La lluvia de la noche anterior había dejado los campos en buenas condiciones para que Yuuji intentara usar su maryoku. Pero para él la aventura empezó una vez que vio venir los caballos destinados para ellos, Wolfram monto en su corcel blanco dejando al chico extasiado ante esa visión. El Maou se ruborizo cual manzana y sin quitar la vista de enfrente le tendió la mano para que montara junto a él.
En compañía de Murata, que ahora sabia que era el gran sabio del reino o mejor conocido por él como el que lo rapto, y sus dos cuñados, si porque ahora ya los llamaba hermanos; llegaron a los plantíos cercanos al Pacto de Sangre, no se alejarían mucho.
- Bien Yuuji lo primero que debes saber para controlar tu maryoku es…
- Corran… - grito una joven
- No dejar que se salga de control – Wolfram abrió mucho los ojos ¿de donde había salido esa tremenda planta de chicharos?
Desmontaron apresuradamente Conrad saco su espada dispuesto a cortar de raíz esa cosa, sin embargo la planta crecía en todas direcciones y sus ramas golpeaban con fuerza descomunal todo a su paso. Gwenldal levanto una gran muralla de tierra impidiendo que esa cosa llegara hasta su hermanito y cuñado.
La contuvo unos segundos, aun si no pudo impedir que la planta levantara por los aires al rubio
- Bájalo en este instante – grito molesto Yuuji – déjalo – la planta parecía entender pues ceso su crecimiento
- Es sorprendente – Murata ase asomaba debajo de uno de los troncos – esta planta podría alimentarnos por días, pero debemos practicar el control ya que podrías lastimar a alguien – sonrió viendo a Wolfram que gritaba desde la parte mas alta
- Parece un gatito – sonrió el pelinegro antes de empezar a trepar – ya voy corazón
- ¿Todos estas tan bien? ¿y Yuuji? – Yuuri y Shori habían llegado muy agitados
- No te preocupes Shibuya tu hijo esta arriba intentado bajar a su esposo
- ¿Bajar? – y su vista se fue al cielo
Arriba de sus cabezas un Yuuji casi ponía la suya para que cierto rubio algo enojado y más asustado pudiera bajar, de verdad parecía un gatito chillando cada dos por tres
- Quédate quieto enclenque si te mueves no me puedo apoyar en ti – decía mientras se dejaba colgar de la rama
- Déjate caer yo te recibo – gritaba feliz el otro
- ¿Estas loco? ¿Y si no me atrapas?
- Confía en mi
- Ah!!! – grito un poco al soltarse, el pelinegro lo recibió en sus brazos
- Ves fue mas rápido así – sonreía contento
- Enclenque esto te costara muchas horas de entrenamiento – decía el Maou haciendo pucheritos
- Como digas mermeladita
- No me digas así en publico …
Su hijo era feliz, se le notaba en el rostro, es sus gestos, vale hasta en la sonrisa de idiota que traída dibujada en todo momento, Wolfram lo sometía a diversos entrenamientos, para su maryoku, casi logro que el palacio se convirtiera en huerto; uso de la espada, era peor esgrimista que él a su edad; y de equitación el único ejercicio que no le costo trabajo aprender pero si mucho dolor, por eso hoy el mazoku de fuego y su hijo salían a caminar, para aminorar el dolor del segundo.
Y si su hijo era feliz con todo lo anterior ¿por que el se sentía tan desdichado?
Lo pensó mucho tiempo pero no lograba dar con la respuesta.
Antes el hacia todas esas cosas en compañía del rubio, antes su hija esperaba que el terminara su trabajo para jugar con él, antes el compartía lecho con el príncipe. Antes… antes… antes… esa maldita palabra.
Casi soltó una carcajada el siempre bien portado y gallardo príncipe entraba hecho un tifón detrás de Yuuji, ¿que le habría hecho o dicho para ponerlo así?.
Antes también me correteaba y gritaba enclenque.
Wolfram se lanzaba a coger a su prometido en una llave china. Yuuji le pedía disculpas.
Antes también podía sentir ese contacto y por raro que pareciera hasta eso extrañaba.
El príncipe soltó a su prometido como por gracia y obra del espíritu santo y saltando del gusto entro al castillo. Yuuri solo alcanzo a entender una cosa de toda la perorata del rubio, y eso fue:
Greta
Con gran alegría se dirigió hasta el comedor donde muy seguramente la habían hecho pasar. Sintió nervios, pero ya como hombre maduro no podía estar nervioso frente a su niña que muy seguramente ahora tendría unos quince, dieciséis o hasta diecisiete años.
Una cabellera marrón sujeta con una trenza fue lo primero que vio, podía escuchar la voz de Wolfram pero no podía ver en donde estaba, camino un poco más y ahora si tuvo delante de si el cuadro completo.
Greta, su Greta era una mujer de por lo menos veintinueve años, que de manera elegante descansaba en una de las sillas, mientras que el Maou nada digno para un rey reposaba la cabeza en el regazo de ella dejando que la chica acariciara sus hebras rubias.
- No sabes cuanto te extrañe – decía el rubio haciendo morritos
- Y yo a ti padre – decía ella – pero ya sabes “los deberes del reino” – contesto intentando imitar a su tío Gwenldal
- Si lo se, aun si la próxima vez yo iré a visitarte
- Como digas – concedió divertida
- ¿Cuanto te quedaras?
- Solo una semana – suspiro – desearía que fueran mas pero…
- Comprendo – se coloco en pie – vamos hija quiero que conozcas a alguien
- ¿A alguien? – con su ceja levantada pregunto intrigosa – ¿es esa clase de alguien que necesita mi aprobación para cortejar a mi padre? – ella rio al ver el color carmín en su rostro – eres muy trasparente padre, bien vamos, juzgare férreamente – sonrió al ver como su rubio padre abría y cerraba la boca sin saber que decir, dio media vuelta y su sonrisa desapareció
- Hola Greta – saludo sin saber que mas decir
Continuara…