—¡Hola! —dijo una tímida vocecita del otro lado del teléfono.
—Escucha, ¿dime si tu papá hoy quisiera atenderme? —pregunto con un poco de pena, no era la primera vez que marcaba ese número, ni la primera que ese encantador trinito de ave le contestaba
—¿Es el señor que habló ayer?, yo le voy avisar, aunque creo que se está bañando y no sé si lo podrá atender. —asintió con la cabeza aun cuando sabia que el chiquillo no lo veía.
—Dile por favor que es algo importante. Y le quiero hablar. —decía esperanzado de que él tomara la llamada
—¿Vos le hiciste algo a mi papá? el me hace siempre señas y me dice despacito dile que no estoy. —los niños no saben mentir, y ese pequeño en especial parecía muy despierto. El hombre del otro lado del auricular sonríe tristemente, pensando para sí. “es un encanto”
—Y mientras dime si es que ya vas a la escuela. Si cuidas tu lección. —cuanto le gustaría estar ahí y saber todo sobre él, poder cargarlo en su regazo.
—Oh!! si. pero como mi papá trabaja, la señora del vecino me lleva al colegio, y luego me recoge mi papá porque yo no tengo mamá. —su respiración se contuvo un rato. Intenta calmarse, ese parvulito no sabe la verdad.
—Dile son 6 años que sufriendo estoy, es justo tu edad. —dice pues escucha el correr de una puerta y muy seguramente el está ahí.
—Ah!! no. si solo tengo 5 años —eso le remuerde aun más la conciencia, ni siquiera lo había visto nacer
—Pero dígame ¿desde cuándo conoce a mi papá? —lo dicho muy despierto, casi se puede imaginar esos bellos ojitos tan negros como los propios haciendo un gesto demasiado huraño para su carita de ángel. Seguramente sus cabellitos rubios como los de su padre son tan suaves como la seda.
Mi corazón lloró y el no contesto,
Pasan mis días sin fe con este amor quemando me.
Mi corazón lloró y también se alegró al escuchar
La voz que me atendió.
—Dime si vas de vacaciones como el año pasado a las playas del mar. —había intentado averiguar todo acerca de sus actividades, quería sentirse cerca aunque solo fuera así.
—¡Oh! sí. Me gusta bañarme y ahora ya sé nadar. Pero dígame ¿cómo es que usted sabe que hace un año que me fui de vacaciones? —inteligente como él. Sin embargo no podía decirle la verdad, cambiaria de tema.
—Dile a tu papá que yo lo quiero mucho y también a ti. —era algo drástico, pero igual quería que lo supiera, que le lloraba, que los quería y necesitaba a su lado
—Pero si yo no lo conozco, oiga dígame ¿qué le pasa? ¿Por qué ha cambiado de voz?, ¿está llorando? —Tan perceptivo como él. Se alejo un poco de la bocina y suspiro, debía calmarse.
Mi corazón lloró y el no contesto, pasan mis
Días sin fe con este amor quemándome.
Mi corazón lloró y también se alegró al escuchar
La voz que me atendió.
—Dile que atienda —insistía al escuchar cómo se acercaba a darle un beso al chiquillo y le decía de forma baja, “me voy. te quiero, cuídate, no le abras a nadie, vuelvo en un rato. ¡Ah! Y cuelga de una vez”
—¡Dile que atienda!. —escucho la puerta abrirse y cerrarse
—Mi papá ya se fue. —dijo él con un tono de decepción el mocito.
—Si se ha marchado, entonces adiós —ya no tenía caso seguir en la línea
—Adiós señor —que buen niño es.
—Adiós hijito. —Yuuri colgó con dolor. Lo intentaría mañana.
Fin.