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La mentira de una Mujer por Hali

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Un incómodo silencio inundó el lugar, el asombro se notaba en los ojos de Horo-Horo, no podía creer lo que esa chica le había dicho, quería preguntar si lo que decía esta joven era cierto, pero el temor de que lo fuera no lo dejaba formular esa pregunta, simplemente su voz no salía, era como si de repente hubiera quedado mudo, hasta que se recuperó de su sorpresa.

-¿Ren, qué clase de broma es ésta?- preguntó con la voz entrecortada y se podía escuchar enojo. Los ojos de Usui se dirigieron a su novio, éstos pedían a gritos que fuera una mentira, pero Ren no le podía engañar, su conciencia no lo dejaría tranquilo.

-¿Por qué no entramos al departamento? Así nos pondríamos más cómodos.- dijo, tratando de calmar el ambiente.-Ahí te lo explicaré¿sí?- le preguntó a Horo.

-Bien, pero espero recibir una MUY buena explicación.- dijo resignado, pero con un tono serio.

Keiko, que había escuchado todo con desinterés, entró sus maletas y se sentó en el sillón, estaba algo confundida¿por qué su papito ( con sarcasmo) tenía que darle una explicación a este tipo¿qué no vivía con su pareja, y además ¿dónde estaba? Eso se preguntaba mientras veía como Ren se llevaba a Horo a otra habitación.

-¿Quién es esta niña y qué hace aquí?- preguntó casi gritando a Ren, exigiendo una respuesta. Esa muchacha no le había agradado desde el primer momento en que la vio, parecía como si su orgullo se le desbordara de su ser y esa mirada desafiante era aún más molesta. Además¿cómo se atrevía a llegar de un momento a otro y decir así como así que Ren era su padre? No, eso no lo iba a aceptar.

-Bueno..., ella es... ella dijo... ella no dijo una broma,...ella dijo la verdad.- dijo Ren nervioso, sabía que eso no se escuchaba bien. Además una hija no aparecía de la noche a la mañana, pero ella sí. Bien, estaba preparado para escuchar todo lo que Horo tuviese que decir. Esperó un montón de rato, pero nada. -¿Horo? Dime algo, por favor, no te quedes callado.- le pidió suplicante.

-¿Qué quieres que te diga?- le preguntó con un dejo de tristeza en su voz. –Lo hecho, hecho está. O quieres que te grite y te insulte para no sentirte culpable o por lo menos más tranquilo.

-Horo, yo... no sé que hacer,... no tengo ni la más mínima idea de cómo ser padre, más encima ella me odia.- Ren se sentó en la orilla de la cama y agachó la cabeza.

-No me interesa. Me mentiste durante años¿por qué nunca me dijiste que tenías una hija?- le preguntó Horo-Horo, en su voz se notaba que estaba herido. Ren levantó la cabeza y lo miró a los ojos.

-¿Tan poco me conoces?- cuestionó con decepción y amargura.

-¿A qué te refieres¿Por qué lo preguntas, eso no tiene nada que ver con el tema que estamos tratando?- le dijo con consternación.

-Yo no sabía nada sobre ella, y te aseguro que si lo hubiera sabido antes, te lo hubiese contado.- dijo Ren bastante seguro, mientras la mirada de Horo denotaba confusión, no se esperaba eso, y lo peor era que no le podía creer.

-Yo... no sé si creerte, es una situación muy compleja- calló un minuto y luego agregó- yo... preferiría que durmieras en el sillón esta noche para yo poder aclarar mi mente.- después de eso, el silencio reinó la habitación, hasta que fue interrumpido.

-Está bien,... comprendo...- dijo con los ojos húmedos , en realidad él sí se lo esperaba, pero no creyó que le dolería de ese modo. Se levantó de la cama y se dirigió al living, en donde estaba su hija. Antes de salir de la habitación, miró a Horo, que desvió su mirada al sentirse observado por Ren.

Keiko alcanzó a escuchar la conversación que llevaban los dos hombres en el cuarto, en el cual habían entrado, una sonrisa se formó en su rostro, realmente disfrutaba lo que estaba pasando, ya que su madre se había suicidado por culpa de él, el hombre al cual tenía que decirle padre, algo que no iba a hacer tan fácilmente, por lo menos hasta que pagase por lo que le había ocasionado, si no hubiera sido por él ella seguiría viviendo con su madre, no era el sitio perfecto pero ella se sentía más aceptada que en este departamento, en esta familia.

Había vivido en un edificio, en el cual sólo residían las personas de bajos ingresos y los cesantes, desde que tenía memoria, la construcción había sido sombría, completamente apagada, parecía como si hubiera estado abandonada durante siglos, además la gente vendía y compraba drogas de todo tipo, por eso la gente se pasaba horas tirada en el frío y duro cemento, era como si todos hubieran muerto sin siquiera darse cuenta, ese lugar llegaba a dar más que lástima, provocaba un sentimiento que con palabras era imposible de describir.

Su madre había sido alcohólica y drogadicta, aún así ella la... no, no podía decir que la quería, Keiko tampoco la admiraba, ya que al llegar a su casa, o lo que se podía llamar casa, siempre encontraba a esa mujer alucinando por efecto de las drogas que se inyectaba o ingería, y tirada en el piso como si fuera un trapo viejo e inútil, que se equivocaron y lo pusieron ahí en vez de tirarlo al basurero, ella no podía definir lo que ella había sentido por su madre, aún así la quería más que a ese ser al cual le tenía que decir padre, ese era el principal motivo por el cual ella lo odiaba, dejar a alguien vivir en una pocilga como esa, eso era casi inhumano.

Por un tiempo ella fue a un centro de rehabilitación, cuando acabó su tratamiento volvió a las drogas, pero no le hicieron el mismo efecto como antes, no sentía ese placer adictivo de nuevo recorrer todo su ser, simplemente ese éxtasis que sentía no lo volvió a sentir.

Su madre la había obligado a trabajar desde muy pequeña y también a mendigar como los perros que se arrastran por un poco de comida, y ese poco dinero que ella conseguía llegaba a parar sólo para las drogas y para las bebidas alcohólicas. Estuvo a punto de prostituirse por ordenes de su madre, pero justo en ese momento la encerraron en el centro de rehabilitación, nunca antes había estado tan agradecida como cuando la sacaron de la calle, pero eso no duró eternamente y volvió a esas calles sombrías y lúgubres.

Cuando su madre murió y recibió la herencia, lo único que recibió son botellas de alcohol vacías, realmente su madre llagaba a dar lástima, pero por ella nunca liberó una sola lágrima. El día en que la encontró muerta había sido muy traumático para ella, porque nunca había visto un espectáculo así.

-Flash Back-

-Ya llegué- gritó al llegar a esa pocilga, a pesar de saber que su madre ni siquiera advertiría que ella había llegado. Empezó a buscar por todas partes de la casa, pero no la encontró, solamente le faltaba por revisar el baño, la puerta estaba cerrada por dentro, tocó varias veces pero como no le abría, tiró la puerta abajo y lo que vio, no le agradó en lo absoluto.

El cuerpo inerte de su madre yacía en al bañera inmóvil, no se podía distinguir el pelo rojo de la mujer del resto del cuerpo por la sangre que lo manchaba, heridas perforaban su cuerpo entero y de cada herida emanaba ese líquido tibio de color escarlata, los ojos estaban abiertos y la sangre los cubría sin clemencia, poco a poco se iba formando un charco de sangre en el fondo de la bañera. Afuera de la bañera había una navaja, la cual era la autora de las múltiples heridas.

El rostro de Keiko palideció ante la visión que tenía en frente, una imagen que nunca podría olvidar y cayó inconsciente al lado del cadáver. Al despertar gritó todo lo que se llevaba guardando en su interior al verse al lado de cadáver, los vecinos al escuchar el grito despavorido de la chica, llamaron en seguida a una ambulancia para la joven, que al tranquilizarse volvió a caer, los vecinos que todavía estaban en pleno uso de la razón la sacaron de ahí y le trataron de limpiar la sangre que tenía en su cuerpo por haber estado tan cerca del cuerpo inerte de la mujer.

-Fin Flash Back-

Una lágrima resbaló por su mejilla, al recordar ese momento del pasado, no era por la muerte de su madre, sino porque era una imagen horrorosa, pero en ese momento se suponía que todo iba a estar mejor, por lo menos no sufriría hambre ni frío, se quitó la gota que resbalaba por su mejilla con el dorso de su mano y vio como la puerta de la habitación en donde se encontraba Ren se abría y este salía.

-Tu cuarto va a ser el de huéspedes, ya que nunca los tenemos.- le informó con una sonrisa que a leguas se notaba que era falsa. La chica se levantó del sillón y siguió a Ren, que la guió hasta el susodicho cuarto, mientras que éste llevaba las maletas de su hija. –Mañana harás un examen para entrar a algún colegio y conseguiré una hora para un psicólogo para que trate tu... trauma. ¿Está bien? –le preguntó pidiendo su consentimiento.

-Está bien- dijo con tono frío pero no sonaba tan crudo como las otras veces. -¿No vivías con tu pareja?

-¿Qué? Ah..., bueno... – tragó saliva y prosiguió- Horo es mi pareja.

-¿Eres homosexual?- preguntó incrédula.- ¡Qué asco!- se dijo a sí misma con desprecio, pero eso había sido lo suficientemente alto, como para que Ren lo escuchara, ante esto, lo único que hizo fue dejar a la muchacha sola en el cuarto.

En el cuarto de huéspedes, la chica que estaba allí adentro no podía dormir, le era extraño estar ahí. Miró un reloj que estaba sobre el velador, que estaba al lado de su cama, eran las 2:36 hrs. Se levantó de la cama y abrió lo más silenciosamente que pudo la puerta, Keiko tenía ganas beber un vaso de agua. Al pasar por el living vio a su padre dormir en el sillón, al parecer a la pareja de Ren no le había agradado que él tuviese una hija, en realidad eso ya lo sabía, porque la conversación, que tuvieron después de llegar, se escuchó por todo el departamento. Los ojos de la joven se ablandaron, quizá su padre no era tan malo después de todo, por lo menos no como se lo había descrito su madre, pero eso era algo que jamás lo iría a aceptar.

Después de un rato de estar en la cocina volvió a su recamara, se acostó y en cuestión de segundos se quedó dormida.

Después del desayuno Horo ya se había ido a trabajar, mientras que Ren y Keiko se preparaban para que esta última diera el examen para poder entrar a un colegio, eso la tenía de un muy mal humor, estaba nerviosa, ella no quería reprobar ese examen, tenía que sacarse una buena calificación, o sino se sentiría muy avergonzada.

Estaba sentada en el sillón del living, tratando de tranquilizarse. Estaba pensando hasta que una pregunta apareció en su mente sin cesar una y otra vez.

-¿Por qué me abandonaste?- preguntó con los ojos clavados en Ren.

-¿A qué te refieres? Yo ya te dije que yo nunca supe de tu existencia hasta hace poco.- comentó Ren con cansancio¿qué acaso nunca le iba a creer?

-No te creo.

-¿Por qué?- cuestiono curioso.

-¿Por qué debería? Ni siquiera tu novio es capaz de creer en ti- dijo con el tono de su voz bajo.

-¿Qué dijiste?- se hizo el desentendido Ren, eso había sido un golpe fuerte para él.

-Que ni siquiera tu novio es... – se detuvo al notar lo que iba a decir, en realidad eso era cruel, pero no podía retractarse, eso jamás se lo permitiría, nunca.- capaz de creer en ti.- eso lo había dicho en un susurro inaudible, aún así Ren sabía lo que su hija había dicho y eso le dolía.

- Será mejor que nos demos prisa.- dijo Ren dándole la espalda a Keiko, para que ella no notara como unas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

Acababa de terminar el examen de admisión, ella se sentía feliz, tenía el presentimiento de que le había ido muy bien. En ese momento se encontraban afuera del colegio e iban caminando para llegar al auto de Ren.

-Perdón- le dijo de repente Keiko a su padre, quizá el nunca había sido un poco exagerado. Su conciencia no la dejaba en paz, no se sentía bien con lo que había dicho y tenía que enmendarlo, aunque sea con una disculpa.

-¿Por qué?- preguntó Ren sin entender la razón.

-Por decir eso de tu novio, en serio estoy arrepentida de haberlo dicho..., que esté arrepentida no quiere decir que vayamos a ser padre e hija, para mi sigues siendo un completo desconocido.- le dijo su hija nerviosa.

-¿Ah? No te preocupes por eso, yo no lo he creído, eres tu la que se pone nerviosa sin razón.- le comentó esbozando una sonrisa, al parecer todo iba mejor con su hija, pero con Horo las cosas no iban mejor, todo lo contrario, no le había hablado desde la vez que le pidió que se fuera a dormir al sillón.

-¿Cuándo tengo hora al psicólogo?- cambió de tema drásticamente.

-Mañana a las 10:00 hrs.- le informó, habían llegado al auto y se subieron a él para partir hacia otra parte de la ciudad.

Horo-Horo no sabía que hacer, estaba muy confundido, no sabía que pensar de Ren, no quería separarse de él pero estaba muy confundido, de lo único que estaba seguro era que su corazón le pertenecía a Ren, pasara lo que pasara, siempre lo amaría, pero esa niña era muy, pero muy antipática, por lo menos con él. Además tenía miedo de perder a Ren por culpa de esa cría, él era lo único que tenía después de todo, la única familia que había tenido era Pilika, su hermana,apesar de haberse casado con un excéntrico millonario e irse a vivir a Estados Unidos, había pensado en él, incluso le había pedido que fuera con ella, así seguirian juntos, pero Horo denego la oferta, ahora su hermana estaba casada y tenía una vida, y él sabía que no podía vivir sin Ren, después de su decisió su hermana se sintió traicionada y muy dolida, por lo cual toda comunicación con ella había sido rota.

 

Perder a Ren, eso ni siquiera estaba en discusión, ya había sido muy difícil estar una semana y dormir una noche sin Ren a su lado, había sido casi una tortura, pero no podía ser tan flexible, que pasa si el día de mañana llega con mil hijos más, bueno... quizás eso había sido un poco exagerado, además eso era poco probable, Horo conocía bastante bien a Ren y también sabía que Ren no había tenido ni la más mínima idea de la existencia de esta criatura tan desagradable hasta que se la habían enchufaron.

Muy en el fondo de su corazón tenía miedo de que por la intromisión de la hijita su relación se fuera directo a la basura, y eso lo iba a impedir costase lo que costase.

Entre tanta meditación, no se percató que tocaban la puerta, sólo cuando la cerraron se dio cuenta que no estaba solo, miró a la persona que tenía en frente de sí, era a la última persona que quería ver en esos momentos, Tamao.

-Hola, pulguita mía.- lo saludó cariñosamente, casi parecía como si ronroneara.

-¿De dónde sacaste ese sobrenombre tan... ridículo?- preguntó hastiado de Tamao.

-¿No te gusta?- preguntó con cierto aire de tristeza y extrañeza fingida.

-Es horrible, uno, no soy tuyo y dos¿dónde me viste la cara de pulga?- dijo con enfado.- Sal de aquí, no quiero que te vuelvas a aparecer de nuevo por acá¿Me entendiste?- preguntó con un tono de voz que a cualquiera le daría miedo.

-Me voy, pero volveré.- se marchó dejando a Horo pasmado, ese lado de Tamao nunca lo había visto y hubiese preferido no verlo nunca. Miró la hora, ya era hora de almorzar, así que se levantó y se fue a la cafetería que había en el edificio.

Ya era tarde, eran como las 11:00 hrs., Keiko se había ido a acostar temprano, ya que al siguiente día tendría que levantarse relativamente temprano. En la habitación en donde dormía la pareja seguía la luz prendida. Las cortinas estaban cerradas igual que la puerta, por prevención.

-Tú sabes que no me agrada esa niña, sólo la soportaré por ti. No me quiero separar de ti nunca.- le dijo Horo depositando un suave beso en los labios de Ren, el cual sonrió ante este gesto.

-Lo sé, pero trata de llevarte mejor con ella, quiera o no ella va seguir siendo mi hija y quiero que por lo menos puedan vivir sin pelear, ya que el escándalo que hicieron en la cena creo que se alcanzó a escuchar hasta el piso de abajo. – reprendió a Horo.

-Fue su culpa.- se defendió Horo, tratando de dar cualquier excusa.

Una joven con pelo rojo estaba escuchando la conversación de éstos, en cierto modo, ella sí quería a su ahora padre, aunque no lo expusiese directamente, eso era porque ella no estaba acostumbrada a demostrar sus sentimientos abiertamente, y le daba terror que Horo le metiera ideas extrañas a Ren sólo por su conveniencia. Ella no se iba a dar por vencida tan rápidamente, ese Horo-Horo no seguiría viviendo por mucho tiempo en el departamento, ella se iba a encargar de eso, nada ni nadie le quitaría su nueva familia, si se podía llamar a eso familia. Claro que si Horo cambiaba de opinión sobre ella, no cumpliría su amenaza.

 

 


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