Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sueño por DraculaN666

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Okok...


No sé qué decir al respecto. Nada muy productivo, como siempre.


Nació como algo sin forma mientras estaba en mi cama mentando a toda la madre que parió a mis vecinos y su música de mierda.


Nada se relaciona, pero bueno, no es como si yo fuera alguna vez muy coherente uniendo ideas.


La verdad aun no puedo clasificarlo muy bien en cuanto genero, no era cosa de querer hacer reír a alguien, sólo era sacar la espinilla que hacia tiempo no me dejaba escribir algo, así que los sentimientos se mezclan y puedo hacer que un angst se convierta en humor...


Tomémoslo como un don.


Advertencia: La autora estaba dopada (?) así que... no le encuentren lógica porque nunca la va a tener.


La historia es mía, los personajes también, así que no al puto plagio o métanse un palo por el culo :)


Cualquier parecido con la realidad, con personas, ya sean vivas, muertas, escondidas o desaparecidas, es coincidencia o puede que mi visión del mundo no sea tan errónea (?)

Notas del capitulo:

Dedicado: Como todo lo que escribo, en realidad, aunque nunca lo diga, para LadyHenry :) por creer que tengo algo bueno que aportar (?)


Y a Jee y Neriah. Porque a la primera casi la amo y escribí esto con ella en mi pensamiento, no sé porqué xP


A la segunda porque le gusta hablar de asesinatos con arma blanca sin que ninguna de las dos crea que tenemos algún problema psicológico (?)


Y así...

1


Hastío. Eso seguro que se reflejaba en mi mirada. Él se pierde en el tumulto de gente, hablando a gritos sobre la música. Exageradamente amanerado, con su forma tan singular de contonear las caderas. Sus cabellos rubios artificiales se ondean al son de alguna canción de moda y deja que cualquiera tome su cintura y le guie en esa danza previa al apareamiento.


¿Qué me habrá gustado de él? Si lo que me gusta lo tengo frente a mí, viéndome con sus penetrantes ojos, que adivino grises a pesar de las luces multicolores del lugar. De complexión masculina, sonrisa fresca y que hace vibrar cada célula de mi cuerpo.


Nuestras miradas se funden al chocar la una con la otra y yo siento que todo mi mundo se estremece.


¿Dónde has estado todo este tiempo? Quisiera preguntarle, pero no me atrevo a atravesar los pocos metros llenos de gente que nos separan. ¿Quién soy yo? Sólo un extraño que le observa entre la oscuridad resplandeciente de aquel antro perdido en una ciudad nostálgica y llena de historias de finales abiertos e incongruentes.


Él se da cuenta de mi mirada y de la forma en que te desnudo con ella. Esa forma con la que hace tiempo también le adoraba a él, antes de conocerle realmente.


— ¿Quieres que te lo presente? —Pregunta con furia y de forma irónica.


Me encantaría, respondería. Pero no me atrevo a retarle y desatar la fiera que sé que lleva dentro. De cualquier forma, tú también vienes con alguien. Le veo abrazarte y susurrarte algo de forma sensual e insinuante al  oído y yo me derrumbo, regresando a mi realidad, donde ahora que me doy cuenta mi pareja me hace un drama frente a todos, como tanto le gusta.


Me mira furibundo al ver mi poco interés y se pierde entre la gente, seguro que junto a algún otro amante suyo, esperando que le siga y le pida perdón, como siempre.


Pero esta vez no. Ha sido la definitiva y creo que ha sido suficiente por una noche, no tengo ganas de seguir aquí, soportando esas miradas inquisidoras que observan todo como si de un espectáculo se tratase. Salgo de ese sitio y no volteo atrás, aunque me muera por ver tus ojos una última vez.


2


El frío aire de la noche me despierta los sentidos que se encontraban atolondrados por la música y las luces de ese espacio tan lleno de gente. Un leve humo sale de entre mis labios y al verlo se me antoja un cigarrillo.


Mierda, él se los ha llevado consigo y yo me he quedado el mechero.


Inconscientemente hemos hecho repartición de bienes.


Río por lo tonto del pensamiento y al primer chico que veo fumando le pido amablemente uno de sus cigarrillos.


— Puedo ofrecerte algo mejor que chupar. —Dice coqueto.


Tomo el cigarro suavemente, ignorando el comentario y agradeciéndole antes de marcharme, sin pensar seriamente si me ofrece hierba o su pene. Aunque ninguno se me antoje mucho.


Camino con lentitud entre las calles abarrotadas de personas, perdidas en su ir y venir. Tren, taxi, caminar. No sé cual elegir, pero sigo caminando, imaginando que mi casa no está tan lejos como parece y que no tengo dinero para un taxi y, probablemente, el último tren ya haya pasado.


Pienso en las veces que he visto ya este mismo escenario, casi todas las noches, casi las mismas caras. Ese chico y sus ojos grises viéndome. Ese chico y sus diferentes amantes cada noche. Los roces fugaces en los baños cuando nos topamos casualmente. Su aliento siempre mentolado, siempre listo para las lenguas intrusas que le habitan cada noche y yo, entre las sombras, siempre observando, abrazado a esa cintura esbelta y delicada que a veces bailaba frente a mí, ofreciéndose de forma insinuante. Esa misma cintura que en este momento otro debe estar rodeando y a mí no podría importarme menos.


¿Amor? Me pregunto si alguna vez lo hubo. Yo buscaba la falsa seguridad de una pareja y él sólo un amante complaciente que con el tiempo sería prescindible.


Y yo quería –quiero- más, mucho más de lo que él alguna vez pudo ofrecerme. No quiero una cintura delgada y frágil que imita movimientos femeninos, ni una voz falsamente aguda que busca convertir a su dueño en algo que no es. Quiero unos ojos brillantes, un cuerpo fuerte y sinuoso de manos grandes que pueda tocar con la rudeza que me apetezca y, entre mantas mal enrolladas por nuestros cuerpos, fundirnos en algo que no podría describir.


Pero son sólo sueños de un iluso enamoradizo y cursi, que en el fondo sólo quiere alguien que le brinde un poco de seguridad que unos brazos flacuchos como los de mi ex –si es que algo fuimos alguna vez- no me pudieron dar nunca.


Entre un pensamiento y otro comienzo a reconocer las calles y el bullicio se pierde en la lejanía.


Me encantaría saber qué hora es. Qué día es. ¿Qué es lo que hago aquí?


3


Un silencio arrullador me envuelve y me dejo arropar por el manto de la brisa de la madrugada, pasando una a una las casas de familias adineradas y dormidas bajo el velo de su seguridad.


Y sigo evocando en mis recuerdos esos ojos grises, los ojos que he observado durante tanto tiempo y que tantas veces se han fijado en mí sin realmente verme. Sé que me ve porque me reconoce como ese vecino introvertido y aburrido que vive a tres casas de él. Sé que con sus sonrisas y su mirada me dice quedamente que le guarde el secreto, así como guarda el mío.


Familias adineradas sin opción a escándalos como lo son tener hijos degenerados que visitan pubs de mala muerte llenos de maricones de vida fácil.


Lo sé, lo sé. Todo eso yo lo sé. Por eso fingimos que no nos conocemos y en el día evitamos las miradas. Aunque yo lo anhele tanto, es lo que hay. Por eso sigo yendo a ese sitio, sólo a perderme un momento en su mirada y basta para que el día siguiente brille igual que todos.


Pero ha sido suficiente por una noche y por todas las que están por venir. Mañana amanecerá y el día estará gris, lloverán torrentes de agua y yo no volveré a salir de noche.


No más novio amanerado ni miradas furtivas a ése que roba mis suspiros.


No, mañana ha de ser un día gris sin esperanza, donde la normalidad volverá a mi vida, con mi familia adinerada y nuestras mentiras de cada día.


Porque así es como han de ser las cosas, bien ha dicho mi padre alguna vez –o quizás mi madre-, un maricón no tiene ni esperanza ni futuro.


4


Me detengo frente a mi casa y limpio la lágrima solitaria y furtiva que le ha dado por escapar de mis ojos. Que traicioneros los sentimientos, que bonita forma de pensar en mi vida. Dichoso momento para derrumbarme.


Observo sin interés aparente la casa que se alza presuntuosa frente a mí, recordándome qué soy, de dónde soy y cómo he de terminar. Sus ojos vacíos y oscuros me observan en forma de ventanas y los dos luchamos, uno contra el otro.


Vaya hogar de mierda. Pienso con desgano y, entre el silencio, juro que me responde algo parecido a “vaya maricón de mierda”.


Debo dejar el alcohol o el cigarrillo tenía algo extraño… ¿Hierba quizás? Debí aceptar su pene.


Me siento a medio camino de la entrada, entre ese bonito caminillo que forman los ladrillos rojos, entre risas ahogadas de un ebrio perdido, con mi mano sintiendo la textura y los pliegues rugosos. Así es el camino de mi vida, lleno de brechas, tintado de un rojo brillante hacia un abismo negro.


Oh, querido hogar. Tú y yo no somos tan diferentes como parecemos. Seamos amigos ¿vale?


Y entre risa y risa llega el llanto. No un llanto estruendoso de ebrio arrepentido. Son los sollozos de ese solitario que se ha dado cuenta de las mentiras de su vida, de los amores imposibles y, quizás, un poco de falta de buen sexo. Las lágrimas caen una a una entre caminos salados y húmedos en mis mejillas. Observo el cielo llenos de estrellas y me acurruco entre la suavidad del césped de mi casa.


Que no me vayan a ver así mis padres. Pienso tratando de encontrarle algo lógico a la situación. Que no me vaya a ver así algún vecino, que sería peor.


¡Oh dios mío! Exclamaría mi madre, preguntándose qué hizo para merecer un hijo como yo y por qué no podía ser un poquito más normal como los demás. Mi padre clavaría su mirada en mí, cuestionándose una y otra vez si realmente yo soy producto de sus genes.


¡Claro que sí! Respondería yo con presunción, si somos igual de patéticos ¿No lo ves?


Y después de voltearme la cara de un santo bofetón me echarían de casa.


Qué buen futuro estoy contemplando. De ahí sólo es un paso más a las drogas, el sexo y la decadencia. Sí, es un buen futuro.


Me siento entre la hierba, meditando que es un buen momento para levantarme e ingresar a mi hogar antes de que cometa alguna estupidez.


Algo cruje cerca de mí y de forma lenta levanto la mirada, ya que un fuerte dolor se ha apoderado de mi cabeza.


Abro de forma exagerada mis ojos –y quizás también mi boca- y te contemplo ahí parado, tan majestuoso tú con tu porte elegante a pesar de que tus ojos estén vidriosos por el alcohol.


Ves mi casa y luego regresas tu mirada a mí, como si trataras de encontrarle sentido a la escena.


Pues no, no lo tiene. Pienso, o puede que lo haya dicho. De igual forma me ves encogerme de hombros y sonreír bobamente mientras también miro mi casa y la veo igual que antes, igual de vacía, igual de silenciosa, igual de impertinente.


Sonríes, tan bello como cada noche, y me tiendes la mano en una invitación silenciosa a vete a saber qué.


Oh mi caballero, ¿Dónde habéis estado toda mi puta vida? Seguro que follándote a una princesita travestida.


Comienzo a reír por esa estupidez y nuevamente no sé si la dije o la pensé. ¿Qué importa realmente? Tomar tu mano es lo que me importa ahora, pero la risa es demasiado y me he vuelto a acostar sobre el césped, perdiendo mi mirada en ese cielo que comienza a volverse más claro, más brillante.


Te siento sobre mí, todo tu cuerpo apoyado en el mío y tus ojos grises observándome embelesados. Tu sonrisa se tambalea.


— No, no me he vuelto loco. —Eso si estoy seguro de decirlo.


Bueno, no, en realidad puede que lo pensara, pero tu sonrisa vuelve a ser segura y, sin siquiera preguntar, tomas mi mano y juntos nos incorporamos, llenos de césped y vete a saber qué mierdas más.


5


Caminamos rumbo a tu casa. Lo sé porque sé donde vives y también porque sé que es el único lugar cerca que conoces.


Joder, cómo sé tantas cosas de ti. ¿He sido un acosador todo este tiempo? Vaya que sí, Sr. policía, arrésteme y encadéneme a su cama, por favor, y nunca me deje ir.


Entramos y el silencio es total. Murmuras algo sobre tus padres y un viaje que no me importa para nada. En realidad puede que todo esté en mi cabeza y en estos momentos me encuentre en coma etílico frente a mi casa.


¿Qué importancia tiene? Si me guías de la mano hasta tu cama en realidad no me importaría soñar para siempre.


Entramos a tu habitación y podría decir que es justo como la imaginé, pero sería una total mentira


Es pulcra, ordenada, nada fuera de su sitio. Los colores son claros, o quizás el día que se aproxima de apoco me da esa sensación. Hay numerosos libros de autores de nombres complicados. Novelas de misterio, románticas. Gracias a dios ninguna dice crepúsculo. Ahora me gusta más.


Me acerca a su cuerpo y exige que mis ojos se posen en él y abandonen su librero que tan intrigado me tiene. Sus ojos grises deben ver la duda reflejada en mis ojos, pero no le toma importancia y me besa.


Vaya que me besa. Sus labios son apenas un roce suave que se unen a los míos, se abren y se rozan sin profundizar, sólo reconociendo terreno nuevo, intercambiando el cálido aliento de nuestras bocas con gusto a licor. Encaja, de forma perfecta, su boca con la mía y su lengua, escurridiza y caliente, se pierde entre mis mejillas, acariciando con su punta roja y húmeda cada rincón que alcanza. La mía, tímida como yo, apenas se atreve a cruzarse en su camino.


Nos besamos por incontables minutos, se hinchan nuestros labios, se conocen y pronto parecen buenos amigos que se niegan a separarse.


Sus manos recorren de arriba abajo mi cuerpo, tiran de mi ropa tratando de quitarla y mis manos envidiosas por estar solamente quietas comienzan a recorrer ese cuerpo perfecto, tu cuerpo perfecto.


Una a una las prendas caen al piso, la tuya sobre la mía y la mía sobre algún mueble o en un rincón apartado, ¿Qué importa? Si en este momento es tan molesta que si por mí fuera la tiraría por la ventana.


Caemos en la cama desnudos. Aunque puede que yo aún conserve un calcetín mal puesto y tu ropa interior la tengas enredada en una pierna, pero lo importante esta a la vista y hace contacto, se roza, se conoce, lo demás no importa.


Tu cuerpo sobre el mío comienza a refregarse, tocando cada fibra sensible. Tu boca se pierde en mi boca y a veces baja por mi cuello, dejando un camino húmedo hasta mi pecho. Mis manos recorren tu cintura y bajan hasta tus muslos, memorizando el camino hasta las nalgas que aprieto con fuerza. El gemido que sueltas me estremece el miembro y las ganas de continuar.


¿Qué será? Pregunta mi mente. ¿Amor, pasión, una ilusión? Lo que sea, que no se acabe pronto, que siga y siga como tu boca que baja y baja por mi cuerpo. Succionas con fuerza mis pezones, haces círculos imaginarios en mi ombligo y mi pene desaparece en tu garganta, hasta el fondo oscuro de tu boca que me hace ver las estrellas, tan altas y lejanas, brillar sobre tu techo.


Succionas con fuerza, como si el tiempo se acabara, como si no hubiera mañana.


Todas las sensaciones de mi cuerpo se multiplican, mi piel sensible recibe tus caricias y tu boca de buena gana, y giro tu cuerpo para que tú también lo sientas.


Así, los dos unidos de una forma poco común, continuamos restregando nuestros cuerpos, hasta que nos sentimos al límite y paramos, sólo un poco a respirar.


Te incorporas y nuevamente tu boca busca a la mía y tu lengua se pierde de nuevo entre mis labios, buscando la mía que un poco más confiada la recibe con ardor. Una de tus manos baja, poco a poco, acariciando desde mi vientre hasta mi miembro húmedo, urgido por una caricia. Con dos de tus dedos lo frotas lentamente, de arriba abajo hasta perderte más allá de mis testículos, entre mis nalgas, donde encuentras lo que tanto buscan. Gimo de dolor al sentir el primer dedo, pero no pido que pares, quiero que sigas y no te detengas, aunque duela tanto al ahora ser dos, que se abren y se cierran dentro de mí, entrando y saliendo, rápido y luego lento.


Algo tocas, porque el gemido que me has hecho soltar ya no es de dolor, es un placer indescriptible que me recorre de abajo hacia arriba, por la columna vertebral hasta llegar a mi cerebro, estimulando todo mi cuerpo. Y quiero más, te pido más.


Sacas los dedos lentamente, enrollas mis piernas en tu cadera y me observas, con tu mirada siempre gris, siempre brillante. Yo sonrío y muerdo mis labios al sentirte dentro de un solo golpe.


— Jooooodeeerrr… —Exclamo en tu oído y me aferro a tu espalda, impidiendo que te muevas.


Tu sueltas un suspiro lleno de satisfacción y esperas pacientemente a que te suelte. Besas mi hombro, mi cuello, mis labios y mis ojos que han soltado unas lágrimas traicioneras. Susurras algo en mi oído que, sinceramente, no escucho bien. Estoy perdido entre un tumulto de sensaciones nuevas y excitantes para mi cuerpo. El placer, el dolor, como una gama de colores que se funden en mi cabeza dejándome en blanco, sin pensamiento coherente.


Aflojo un poco mi agarre, sólo un poco antes de que comiences un suave mete y saca, de atrás adelante, afuera y adentro. Siempre lento, delicado, esperando algo. Y lo encuentras cuando de nuevo suelto un jadeo ahogado dentro de tu boca. Tu miembro entra y sale con más fuerza y rapidez, golpeando en cada estocada ese punto que tanto me hace delirar.


Nuestros cuerpos comienzan a moverse de forma sincronizada, acrecentando cada sensación, cada estímulo. Mis manos recorren tu espalda, húmeda por el sudor y el esfuerzo. Tu boca se pierde en mi cuello y en ocasiones regresa a mi boca, saboreándonos.


Con mis manos tomo tu trasero y te impulso más hacia mí, como si no quisiera que te separaras nunca, casi como si tu lugar ideal fuera entre mis piernas. Una de tus manos me masturba al ritmo de las embestidas y, perdiéndonos los dos en el cuello del otro, ahogamos un gemido de éxtasis total antes de caer rendidos sobre la cama, satisfechos.


Respiramos agitados, tú aún sobre mí, tratando de recuperar la normalidad.


Con esa sensación de tu cálida respiración en mi cuello, me sumerjo en una somnolencia tranquila y apacible, contigo aún dentro de mí.


6


No sé si pasaron las horas o sólo algunos minutos. El día esta más claro, la mañana me ensordece con los chirridos de algunos pájaros molestos.


Te encuentras despierto a mi lado, observándome atentamente. Una de tus manos recorre mi pecho de arriba abajo en una caricia suave y sin lujuria, sólo un roce suave que me estremece.


Voy a ser cosa de una sola noche, -Día, corrijo mi propio pensamiento- como todos los demás. Pero ¿Qué importa? Es como un sueño y estos también son cosa de una sola noche. Así que no importa, sólo quiero sentirle esta última.


Con ese pensamiento me siento sobre tu pecho sin que nuestras miradas se despeguen ni un segundo, a la expectativa del siguiente paso. Me siento sobre tu vientre y siento cómo poco a poco tu miembro se endurece de nuevo y yo froto mi trasero contra él, estimulándolo hasta que toma su máximo esplendor. No sé si me agacho por voluntad propia o me has jalado hacia a ti, pero nuestras bocas se vuelven a unir en un beso lento, sensual, donde el control por fin es mío y me dejas reconocer cada parte de tu boca que sabe a mí, a nuestras salivas combinadas.


Con una de mis manos guío de nuevo tu miembro a mi interior y me dejo caer sobre él, ignorando el ardor que aún persiste del primer encuentro. Me quedo quieto, sintiendo la longitud llenarme por completo, encajando de forma perfecta.


Qué compatibles somos, ¿no te parece? Como si siempre hubiéramos estado separados y fuera momento de formar un sólo ser nuevamente.


Me impulso con mis piernas de arriba abajo, lentamente, subiendo y bajando por tu miembro que me atraviesa. Gemimos con fuerza, yo más que tú, a tal punto que en realidad estoy jadeando. Tus manos en mi cintura aceleran el ritmo, llevándonos de nuevo a un punto cumbre, extasiados por el enorme placer que se acumula en nuestros cuerpos.


Te incorporas hasta quedar sentado, mis piernas vuelven a envolver tu cintura y nos fundimos en un abrazo caliente y húmedo, sin dejar de movernos, sin bajar el ritmo de las embestidas que siento me destrozan por dentro.


Mi rostro se pierde en tu cuello y jadeo contra él, humedeciendo más tu piel, donde pruebo el sabor salado del sudor. Tú repartes besos al azar por mi hombro, mi cuello y, con la mano que no esta masturbándome, mueves mi rostro para que nuestras bocas se encuentren de nuevo, ansiosas como si fuera la primera vez.


Continuamos por un largo rato, llenando la habitación con los inconfundibles sonidos del sexo. Siento tu mano apretar mi miembro con fuerza, subiendo y bajando hasta que, por fin, con un gemido que intento ahogar en tu cuello, llego al orgasmo, contrayendo cada músculo de mi cuerpo, dejando que la sensación me embriague por completo. Tú te mueves por un par de minutos más, rápidamente buscando tu propio placer hasta que lo consigues y siento, de nuevo, cómo me llenas por completo, inundando cada rincón con tu esencia.


Caemos de nuevo en la cama, esta vez mi cuerpo sobre el tuyo. Respiramos agitadamente, sintiendo la humedad de nuestros cuerpos fundirse una con la otra.


Suelto un quejido de inconformidad cuando sales de mí y me recuestas a tu lado, donde me abrazas y caemos dormidos, pegados uno contra el otro, con el calor de una habitación con olor a sexo y una mañana fría esperando por nosotros allá afuera.


7


Despierto de nuevo y esta vez la claridad del día me deslumbra, provocando que un fuerte pinchazo de dolor atraviese mi cabeza, haciéndome gemir.


Observo la habitación con un poco de confusión, donde nuestras ropas son las protagonistas de un desastre total. Volteo y te observo dormir apaciblemente, soñando con algo, alguien o lo que sea.


Buen momento para huir.


Busco mis cosas, mi ropa entre la maraña que es toda la tela desperdigada por la habitación, ¿Dónde coño está mi calcetín? Vale, aún lo tengo puesto, muy sexy por mi parte.


Termino de vestirme con una prisa que me llega de pronto, sin deseos de verte despertar y encarar la realidad.


¿Qué te llevó a hacer eso y a dónde nos llevará al final? No me importa, no quiero saber la verdad. ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? Nada es relevante, el alcohol, alguna droga o alucinógeno, quizás piedad. Sea cual sea la razón creo no estar listo para enfrentarlo, por eso salgo a toda prisa de esa casa, no saludo a los vecinos que están en sus jardines tomando el té, jugando con sus hijos o podando el césped. No trato de responder a las miradas de intriga que se han de preguntar qué hacía en tu casa.


Sólo llego rápido a mi hogar, que bajo la luz del sol parece más alegre, pero que por dentro está igual de vacío que en las noches.


Papá en el club con los amigos, mamá seguro que con el amante. No importa, las cosas son como deberían de ser esta mañana.


No, no todo es como debería ser. Amanecer teniendo sexo contigo no era cómo veía las cosas, tampoco despertar entre tus brazos. Nada de eso tenía sentido. La cabeza me da vueltas, punza, como si quisiera explotar.


Subo hasta mi habitación y me deshago de mi ropa, tomo una toalla y camino hasta el baño.


Mi reflejo en el espejo me deja anonadado. Tus besos dejaron marcas por todo mi cuello, por mi pecho, mi hombro y juraría que también en mis muslos. Tengo unas ojeras muy marcadas y los labios aún rojos e hinchados de tanto besarnos.


Dejo caer la toalla y abrazo mi cuerpo, sintiendo como tu aroma está impregnado en él. ¿Cómo se supone que siga adelante después de eso?


Hay tantas cosas que quiero preguntar, incógnitas que no dejan a mi cabeza tranquila.


Me baño sin mucha ceremonia y salgo sin mucho ánimo, notando que, a pesar de frotar todo mi cuerpo, tu aroma se niega a irse.


Me visto de forma ligera. No hay nadie en casa, no espero visitas y no pienso salir, por lo que un pantalón holgado y una camiseta larga son suficientes para sobrevivir por este día.


Me siento en el sofá de la sala y contemplo la televisión sin prenderla, pensando en qué hacer. Ya no quiero pensar, no más.


Pero me es inevitable perderme en el espacio negro del aparato que me regresa mi reflejo y pensar en la noche anterior, en el cielo oscuro que contemplaba antes de que todo ocurriera. ¿No iba yo a ser nuevamente normal? ¿Qué me había conducido a todo eso? ¿Simplemente verle llegar fue suficiente para que todo se tambaleara y se fuera a la mierda?


Así parece, porque si antes no abandonabas mi cabeza, ahora eres el centro de mi mundo, tus besos algo a lo que ya soy adicto y tus brazos el hogar que siempre he anhelado.


Que patéticos nos vuelve el amor.


Amor, amor, amor. Qué sueño tan bonito me ha regalado el amor.


Pero ahora estoy despierto, y ésta es la realidad que debo contemplar de ahora en adelante. Un maricón no tiene más opción que resignarse a vivir una mentira. Yo debo buscar a alguna mujer que me dé hijos, una casa con jardincito y unos cuantos pequeños.


Aunque la idea me desagrade, así es como debe ser. Alguien como yo, como bien ha dicho mi madre, no tiene futuro en el amor. Pensar siquiera en eso sería una aberración.


Oh malditas lágrimas traicioneras, ¡no de nuevo!


Las limpio rápidamente al escuchar un suave toque en la puerta. Un toque inseguro que apenas escucho y que por un momento creí haber imaginado. Pero se repite una y otra vez hasta hacerse un poco más notorio.


Abro la puerta sin estar listo mentalmente para verte ahí plantado, limpio y fresco para recibir el nuevo día.


Quiero decir algo, vaya que quiero.


¿Qué haces aquí? ¿Por qué viniste? El sueño ya terminó, ¿Qué más necesitas? Anoche ya todo te lo di. ¿No deberíamos volver a nuestra realidad? Yo un niño rico que buscará una vida normal y tú, otro niño rico que seguirá buscando amantes cada noche.


Pero mi boca se mantiene muda ante tu sonrisa. No es la de siempre, cínica y llena de seguridad. Es una sonrisa tranquila que se tambalea un poco al ver mi confusión, una sonrisa nerviosa.


Dios, pareces nervioso, tú, siempre tan seguro de todo… y ahora tus ojos me dejan ver algo nuevo que me agrada y hace que mi corazón palpite y quiera abandonar mi pecho. Mis mejillas se tiñen de rojo, las siento arder y sonríes, ahora más seguro y radiante, casi feliz.


— ¿Quieres seguir soñando conmigo o prefieres que sigamos juntos en la realidad? —Dice con su voz profunda, sus ojos grises me observan y lo que veo en ellos me estremece.


Y yo sonrío feliz, le abrazo y le beso. Entonces, mientras cerramos la puerta ignorando los jadeos ahogados de algún vecino y las miradas indiscretas que seguramente no se despegan de nosotros, me doy cuenta de que la realidad siempre es mejor que un sueño.

Notas finales:

Siiiii, lo séeee, no les puse nombre, lo note al final de la historia, no me culpen, era de madrugada, tenia unos altavoces a tres metros de mi con todo el volumen a tope y un café que me estaba causando severos daños mentales.


Así que, ¡bleh!


Si les gusto, háganmelo saber, sino, pues también :B


Tururú~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).