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La mentira de una Mujer por Hali

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A la mañana siguiente, unas nubes grises cubrían el cielo, impidiendo que el calor que provenía del sol llegara a la superficie terrestre. De vez en cuando caían una gotas de lluvia, pero éstas eran pasajeras, sólo alcanzaban a humedecer el suelo y nada más. El viento mecía las nubes en un lento movimiento, aún así las nubes seguían cubriendo esa gris ciudad.

Desde una ventana en un departamento una joven de ojos dorados y cabello rojo observaba el ir y venir de las nubes, las seguía con la mirada como hipnotizada, esa mañana le recordaba su pasado, su vida de antes, aún así le gustaba los días como éste, le hacían meditar en lo que había podido superar, en lo que nunca más tendría que vivir, eso la tranquilizaba, era una sensación de satisfacción, aún así su dicha no era completa, pues sabía que trataba mal a su padre, pero era simplemente inevitable, a pesar de que no se sintiera bien tratándolo así y se sintiera como basura, ella no cambiaba su forma de ser, pues había sido criada para que siempre estuviese a la defensiva, sea quien sea, por esta razón ella no iba a dejar que entrasen en su vida tan fácilmente y menos a su corazón.

-Tenemos que irnos- escuchó la voz del novio de su padre, Horo-Horo, interrumpiendo sus meditaciones. –Dejo las llaves aquí para que cierres con éstas la puerta cuando salgas- dijo saliendo del departamento sin esperar la respuesta de ella.

-Ya voy- dijo sin prestarle mucha atención a éste, pues su mirada seguía clavada en el cielo que en ese momento estaba cubierto de nubes grises. Ni siquiera se había dado cuenta de que ya estaba sola.

Ren tenía que trabajar esa mañana, así que le había pedido a Horo que llevara a Keiko al psicólogo, más bien había sido una orden. Como el oji-dorado había faltado tantos días, no pudo seguir faltando, en cambio su novio sí podía darse un día libre, y tenía que reconocer que quería asegurarse de que Keiko fuese al psicólogo. Horo, al no ver otra escapatoria, tuvo que aceptar aunque no le agradara en lo absoluto la idea de llevar a esa niña mal criada.

Con paso lento la joven se dirigió a la salida del departamento, antes de salir se colocó su gabardina azabache y cerró la puerta.

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El auto, en el cual estaban Horo-Horo y Keiko, estaba parado al frente de un semáforo en rojo. Las dos personas ni se hablaban, no habían cruzado una sola palabra desde que se habían sentado en el auto, y eso era como hace 15 minutos. El silencio inundó el auto, ya que la radio no estaba prendida, y se estaba volviendo incómodo.

-¿Puedo prender la radio?- preguntó Keiko al hacérsele insoportable la carencia de sonido.

-No- respondió secamente Horo.

-¿Así pretendes caerle mejor a la hija de tu pareja?- preguntó visiblemente molesta e indignada, pero con un aire de superioridad. – Realmente a ti te falta lo que se llama cerebro.- dijo haciendo énfasis en la última palabra.

-Deberías tenerle más respeto a tus mayores.- dijo éste echando chispas de los ojos con rencor en su voz, no soportaba a esa niña, la odiaba, y eso aumentaba cada segundo que estaban juntos, y esa actitud no ayudaba en nada, ni de su parte ni de la parte de ella, pero no lo podía evitar, era absolutamente insoportable.

-El respeto se gana. –dijo Keiko bastante seguras de si misma.-No se obtiene de la nada.

-Se nota que nunca te educaron bien, no eres más que basura.

-¿A quien le dijiste basura, idiota?- gritó fuera de sí.

-A la única persona que tengo al lado- le respondió, encarándola. Hace ya un buen rato había desviado la vista del camino y el semáforo había cambiado hace unos minutos a verde, las personas de los autos detrás de ellos ya habían empezado a tocar la bocina, ya que habían comenzado a perder la paciencia.

-No te soporto más, me voy- dijo esto y se bajó del vehículo muy enfurecida, cerrándola, una vez afuera, con un portazo.

-Demonios- dijo con preocupación, de seguro ella le contaría a Ren de la discusión y éste se enojaría, pues era su hija.

Se estacionó cerca de la vereda y salió detrás de Keiko, quien era inconfundible por su cabello. Ella caminaba rápido, pero no lo suficiente como para que Horo no la alcanzara, así que empezó a correr. Horo no tenía otra opción que imitarla y correr también hasta que la alcanzó y la agarró del brazo para que se detuviese.

-Suéltame- pidió con un tono frío la muchacha, mientras que escondía su expresión con su pelo, no quería que notara que la había lastimado, no porque él se lo hubiera dicho, sino que era porque ella se sentía como una basura y no quería que además se lo dijeran a la cara de ese modo, eso realmente le era desagradable.

-Tienes que ir al maldito psicólogo, o sino Ren se va a molestar conmigo, así que ven ahora al auto que no tenemos mucho tiempo.- dijo mientras la arrastraba del brazo.

- Me haces daño, por lo menos podrías soltarme que yo sé caminar sola. –dijo molesta, en realidad no le dolía mucho pero no quería que la tratara como si fuese una muñeca a la cual podía manejar a su antojo.

-Sólo si me prometes que no volverás a escapar- dijo como condición.

-Está bien, lo prometo.- dijo cruzando los dedos y con una sonrisa maliciosa.

-No te creo-dijo con desconfianza, pues había visto como cruzaba la niña los dedos, y se sentía molesto¿qué acaso creía que era un estúpido? Pues si era así, se equivocaba. Con eso en mente la arrastró con más fuerza del brazo, que en ese momento ya había empezado a dolerle a Keiko, pero ya estaba acostumbrada al sufrimiento. Resignada subió al auto, mientras que Horo se sentaba al frente del manubrio y ponía el vehículo en marcha.

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Horo-Horo estaba en la sala de espera sentado mientras esperaba a Keiko, ya que tenía que llevarla devuelta al departamento. Había pasado cerca de dos minutos, los que a Horo le parecieron interminables, no paraba de ver la hora y a cada segundo se desesperaba más y más¿qué tanto tenía que hablar con un estúpido psicólogo¿No lo podía hablar por teléfono? No, la cuenta saldría demasiado costosa, y no estaba dispuesto a pagar por la niñata esa, ya que él era el encargado de pagar las cuentas del teléfono.

-Hola- escuchó una voz muy familiar detrás de sí saludarlo. Se giró para ver el lugar de dónde provenía esa voz, un tanto chillona y aguda, en otras palabras una voz bastante molesta. Como se lo temía, era Tamao, no era que le desagradase, pero podía llegar a ser estresante. -¿Qué haces aquí, pulguita?

-No me llames así¿quieres?- dijo ante el sobrenombre que ésta se había empecinado en colocarle.

-¿Tienes problemas, mi amorcito?- preguntó haciendo caso omiso de lo dicho por Horo. –Yo te los puedo solucionar todos si tu quieres. Por amor soy capaz de hacer cualquier cosa.

-¿Mi amorcito? Horo-Horo- dijo Keiko a sus espaldas con cierto tono de dulzura falsa.-¿Qué significa esto?- preguntó cambiando de repente el tono de su voz a uno completamente serio.

-Esto no es lo que parece- explicó Usui, mientras se alejaba de la peli-rosada, que estaba demasiado cerca.

-¿Quién es esa tipa?- preguntó la rosadita a su amado al no saber por que su Horo tenía que darle explicaciones.

-No te metas.- le ordenó Keiko con un tono desafiante.-Escucho, quiero saber que sucede aquí.- esta vez le habló al peli-azul.

-No tienes por que darle explicaciones, ella no representa nada en nuestra vida.-se metió Tamao a la 'conversación'.

-Tamao, hazme un favor y quédate callada, que no ayudas en nada.- pidió Horo-Horo en un intento desesperado por hacerla callar. Cuando la vio se percató de que de los ojos de Tamao habían comenzado a salir lágrimas, al parecer la había herido, pero eso no importaba en esos momentos, él tenía que convencer a Keiko para que no le diga algo sobre lo que escuchó a Ren, pues eso le daría una oportunidad a Keiko de envenenar a Ren en su contra.

-Todavía no escucho la explicación.- comentó Keiko impaciente. –¿O estas pensando en una mentira creíble para decirme?

-Si crees que lo engaño, estas muy equivocada, yo jamás, y escúchame bien, jamás le sería infiel a Ren.

-Ni siquiera es una mentira creíble..., honestamente esperé mucho más de ti. Tienes que inventar mejores mentiras para que Ren te crea a ti en vez de a mi.- dijo con ese aire de superioridad que la caracterizaba.

-¿Estas tratando de proteger a Ren de mi?... y yo que creí que lo odiabas... como cambian las cosas ¿no?- comentó con sarcasmo y a la vez cambió drásticamente el tema, él quería que ella se pusiera nerviosa.

-No sé de lo que estas hablando.- fue lo único que alcanzó a decir, no se le había ocurrido nada mejor que contestarle, pues eso la había desconcertado, la había tomado por sorpresa, no se podía quedar al descubierto de esa forma que le había tomado cariño a su padre, y menos tan rápidamente, se sentía como si le hubiesen desnudado el alma, y la hubiesen dejado indefensa.

-Pensé que eras buena mintiendo, pero me doy cuenta de lo equivocado que estaba.

-Por mi puedes hacer lo que quieras con tu vida amorosa, no me importa. No soy una persona chismosa, además no tendría ningún beneficio para mi si le digo lo que escuché.-hizo una pausa y agregó- Ahora me quiero volver, estoy cansada.- dijo con autoridad y comenzó a caminar, pero chocó contra algo en el piso, miró y vio a Tamao en el piso sentada en un charco de agua, pero por los ojos se notaba que eran lágrimas lo que constituía el charco.

-Tamao Tamamura, su turno..., puede pasar.- dijo la secretaria a la mujer que estaba sentada en el piso llorando, señalándole una puerta por la cual debía entrar para ver al psicólogo. La peli-rosada se levantó del suelo y caminó con un paso lento hacia el lugar señalado, mientras era observada por todos los que estaban en la sala de espera, pues se veía deprimente.

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El viaje de regreso al departamento era tranquilo, ninguno de los dos decía algo pero el aire se había tornado denso. Lo único que intervino en la tranquilidad fueron las miradas de odio de parte de ambos, a pesar de eso no se dijeron nada.

Horo-Horo, que estaba sentado al frente del volante, sabía perfectamente que a Keiko sí le importaba Ren, y si ella se lo proponía, haría cualquier cosa para separarlos, eso se notaba en la mirada de seguridad que tenía en el momento en que escuchó a Tamao decirle palabras cariñosas, pero él no tenía la culpa de ser tan deseado por las mujeres. Pero sería un problema para él si se lo decía al Tao cambiando un poco la realidad, pues quizás él le creería a su hija más que a él, pues realmente no tendría ningún beneficio para ella, pero eso sólo si realmente lo odiaba, y Horo sabía que no era así.

-¿Le vas a decir algo a Ren?- preguntó Horo para estar seguro.

-Ya te dije que no tendría ningún beneficio para mi, así que no diré nada- contestó Keiko con desinterés. Esa respuesta tranquilizó a Horo-Horo.

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Eran aproximadamente las 4:00 hrs., una hora antes Horo-Horo había ido a trabajar, por lo menos eso había dicho, así que Ren y Keiko estaban solos.

Ren había decidido trabajar en el departamento, pues no tenía ganas de salir en un día tan sombrío, además podía bien trabajar desde su hogar sin problemas, pero en el fondo lo que quería era calma para pensar en cómo acercársele a su hija, pues le parecía difícil poder hacerlo, ya que no sabía cómo debía comportarse con ella, en sus planes futuros no había estado el tener una hija, y menos una con ese carácter.

Keiko estaba viendo la televisión, pero no le prestaba atención, ni siquiera sabía que se suponía estaba viendo. Cuando se cansó de estar al frente de la pantalla, la apagó y se levantó para ir hacia donde estaba su padre.

La puerta estaba entreabierta y se escuchaba el sonido del teclado del computador cuando Ren escribía. Keiko abrió la puerta sin pedir permiso y entró silenciosamente a la habitación, se apoyó contra el escritorio, al lado de Ren, quien seguía con su trabajo, a pesar de notar la presencia de su hija.

-Se supone que los hijos le piden dinero a sus padres¿no?- dijo, sin saber cómo pedirle plata a su padre.

-Si, se supone- asintió con la cabeza Ren, sin desatender su trabajo.

-Aha...- articuló Keiko. –Pues...

-El lunes que viene entrarás a clases,... aprobaste el examen, felicitaciones- informó Ren al interrumpirla.

-Me alegro- dijo con indiferencia- necesito ropa nueva- cambió de tema abruptamente.

-¿Quieres que te acompañe?- preguntó Ren dudoso.

-No, pero la ropa no la regalan, hay que pagar con dinero al hacer una compra.- contestó Keiko disimulando muy mal la poca paciencia que le quedaba.

-Tienes toda la razón- dijo como si no entendiese la indirecta de Keiko.

-¡Quiero plata!- gritó a más no poder.

-Ah... ¿por qué no lo dijiste antes?- preguntó inocentemente.

-...- no dijo nada, pero su mirada expresaba todo lo que en ese momento no pronunciaba en palabras, era una mezcla de ira e impotencia, las lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos, pero se contuvo, aún así no sentía odio, simplemente no podía odiarlo, su afecto por él era más grande que cualquier otro sentimiento que pudiera apreciar.

-No debes tomártelo todo tan enserio.- trató de calmarla Ren, mientras aparecía una sonrisa de diversión, para luego cambiarla por una expresión seria. -¿Cuánto quieres...?

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Keiko había llegado al centro hace alrededor de una hora atrás, estaba descansando en un banco en una plaza casi deshabitada. No había hecho una gran compra, la ropa que se vendía en las tiendas no era de su gusto. Lo que sí había comprado, era el uniforme de su colegio, pues Ren se lo había pedido. No era precisamente uno muy lindo, pero había visto peores.

Ella, en el tiempo que había vivido con su madre, había ido a un colegio de muy bajos ingresos y alumnos, pues la mayoría era pobre y preferían llenar sus estómagos con comida o lo que fuese que encontrasen. A pesar de todos los inconvenientes, ella había pasado de curso únicamente, porque se aprendía de memoria la materia del cuaderno de algún compañero que iba regularmente a clases e iba a dar las pruebas.

Cuando su energía volvió, se incorporó y caminó para tomar un autobús, pero al pasar por un restaurante vio a Horo-Horo en una mesa con la chica rosadita. Esa tipa no le había simpatizado en lo absoluto, y no podía creer que ese estúpido la tenga de amante al tener a su padre al lado, pero en gustos no hay nada escrito, aún así ella no le permitiría engañar a Ren de esa forma , ella no lo permitiría costase lo que costase.

Keiko fue hacia un kiosco y compró un diario, entró al establecimiento en el cual se encontraba la parejita, trató de pasar desapercibida, tapándose la cara con el diario y se sentó relativamente cerca de ellos, sin embargo no alcanzaba a oír la conversación que sostenían, pues el lugar estaba atestado de gente y la mayoría no contribuía a sus planes al hablar tan fuerte¿qué acaso esta gente no podía hablar en vez de gritar?

-Horito¿por qué...?- y no alcanzó a escuchar más de lo que la tipa dijo.

-Porque ca...- se empezaba a desesperar, no comprendía nada de la conversación, y si seguía a ese paso, no lograría nada.

-Yo sé que ...- estaba a punto de echar chispas.

-¿Por qué insis...?- no lo soportaba, ella era una persona con un temperamento muy... especial y difícil de controlar.

-Porque te a...- ya se veía pegándose contra la mesa, era una situación irritante.

-Tú estas sólo con...- tenía ganas de gritarles que se callasen, pero sería muy obvio para Horo-Horo la razón de su presencia ahí.

-No es cier ... – era la gota que rebalsó el vaso, se levantó abruptamente de su asiento y pegó sus manos contra la mesa, haciendo mucho ruido, al darse cuenta de lo que había hecho miró a su alrededor y se percató de que todas las personas la miraban calladas, "bueno, por lo menos se callaron" pensó Keiko. Se sentó con la misma rapidez con la que se levantó y bajó la cabeza, pues se había sonrojado hasta quedar como un tomate, nunca había sentido tanta vergüenza en su vida. Lentamente el ruido volvió a inundar el lugar y las personas habían desviado su atención de Keiko.

-¿Qué haces aquí?- escuchó que le preguntaban a sus espaldas, saltando levemente de su asiento por el susto.

-No veo algún cartel que diga que esté prohibido que YO esté aquí.- contestó descaradamente.

-¿Me estabas espiando?- preguntó, aunque era más una afirmación que una pregunta.

-Dame una razón por la cual yo podría espiarte.- exigió con determinación.

-Podría ser que yo te guste.- contestó Horo.- ya que dices no querer a tu padre.

-No siempre creas lo que te dicen- dijo, aceptando que quería a Ren. Se levantó dispuesta a irse, pues ya era tiempo de volver al departamento. –No te preocupes, no le diré nada, pero me encargaré de que te vayas del lado de Ren, te lo juro.- sentenció dispuesta a todo. Con eso dicho, salió rumbo a la parada de autobuses.

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Era tarde y la luna se cernía sobre el manto oscuro de la noche, las estrellas no se veían por la luminosidad de la luna llena que se abría paso a través de las nubes majestuosa y orgullosa de ser el centro de atención de las personas que habitaban el planeta, y que se maravillaban cada vez que se mostraba sobre el firmamento negro y hacía contraste con él.

En una habitación, una pareja trataba dormir, pero la luz que emitía la luna era tanta que era casi imposible entregarse al sueño por completo.

Ren, que miraba a través del espacio que había quedado entre la cortina el cielo nocturno, le daba la espalda a su novio, pero su atención fue desviada al sentir como Horo le rodeaba la cintura con un brazo y lo acercaba a su cuerpo.

-Hace mucho que no estamos así de cerca.- murmuró Horo cerca del oído de Ren, percibiendo un leve estremecimiento por parte de él. Capturó el peli-azul con sus labios el lóbulo del oído de su amante, a la vez que lo mordía con sutileza. Lentamente descendió entre mordidas, caricias y besos hasta su cuello, mientras con una mano le obligaba a darse vuelta para poder posesionarse de los labios de Ren.

Se apoyó suavemente encima del cuerpo del Tao, para estar más cómodo y tener un contacto más intimo. El beso se había tornado largo y apasionado, aún así seguía siendo dulce, poco a poco Horo-Horo fue introduciendo su lengua en la boca de su pareja, profundizando el beso. Ambas lenguas empezaron a jugar entre si, mientras que cada uno se intoxicaba en tan duradero beso con el sabor del otro, sintiendo un placer desbordante. En un descarado movimiento Horo chocó ambas caderas, provocando una deliciosa fricción para ambos

En una lenta tortura, Horo-Horo le empezó a desabrochar la parte superior del pijama, descubriendo la piel pálida del chino, para no tener nada que lo estorbase en su propósito.

¡TOC-TOC!

Fueron interrumpidos por el sonido que provenía de la puerta, haciendo que se separaran. La puerta se abrió con un crujido y entró a la habitación Keiko, que no había notado que aún estaban agitados.

-¿Qué quieres?- preguntó secamente Horo, estaba molesto por la interrupción, de seguro la niña sabía lo que estaba pasando y se propuso interferir.

-No puedo dormir y me preguntaba si puedo dormir aquí- preguntó con un volumen bajo, pero lo suficientemente alto para que la escuchasen.

-¿No estas algo grande para estas cosas?- preguntó Horo furioso.

-En mi niñez nunca pude refugiarme en el lecho de mi madre, así que tengo que aprovechar este momento que puedo.- dijo apretando los dientes para que no se le saliera algún insulto, pues tenía sueño y había dicho la verdad, claro que también se dio cuenta de lo que iba a pasar en esa habitación y se atrevió a ir e interrumpir, sino no hubiese ido.

-Por mi no hay problema.- intervino Ren, antes de que se produjera una discusión.

-Bien, yo gano- dijo victoriosa Keiko, sacándole la lengua a Horo y acostándose al medio de los dos para evitar cualquier cosa. -¿Sabes? Hay un cómodo sillón en el living que te está esperando, podrías ir, es algo incómodo estar de a tres en esta cama.

-¿Y por qué no vas tú?- preguntó molesto Horo por el atrevimiento de ésta¿quién se creía ella para echarlo de SU propia cama?

-Porque soy yo la que no puede dormir sola.- dijo Keiko.

-Eso no te lo creo.-dijo el peli-azul enojado.- Estoy seguro de que estas aquí para arruinarme la noche.

-No tienes ni idea de cuanta razón tienes. –le susurró al oído con voz grave de amenaza lo suficientemente bajo para que Ren no escuchara.- No voy a dejar que te metas con él cuando estás con otra persona. ¿Tú crees que no sabía lo que estaba a punto de pasar en esta habitación?- dijo aún murmurando.

-Shhhh... tengo sueño.- dijo Ren cansado de oír tanta discusión.

Al escuchar esto, ambos se quedaron callados, tratando de conciliar el sueño.

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A la mañana siguiente, el estrepitoso sonido del despertador despertó a los que yacían sobre la cama. Una joven con pelo rojo abrió los ojos y le dio un codazo a la persona que estaba cerca del reloj para que lo apagase, éste era Horo-Horo, ya que cuando Ren se había ido a China, había cambiado el despertador de velador, para así poder despertarse completamente y no seguir durmiendo, pues sabía que si no lo tenía cerca, continuaría en la cama.

A pesar de que era domingo, Horo puso la alarma de reloj por mera costumbre, por eso Keiko le había pegado más fuerte de lo que hubiera hecho comúnmente otro día de la semana en la cual sí se tendrían que levantar a esa hora, le hubiese golpeado con menos fuerza, ya que no estaría tan molesta. "¿A quién se le ocurre poner el despertador un día en que se supone que es para descansar?" pensó enojada.

-¡Ay!... no me pegues.- dijo molesto por el golpe.

-¡Dios¡Qué sensible!- habló con sarcasmo Keiko.

-Pues claro, soy humano, tengo sentimientos.- contestó ante lo dicho Horo.

-A propósito de sentimientos, tráeme algo para comer.- ordenó autoritariamente.

-¿Qué tiene que ver eso con sentimientos?- preguntó confundido.

-Nada, sólo tengo hambre, no querrás que la hija de tu novio se muera de hambre¿no?- preguntó colocando cara de inocente.

-Así menos voy... sería muy conveniente para mi que eso te pasara.- dijo maliciosamente Horo.

-¿Ren¿Escuchaste? Me quiere ver muerta, deberías echarlo.- aconsejó Keiko a su padre con caprichoso tono de voz.

-Si quieres parecer útil, deberías preparar TÚ el desayuno y no mandar a otras personas a hacer algo que podrías hacer sin problemas. Por lo menos yo aporto con algo a este departamento, en cambio tú, no.-dijo el peli-azul hastiado de la niñata.

-¡Ay¡Dios¡Qué antipático!- se quejó la joven mientras se levantaba de la cama y se dirigía hacia la puerta. –Ésta me las vas a pagar.- pronunció de forma amenazadora y dio un golpe con la puerta provocando un estrepitoso sonido.

-Deberías enseñarle a cerrar las puertas.- dijo Horo-Horo a Ren en tono entre molesto y divertido.

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Desde que Keiko había salido había pasado alrededor de media hora y el silencio reinaba en la habitación.

-¿Ren?- empezó por decir Horo cuando...

-El desayuno está listo.- anunció Keiko desde afuera de la habitación, entrando en ese momento.

-¿A ti te pagan por interrumpir?- preguntó irritado el novio de su padre.

-Si fuera así, ya sería millonaria. ¿No crees?-preguntó esto último inocentemente.

-Por supuesto.- afirmó sin vacilar.

-Dejen de pelear, me canso con esas discusiones ridículas.- interrumpió Ren visiblemente molesto. Hubo un momento de silencio, hasta que...

-No se demoren.- pidió la pelirroja, retirándose de la habitación, pero antes le dirigió una mirada llena de odio y rencor a ese hombre que le hacía su estadía insoportable, aunque sabía muy bien que ella también era culpable de todas las riñas entre ambos.

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Cuando salió por la puerta y la cerró, se apoyó en ella, era estresante tener que estar atenta a cada insulto y pensar lo suficientemente rápido en alguna respuesta buena para cada uno de ellos.

Aunque había sido muy divertido ver la cara de Horo-Horo cuando ella los interrumpió en esa situación, casi no se había podido aguantar la risa, era tan divertido molestarlo, si fuera sólo por eso, ella dejaría que se quedara, pero no aceptaría que su padre se viera despreciado al ser engañado, no podía creer lo que él le decía continuamente, eso de que no lo engañaba, no podía ser cierto, o sino por qué se juntaba tanto con la rosadita, si realmente le era fiel, eso era algo que no comprendía.

Se dejó de apoyar en la puerta, pues en ese momento podía oler el pan tostado y empezó a sentir apetito, aunque eso no se podía comparar con lo que había sufrido con su madre, que eran días sin poder saciar su hambre por la falta de dinero.

Estaba colocando el pan en la panera, cuando llegó la pareja al comedor.

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Eran cerca de las once cuando sonó el teléfono. Keiko, que era la persona que más próxima estaba del aparato, cogió el auricular y lo puso contra su oído.

-¡Buenos días!- saludó y agregó- Habla con la familia Tao y Usui.- pronunció su apellido primero, pues era el que abundaba en ese hogar.

-Jijiji.- se escuchó al otro lado de la línea, mientras aparecía una gota en la cabeza de la chica.-No sabía que ellos tuvieran una empleada, jijiji.- se rieron de nuevo de esa forma tan estúpida.

-¿Empleada?- preguntó fastidia por haberla creído una persona de un cargo de tan bajo nivel.- ¿Con quién quiere hablar?

-Con el que esté más cerca.- pidió esa persona.

-¿De parte de quién?- siguió haciendo preguntas.

-De Asakura Yoh. Jijiji.- respondió, Keiko no entendía por qué tenía que agregar esa risa tan irritante, pues no había otra palabra que la describiera.

-Un momento.- dijo alegre por no tener que escuchar esa risita, por lo menos en un buen rato más. Al primero que vio fue a Horo.- Te llama un tal Asura Kio

-No conozco a nadie con ese nombre.- respondió éste con desconfianza, pues creía que podía ser una broma de parte de la hija de Ren.

-Uno que se ríe como idiota.- trató de dar una característica del hombre que estaba al otro lado de la línea del teléfono.

-¿Te refieres a Asakura Yoh?

-Mmm... con razón...- dijo pensativa.- Por eso se escuchaba tan extraño cuando lo dije... ¿Cómo puedo tener tan mala memoria?- se preguntó en un susurro.

-No sé, eres el único caso de tanta gravedad que conozco- comentó tratando de molestarla.

-Gracias... deberías animarme y no bajar mí autoestima.- dijo con reproche, a pesar de que no le importase lo que él le dijese.

Usui fue hacia el teléfono y levantó el auricular.

-¡Yoh¿Cómo estás?- preguntó alegremente, como hace mucho no lo hacía.

-Bien, jijiji- rió éste.- ¿Desde cuándo tienen empleada?

-¿Cuál?- preguntó, pero pronto se dio cuenta a lo que se refería.- ¡Ah! Ya sé de quien me estas hablando. Bueno... hace poco.

-Me pareció simpática.- comentó sinceramente.

-No dejes que las apariencias te engañen.- le aconsejó Horo.- Bueno... ¿Para qué llamas?

-Pues quería invitarlos a cenar, hoy, jijiji¿qué te parece?- preguntó Yoh.

-Preferiría que vengas para acá.- dijo el peli-azul al cabo de un rato, no quería explicar la presencia de la "empleada", si no era estrictamente necesario.

-Por mi no hay problema.- aceptó la propuesta.- Hasta las ¿7 pm.?

-Hasta las 7 hrs. Adiós.- se despidió de su amigo.

-No importa si llevo a Tamao¿no? Es que insiste mucho, jijiji.- preguntó para estar seguro.- También tendría que llevar a mi hijo.

-Preferiría que Tamao no viniese, pero si no tienes cómo sacártela de encima, no importa.- dijo resignado Horo-Horo.

-Hasta luego, jijiji.- se despidió y colgó.

Notas finales:

Mmmmm empiezo a creer que les gustan las historias lindas, es verdad que en este fic Horo sufre mucho pero ya que Fuyu-sama me dio la oportunidad de continuarlo, haremos que las cosas mejoren n_n


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