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Caramelos por VerityMalfoy

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Notas del capitulo:

Muy bien este es mi primer fic Ciel/Sebastian, las fanaticas de los fics de Mello/Near Death Note, tal ves ya hayan leido alguno d emis escritos XD jajaja pero teni la necesidad de escribir sobre mi pequeño Ciel!!!, espero que lo disfruten!!!! 

 

Sus dedos se hundían lentamente en aquella viscosa sustancia, bañándolos por completo, uno a uno, antes de llevarlos a su boca, para lamer con una parcimonia casi lasciva los dígitos entre sus labios.

 

Muy poco le importaban los modales, al diablo con la educación y la etiqueta, en ese momento solo anhelaba el placer de un buen bocado, sentir cualquier sabor invadirlo.

 

-No importa cuanto lo intente- susurro una voz que no lo sorprendió en lo mas mínimo- siempre será como ceniza en su boca, Joven Amo- una sonrisa torcida surco el rostro de Sebastian, hacia tanto tiempo que no sonreía de esa y de ninguna otra manera, realmente estaba disfrutando lo que veía, gozaba con el sufrimiento del pequeño. Y en cierto modo Ciel no podía culparlo, incluso podía llegar a comprenderle, ambos tenían un delicioso platillo a su alcance, un manjar de los que muy pocos podían gozar, pero que nunca mas tendrían la oportunidad, ni la dicha de saborear.

 

-No tienes que repetírmelo- contesto desafiante el joven, posando su mirada escarlata sobre su mayordomo- Esto es pura costumbre, ya pronto encontrare algo que logre remplazarlo.

 

-¿Esta seguro?, mi Lord- burlo el mayor, ya estaba cansado de ese disfraz de sirviente que se le obligaba a usar, cansado de consentir los absurdos caprichos de un pequeño demonio que aun anhelaba su vida humana, estaba completamente arto de todo y de alguna manera no comprendía por que no podía dejarlo. Ya ese enano había cumplido con su venganza, el no tenia nada mas que hacer, estaba atado aun por aquel maldito sello ¿y que? El era un demonio, mucho mas fuerte y poderoso, de la mas alta calaña,  con siglos de experiencia y poder. En que momento se había convertido en un hombre de palabra, incluso se daba asco a si mismo, un demonio con principios.

 

-Por supuesto- respondió Ciel. Unas cuantas cosas había aprendido, en el tiempo que había vivido como demonio, entre las cuales, la más importante, estaba la forma en la que debía alimentarse. Un demonio puede vivir siglos sin devorar una sola alma humana, pero seria muy débil, en comparación a uno que se haya alimentado de ellas. Sebastian le había enseñado como tentar a los humanos y había probado las almas como si de un catador de vinos se tratase. Saboreándolas de espacio y con toda la gula que podía poseer, resultaba una experiencia exquisita y satisfactoria, claro esta si se escogían bien.

 

Por eso aquel demonio se había tomado tantas molestias por proteger su alma, Sebastian solamente estaba preparando su comida, disfrutando de la espera, sabiendo que mientras mas corrompido por sus deseos de venganza, mejor seria el sabor de su alma.

 

-Hay que salir por caramelos-  continuo el muchacho levantándose de su asiento, dejando a un lado el plato con el pastel de chocolate que antes reposaba entre sus manos.

 

-Como desee- “caramelos” repetía una y otra vez en su mente, que manera tan infantil de referirse a las almas humanas, pero no podía esperar nada más de un niño.

 

Otra de las cosas que el pequeño Conde había aprendido es que existían tanta variedad de humanos como de sabores. Por ejemplo: Una persona completamente pura de espíritu, bondadosa y decente, podía poseer el sabor de un algodón de azúcar, suave y dulce a la vez. Aquellos que eran corrompidos por la lujuria eran como las fresas con crema bañadas en chocolate, calientes y excitantes. Por otro lado los que pecaban de vanidad poseían el sabor de la más fina champaña, fría y frívola, los envidiosos eran un pie de limón, dulces y agrios a la vez. Y como esos un sin fin de gustos y sabores, pero no todos eran deliciosos. Para un demonio, no hay nada mejor que corromper lo que es puro y limpio, si algo esta podrido desde adentro, poseerá ese sabor.

 

Ciel Phantomhive había descubierto también, que no había nada que le gustara más, que provocar a niños más jóvenes que el, pequeños de unos 12 u 11 años, hasta mancillar sus inocencias. Arrebatar lo que en un tiempo en su vida mortal le habían quitado a el.

 

-Sabes algo, Sebastian- murmuro el muchacho sin siquiera detener su caminata, mientras el mencionado le seguía el paso, inmediatamente detrás de el, como de costumbre- Tu me has enseñado algo muy importante.

 

-¿Y que puede ser eso tan importante? Joven Amo- contesto suavemente, dandole muy poca importancia a las palabras del pequeño mocoso, sin desviar la mirada de la nuca del muchacho.

 

-Los demonios- dijo volteándose de improviso para mirar a Sebastian y dedicarle una arrogante sonrisa, acompañada de un mirada de superioridad- No deben jugar con la comida.

 


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