No había nada que le sorprendiera. Cada día, la vida de Takanori Matsumoto se podía reducir prácticamente a pasársela dentro de las blancas paredes de aquel conocido hospital. Y no precisamente porque padeciera alguna clase de extraña nueva enfermedad, no, a decir verdad su condición era desconocida por la gran mayoría de la gente, lo que consecuentemente lo llevaba a ser tratado como a un niño pequeño.
¡No soy tonto!... simplemente ya no puedo… ya no mas.
Sin embargo algo lo suficientemente traumático le había sucedido para hacerlo perder el habla. De modo que como una cosa esta ligada a la otra, la depresión en la que cayo fue tal que se fue dejando en las manos de distintos médicos y enfermeros que nunca tuvieron claro el que hacer con el. Si había algo notable en todo eso, es que las esperanzas que algún día pudo tener desaparecieron, casi tan rápido como llegaron. Todo lo que Takanori podía hacer era ver como sus brazos colgaban sin esfuerzo a ambos lados de su cuerpo, esperando por algún movimiento (…) movimiento que no pasaría.
Pero basta de eso por ahora, el punto es que, resignado a pasarse los próximos años de su vida en aquella sala, Takanori se sentía frustrado incluso mas de lo pensando. Estaba realmente cansado de su cruel realidad, no por el hecho de ser preso dentro de su propio cuerpo, no, de hecho y en cierta medida ya lo tenia asumido, no, no se trataba de eso, sino de recibir las miradas de pena, disgusto y angustia de cada persona con la que se cruzaba diariamente. “¡No me mires así!, ¿no ves cuanto me lastimas?, soy como tu… yo soy como tu” su mente grito en un intento desesperado de hacerse oír, pero sus palabras salieron convertidas en nada mas que en gorgoteos para cualquier oído.
De nuevo, escondió su mirada de ojos ajenos justo antes de sentir los suyos humedecerse tan rápido que se le fue casi imposible contener las lágrimas.
Pero vamos, el ya tenia cátedra en esto, era la rutina de todos los días. Y en el momento menos esperado las rueditas recincharon en medio de una sala rodeada de otros tantos chicos de mas o menos su misma edad pero todos y cada uno de ellos con un historial un tanto distinto. — El Doctor estará contigo en breve — le comunico la enfermera que lo había traído. Takanori no pudo calcular con exactitud los minutos que transcurrieron desde su llegada a la sala, hasta que una extraña voz le hablo, de cualquier modo al levantar su mirada se encontró con la vista que menos se esperaba. — ¿Matsumoto?, ¿qué tal? soy Akira Suzuki y de ahora en adelante seré tu nuevo instructor —. Si de por si aquel hombre se le resultaba extraño, al ver el pequeño lazo de tela que cubría su rostro innecesariamente su confianza en el cuerpo medico del hospital solo pudo desaparecer, del todo.
¿Es broma? — Awwrroou — Como era de esperar, su voz escapo de su garganta en nada más que en sonidos sin sentido alguno. Akira no le dio mucha importancia a eso (por ahora), se acerco una silla desde una mesita cercana y ojeo al pasar las hojas de su carpeta. “El historial de Matsumoto”, si bien lo había leído en su escritorio, quería asegurarse de tener en claro los problemas del chico antes de empezar a plantearle su tratamiento. — ¿Así que tienes diecisiete años, verdad? — pregunto con una sonrisa amable y esta seria la segunda vez en el día, en la que este extraño personaje le sorprendería, no por preguntarle su edad, sino por tratarlo como a un igual. Takanori asintió, siendo consiente de que sus mejillas adoptaron un rápido color rosa.
— Me haces sentir viejo — Akira le respondió de la misma manera, por lo que sabia hasta ahora el chico era inteligente pero por algún motivo desconocido padecía autismo. Motivo que, planeaba saber. Dejando la carpeta que antes revisaba sobre una mesa a su lado, Akira se acerco un poco mas a Takanori de modo que la distancia entre ambos no fuera tanta. — ¿Me dicen que practicas con cubos? — pregunto con un tono suave en su voz, rara vez Takanori era atendido de esa manera. De nuevo, asintió tímidamente sintiendo como sus dedos se contraían sobre sus rodillas. — ¿Cómo es eso, me muestras? — Akira pregunto revolviendo los cabellos del pequeño. Uno no se explicaría como es que momentos después, Takanori se encontraba sobre un pequeño banco, moviendo de lugar unos cuantos cubos de madera.
Incluso así, ahí estaba y para ser honestos los nervios le estaban jugando una mala pasada. No sabia que escribir, normalmente los enfermeros le harían practicar jugar con las letras grabadas en los cubos hasta formar su nombre pero quería algo mas ahora, no simplemente escribir Takanori, eso seria por demás estúpido, teniendo en cuenta, que el tenia todas sus neuronas conectadas aunque ahora le fallaran. — ¿Cómo te dicen? — Akira pregunto siendo conciente de la presión por la que el pequeño pasaba, — Ruoi — Takanori respondió aunque inmediatamente se dio cuenta de su error, inclino su cabeza hacia abajo totalmente avergonzado, ¡Tonta voz! se castigó. — Esta bien, tranquilo, tenemos todo el día — Akira le sonrío amablemente y eso, solo pudo ser peor. ¡Funciona tonta voz!, — Ruuoowi — balbuceo notablemente alterado, Akira también fue conciente de eso, pero no podía hacer nada, su trabajo era básicamente eso, conseguir que Takanori recuperara la capacidad para hablar, incluso si el proceso era doloroso.
De nuevo, los ojos de Takanori se humedecieron tan rápido que fue imposible esconder su mirada de Akira. Era tan inútil que ni siquiera podía pronunciar con fluidez su nombre. Sus puños se cerraron firmemente mientras hacia uso de todo su autocontrol para retener las lágrimas, ya no quería dar lástima. Pasaron los minutos y ahí estaba, sentado sobre un banquito en frente de Akira hasta que la voz de una mujer retumbo en sus oídos y en el aula — Doctor Suzuki se lo necesita en recepción — Akira se inclino hacia delante — Ya regreso — le dijo guiñándole un ojo, tal vez fue eso, tal vez fue el miedo a perderlo, de cualquier modo Takanori rápidamente reunió algunos cubos formando claramente la palabra “Ruki”.
Apretando en su puño la tela blanca de la tunica de Akira consiguió que este se detuviera, — Me gusta — sonrío colocándose en cuclillas al costado de Takanori, — El mío es… — dijo cambiando de lugar los cubos — ¿puedes leerlo? — pregunto mirándolo, pero no era cualquier tipo de mirada, Takanori no podría explicarlo pero la mirada de Akira en aquel momento, le trasmitió calidez. De modo que asintió, pudo leerlo “Reita”.
Asintió tímidamente, escondiendo con su flequillo el color rozagante de sus mejillas.