Una nube de polvo gris blancuzco cubrió flotando alrededor de nosotros. Escombros caían en nuestras cabezas, ensuciándonos el cabello, el polvo se metía por las fosas nasales irritando la garganta y el viento no dejaba al polvo asentarse en el suelo y permitir la visibilidad.
La boca del estómago me dio un vuelco violento, sentí mi corazón latiéndome en la garganta y retumbando, un zumbido en los oídos. Lo que acaba de ocurrir era inaudito, inesperado. Una palabra lleg a mi mente: correr.
Correr.
Deseaba salir huyendo de ahí, pero… tenía los pies clavados al piso. Me pesaban horrible y las rodillas me temblaban, un nuevo sentimiento me invadió por completo: incredulidad.
No podía ser real.
‘Es real’ susurroó una vocecilla en mi cabeza. Tal vez mi subconsciente –odio a esa estúpida, aparece en las situaciones menos indicadas – ‘No’ la contradije.
Escuche voces rodeándome. Se percibían tan lejanas, ajenas a mí.
Quise despegar los pies de la tierra y echar a correr pero no pude, no tenía fuerzas suficientes. La niebla se comenzó a disipar. Los restos de edificio dejaron de caer encima. La turbulencia había terminado.
A pesar de que empezaba a ver un poco para mi seguía siendo una escena distante, como si estuviera viéndolo todo desde el final de un largo túnel oscuro; en donde la luz apenas se divisa al otro lado, un puntito blanco y lejano.
En mi cabeza vi recuerdos pasar de una forma tan rápida que no tuve tiempo de relacionarlos unos con otros. Sólo imágenes escogidas al azar. Debían significar algo, eso lo supe después.
Las voces comenzaron a volverse nítidas y contrastantes. Empezaban a acercarse, volviéndose tangibles. Eran gritos. Gritos desesperados viajaban por la brisa vespertina mientras el sol teñía al cielo de un naranja amoratado.
- -¡Kamui!
‘Subaru’ pensé.
- -Kamui… ¿Estás bien? ¿Me escuchas?
Me limite a asentir. A decir verdad no sabía si me encontraba bien o no.
No quería discutir.
Subaru ya estaba bastante histérico.
No podía ver la cara de mi hermano mayor pero conociéndolo estaría con los ojos llorosos y las mejillas enrojecidas mientras le temblaba el labio inferior.
Entonces lo escuche a él. El cazador que nos había estado persiguiendo hasta el fin de las dimensiones.
Jamás lo había escuchado gritar.
- -¡¿Fuuma!? –gritó a todo pulmón.
De golpe reaccione.
El torpe cazatesoros y sus magnificas ideas.
Las imágenes en mi cabeza cobraron sentido.
Estábamos de regreso en Tokio –el lugar más inestable de los mundos que hemos visitado –después de varios años por lo que observe en el semblante de los integrantes de ambos grupos.
y… allí estaban ambos. La ira recorrió mi cuerpo. No permitiría que ese tipo lastimara a Subaru de nuevo. Pero no conté con la distracción del taradúpido de Fuuma. Antes de hacer otra cosa se abalanzo contra mí y nos pusimos a pelear. Su aprovechado hermano se llevó a mi gemelo,cuando me di cuenta ya era tarde, ese ya se había llevado al tímido ojiverde. Para cuando regresaron venían tomados de la mano; Subaru rojo como una manzana hasta las orejas, entrecerré los ojos aunque decidí no meterme más.
El sujeto no me agradaría nunca.
Subaru no supo explicarme después y a decir verdad yo tampoco indague en el tema. Sin previo aviso mi hermano estaba saliendo con Seishirou oficialmente.
Fuuma me molesto durante días.
Me molestaba y no traté de esconderlo pero, de nuevo, repito no me iba a meter más. Allá Subaru.
Resignación, no me quedo de otra.
Verlos tomados de las manos me daban náuseas, ver al torpe de mi carnal poniéndose rojo cuando el otro se le acercaba al oído y le decía quien sabe que tanta perversión y terminar con una risita.
Asco, en serio asco.
Al principio me costó trabajo aceptarlo muy a pesar de que no me metería pero pues es que… ¡Ay! No sé.
Con el tiempo poco a poco deje de observarlos y me concentre en alguien… en alguien que… jamás creí que miraría: Empecé a mirar a Fuuma.
Lo analizaba durante largos ratos para encontrarme sonriendo al mirarlo leer uno de esos libros pequeños y delgados que Yuzuriha le prestaba. A veces veía como sonreía con sorna, una que otra vez me asusto al soltar una sonora carcajada. En otra ocasión estaba jugando con los niños y quedo enterrado debajo. Los mocosos eran muchos y no podía ponerse de pie; yo me reí con ganas al darme cuenta me tape la boca y salí corriendo al piso de abajo.
Las cosas empeoraron de poco a poco; suspiraba sin razón, imaginaba cosas, soñaba con él, si Fuuma intentaba molestarme lo ignoraba –por lo regular– sin embargo comencé a responderle, eso sí, evitaba el contacto visual lo mas que podía.
No soportaba sentir la cara ardiendo. Se me erizaba el cabello de la nuca, me temblaban las rodillas y una sensación de mariposeo me llenaba el estómago. Cada vez me gustaba menos quedarme a solas con él. Por lo tanto ese día decidí acompañarlos a cazar pero el señor tenía que ir con nosotros. Hubiera sido mejor si se quedaba en el edificio.
La película seguía corriendo en mi mente y fue ahí donde me desplomé. Caí de rodillas, me lleve las manos al rostro y lo tenía empapado.
Estaba llorando a mares.
Si, así es. Yo Kamui un frio, desalmado e inmortal niño vampiro lloraba a lágrima viva. Temblaba de pies a cabeza, los sollozos se escapaban de mi boca, incluso me convulsione un par de veces.
- -¿Kamui? ¿Qué tienes? –mi hermano se arrodilló junto a mí, preguntándome con la voz quebrada.
Hasta la fecha sigo sin saber cómo me levante y corrí hacia el derrumbe.
- -¡Fuuma! –grité tan fuerte que probablemente los del edificio de gobierno me hubiesen oído.
- -¡Fuuma, imbécil! Más te vale que no estés muerto o te mato. ¿oíste? -berre de nuevo pero sentía miedo y desesperación.
- -¡Kamui! –escuche a Subaru llamándome pero no me importo. No me interesaba nada.
- -¡No, Subaru! ¡déjalo! –Seishirou retuvo a mi hermano.
Los temblores recorrían mi cuerpo, las manos me sangraban un poco al apartar los grandes bloques de desecho.
- -¡Te ODIO! Eres un mentiroso, insoportable y bastardo. ¡TE ODIO! –las lágrimas me nublaban la visión, el coraje transitaba por mis venas aumentando mi fuerza ya de por si sobrenatural.
- -Te odio –murmure –te atreves a dejarme solo. ¡Te odio como no tienes idea! –caí de nuevo, me abrace las rodillas y oculte mi rostro sobre ellas dejando al pelo cubrirme.
Estaba furioso, estaba triste, me había enamorado. Estaba enamorado perdidamente de semejante tarado.
- -Um… gracias por el cumplido –escuche en mi oído y un estremecimiento me atravesó la espina. Levante la cara de mi escondite aun con la fuga de agua saliéndome por los ojos y gire en dirección a la voz. Un jadeo de sorpresa se me escapó y me puse en pie de un brinco, con la cara empapada y ardiendo.
Sonrió de lado y añadió:- Yo también te quiero.
- -¡¿Qué te pasa?! Dije, te-o-di-o, ¿Qué también estás sordo? –reproché con mi mejor tono de frialdad a pesar de ser presa del llanto.
De repente, me abrazo y choque con un ruido sordo contra su pecho. Sus brazos enrollados en mi espalda, recargaba su barbilla en la cima de mi cabeza y con una mano acariciaba mi cabello. En ese intervalo deje de llorar, recargue mi peso sobre él y roce su ropa con mis dedos, aspire su aroma dejándome mimar como hacía mucho no lo sentía.
No puse atención después de eso. No sabía si estábamos solos, si se habían ido o no, si nos observaban o no.
Me importo un rábano.
Añoraba quedarme ahí abrazándolo sin hablar, sin nada solamente así.
A la mañana siguiente desperté encima de él. Aun me abrazaba de la cintura, su piel estaba tibia, suave y sus músculos duros. El calor se apoderó de mí, quemándome la piel de adentro hacia afuera, me mordí el labio y volví a recostarme sobre él. Al poco rato sentí sus dedos bajando por mi espalda dibujando de arriba abajo con calma y lentitud.
- -Te odio –susurre en su cuello.
- - Y yo te amo –replicó divertido.
Lo golpee y cerré los ojos otra vez.
Fuuma se rio bajito y me besó en los labios, despacio para cambiar de posiciones ahora él arriba de mi. Dejé que situara entre mis piernas, le pasé los brazos por el cuello, enredé los dedos en las raíces de su grueso cabello negro luego moví una mano hacia su cuello, pecho, estómago, mirando sin utilizar los ojos; en tanto la otra se aferraba a su pelo y mi abdomen se curveaba hacia arriba topándose con el suyo; él coló una mano debajo de mi cintura para atraerme más. Necesitaba respirar me separe de su boca, jadeé y volví a besarlo; mordiendo su labio superior al sentirlo dentro.
- -Eres de lo peor ¿sabías? –dijo con la voz ronca después de que le clavara las uñas en la espalda.
- -Pero bien que te gusta – repuse desafiante. Sonrió de nuevo encogiéndose de hombros para distraerme y embestirme. Gemí y mis muslos apretaron su cintura haciendo que entrara más profundo.
No sé cuantas veces lo hicimos pero fueron varias y muy buenas.
‘Yo también te amo’ pensé una vez terminada la última ronda, cubiertos por sudor y olor a sexo.
Sonreí.