Año 1524, Italia.
Povs- Douglas.
Era de noche, las calles estaban desoladas sólo se escuchaba con bastante claridad el galopar del caballo, junto con las ruedas de la carroza andar. Para algunos era bastante tarde mientras que para otros como yo, apenas comenzaba el día. Seguramente la mayoría de los aldeanos se encontraban dormidos a esas horas, y no tenían ni la menor idea de que en ese preciso momento se llevaría acabo un evento de suma importancia para la sociedad cainita.
Al llegar al enorme palacio, la puerta del carruaje negro se abrió, acto seguido yo baje tomando la mano que me ofrecía mi chofer por ponerle un nombre a mi lacayo, mis manos estaban cubiertas con unos guantes negros completamente untados a mi dígitos, ni siquiera me digne en voltear a verlo, no desperdiciaría mi tiempo en mirar al mulato que toda la vida había tenido a mi lado y seguiría teniendo por un par de siglos mas mientras bebiera de mi sangre.
-Señor Douglas le esperan en la sala de juntas...-Dijo el mulato dirigiéndome la palabra al tiempo que hacia una reverencia apartándose de mi camino, hice un gesto de desaprobación después de todo eso yo ya lo sabia, no hice mas que sacudirme las negras ropas quitando algunos dobleces de la tela del saco. Sentí algunas miradas sobre mi, como era lógico y de esperarse, mi estatura era imponente alcanzando 1,87 de altura, comparado con los presentes los dejaba ver como unas pulgas. Dibuje una picara sonrisa en los labios al cruzar mis ojos caobas con los de la duquesa Rosalin, una vampiresa sensual, de pronunciadas curvas, y cabellos rubios por debajo de los muslos, generalmente los traía sueltos pero ese día los había sujetado con una peineta de oro, el cual hacia resaltar sus finas facciones y mas aún sus ojos esmeraldas.- preciosa – Le dije al momento que le tomaba de la mano depositando un beso en el dorso como todo un caballero, mientras que ella sonría de manera grácil.
-pensé que no vendrías, después del último desastre –comento la preciosa dama de impresionantes ojos, mientras que me acomodaba el listón azul que sujetaba mis cabellos, eran un desastre no había manera humana ni sobre humana de mantenerlos en su lugar, no al menos después de estar haciendo lo que horas antes hacia, ella lo sabía perfectamente en varias ocasiones intento arreglarlos pero nunca tenia éxito – estuviste de travieso picaron – Volvió a hablar la duquesa.
-Pues ya vez no podía faltar – No dije nada más con respecto a su segundo comentario y lo ignore, sabia muy bien que si le daba píe eso llevaría a una discusión, y estaba de muy buen humor para que me lo estropeara con celos, Rosalin era una de mis amantes y confidente, pero eso no le daba derecho ni se lo daría de que me sofocara.
-Douglas – Pronuncio mi nombre con aquella voz suave melosa que tenia.- Con quien estuviste? – Y ahí estaba la pregunta asomándose por la ventana, claro no podía hacer falta ese día, la tome por el mentón, acercando peligrosamente mi rostro al de ella, y hablando de tal forma que mi aliento golpease contra sus labios- Eso a ti no te importa y ni lo sabrás mi querida Roset –Le dije por el sobrenombre que usaba para llamarla, terminando por cortar la distancia entre nuestras bocas y besarla, de forma demandante pero un muy corto beso, separándome después, con eso calle sus palabras y me dio tiempo de poder largarme de ahí.
El lugar estaba repleto de vampiros alcanzando al menos ser algunos 80 cainitas en la habitación, en su mayoría eran conocidos, por parte de mi sire, cosa que no me agrada mencionar. Continué caminando buscando la sala de juntas, rodando los orbes de lado a lado terminando por clavar la vista en aquellos intentos celestes, no recordaba haberlos visto y si hubiera sido el caso no los habría olvidado, fui recorriendo con descaro y sin disimulo al portador de los gatunos ojos, sonríe para mis adentros; era joven y hermoso su dueño si acaso y cuando mucho tenia unos 16 años en apariencia, no entendía que clase de estúpido se le ocurría transformarlo a esa edad, era bien sabido que los vampiros tan jóvenes eran completamente dependientes de sus sires e incapaces de crear a sus propios chiquillos. Continué explorando su cuerpo principalmente sus facciones, sus labios eran delgados y carnosos con un toque carmín casi podría jurar que eran tan tersos como el durazno. Para mi desdicha no duro mucho mi ensoñación antes de que Andrew llegara a interrumpir.
-Siempre tan oportuno –Susurre mirando al pelirrojo de cabellos lacios, sí hubiera sido otra ocasión probablemente le habría besado. Apuesto que se sorprendió por mi reacción tan inesperada, él chico se encontraba con los mieles abiertos de tal forma que se notaba su sorpresa. Volví a buscar con la mirada a chiquillo sin éxito alguno, ya no estaba o tal vez algún gracioso se le hacia divertido jugar con mi mente.
-Douglas!! –casi grito el pelirrojo después de estarme hablando tal vez unas 10 veces para llamar mi atención.- Hoy estas muy distraído que pasa contigo?
Le di una palmada entre la oreja y la nuca mientras que volvía a mi, encaminándome a la sala- Quien es el chico de los ojos de cielo? –pregunte de la nada esperando una respuesta a mi pregunta la cual nunca llego a mi oídos, lo único que llego fue la risita burlesca de mi acompañante.
-Has estado alucinando, no hay cainita de ojos cielo pero si azules –Me contuve de darle un buen golpe por aquella estupidez y burla a mi persona, mientras me dejaba arrastrar hasta la habitación continua donde se reunía la asamblea, ambos tomamos compostura y nos dirigimos a nuestros correspondientes lugares, que quedaban precisamente juntos.
Todo el tiempo que estuvimos en la dicho junta me encontraba navegando en mi mente, recordando como si se tratase de una pintura aquel rostro, delineando aquellos labios definitivamente debían ser de –Durazno –Ni cuenta me di que aquella ultima palabra la dije en voz alta provocando que todos voltearan a verme.