Era medio día en la mansión Phantomhive. El joven amo descansaba sobre su sillón en el estudio de la mansión, pues había tenido un día muy atareado contestando invitaciones y firmando algunos documentos, también había ido a la ciudad para citas de contratos en cuanto a la empresa. Había sido un día muy cansado para Ciel, tanto que se quedo profundamente dormido con una carta en mano dirigida a la reina de Inglaterra. Unas horas después el mayordomo de dicha casa toca varias veces la puerta sabiendo que no le agrada a su amo que entren sin autorización por educación, al no recibir contestación alguna se atrevió a entrar:
-Joven amo. La cena está…
Se había percatado de que el joven descansaba sobre el escritorio. El mayordomo obscuro sonrió un poco y se aproximo al escritorio de su amo cerrando la puerta sigilosamente para quedarse a unos cuantos metros observando a su amo descansar. Pasaron varios minutos antes de que Sebastian Michaelis se diera la decisión de levantar a su amo. Antes de decir una palabra se aseguro de modular su voz lo más suave posible para no despertarle bruscamente.
-Joven amo. La cena está servida. -esperó unos minutos, pero el joven no respondió al llamado.
-Joven amo.-intentó de nuevo.
Acaricio los negros cabellos de su amo con delicadeza.
-Joven amo, la cena…
El chico reaccionó abriendo los parpados lentamente y se incorporó cabizbajo.
-Me he quedado dormido…-susurró para sí.
-La cena de esta noche incluye…-el mayordomo continuó dando el menú al joven ojiazul.
-Sebastian. Envía esto. Que no pase de mañana.-ordenó el joven dándole la carta a su mayordomo.
Sebastian asintió con la cabeza mirando a su amo, tomando en mano dicha carta dirigida a la reina. Ciel se puso de pie seguido de su mayordomo salió de la habitación caminando a través de los pasillos, poco después el joven se detuvo causando curiosidad en el mayordomo, el joven apretujaba sus puños, pero su semblante era el mismo, serio y sin expresiones.
-Joven amo.-esperó sin tener respuesta.-¿Sucede algo?
-No es nada.-siguió su camino hasta llegar al comedor.
Como costumbre el joven degustó tranquilamente su comida. Al terminar regresó a su dormitorio acompañado del mayordomo obscuro, le arropó y cubrió su suave cuerpo con las frazadas delicadamente. Tomó el candelabro listo para dejar a su amo descansar.
-Sebastian.
Se detuvo al llamado del joven.
-¿Si?
-Quédate…hasta que me quede completamente dormido.
El mayordomo le miró con extrañeza seguido de una sonrisa discreta a las órdenes de su amo, tomó asiento junto a la cama esperando a que su amo callera en un profundo sueño. En ocasiones el demonio le veía con deseo, deseo a consumir esa valiosa alma tan exquisita y perfecta, pero esos últimos meses algo estaba cambiando dentro de su amo, no era la segunda vez que le pedía quedarse a su lado hasta que conciliara el sueño. No se resistió a preguntarle la razón.
-Joven amo.
Le llamó a susurros, el joven le daba la espalda a su mayordomo tratando de conciliar el sueño.
-Humph…
-¿Estos días no se ha sentido bien?
El Conde no contestó.
-Joven amo.
-Claude…Alois Trancy. Interfieren con mis expectativas…necesito eliminarles del camino.
EL mayordomo dejo salir una sonrisa fría y seductora a la vez mientras ambos ojos resplandecían en color carmesí.
-Y tú… Cumplirás con todo lo que yo te diga, Sebastian.
-Así es, amo.
Un gran silenció cubrió la habitación después de dichas palabras. El joven permanecía en la misma posición y su mayordomo le observaba fijamente. Poco después Ciel se levantó sentándose sobre la cama y le miró de la misma manera.
-Sebastian. Tú no te alejes nunca de mí.
Sorprendido, asintió con la cabeza y hizo media reverencia hacia su amo.
-Así será, joven amo.