beso, explorando el pecho grande y musculoso del santo de tauro, que echaba el cuello para atrás cada tanto que Ikki acertaba en un punto exacto de placer.

Poco a poco, el Phoenix fue bajando hasta encontrarse con la cintura de los pantalones del otro.

-Ikki, yo, yo no-dijo Alde nervioso.

-desnúdate Alde, hazlo para mí-dijo el más pequeño mientras se desabrochaba el botón de sus propios pantalones y bajaba la cremallera.

-pero…-dijo el taurino.

-no voy a asustarme-dijo el otro confiado mientras se bajaba y desprendía de los pantalones, quedando solamente en bóxers ante el otro, que levantó un poco la cadera y comenzó a quitarse los suyos, quedando desnudo ante el otro, pués no llevaba ropa interior.

“va a doler” fue lo que pensó Ikki cuando vio el tamaño del miembro del otro, con los ojos abiertos como platos, pero no podía parar ahora, sabía que eso le haría daño al mayor, así que antes de que el otro lo notara, se agachó un poco y comenzó a dar pequeños besos en el miembro semi erguido de Aldebarán.

-¡IKKI¡-exclamó el otro cuando sintió la lengua del chico recorriendo su miembro, la base, el glande, mientras la mano diestra exploraba los testículos con suavidad.

Como pudo poco a poco, fue metiendo en su boca el gran miembro de su amante, saboreándolo, sabía amargo y salado, pero no por eso se detuvo. Notaba los movimientos del cuerpo del otro, victima como era de un placer que había olvidado hace tiempo.

Las succiones del Phoenix, eran cada vez más rápidas, apretando con los labios y jugueteando con la lengua, sabía de sobras que el otro no aguantaría mucho tiempo, pero seguiría hasta poder ofrecerle al de tauro la entrada a su cuerpo.

-¡aaahhh¡-gritó tauro en un espasmo al mismo tiempo que alcanzaba el orgasmos y se derramaba en el interior de la boca de un Ikki que se vio desbordado, derramando aquello que no pudo tragar.

-lo…siento…Ikki-dijo entrecortadamente Alde.

-¿el qué, estar disfrutando?-preguntó el otro curioso tumbándose boca arriba en el colchón, al lado del cuerpo del mayor, que intentaba acompasar su respiración.

Pasaron unos instantes en silencio, hasta que el de tauro se incorporó en la cama y se apoderó nuevamente de los labios de su compañero de cama, mientras le besaba, llevó su mano derecha al miembro de Ikki, y comenzó a acariciarlo con un cuidado extremo.

-no me voy a romper-dijo Ikki con una sonrisa después de que separasen.

Los movimientos se hicieron más rápidos en respuesta, consiguiendo una erección en el muchacho, que jadeaba notablemente.

El de tauro cambió la mano por los labios y la lengua, metiéndose el miembro de aquel chiquillo (Alde tiene 30 años y Ikki 19) en la boca, degustando el sabor fuerte, cada vena marcada, mientras acariciaba los testículos.

-ah…más…por…favor-jadeaba Ikki pero del placer.

El mayor, sin dejar su tarea, llevó su mano a la altura de la boca del otro, que comprendiendo las intenciones, comenzó a lamerlos con lujuria, impregnándolos de su propia saliva.

Mientras el de tauro presionaba más fuerte el miembro de Ikki con sus labios, fue explorando la intima entrada del menor, acariciándola hasta estar seguro y meter suavemente uno de los dedos.

-ah…ah…sigue…sigue más…ah-gemía el Phoenix.

El segundo dedo entró acto seguido, provocando que la entrada de Ikki se dilatase, y que el chico comenzase a retorcerse de placer, Ikki alcanzó el orgasmo al tiempo que Alde introducía el tercer dedo, pero Alde no paró de lamer su miembro por aquello, siguió haciéndolo a más velocidad, provocando entre sus dedos y su boca, que minutos más tarde el Phoenix tuviese una nueva erección.

Paró súbitamente de hacerlo, sacó los dedos con cuidado de no hacerle daño al otro.

-yo peso demasiado, es mejor que estés arriba-dijo el mayor.

Cambiaron posiciones, y el más joven volvió a sentarse a horcajadas del otro.

-hazme un favor Alde-dijo el chico.

-bésame y no dejes de hacerlo mientras lo hago-rogó el chico.

-si quieres, paramos, yo no…no quiero

¡hazlo¡-gritó el Phoenix.

Le besó, con fuerza, rodeando con su mano la cabeza del de bronce, de repente lo sintió, su miembro siendo aprisionado poco a poco por las paredes internas del chico, que gemía en su boca mientras su miembro iba ganando terreno.

El calor en el interior de aquel cuerpo joven era asfixiante, pero de repente noto algo húmedo cayendo a su mejilla. Intentó separase, pero un rápido movimiento del chico se lo impidió, agarrándose del cuello con fuerza mientras seguía bajando su cuerpo, lentamente, asimilando el miembro de tauro en su interior.

Le dolía horrores, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo para no echarse hacia atrás.

Comenzó a notar suaves caricias en su espalda, la lengua del toro explorándole la boca, intentando relajarle para que aquello fuese más fácil.

Pero no lo era, literalmente lo estaba partiendo en dos, Ikki eligió el camino fácil, pero el doloroso, de un brusco movimiento bajo penetrándose por completo, ahogo el grito de dolor en la boca del segundo custodio, no pudo hacer lo mismo con las lágrimas, pero no abandonó aquellos labios que intentaban consolarle de algún modo.

Se mantuvo inmóvil unos instantes, hasta que el cuerpo se relajó lo suficiente para que el dolor fuese menos agudo, solo entonces se separó de los labios de Alde, que le miraba impotente mientras secaba con sus dedos las lágrimas que había derramado.

-debiste parar Ikki, por mi culpa estás sufriendo-dijo apenado el de tauro.

-tranquilo, lo peor ya ha pasado-le dijo ofreciéndole una media sonrisa.

Comenzó a moverse despacio, aún no estaba lo suficientemente relajado y le dolía un poco, apoyo las manos en el pecho del mayor, encontrando un punto de apoyo para los débiles movimientos que comenzó.

Viendo en la cara del chico el rastro del dolor, el mayor de los hombres comenzó a acariciar despacio el miembro semi erguido del Phoenix, intentando brindarle placer, que aquel acto no fuese más doloroso de lo necesario.

Bastaron unos minutos para que el placer le ganase la partida al dolor y Ikki comenzase a moverse con desenvoltura, moviéndose más rápido, alternando embestidas profundas con otras más rápidas.

Los gemidos y jadeos comenzaron a llenar la habitación.

Alde se incorporó, quedando sentado con Ikki sentado en sus piernas, rodeo la cintura del Phoenix con su brazo libre, al tiempo que se apoderaba nuevamente de uno de sus pezones con los labios.

Ikki hecho la cabeza hacia atrás, disfrutando de las caricias que le proporcionaba aquel hombre, moviéndose cada vez más rápido sobre el miembro del mayor, encontrando el punto exacto donde el placer se acrecentaba.

-si…sigue…aahh-gimió el pequeño cuando el otro comenzó a masturbarle más rápido.

El de tauro comenzó a ayudar, moviendo sus caderas al mismo ritmo que le imponía el Phoenix, sentirse en el interior del muchacho le superaba, en esos momentos Aldebarán se sentía completo, recibiendo un cariño que hacía años que no recordaba, aunque al tiempo, se cuestionaba el por qué de que Ikki de Phoenix le hiciese semejante regalo, no considerándose merecedor del mismo.

El placer aumentaba por minutos, sus cuerpos sudados rozaban el uno con el otro al tiempo que el calor de sus cuerpos aumentaba, ambos sabían que no faltaba mucho para el orgasmo, Ikki se agarró con fuerza de los hombros del de tauro, acoplándose nuevamente a un ritmo frenético, desesperado, que les hacía gemir a ambos.

-ahh…aahh…mmm-gemía el Phoenix.

-por… favor…no…te pares-le dijo el de tauro.

Se besaron, salvajes ambos, perdiendo la cordura mientras compartían algo perfecto, ahogaban los gemidos en la boca del otro, hasta que la falta de aire y el orgasmo les hizo separarse.

-I…IKKI-grito el guardián de tauro mientras su cuerpo se tensaba por completo y se derramaba en el interior de Phoenix.

-aaaaaahhhhh-gritó Ikki cuando alcanzó el orgasmo entre sus vientres y la mano del mayor.

Cayó exhausto en el pecho de Alde, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo rápido, el de tauro le rodeo con sus brazos, protegiéndole, reconfortándole, mientras una lágrima comenzaba a recorrer despacio su mejilla.

-¿por qué lloras?-preguntó el menor angustiado.

-yo…creía que nunca iba a volver a sentir esto-dijo el otro ya preso de un llanto imparable, abrazando con fuerza el cuerpo que permanecía encima suyo, totalmente agradecido con aquel chiquillo que le había brindado unos minutos de la más absoluta felicidad.

Se acomodaron minutos más tarde en la cama, abrazados el uno al otro, totalmente exhaustos.

-Ikki-dijo el mayor acariciando con ternura la espalda del otro.

-dime Alde-contestó el Phoenix.

-aunque mañana despierte solo, aunque debas marcharte y no nos veamos en un tiempo, yo…yo quisiera-dijo el de tauro siendo consciente de que ellos no mantenían ningún tipo de relación y que Ikki volvería a la mansión con la llegada de un nuevo día.

-dilo, pídeme lo que quieras, está noche es tuya-le dijo el Phoenix con una sonrisa en los labios.

-se que no somos nada, que no tengo derecho a pedírtelo, no quiero parecer egoísta, pero…yo, hace tiempo que…no lo escucho, ¿te molestaría mucho…decirme…aunque sea mentira…bueno…ya sabes?-dijo el otro sin poder esconder su angustia por lo que le estaba pidiendo al otro hombre.

A Ikki le costó unos segundos entender la petición del mayor, y por unos instantes, sintió lastima por aquel hombre que tan falto de cariño estaba, no podía concebir como un hombre tan bueno y noble estaba tan solo por culpa de su aspecto exterior, así que nuevamente, el Phoenix decidió hacer algo por aquel grandullón tan entrañable.

-te amo Aldebarán, te quiero muchísimo-dijo sincero.

Ikki pasó los siguientes quince  minutos intentando consolar el llanto angustioso y desesperado de un hombre que se sentía tremendamente solo, que no quería que llegase la mañana y volver a encontrar una vida solitaria y vacía donde no era aceptado, así que se aferró con fuerza al cuerpo del joven, intentando retrasar lo inevitable. Cayendo en brazos del sueño, pocos minutos después.

Cuando llegó la mañana y abrió los ojos, descubrió con tristeza que estaba solo en la cama, tenía el recuerdo de aquella noche vivo en su cabeza, cada sensación, cada sentimiento.

Se levantó de la cama sintiéndose vacio, hasta que sus ojos castaños toparon con una hoja de papel escrita encima de su mesita de noche, la cogió despacio y comenzó a leerla.

Mi buen Aldebarán:

No soy muy bueno con esto de las palabras, te pido disculpas por ello.

Sé que estarás apenado por despertarte solo, y espero que me perdones por ello.

Cuando desperté, creí que sería adecuado no darte unas esperanzas a las que no puedo corresponder, se que necesitas algo que no siempre podré ofrecerte, no soy muy dado al sentimentalismo, ni a los actos románticos.

Lo de anoche salió de mi corazón, y no me arrepiento para nada en absoluto, pero tengo un carácter demasiado difícil de manejar, y tú mereces algo mejor que a un hombre brusco y de malos modales que no siempre tendrá un te quiero preparado.

Ni siquiera yo me aclaro con esto de los sentimientos, pero anoche me sentí especial, querido, cuidado y protegido por el mejor de los hombres.

Tengo diecinueve años, a tu lado, solamente soy un chiquillo, y tú mereces un hombre hecho y derecho a tú lado, alguien que te valore como mereces, más allá de ese aspecto por el que te juzgan todos.

Me siento orgulloso de haber sido tuyo por una vez, de haber compartido una noche con un hombre maravilloso.

Te deseo lo mejor Aldebarán de tauro.

Nos veremos pronto, espero.

Cuídate mucho.

Con cariño (aunque no lo creas viniendo de mí).

Ikki del Phoenix.”

Salió corriendo en cuanto terminó de leer la nota, se vistió con lo primero que encontró y se calzó rápidamente, y bajó las escaleras hasta el templo vecino.

-Mu…Mu…¿estás aquí?-medio grito buscando al único santo que podía ayudarle.

-¿qué pasa amigo?-preguntó el otro sorprendido de encontrar a su compañero tan alterado.

-tienes que ayudarme Mu-le rogó el otro.

-por supuesto, ¿que necesitas?-preguntó el ariano curioso.

-transpórtame con tú técnica al aeropuerto por favor-le volvió a rogar angustiado.

-sabes que no puedo usarla fuera del santuario sin motivo-dijo el de aries apenado.

-yo cargaré con las culpas, diré que te obligué, pero por favor, hazlo te lo ruego-dijo el de tauro.

-¿y para qué quieres ir al aeropuerto?-preguntó el otro viendo la desesperación en la cara de su amigo.

-para evitar que se vaya, para que se quede a mi lado-dijo el de tauro.

-¿de quién estás hablando Alde?-preguntó el de aries sin terminar de entenderlo.

-de….de Ikki-confesó el otro cabizbajo.

-¿Ikki?-preguntó Mu.

-Mu, yo…yo…le quiero-confesó mirando a los ojos a su amigo, dándose cuenta de lo que realmente sentía por el muchacho de bronce.

El caballero de la primera casa suspiró, no entendía como había pasado ni que había ocurrido, pero su mejor amigo le estaba pidiendo ayuda, y él, no pudo negarse.

-anda vamos, ya me lo explicarás más tarde-le dijo ofreciéndole el brazo derecho.

-¡gracias Mu, gracias¡-dijo el otro cogiéndose del brazo.

Aparecieron en un lugar apartado del aeropuerto, algo alejado de la vista de los viajeros que por allí había, y comenzaron una frenética carrera por la terminal del aeropuerto, buscando entre la gente una figura que les resultase conocida.

Estaban a punto de darse por vencidos cuando el de aries divisó la conocida melena verde de Shun de Andrómeda, le pegó un grito a su compañero y en unos segundos estaban delante de los cinco chicos de bronce y la diosa, respirando con dificultad a causa de  la carrera, mientras ellos les miraban con cara de no entender.

-¿Mu?, ¿Alde?-preguntó la mujer.

-perdón por utilizar mi técnica fuera del santuario, eran causas de fuerza mayor-dijo Mu.

-¿Aldebarán?-preguntó Ikki un tanto confuso.

-no…no…no te vayas…por…por favor…que…quédate…quédate conmigo-dijo el hombre mirándole a los ojos.

-sabes que no puedo hacerlo, ya te lo he dicho-dijo el joven un tanto apenado.

-tan solo déjame hablar, escúchame, luego, podrás tomar la decisión que desees-pidió el de tauro.

Ikki suspiró con fuerza, y se mantuvo en silencio durante unos segundos, luego hizo un gesto afirmativo con la cabeza, esperando a que aquel hombre empezase a hablar.

-cuando escribiste “con cariño” si te creí, te creí porque nadie hace lo que tú hiciste por mí anoche sin sentir algo, no digo que sea amor de tu parte, pero no quiero que te marches, porque yo sí que tengo ese sentimiento por ti-dijo el de tauro.

-puede que sea muy precipitado, que lo que ocurrió entre nosotros no sea suficiente para sentir lo que siento, pero yo…te quiero.

Ikki se quedo pasmado, con los ojos abiertos como platos y sin saber que decir.

-a mí, a mi ni me importa que tengas diecinueve años, o que seas brusco en ocasiones, me da igual si no eres romántico las veinticuatro horas, o si eres algo duro para demostrar tus sentimientos, no me importa si no me dices que me quieres, pero tenias razón-dijo el de tauro.

-yo quiero un hombre al que proteger y cuidar, al que brindarle mi cariño y mi apoyo, demostrarle el amor que siento, pero te equivocaste al decir que tendría que fijarme en un hombre hecho y derecho, porque me he fijado en ti.

-en un chiquillo al que le falta cariño a pesar de estar rodeado de gente, que está tan solo como yo, tan perdido como yo. Yo….yo quiero cuidar de ti, protegerte a ti, quiero hacer esas cosas que he dicho contigo-siguió Alde.

-si necesitas tiempo te daré todo el que necesites, si no te aclaras intentaré ayudarte en lo que pueda, no soy el más listo de todos, pero me esforzaré al máximo por hacerte feliz.

-por favor Ikki, no te vayas de mi lado, no me dejes en este mundo vacio y gris, solo-pidió el de tauro con lágrimas en los ojos.

-te quiero-dijo Aldebarán.

Ikki no sabía qué hacer o decir, estaba estupefacto, se sentía conmovido, pero también un poco atemorizado, no tenía claros sus sentimientos hacia el de tauro, y su cabeza estaba hecha un soberano lio.

Hasta que una mano, pálida y pequeña se posó en su hombro, y se dio cuenta de que era su hermano, mirándole tiernamente.

-tienes derecho a ser feliz hermano, se que estas confundido, pero si no lo intentas, te arrepentirás el resto de tu vida. Yo quiero que seas feliz, te lo has ganado, y Alde es un buen hombre, si no sale bien, conservarás un gran amigo para siempre, pero si te rindes antes de comenzar, nunca conocerás la autentica respuesta, la de tu corazón-le dijo Shun.

El Phoenix se quedó mirando a su hermano, tenía razón, si no se arriesgaba, si no lo intentaba, se arrepentiría el resto de su vida, y ya estaba cansado de sentirse solo.

Miró a su diosa, que le sonreía, a sus compañeros que le hicieron un gesto con la cabeza.

-Saori-dijo el muchacho.

-dime Ikki-contestó ella.

-qui…quiero quedarme-dijo en voz bajita.

-entonces, hazlo, escucha a tu corazón y hazle caso, él te dará los más sabios consejos-dijo la chica.

Lo siguiente que supo el Phoenix, es que estaba entre los brazos de Alde, que le abrazaba con cariño, transmitiéndole, calor, seguridad y un inmenso amor.

-mi hermano tenía razón-dijo de repente Shun.

-¿a qué te refieres Shun?-preguntó Hyoga.

-mirad a Alde con mi hermano entre sus brazos y decidme, ¿qué veis?-dijo el chico con una sonrisa en los labios.

Pasaron unos segundos viendo aquella estampa, al guardián de tauro con Ikki entre sus brazos, arropando al joven con su inmenso cuerpo, mientras sus labios lucían una sonrisa tierna y sus ojos castaños transmitían serenidad, felicidad, y amor.

-al hombre más hermoso de todos-dijo Shiryu.

Los chicos de bronce se marcharon junto a su diosa, Ikki, Mu y Alde  regresaron al santuario, donde tuvieron que dar muchas explicaciones, pero no fueron castigados.

Aunque al principio se extrañaron y  sorprendieron, los compañeros de tauro se alegraron por él, por fin había encontrado a alguien con quien compartir su vida, alguien que sabía apreciarle.

Las cosas no siempre fueron fáciles para la pareja, pero finalmente, Ikki se dio cuenta de que realmente amaba a aquel hombre con el que había pasado una de las más maravillosas noches.

Finalmente, ambos encontraron la felicidad y el amor.

El resto de los dorados nunca volvió a discutir por ser “el más hermoso”.

De todas las cosas bellas, la que les supera a todas.

Es el amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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