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INSPIRACIÓN por KING-OF-THE-DARK

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Notas del fanfic:

Es un one shot que ha salido solito y de la nada. Espero que os guste. Ya estoy algo cansado de que las historias que escirbo no tengan seguimiento. Intento no concentrarme demasiado en los reviews recibidos, pero reconozco que cuando no te dejan ni un comentario ni medio, te dan ganas de dejarlo todo de lado.

Notas del capitulo:

Debo reconocer que aunque son los protagonistas, la pareja de Eiri y Shuichi no me gusta, yo prefiero veinte veces al escritor con Hiro o al cantante con Ryuichi, pero en está ocasión, he puesto a la pareja junta.

Pero en fin, nunca llueve a gusto de todos, me he dado cuenta al perder la inspiración mientras escribia un fic de Saint Seiya, a mí me gusta demasiado una pareja, pero al resto de la gente no le mola, y se ha notado.

Así que vuelvo con un fic de Gravitation, y cono más vale bueno conocido, que malo por conocer, dejo un Eiri Shuichi que supongo que tendrá más aceptación.

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Eiri llevaba más o menos cuatro horas releyendo la misma frase, que él mismo había escrito.

“Los amantes decidieron….”

Pero nada, no se le ocurría nada, estaba con la mente en blanco. Llevaba unas ciento cincuenta páginas escritas, su nueva novela se publicaría en dos meses, y a Eiri Yuki Uesugi simplemente no se le ocurría que hacer con aquellos amantes que acababan de tener su quinta cita.

Se quitó las gafas de fina montura y se estiró todo lo largo que era en aquella silla de escritorio forrada en cuero negro, encendió el que sería el quinto o sexto cigarro en aquellas cuatro horas de total falta de inspiración y comenzó a pensar.

En su primera novela, los amantes eran una versión moderna de Romeo y Julieta, solo que sin las muertes o la lucha de espadas, ni tanto verso de por medio.

La segunda fue la típica historia profesor-alumna, con mil malos entendidos, desdicha por los cuatro costados y un final un tanto ambiguo en el que realmente no se sabía si los protagonistas acababan juntos o separados.

La tercera y simplemente por petición de un publico fanático, (que últimamente andaba obsesionado por los seres de la noche), la había escrito con un protagonista vampiro y una humana normal que por supuesto, se enamoraban perdidamente el uno del otro, que luchaban contra el mundo y contra otros vampiros y, tras mil y un sin sabores acababan compartiendo la inmortalidad.

La cuarta, la típica historia de amor ambientada en épocas románticas, con caballeros de doradas armaduras y damiselas frágiles que se metían en apuros cada dos por tres.

Pero la actual novela se le había atragantado desde el mismo momento en el que decidió el titulo, se le había antojado la típica historia medio policiaca, con una abogada recién estrenada, de esas que tienen tantas ganas de demostrar su valía que no le importa coger cualquier tipo de caso, y claro está, el típico asesino despiadado del que ella se enamoraba perdidamente. Pero la única verdad es que lo único que había conseguido hasta el momento es que el protagonista masculino pasase más tiempo en la cárcel que en otro lado, y que la abogada bonita pareciese una completa inútil que no sabía sumar dos más dos.

Con casi más de la mitad de la novela escrita, la única verdad es que ni siquiera había podido escribir una escena de sexo decente, y eso le estaba sacando de sus casillas de mala manera, ni le funcionaba el café ni la cerveza, ni le funcionaba fumar como un poseído ni borrar quince veces la misma frase, y mucho menos desfogarse en la cama con Shuichi, que se mantenía ajeno a los problemas existenciales por los que pasaba el escritor de ojos tan dorados como su corta melena.

-y yo acusándote de tener talento cero-suspiró con una sonrisa al recordar, cómo se metía con el cantante de pelo rosa cada vez que a su baka le fallaba la inspiración.

Lo volvió a intentar después de terminarse el cigarro, borró del texto la dichosa frase que le traía por la “calle de la amargura”, sacó por quinceava vez al protagonista masculino de la cárcel, y volvió a quedarse atascado cuando plantó a ese hombre frente a la puerta de la oficina de su abogada.

-¡demonios¡-exclamó nuevamente, no había nada que hacer, tenía un bloqueo mental y lo sabía, así que guardó el texto de mala gana y apagó su ordenador con rapidez, levantándose poco después de aquella silla para salir de su despacho en busca de su koibito.

Shuichi estaba en la habitación que compartían, llevaba puestos unos auriculares mientras escuchaba en un Mp3 la nueva canción que había compuesto Suguru, con los ojos cerrados se concentraba en cada acorde, en cada nota, intentando acoplar una canción a una melodía que en esta ocasión se le antojaba demasiado lenta al cantante.

Con una libreta apoyada en sus rodillas flexionadas y un bolígrafo en su mano derecha, se concentró en la imagen de un escenario y mil personas diferentes esperando en silencio aquella nueva canción, escuchó los primeros acordes de la guitarra de Hiro, lentos en un principio y más fuertes al transcurrir los segundos, y su mano derecha comenzó a deslizarse rápidamente por el papel, escribiendo con letra clara, las primeras silabas de aquella canción que sería el single principal de su nuevo disco “Resurrection of Angels”.

De repente, la puerta de la habitación se abrió, dejando ver para el cantante, la silueta clara de su escritor, de ese hombre frío y de toscas palabras al que él amaba más que a nada. Con una sonrisa en los labios, apagó el Mp3 y cerró la libreta de música, quitándose los auriculares de los oídos y dejándolo todo cuidadosamente en la mesita que había a su lado de la cama, mientras veía a su koibito acercarse despacio a la cama mientras se desabrochaba la camisa azul que llevaba puesta.

-¿ocurre algo?, creí que no vendrías hasta más tarde-le dijo Shuichi al rubio.

-nada-fue la parca contestación del otro hombre mientras se sentaba en el borde de la cama y terminaba de quitarse la camisa.

-ajá, ¿y ese nada, es lo que te tiene tan enfadado?-dijo el más pequeño mientras el otro hombre se descalzaba.

-no te metas donde no te llaman enano hiperactivo-le ordenó el rubio sin mirarle, mientras volvía a levantarse para desabrocharse y quitarse los pantalones negros que llevaba puestos.

-tú mismo, “gran escritor”, yo solo quería ayudar-dijo el pequeño acomodándose en la cama, dándole la espalda a su koibito mientras el escritor terminaba de desnudarse y se metía en la cama.

-¿cómo carajos va a ayudarme un cantante sin talento?-preguntó Eiri enfadado, dándole también la espalda ya que no tenía ánimos para nada.

-bueno, podría hacerlo si por una vez en la vida te bajases de ese burro en el que estás subido y reconocieses que necesitas ayuda-le soltó el pequeño sin mirarle.

-yo no ando subido a ningún burro, baka-le dijo girándose para encontrarse con que su amante le daba la espalda.

-déjame demostrártelo, por favor-le dijo Shuichi girándose nuevamente, acomodando su espalda en el cabezal de la cama, cogiendo nuevamente el Mp3 que había dejado en la mesita de noche.

-¿si te hago caso en tus tonterías me dejarás dormir tranquilo?-le preguntó molesto el mayor.

-te lo prometo-contestó el cantante con una sonrisa en los labios.

-ilumíname-dijo cínico el escritor.

-ponte un auricular en un oído, y no me repliques, has dicho que me darías una oportunidad, hazlo aunque no entiendas a que viene todo esto-le pidió Shuichi ofreciéndole uno de los auriculares del Mp3.

El rubio cogió de mala manera aquel auricular, lanzándole al de pelo rosa una mirada de esas que asesinarían a cualquiera y emitiendo un gruñido de disconformidad.

-de acuerdo, pon la cabeza en blanco, no pienses en nada, y deja que la música te llene-le dijo Shuichi dándole al botón del play al Mp3.

La música comenzó a sonar, era la nueva melodía que hasta hace unos minutos el muchacho estaba escuchando, una balada lenta de ritmos relajantes para cualquiera que apreciase la buena música, Shuichi llevaba puesto el otro auricular, compartiendo aquel sonido con su amante de ojos dorados.

-vale, la pareja de tu libro ha discutido, imagínatelo, una discusión fuerte, de esas en las que se dicen cosas que duelen muchísimo, de las que incluso llegas a levantarle la mano a tu pareja al borde de los nervios-le comentó Shuichi al rubio-

-ajá-contestó simplemente el otro.

-y ahora llega el momento de la reconciliación, ese en el que el chico dice lo arrepentido que está, en el que confiesa sus sentimientos mientras la chica lo observa en silencio y llorando a lágrima viva-dijo el chiquillo mirando a su amante con una sonrisa en los labios.

-ajá-volvió a decirle el otro.

-imagínate esa reconciliación en tu cabeza y ponle está música, haz que cada acorde coincida con las palabras del chico y los sentimientos de la chica-comentó el de pelo rosa.

Por alguna extraña razón, Eiri le hizo caso a su baka por primera vez en la vida, cerró los ojos y se concentró en lo que el otro le pedía.

Con el primer agudo de la guitarra imagino al protagonista de la historia que se la había atascado, un hombre llamado James, alto, de cuerpo atlético y musculoso y piel excesivamente morena, de pelo corto y castaño y pronunciada barba de varios días, imaginó al hombre de ojos verdes enfundado en la típica ropa carcelaria, recluido en una pequeña celda acompañado únicamente de un recuerdo que hacía más agradables sus días.

Victoria, la protagonista femenina de su historia, esa joven abogada de cintura estrecha, largas piernas y pecho voluptuoso, esa chica de melena larga y dorada, de piel del color del marfil, labios finos y rosados e increíbles ojos azules, siempre vestida con sobrios trajes que la hacían lucir mayor de lo que era.

El estribillo de aquella canción de su koibito, le recordó la típica sala donde se encuentran abogados y presos cuando estos están en la cárcel, con ambos protagonistas juntos, mirándose fijamente pero sin decir nada mientras la grabadora de la abogada lleva grabando incontables minutos un silencio que les pesaba a ambos.

Un ritmo algo más rápido tocado con sintetizador, hizo que en su cabeza, aquellos protagonistas e mirasen fijamente a los ojos, y que la pasión se desatase en ellos de manera irrefrenable.

Eiri veía nítidas aquellas imágenes en su cabeza, dándole a la historia de aquel encuentro carcelario, el mismo ritmo de la canción que escuchaba en ese momento en el Mp3 de su koibito.

Luego la música bajaba notablemente, casi como si la canción fuese a finalizar, pero el escritor era consciente de algún modo de que no había durado el suficiente tiempo, por lo que supuso que tras esa bajada en la tonalidad, los chicos de Bad Luck habrían añadido una explosión de música para los oídos.

Y entonces la escena de su cabeza cambió, y visualizó el escenario de un concierto, sus luces, el efecto especial del humo, a Suguru Fujisaky en el sintetizador mientras Hiroshi Nakano tocaba la guitarra.

Y a su koibito preparándose de algún modo para cantar un solo que posiblemente le destrozaría la garganta.

Lo vio mirando a los miles de fanáticos que rodeaban aquel escenario e incluso lo imaginó con un pantalón de cuero negro y una camisa tan roja como la sangre, luego cerraba los ojos y cogía aire, al mismo tiempo que Suguru dejaba de tocar en sintetizador y se escuchaba únicamente la guitarra tranquila de Hiro.

Y en ese momento, la explosión de luces y colores, el ritmo de una voz que dejaba completamente anonadados a los miembros del público, y esa voz llegando hasta él, que como siempre, se escondía tras unas gafas oscuras en mitad de un público entusiasmado. Pero incluso en su imaginación, Eiri sabía a ciencia cierta que aquel niño de pelo rosa y ojos amatistas le cantaba únicamente a él, que aquella canción estaba inspirada, creada y escrita por y para él.

Y cuando después de aquel estallido de música la canción comenzó a finalizar, las luces a menguar, y la voz de Shuichi se relajó, el sintió dentro de su cabeza que aquella canción era simplemente, perfecta.

Abrió los ojos cuando su koibito paró nuevamente el Mp3, mirando con su ojos dorados el cuerpo pequeño de su amante, apreciando en cada poro de su piel el calor intenso que emitía el chiquillo con cada una de sus sonrisas, y no pudo evitar sentir el deseo inundar su cuerpo, desear como nunca a aquel muchacho de ojos amatistas y aroma de fresas.

-¿y bien?-le dijo su koibito volviendo a dejar aquel aparato de música en la mesita de noche.

-ven-le contestó con tono lujurioso mientras alzaba su mano derecha y acariciaba la mejilla del cantante.

Cuando el otro se acomodó en la cama, no dudó ni un instante en apoderarse de esos finos y rosados labios, que le correspondieron al instante, degustando ambos el sabor del otro en sus bocas, acariciando sus pieles mientras compartían un momento únicamente suyo.

Eiri cambió posiciones con su koibito, quedando encima de él, aprovechando que ambos vestían únicamente su ropa interior para acariciar, besar y lamer aquel cuerpo pequeño y delicado del que hace tiempo era dueño, besando sus labios al tiempo que su mano derecha se apoderaba de uno de los pezones del cantante, que ahogó un gemido en la boca inquieta de un amante que le reclamaba nuevamente como suyo.

Sin dejarle tiempo a nada, el rubio escritor comenzó a degustar ese esbelto cuello, esa garganta que cantaba para él, mientras con pausados movimientos rozaba su miembro erecto con el del chico, aún los dos con los bóxers puestos.

-aahh, Eiri-gimió el del pelo rosa cuando cambio su mano derecha por su boca y comenzó a saborear el pezón erecto del cantante, mientras que este le acariciaba suavemente la espalda tal y como le gustaba al rubio.

Pero Yuki no paró, le dio la misma atención a ambos pezones mientras que con la mano diestra acariciaba el miembro de su cantante por encima de la tela, provocando que Shuichi moviese su cadera buscando más contacto con la piel del más mayor.

Después de trazar un camino de besos y lamidas por el torso, el estomago y el ombligo de su koibito, finalmente el escritor se deshizo de la única prenda de tela que les cubría a ambos, quedando sus cuerpos desnudos a la vista de ambos amantes, que seguían acariciándose y besándose como si no hubiese un mañana y aquella noche fuese la última en la que pudiesen amarse.

Con deseo y cierta gula, el escritor se apoderó del miembro erguido de su baka con los labios, lamiéndolo desde la base hasta la punta mientras acariciaba suavemente los testículos de un cantante que ya no podía gemir con más fuerza.

-¡Eiri¡-jadeó el chiquillo mientras el otro hombre introducía el primero de los dedos en su intimidad al mismo tiempo que seguía succionando con fuerza aquel miembro caliente y duro de su amante.

El cuerpo bajo el suyo se arqueaba con fuerza y movimientos desesperados, buscando más del escritor, derritiéndose con cada caricia, con cada beso, con cada succión que el otro le proporcionaba al tiempo que Yuki, le introducía un segundo dedo y encontraba el punto de placer interno del chiquillo al que amaba, aunque no se lo dijese.

-me…aahh…vengo-consiguió exclamar el otro justo cuando el escritor sintió su semilla en la boca, degustándola como siempre lo hacía, saboreando aquella esencia única e irrepetible de su koibito hasta que no quedó ni una sola gota.

Le besó, compartiendo con Shuichi aquello que le había dado, su sabor mezclado con las salivas de ambos mientras el rubio acomodaba las caderas del otro, introduciéndose suavemente en su cuerpo sin dejar de besarle mientras lo hacía, ahogando los gemidos de su baka en la calidez de su boca.

Comenzó con lentos movimientos, apegando su cuerpo todo lo que pudo al del cantante, provocando mayor fricción entre sus pieles al mismo tiempo que entraba y salía del interior de ese cuerpo pequeño y cálido del que tanto disfrutaba.

-aahh…Yuki…aahh-gemía el pequeño al tiempo que Eiri aumentaba la velocidad de los movimientos y la profundidad de las embestidas.

-Shu-dijo el otro preso de la excitación y el deseo mientras se incorporaba un poco para poder coger con su mano derecha el miembro de Shuichi, que volvía a estar erecto y comenzar a masturbarle al tiempo y ritmo de las embestidas, cada vez más rápidas y profundas.

El clímax les llegó a ambos al tiempo, con los nombres del otro gritado a pleno pulmón mientras sus cuerpos se tensaban y se derramaban, uno en el interior del otro y el cantante en la mano y vientre de ambos.

Se besaron aún con la respiración agitada y el corazón latiéndoles a mil por hora, disfrutando de los últimos estremecimientos de un orgasmo que los dejó a ambos agotados pero complacidos.

-te amo Eiri-dijo el cantante acurrucándose contra el cuerpo del rubio, dejándose vencer prontamente por el sueño entre los brazos del hombre al que amaba.

Dos meses y medio fueron los que estuvo el escritor encerrado en su estudio después de aquello, con la cabeza rebosante de ideas que prontamente pasaba al ordenador, tecleando rápidamente las letras de una nueva historia.

Había borrado todo lo escrito, mandando bien lejos la historia de la abogada y el asesino, comenzando desde un principio la nueva novela, paraba lo justo y necesario, mientras Shuichi esperaba paciente el resultado de dos meses de abstinencia, componiendo sus canciones, dando conciertos y ocupando su tiempo para no extrañar demasiado a un escritor que parecía satisfecho cada vez que le miraba.

Una noche, tras uno de los conciertos, Shuichi llegó agotado a casa, aquella gira les estaba exprimiendo a todos, pero estaban contentos con el resultado, el disco ya se vendía como las rosquillas, y el nuevo single sonaba cada dos por tres en la radio, ocupando el número uno rápidamente en las listas de ventas.

Pero cuando con un cuidado extremo abrió la puerta del departamento que compartía con el rubio, lo que menos esperaba a esas horas de la noche, es encontrar al escritor sentado en el sofá de la sala de estar, con una cerveza en la mesa y un cigarro en la boca, y una extraña sonrisa de oreja a oreja en los labios que pocas veces había visto el cantante.

-¿ocurre algo?-preguntó curioso el del pelo rosa.

-siéntate, quiero mostrarte algo-contestó el otro simplemente.

Shuichi dejó el abrigo negro colgado en el perchero y se descalzó, acercándose al mueble donde el otro estaba sentado, dejándose caer pesadamente al lado de un rubio que extrañamente le recibió con los brazos abiertos, ofreciéndole su pecho para que el exhausto peli rosa descansase cómodamente.

-he terminado el libro-dijo el de ojos dorados mientras acariciaba el cabello del otro.

-¡eso es genial¡ y ya te echaba de menos-contestó el otro con un puchero.

-pero…antes de nuestro reencuentro quiero que hagas algo por mi-confesó Eiri.

-por supuesto Yuki, lo que quieras-dijo el de pelo rosa.

-cógelo, esta encima de la mesa, lee la dedicatoria y las primeras cinco líneas del libro, en voz alta-le medio ordenó el escritor.

Shuichi así lo hizo, incorporándose un poco entre los brazos del rubio cogió el volumen que había en la mesa del comedor.

-¿Inspiración?-preguntó curioso al leer el título del libro.

-calla y lee la dedicatoria-pidió el rubio.

Así lo hizo el cantante, abriendo la primera página del libro y leyendo en voz alta lo que ponía, curiosamente, los que habían imprimido el libro habían utilizado una técnica parecida a las fotocopias, pués la dedicatoria, estaba escrita del puño y letra del escritor, en lugar de tener la típica letra de las impresiones del ordenador.

-Para aquel que me da su luz cada vez que mi camino se queda a oscuras. Para quien me guía por el camino correcto cada vez que pierdo el rumbo. Para la persona que con su cero talento consigue que yo encuentre el mío. Con cariño, para Mi cantante, mi amor y mi amado, Shuichi-leyó el de pelo rosa.

-Yu…Yuki-dijo emocionado el de pelo rosa.

-no te emociones todavía y lee las primeras cinco líneas como te he pedido-dijo el escritor con una sonrisa.

El chiquillo lo hizo, pasando la página de las dedicatorias se encontró con las primeras líneas impresas de aquella historia que le había dedicado su koibito, y comenzó a leer en voz alta.

“Capitulo Uno:

Nuevamente mis demonios internos me habían bloqueado a mitad de novela, sin conseguir de manera alguna que mis dedos escribiesen una frase coherente que poder ofrecerle a mi editora. Sabiendo que era inútil de mi parte seguir intentándolo, de muy mala leche y peor carácter decidí darle un descanso a mí bloqueada cabeza y salir a tomar un poco de aire fresco.

Cogí la americana negra que hacía juego con los pantalones a sabiendas de que aquella noche había refrescado, el invierno se acercaba imparable y con él los primeros vestigios del frío, pero en ese momento me importaba poco coger un resfriado sin con eso conseguía que mi cabeza se desbloquease y escribir la última de las novelas.

Lo reconozco, me había atascado con el protagonista masculino, lo había caracterizado demasiado noble, demasiado bueno, con ese típico carácter de “no mato ni a una mosca”, y ahora que había metido a la protagonista femenina en un lío, no conseguía plasmar en letras como un tío soso y pacifico se convertía en el héroe de la historia.

Casi sin darme cuenta acabé en un parque apenas iluminado, uno del que sinceramente no sabía ni su existencia, pero que al estar en silencio me ofrecía la paz y serenidad que yo necesitaba, acompañe mi caminar con un cigarro recién encendido, mientras caminaba lentamente entre una hilera de frondosos árboles que adornaban un sendero iluminado por farolas altas.

De repente, una corriente de aire trajo hasta mis pies lo que parecía ser un folio garabateado con una letra grande y redonda, me agaché curioso a recoger aquel trozo de hoja, leyendo tranquilamente lo que parecía ser la letra de una canción, y en mi humilde opinión, una letra bastante pésima.

Pero la cuestión, es que el sonido de unos pasos acelerados me hizo levantar la vista, y aunque viniendo de mí parezca extraño, la visión que me ofrecía la escasa luz de aquellas farolas me dejo impresionado.

Un chiquillo estaba frente a mí, mirándome fijamente con unos grandes y deslumbrantes ojos del color de las amatistas, no tendría más de veinte años, y a través de su escasa ropa se apreciaba un cuerpo delgado y algo pálido, decorado con una corta melena de color rosa que le daba un aspecto más aniñado, estaba ruborizado hasta las orejas, claramente intranquilo y alterada su respiración por la carrera realizada para buscar ese papel que se encontraba en mis manos.

-¿lo has leído?-me preguntó el chiquillo con una voz que me hizo estremecer y me caló en lo más profundo.

Sí, lo había leído, y sí, le dije que su letra me parecía patética y que no tenía talento, pero lo que yo no sabía en aquel momento, es que gracias a ese carácter mío y a esas pocas palabras que le dediqué al muchachito, yo conocería al hombre que hoy en día permanece a mí lado.

Un cantante hiperactivo que ha llenado de luz mi vida, y mi corazón frío, del más puro y completo amor”

-es nuestra historia-comentó el escritor cuando Shuichi dejó de leer preso de las lágrimas.

-gracias-le contestó el cantante echándose a sus brazos y demostrando su emoción por aquello.

-¿no quieres saber porque de entre todas las cosas, he decidido abrirme y escribir nuestra historia?-le preguntó el rubio a su koibito.

-no hace falta, ya sé la respuesta-le contestó el cantante.

-¿ah, sí?-preguntó Yuki levantando una ceja y con una mirada traviesa.

-porque me amas y yo lo sé aunque no me lo digas, y no hace falta, cuando estés preparado para decirlo lo harás, y yo, seguiré esperando pacientemente para escucharlas-le contesta el de pelo rosa dejando al otro anonadado.

-solo te obligué en una ocasión a hacer algo que no querías, Yuki, y ese algo, era aceptarme en tu vida, ahora que ya lo estoy y pienso quedarme, no pienso obligarte a hacer algo que no quieras, nunca más-comunicó el de pelo rosa levantándose del sofá.

-¿adónde vas baka?-le preguntó el otro.

-a leer el libro, quizás con un poco de suerte, se te haya escapado un “te quiero” en algún capitulo, y eso, no voy a perdérmelo por mucho que en este momento te este deseando-le dijo sacándole la lengua.

-Shuichi-le llamó Yuki desde el sofá.

-dime-contestó el otro.

-en el capitulo quince, en la página doscientos treinta y tres, cuarta línea-le comunicó el escritor.

Curioso como era el cantante, y permaneciendo de pie, abrió nuevamente el libro por la página que le había indicado el escritor, buscando rápidamente la cuarta línea y leyéndola para sí mismo.

“Sé que acostumbrado como está a mi frialdad, posiblemente no me creerá el día que yo me vuelva sincero y le diga que le amo más que a nada en el mundo, y quizás que se ria de mi o de mis sentimientos es lo que me frena a la hora de soltar esas palabras que él lleva esperando tanto tiempo. Pero si soy franco conmigo mismo, una verdad como un templo, es que cada día me cuesta más seguir mordiéndome con fuerza los labios para acallar ese “te amo” que lleva mucho tiempo deseando salir de mi garganta”.

Shuichi lo miró, con ternura, con amor, con una sonrisa que hizo que el escritor temblase por dentro y comenzase a desearle de mala manera, y Eiri, no se contuvo.

Le hizo el amor con todo lo que tenía, y antes de que Shuichi cayese dormido, le dijo ese te amo que ambos llevaban esperando escuchar tanto tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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