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Con las manos en la masa por FanFiker_FanFinal

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Notas del fanfic:

 

 

Notas de autor: Después de 4 largos años de ausencia, ¡he vuelto! Ejem... vuelvo con un fic cuya idea me fue dada en un sueño el 13/10/2008 y que he podido desarrollar hasta finalizarlo (con mucho esfuerzo, he de decir).

Espero volver a publicar, aunque aún sigo encontrando mi musa y recuperándome de un bache, que no es poco. Así que comentad lo que queráis, lo que os gusta, lo que no, qué hubierais escrito en mi lugar, siempre me ayuda a aprender para seguir o hacerlo mejor.

Gracias a Noe por darme el título.

 

Como siempre, los personajes no me pertenecen, son de J.K.Rowling, Warner Bros y no me lucro haciendo esto.

 

Aclaraciones: Este fic se sitúa en el 5º año, La Orden del Fénix, spoilers hasta este libro. Umbridge no existe ni tampoco el ED y la relación de dos de los personajes ocurre en otro momento distinto al que aparece en los libros.

 

Con las manos en la masa

FanFiker_FanFinal

 

Varias veces al año, las clases de estudios muggles dejaban de ser aburridas. En esos días la profesora Burbage nos llevaba a la sala de la primera planta para hacer talleres muggles, en lugar de darnos teoría. En esas ocasiones, la horda de alumnos se multiplicaba. Esos días oíamos murmurar a Burbage cosas como “no me explico cómo estos chicos vienen a estos talleres en lugar de interesarse más en las clases habituales, tan apasionantes”. Ron entornaba los ojos al oírle y yo me reía. Y es que, ¿quién ha faltado a una clase de plástica? Recuerdo a mi primo Dudley. Venía a veces lleno de plastilina y con una cara de felicidad… Por lo que ese día, tanto Ron como yo acudimos raudos a clase, ignorando la mala cara que puso Hermione al vernos. Y lo mismo ocurría en el resto de las casas, incluso algunos Slytherin se dejaban caer, alumnos que a lo largo del año no pisaban la clase por su inagotable odio a los muggles.

—Bien –habló la profesora, aparentemente excitada—, como veis, la sala ha sido acondicionada para el taller de hoy.

Todos giramos la cabeza para observar a lo largo de la sala varios hornos de acero muggles. Naturalmente, a algunos, aquello no les dijo nada, pero yo sabía lo que íbamos a hacer.

—¿Qué pretende Burbage, que nos metamos en esas cosas? –dijo Ron asqueado.

—Si leyeras un poco, sabrías que son hornos para repostería –añadió Hermione, cuya sapiencia no podía quedarse satisfecha.

Ron hizo un gesto gracioso.

—¿Y para qué voy a molestarme, teniéndote a ti?

—¿Y qué te hace pensar que me pondré contigo? –susurró Hermione cabreada.

—Mis encantos…

—No lees ni te preocupas por saber un ápice, sólo juegas bien al quidditch cuando no hay gente cerca y sacas unas notas pésimas, ¿de qué encantos hablas?

Miré a Ron, quien se había puesto colorado. Burbage nos miraba. Tanto Hermione como Ron decidieron dejarlo pasar, y seguimos con la explicación del taller.

—Hoy haremos pan. Los muggles panaderos usan estos grandes hornos para ello, y nosotros vamos a hacer un pan y luego nos lo comeremos…

—¿Cocinar? ¿Eso no es para los elfos domésticos? –se oyó la voz de Zabini en el círculo Slytherin.

Sin embargo, sus voces se fueron acallando según transcurrió la clase.

No llevábamos túnicas y tuvimos que ponernos un delantal para no mancharnos. Neville y yo nos sonreímos, sin duda porque ya habíamos hecho esto antes. Lavamos bien nuestras manos en unos grifos que salían de la pared y después nos emparejamos. Cuando acordé, Ron había ido junto a Lavender Brown, sin duda para dar celos a Hermione, quien había elegido a un chico de Hufflepuff; Neville se había puesto con Luna; Patil y Parvati eran siempre inseparables. Mientras mis ojos otearon a alguien desesperadamente para no ser emparejado con un Slytherin, sentí un tirón en el delantal. Me volví para encontrarme con fríos iris grises.

—Potter, tú vendrás conmigo.

Lo miré de arriba abajo, perplejo. ¿Qué hacía esa serpiente a mi lado, exigiendo, para no variar?

—¿Por qué no vas con tu amiguito Crabbe?

Prefería quedarme solo… me iba a salir un pan de bueno…

—No ha venido, estúpido.

Nos miramos con desprecio. Después, Malfoy se me antojó muy gracioso con el delantal puesto, así que eché a reír.

—¿De qué te ríes, San Potter? Espero que no sea de mí o…

Burbage interrumpió nuestra charla. En unas mesitas cercanas a los hornos vimos varios ingredientes y entonces tuvimos que mezclar.

—Esto es una estupidez… —dijo Malfoy usando el peso para medir la cantidad exacta de harina, levadura y agua.

—Puedes marcharte si no te gusta –dije yo, deseando que se fuera.

Malfoy me observó, escudriñándome con atención.

—Pareces conocer el tema de hoy, Potter, ¿has hecho de chacha muy a menudo con tus primos muggles?

Suspiré, tenía razón. Luego sonreí. Gracias a eso yo sabía hacer pan, por lo que jugábamos con ventaja.

—Pues sí, Malfoy, muchas veces, lo cual me evita el tener que morirme de hambre si no hay un elfo cerca.

Burbage nos volvió a cortar para decir cómo debíamos remover la mezcla, aunque para entonces yo ya había llegado a ese punto.

—Qué pena que no tengas la misma maña en pociones, ¿eh? –me dijo Malfoy y una sonrisa irónica asomó a su rostro—. Tú querías ser auror y resulta que serás una maruja.

—Esta clase merece la pena sólo por verte llevar el delantal –reí sin hacer caso a sus provocaciones.

Malfoy se miró y me dio la espalda. Y tras mezclar y remover ingredientes llegó el momento más emocionante: amasar.

—Ahora golpearéis la masa contra la mesa; espolvoread primero un poco de harina sobre la madera para que la masa no se pegue y golpeando sobre la mesa, formad una masa homogénea. Si se os sigue pegando, no importa, añadid más harina a la superficie.

Me resultó gracioso cómo mis compañeros amasaban como si la masa se fuese a romper en cualquier momento. Cogí la mía y la lancé con fuerza sobre la mesa. Aquel golpe hizo que todos se volviesen a mirarme.

— Lo siento, he pensado que estaba pegando a Malfoy…

Mi compañero me miró con sorna, mientras Burbage puso cara de felicidad.

—¡Claro! ¡Muy bien, Potter! Es así como hay que hacerlo.

Sonreí. Más allá, Hermione, roja de envidia, hizo lo mismo.

—Así, así, señorita Granger.

—Gracias, profesora –y animó a los otros—. Es fácil, sólo hay que pensar en alguien que odies. Mira, esta masa es Ron porque ha quedado un poco imperfecta…

Joe, Hermione, a veces puedes ser cruel…

Neville, en su mesa, muy concentrado, le dijo a Luna:

—Venga, imaginemos que es Snape. Le daremos de palos.

Poco después, cientos de masas se alzaban en el aire para caer con estrépito sobre los tablones de madera.

—Qué maneras tienes, no eres nada fino –objetó Malfoy con desagrado.

—Se hace así, ya te lo ha dicho Burbage.

—No me sorprende, al fin y al cabo son muggles, están en la Edad de Piedra.

—¿Seguro que no quieres probar?

Al alzar la mirada, Malfoy me miró aún más asqueado.

—Tienes toda la cara llena de harina, Potter.

—Es lo divertido, ¿por qué no pruebas?

Tendí la masa a Malfoy y éste comenzó a hincarle los dedos de una forma tan delicada que parecía hacer sonar un piano.

—Con más fuerza, hombre.

—Nosotros estamos acostumbrados a las buenas maneras –dijo él sin hacerme caso, y procedió a seguir amasando como le dio la gana.

No sé por qué, pero empezó a hipnotizarme la manera en que Malfoy movía los dedos. Nunca me había fijado, pero los tenía muy finos y largos y las uñas bien cuidadas. Miré las mías, rasposas y llenas de arañazos. Mis uñas estaban tan cortas que casi dolían.

—Uf, esto cansa, sigue tú, Potter.

—Eres una niña, Malfoy –dije, relevándole, y empecé a lanzar la masa contra la mesa.

—Bien, cuando esté todo bien mezclado, lo haremos bola, o podemos ponerle la forma que queráis. Lo dejaremos reposar tapado con una manta, para lo cual venís aquí para copiar la receta mientras tanto. El pan, gracias a la levadura, subirá, y entonces le pegaremos otro meneo… quiero decir, volveremos a amasarlo.

Burbage parecía aún más excitada que los alumnos. Neville y Luna tenían harina hasta en las pestañas y Hermione jadeaba del esfuerzo de pegar a su masa imperfecta llamada Ron.

—Por Merlín, parecéis unos pueblerinos –saltó Zabini señalando a Neville y Luna.

—Es que hemos pegado mucho a nuestra masa llamada Snape –dijo Neville tan contento.

El Slytherin se sacó unos guantes de látex que aparentemente había llevado todo el rato mientras amasaba y dijo:

—Te recuerdo que luego tendrás que comértela.

Neville puso cara de asco.

—Entonces le daremos bocados bien grandes para que le duelan –dijo la imprevisible Luna y agarró a Neville del brazo para llevarle junto a los demás.

Todos copiábamos la receta que nos dictaba Burbage con nuestras plumas. Mi compañero se había unido al clan Slytherin y yo, desde mi sitio, oía algunos comentarios.

—¿Cómo es que te has emparejado con el mugriento de Potter?

—Te pegará algo…

—Mejor un mugriento con manos de chacha que ver cómo Goyle tira la masa al suelo y se le queda pegada…

Estallaron en risas. Las serpientes son tan asquerosas, tan rastreras, como para reírse de su propio amigo en su cara. Bendigo no estar en esa casa…

 

El reloj de arena marcaba una hora más tarde cuando acudimos a ver nuestras masas. No era mucha la diferencia, pero se notaba que se habían inflado.

—Snape ha engordado –comentó Neville.

Las cogimos nuevamente y amasamos de nuevo. Volvimos a pegarla un poco y entonces le dimos la forma definitiva. A continuación le hicimos un adorno con una navaja, para, según dijo Burbage, eliminar todo resto de aire y la posible descuartización de la corteza. Si no se le hace cortes, puede romper por cualquier sitio y afectar al acabado del producto.

Saqué una navaja del bolsillo e hice un corte diagonal en la mitad del pan. Luego dibujé otra línea más pequeña, como si el dibujo final fuese una Y.

Malfoy estaba abriendo ya el horno y como la masa pesaba, cogimos cada uno un lado de la bandeja y –conjuntamente— la introducimos en el horno. Sentí cierto desasosiego al no escuchar ningún insulto de mi compañero por un lapso de varios minutos.

—Bien, ya está todo –dijo Burbage—. Ahora vayamos a comer y cuando acabemos, todos iremos a mirar el resultado final. El pan debe estar en el horno más o menos durante una hora. Les pediremos a los elfos domésticos que lo vigilen por si alguno termina de hacerse antes.

—Imagínate que sale un Snape crudo… —rió Luna.

—Habrá que volverlo a hacer y podremos pegarle otra vez –argumentó Neville. Aposté a que ninguna elaboración de pan le proporcionó tanto placer como esa.

Nos limpiamos las manos y algunos como yo la cara, dejamos a un lado los delantales y salimos a comer.

—¡Ha sido increíble! –oí decir a Hermione con el rostro encendido de la emoción.

Ron la miró con desprecio. Oh, oh. Otra comida incómoda.

La verdad es que todos comimos con bastante prisa. Queríamos saber cómo habían quedado, Hogwarts olía todo a pan.

—Oye, Harry, ¿cómo es que te has emparejado con el hurón botador?

Me volví hacia Ron, furioso.

—Bueno, cuando acordé mi amigo Ron se había emparejado con Lavender.

Ron enrojeció.

—No te enfades, tío. Es que Hermione…

—Entre tú y Hermione me tenéis bastante harto –dije, y recogí mis cosas y me fui.

Es verdad, constantemente estaban peleando y cuando no, se lanzaban miradas de cordero degollado. Estaba cansado de estar de sujetavelas. Esa vez había recibido más atención de Malfoy que de mis amigos… ¿qué estoy diciendo?

Cuando llegué a la sala, casi ningún pan estaba fuera de su horno. Y mira por dónde, alguien había llegado antes que yo: era Luna. Tarareaba algo mientras contemplaba su horno, en cuclillas.

—¿Cómo va Snape? –pregunté, acercándome.

—Ah, hola, Harry –dijo sonriendo con sus ojos claros—. Ven a ver, Snape se ha inflado mucho.

Vi cómo el pan de Luna y Neville estaba lleno de agujeros, en vez de cortes.

—Os habéis ensañado, ¿eh?

—Oh, pero hemos borrado algunos porque la profesora nos dijo que parecía un queso gruyere en vez de una hogaza de pan…

Reímos.

—Voy a ver el mío –anuncié, acercándome a la zona de la derecha del cuarto, la más aislada del resto de los alumnos. Luna me siguió. Al llegar, ambos abrimos mucho los ojos.

La hogaza era tan redonda que parecía haber sido hecha con una máquina, y en el centro, la Y que había escrito estaba ligeramente dorada.

—¡Oooooooooh! Es precioso… —dijo Luna.

—¿Más que un snorkack?

Reímos de nuevo. Luna miró a uno y otro lado y, con voz misteriosa, y haciendo bocina con su mano cerca de la boca, preguntó:

—Oye, ¿te ha molestado Malfoy?

—En realidad no mucho –respondí, asombrado—. Creí que nuestro pan se convertiría en una rosca aplastada, pero no, me dejó hacer…—recordé cómo había sido la preparación de ingredientes—, vaya, incluso me ayudó. Quizá estuviera deprimido.

—Mmmm… claro que no.

Luna rió tontamente. Levantó una ceja, señal de que se guardaba algo que no quería contarme.

—¿Qué pasa?

—Pensaba que tardaría más en actuar…

—¿En actuar? ¿Qué quieres decir? –pregunté, completamente sorprendido, pero no pude saciar mis ansias porque enseguida empezaron a llegar todos, y el profesor vino poco después, y entonces empezamos a analizar el desarrollo de la levadura, y a sacar nuestros panes del horno. Para ello, abrimos el horno y sacamos la bandeja, Malfoy por un lado, yo por otro. Pusimos el pan sobre la mesa junto a la bandeja. Creo que puse cara de tonto porque era el pan más perfecto de la clase. Demonios, ni siquiera me había salido tan bueno en Privet Drive.

—No está mal –fue todo lo que dijo Malfoy, pero su cara llevaba impreso un gesto de evidente satisfacción.

Preferí no revelarle que para mí había sido el mejor, que creyera que todo lo que cocino sea así. Un momento, no me importa una mierda lo que piense.

La voz de Malfoy me sacó de mi cabeza.

—Menos mal que no me ha tocado con Goyle –dijo, y me giré para ver pelear al Slytherin con un pan ligeramente chamuscado.

—¿Tocado? —reí pensando que tenía mucha cara—. Prácticamente me arrastraste a tu lado.

—Eso quisieras —dijo, con una sonrisa extraña y me dio la espalda.

Algo se infló dentro de mí. Mi ego, se infló mi ego. Tanto como el Snape de Luna y Neville. Me sentí curiosamente halagado por Malfoy, quien empezó a recoger la mesa.

Burbage daba el visto bueno a nuestros productos y tras anunciar que lo comeríamos al día siguiente para dejar “asentar” el pan terminado, la gente comenzó a salir. Vi cómo Ron seguía tonteando con Lavender, la cogía del brazo y se acercaba a su oído, mientras Hermione estaba extrañamente dulce con su compañero Hufflepuff… esos dos, suspiré.

Me giré para terminar de recoger la mesa –lo había hecho ya todo Malfoy— y entonces, sin despedirse, mi compañero echó a andar hacia la salida. Ya no había nadie en la clase, ¿cómo me las apaño siempre para salir el último? Miré el cogote de Malfoy mientras caminaba.

—Malfoy…

El aludido se volvió. Luego… no sé, alguien debió haberme hechizado o es que oler tanta levadura me afectó. Di varias zancadas y cuando estábamos tan cerca que hubiera podido empujarlo… lo abracé. Recuerdo que cerré los ojos y lo apreté aún más fuerte, sintiendo su mejilla en mi cara, ardiendo y el olor de su pelo. Creo que pasó mucho tiempo, o a mí se me hizo largo por eso de que él no reaccionaba. Su cuerpo estaba rígido y apretaba los puños. Y cuando pensé seriamente en mi inusual reacción, él gritó:

—¿Qué crees que estás haciendo, Potter?

Fui empujado, nada que no me esperase, claro, sin embargo su cara era todo un poema. No sabía si llorar, partirme la cara o lanzarme un avada.

—¿Quién te crees que eres para tocarme?

Yo me disculpé tontamente.

—Lo… lo siento, sólo quería ser agradable.

Anduvo hacia atrás bastante alucinado hasta echar a correr para perderse por la puerta. La verdad es que yo también lo estaba y me miré las manos y traté de racionalizar qué coño estaba pasando por mi cabeza para que yo hubiera corrido a abrazar a Malfoy.

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Estoy tan contenta de volver... comments, please!


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